Continuación de la entrega número XII
Resumen comentado del testimonio documental de Félix Schlayer, titulado originalmente Diplomat im roten Madrid (Diplomático en el Madrid Rojo), publicado en español por Ediciones Áltera con el título Matanzas en el Madrid republicano, cónsul y encargado de Negocios de Noruega en la capital de España al inicio de la guerra civil y hasta mediados de 1937.
La representación diplomática ante las acciones represivas del
Frente Popular
Félix Schlayer velaba por los intereses noruegos en calidad de diplomático sustituyendo al ausente embajador de Noruega en Madrid.
“Noruega no tenía en Madrid ningún edificio en propiedad. Únicamente contaba con un piso de alquiler en el que estaba instalada la Cancillería y otro con la vivienda privada del embajador en una casa de vecinos muy hermosa y elegante, situada en el número 27 de la calle Abascal.”
A diferencia de lo que ocurría en otras embajadas, en la vivienda del embajador de Noruega sólo se acogió en esa primera época de implantación del Frente Popular a una familia residente en el mismo edificio que hubo de soportar varios registros de individuos violentos y armados, pertenecientes a organizaciones revolucionarias de viejo y nuevo cuño, y una detención. Pero al cabo de poco, los mismos vecinos del edificio solicitaron de Schlayer que ocuparas dos viviendas vacías por temor que fueran incautadas “por alguna de las innumerables organizaciones recién fundadas” para instalarse en ellas y operar. “Cualquier asociación, grande o pequeña, se atribuía, además de una denominación pomposa, el derecho a un domicilio lo más llamativo posible”. Requisa tras requisa, cada cual se quedaba con lo que apetecía: vehículos, vajillas, muebles, cuadros, cortinas e incluso la casa.
En breve las coacciones alcanzaron al abogado de la legación, hijo de un político conservador de relevancia y antaño ministro, que encadenados había sufrido doce registros en su domicilio y la amenaza de ser detenido, conducido a una checa y de resultas de una pantomima judicial sumaria “paseado”; de modo que el a posteriori denominado Gross Asyl Noruega (Gran Refugio de Noruega) continuó sus acogidas humanitarias con estas quince personas que incluían a seis niños.
“El aluvión de personas necesitadas de protección cambió en efecto la vida de las embajadas. Dada la espantosa situación en que se encontraba una buena parte de la población, desde las familias más destacadas hasta otras de condición más modesta, unas por sus ideas políticas, otras por su simple condición apolítica, pero todas ellas integradas por personas decentes, significadas únicamente por haber llevado o llevar una conducta de trabajo y respeto hacia los demás, hizo que una representación diplomática tras otra se resolvieran, por imperativo de humanidad, a poner a disposición de tales seres humanos perseguidos la protección de la extraterritorialidad de sus correspondientes edificios u oficinas.”
Las condiciones de acogida se resumían en la acreditación de la persecución constatable llevada a cabo por las bandas revolucionarias incontroladas y en la comprobación de que la persona solicitante de protección no era empleado del gobierno ni se le conocían actuaciones hostiles al mismo.
Los casos de asaltos, requisas, detenciones arbitrarias y asesinados eran frecuentes, y sus resultados visibles en las viviendas, las checas, las cunetas, los callejones, descampados y tapias de los cementerios. En cuanto aparecía el grupo revolucionario en un domicilio para reclamar a quien fuera, el desenlace para persona era previsible, y su familia y allegados no pocas veces corrían semejante destino.
“Con el fin de obligar a presentarse a los hombres se prendías a las mujeres. Por esta razón tenía yo que acoger en muchos casos al perseguido o amenazado de muerte con su familia entera. Más de una vez, cuando el marido y la mujer habían encontrado refugio, los milicianos se llevaban a los hijos menores.”
Las dos viviendas dispuestas por Schlayer enseguida quedaron abarrotadas. Y continuaban las desgarradoras súplicas de protección que incitaban, al margen de la reflexiva vía diplomática, a tomar partido por la ayuda y la salvación. El furor revolucionario llenaba las checas y las cárceles.
“La orgía de las detenciones seguía su curso, y los tribunales secretos, sin ninguna clase de control o intervención estatal, iban creciendo con su secuela de asesinatos. La Cárcel Modelo, proyectada para 1.200 hombres como máximo, llegó pronto a contener 5.000. En las celdas individuales de 2 x 3 metros se amontonaban hasta seis personas. Una verdadera ansia de matar había embriagado y dominado al populacho. Los ‘funcionarios’ de la cárcel no aparecían por ninguna parte. El director había desaparecido.”
Schlayer decidió quedarse para la Legación con las catorce viviendas del edificio de la calle Abascal 27, previa instancia bien motivada al Ministerio de Estado (actualmente Ministerio de Asuntos Exteriores); así obtuvo para todo el edificio el derecho de extraterritorialidad como residencia de la Legación de Noruega. Vigilaban la puerta de la expandida Legación dos policías con orden del embajador de disparar ante cualquier muestra agresiva o conato de asalto; medida que refrenó el ímpetu criminal de las partidas revolucionarias.
“Una actitud decidida constituye la mejor protección frente a la masa. El principio indiscutible de una inmunidad condicionada a un poder efectivo provoca una especie de barrera invencible.”
Entre septiembre y octubre de 1936 quedó abarrotada de personas la Legación. Para continuar acogiendo demandantes de refugio, Schlayer alquiló viviendas en el inmueble vecino, el número 25 de la calle Abascal, y trasladó el consulado a esta finca ya que el edificio que lo albergaba en el centro de Madrid había sido tiroteado. Aproximadamente novecientas personas dio cabida la Legación, una cantidad notable aunque muy inferior a la habida en la embajada de Chile, de la que era titular y activo defensor de los perseguidos, Aurelio Núñez Morgado, decano del cuerpo diplomático acreditado en la capital de España. “Cada una de las doce viviendas disponibles de inmueble estaba ocupada por sesenta y cinco a ochenta personas”.
Schlayer describe en su obra documental la vida cotidiana de los acogidos y la aplicada organización de conjunto, así como las medidas de protección y movimientos de entrada y salida de la Legación.
El servicio de vigilancia quedó cubierto los primeros meses por seis Guardias de Asalto, siempre los mismos, que habitaban con sus familias los sótanos del edificio consular. El de transporte para el suministro de alimentos y mercancías estaba compuesto por dos camiones, uno perteneciente a un refugiado, y un vehículo de reparto; tanto el otro camión como el vehículo de reparto conseguidos por el cónsul. Los tres medios de transporte rodado viajaron por toda la provincia madrileña y más allá, hasta el Mediterráneo: Valencia, Murcia y Almería, acopiando las necesidades básicas de las personas acogidas en casi todas las Legaciones de Madrid, puesto que la ayuda se solidarizó, y en las cárceles, extendiendo la tarea humanitaria hasta el límite.
“El consulado de Noruega era conocido en Madrid por la alimentación y cuidados convenientes que dispensaba a sus refugiados; también salían de allí diariamente víveres para los familiares de los refugiados que estaban fuera y hacia las cárceles. Al marcharme yo, en julio de 1937, la Legación estaba abastecida, en su almacén propio, con los víveres necesarios para mantener, durante unos meses, a un número de personas que oscilaba entre las ochocientas y las novecientas.”