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Catecismo español durante la Guerra de la Independencia

El levantamiento español contra las ínfulas imperiales de Napoleón Bonaparte que la historia denomina Guerra de la Independencia, fue estudiado en el ámbito germánico mientras el avance de las tropas napoleónicas, las águilas imperiales, era una amenaza para toda Europa. Federico Guillermo III de Prusia mencionó a los españoles en la proclama a su ejército, y obró de idéntica manera el archiduque Carlos de Austria. Expone el historiador José Luis Comellas en su libro didáctico Páginas de la Historia, que la revuelta de los tiroleses contra la retirada de sus franquicias y la imposición del Código Napoleón en sus territorios está llena de alusiones al “ejemplo de los españoles”. El poeta y dramaturgo romántico Heinrich von Kleist escribió una emocionada oda al general José de Palafox, jefe de la heroica resistencia nacional durante los Sitios de Zaragoza; y un año después de aquel verano de 1808, redactó el Katechismus der Deutschen. Abgefasst nach Spanischen, basado en el Catecismo civil y breve compendio de las obligaciones del español, publicado meses antes en Sevilla.

    Continúa destacando José Luis Comellas, que el zar Alejandro I invitaba a los rusos, ejército y pueblo, a seguir el ejemplo de los españoles en su insurrección popular contra el mismo enemigo, ayudando a las tropas donde fuera preciso y actuando a retaguardia del invasor para imposibilitarle las maniobras y los objetivos. Académicos y catedráticos rusos y de la órbita de influencia rusa también estudiaron lo ocurrido en España en el periodo de 1808 a 1814 como ejemplo a seguir en el futuro.

El manuscrito original está depositado en la Biblioteca Nacional de España.

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Catecismo civil y breve compendio de las obligaciones del español,

conocimiento práctico de su libertad y explicación de su enemigo,

muy útil en las actuales circunstancias, puesto en forma de diálogo.

CAPÍTULO PRIMERO

Pregunta: Decid, niño, ¿cómo os llamáis?

Respuesta: Español.

P. ¿Qué quiere decir español?

R. Hombre de bien.

P. ¿Cuántas y cuáles son sus obligaciones?

R. Tres: ser cristiano, católico y apostólico romano, defender su religión, su patria y su ley y morir antes de ser vencido.

P. ¿Quién es nuestro rey?

R. Fernando VII.

P. ¿Con qué amor debe ser obedecido?

R. Con el amor que lo han hecho acreedor sus virtudes y desgracias.

P. ¿Quién es el enemigo de nuestra felicidad?

R. El emperador de los franceses.

P. ¿Y quién es este hombre?

R. Un nuevo señor infinitamente malo y codicioso, principio de todos los males y fin de todos los bienes; es el compendio y depósito de todos los vicios y maldades.

P. ¿Cuántas naturalezas tiene?

R. Dos, una diabólica y otra humana.

P. ¿Cuántos emperadores hay?

R. Uno verdadero, pero trino en tres personas falsas.

P. ¿Cuáles son?

R. Napoleón, Murat y Godoy.

P. ¿Es más malo uno que otro?

R. No padre, pues todos tres son iguales.

P. ¿DE quién procede Napoleón?

R. Del infierno y del pecado.

P. ¿Y Murat?

R. De Napoleón.

P. ¿Y Godoy?

R. De la intriga de ambos.

P. ¿Qué atributos tiene el primero?

R. De la soberbia, la maldad y el despotismo.

P. ¿Y el segundo?

R. El robo, la infamia y la crueldad.

P. ¿Y el último?

R. De la traición, la lascivia y la ignorancia.

CAPÍTULO SEGUNDO

P. ¿Quiénes son los franceses?

R. Los antiguos cristianos y los herejes nuevos.

P. ¿Quién los ha conducido a esta esclavitud?

R. La falsa filosofía y la libertad de sus perversas costumbres.

P. ¿De qué le sirven a este señor?

R. Los unos, de aumentar su altanería; los otros, de instrumento a su iniquidad. Y los demás para exterminio del género humano.

