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Armas

 Se oye en cuarto creciente:

    “Es la guerra.”

    Por dentro y por fuera se oye y sucede.

    También se oye, al hilo de la declaración anterior entrecomillada:

    “¿Y cuándo no?”

Discípulos de Scopas: Nióbide cubriéndose con la clámide (s. IV a. C.). Galería de los Uffizi, Florencia.

Sucede y se oye dentro y fuera.

    El entrecomillado, eso sí, varía según el lugar y la persona, según la circunstancia y el entorno.

    “Hay tantas clases de guerra…”

    Como interpretaciones de los hechos; ni que decir de las divulgaciones y énfasis y apagones.

    “Tantas y tan iguales…”

    Todas ellas necesitadas de armas.

    “Faltan armas.”

    Armas convencionales faltan para el suministro de los voluntarios. El resto de armas, las más importantes, las que desencadenan o evitan las guerras, faltan.

    Un cartel demanda, sobrio en el mensaje y el trazo:

    “Se precisan armas.”

Emile Louis Picault: Virtutes civicae.

Una panoplia de armas espirituales, ideológicas, sentimentales y psicológicas en perfecto estado de revista y uso; se precisan estas armas para contrarrestar las armas de la propaganda, para impedir que la mentira, siempre arma revolucionaria, sea utilizada como ariete, palanca, puntal y tranca; se requieren estas armas para frustrar por tiempo indefinido, preferentemente largo para la salud de la persona, la libertad y los bienes, las aspiraciones totalitarias encubiertas por conceptos prostituidos y tergiversados; urgen armas que no se compren ni se vendan.

    Una armada de principios y valores es imprescindible para oponerse con garantías de éxito a los objetivos de hidras, arpías, basiliscos y quimeras.

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