La sierpe es hábil y escurridiza, está siempre avizor y es tan antigua como el primero de los recuerdos que ha superado la impresión.
Su poder, que también es metafórico, radica en su atavismo y estriba en manifestar la redundancia, el ciclo, la envoltura, el lío.
Es tentación y dominio.
Codex Aemilianense: Adán y Eva y el árbol del bien y del mal (994). Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial.
Ante el humano, precavida la sierpe, ejerce con cautela, alternando al elegido, contrastando y enfrentando debilidades, flojeras y pasiones.
Persistente y terrenal la cautivadora y dominante.
Sus víctimas se cuentan de uno en uno, a pares, a masas y a sociedades, que a todos llega y en todo recala. La magia, sabe pero no explica, consiste en dominar los instintos primarios, incitando, para dominar con instintos primarios a los dominados por los instintos primarios.
Elemental, obvio.
La comprensión del procedimiento captador es directa, no caben medias tintas al interpretar el lenguaje de la seducción asibilada al instinto.
Mudable y sagaz.