Cuánto saben para ejercer en exclusiva el “arte” que se adjudican.
Hay qué ver lo que valen —lo que cuestan, lo que pesan y posan— los crematísticos de la “florinata”, duchos en apartar la competencia a los que por la vía nepotista toman, sacan y reducen. “De mí para ti y a la inversa” y ciérrese el círculo para impedir los goteos y las fugas.
Mucho hablan en el espacio protegido para resumirse en consignas e invectivas culturetas, abundosos desafueros y un sinfín de desprecios a los enemigos de su prosperidad.
James Ensor: La intriga (1890). Koninkalijk Museum voor Schone Kunsten, Antwerp.
Ateneístas por invitación, pagada la cuota por el pueblo lerdo y zafio —del que provienen— que requiere de su guía y arropo; a cambio, en aras de la gratitud, el pueblo necio y burdo consume, al modo de la absorción, el menú de soflamas y panfletos, y cede el sueño y la legítima aspiración a no ser un cero a la izquierda.
Ateneístas inclinados al cobardeo fuera de las tablas a medida, el circo retransmitido a hora de máxima y tonta audiencia. Ateneístas proclives a la trifulca por ocupar el “estrado” o la “cátedra” en el recinto de los orates, cedido por el mecenas a quien rinden pleitesía de la mañana a la noche.
Ateneístas del progreso —poder doy, poder recibo—, pontificando sobre la fraternidad universal y el ilustrado camino de la plenitud colectiva; progresan los ateneístas gerundios fabulando quimeras y pergeñando mentiras y acosos, censurando, vetando, engañando y cobrando por lo aplicado de sus conductas.
James Ensor: La muerte y las máscaras (1897).
Ateneístas de la propaganda ideológica, recolectores de masa y dinero, prestos inversores de la ganancia sicaria, sumisos correveidiles y lameculos del que paga y manda: “servidor de usted de aquí al paraíso estipulado en el pliego de adhesión”.
Ateneístas de carné y dicterio, proclamados a difusión batiente instructores de la gente del pueblo —que anda por libre y feliz cuando no se la sujeta—, militantes de la riña tumultuaria como mérito para el ingreso en la partida con acceso al presídium y la práctica de la ruleta rusa de venir mal dadas.