P. ¿Ha de tener fin imperio tan inicuo?

R. Según el sentir de los más sabios políticos, está muy próxima su ruina.

P. ¿De quién sabes estos anuncios?

R. De las disposiciones de nuestra sabia madre la patria.

P. ¿Quién es nuestra patria?

R. El conjunto o congregación de muchos pueblos regidos por el rey y gobernados            

     por unas mismas leyes.

P. ¿Y son nuestros los intereses de todos estos pueblos?

R. Sí, señor. Por la obligación natural que tienen todos de ampararse, ayudarse y defenderse recíprocamente.

P. ¿Qué penas tiene el español que falta a estos justos deberes?

R. La de infame y la de muerte como traidor, y la de civil a la falta de sus leyes.

P. ¿Qué es muerte natural?

R. La privación de la vida.

P. ¿Qué es muerte civil?

R. La de los bienes, privados de las preeminencias y de los honores que da la Patria a los honrados y valerosos ciudadanos.

CAPÍTULO TERCERO

P. ¿Quién ha venido a España?

R. La segunda persona de la trinidad endemoniada.

P. ¿Cuáles son sus principales oficios?

R. Los de engañar, robar, asesinar y oprimir.

P. ¿Qué doctrina nos enseñó?

R. La infidelidad, la depravación de costumbres y la irreligión.

P. ¿Quién puede librarnos de semejante enviado?

R. La unión, la constancia y las armas.

P. ¿Será pecado matar franceses en esta guerra?

R. No, señor. Antes bien se merece mucho, si con eso se libra la Patria de sus insultos, robos y engaños.

CAPÍTULO CUARTO

P. ¿Qué política y conducta debe regir a los españoles?

R. Las máximas de Jesucristo y el Evangelio.

P. ¿Cuáles sigue nuestro adversario?

R. Las de Maquiavelo.

P. ¿En qué se fundan?

R. En el egoísmo y amor propio.

P. ¿Qué fines llevan?

R. El beneficio propio y el perjuicio del común de sus semejantes.

P. ¿Cómo lo consiguen?

R. Presentando crímenes y delitos por virtudes.

CAPÍTULO QUINTO

P. ¿Qué es valor?

R. Una constancia y firmeza de espíritu, que busca con prudencia y serenidad de ánimo la ocasión de la victoria.

P. ¿Es precisa la subordinación para la conquista?

R. Y en tanto grado que es el primero de ella.

P. ¿A quién se debe tener?

R. A toda clase de Jefes y Superiores.

P. ¿Quién es ante la Patria el mejor y más noble hijo de ella?

R. El que se porta con más honor, valor y desinterés propio, sea el que fuere.

P. ¿Quiénes son los que solicitan grandezas, honores y ascensos antes de haber ejercitado esta virtud?

R. Los necios que nos aben obedecer, y por lo regular son los más inútiles.

P. ¿Qué ideas deben llevarnos a la batalla?

R. La salud de la Patria, la defensa del Estado y de nuestros hermanos, y la gloria inmortal de la Nación.

P. ¿Quiénes son los obligados a tomar las armas?

R. Todos aquellos que eligiese el gobierno por más aptos, bien dispuestos y menos útiles a la población.

P. ¿Y los demás qué obligación tienen?

R. Contribuir con generosidad con todos los bienes que han recibido de ella, manifestando su patriotismo.

P. ¿Y el que no tiene qué hará?

R. Pedir a Dios por la felicidad de las armas españolas, y ocuparse en los negocios, artes y oficios a que están destinados, que también es contribuir a la abundancia y felicidad política.

P. ¿De quién debemos esperar estas cosas?

R. De Dios nuestro señor, de nuestra justicia, de la pericia y lealtad de nuestros generales y oficiales, y de nuestro valor y docilidad.

CAPÍTULO SEXTO

P. ¿Con qué medios han ocupado nuestros pueblos los tiranos?

R. Con el engaño, la traición, la vileza y la perfidia.

P. ¿Y estos medios son bastantes y suficientes para conseguir la corona que corresponde a otro?

R. No, señor; antes bien se han hecho indignos de nuestra condescendencia, y debemos resistir con todas nuestras fuerzas a un rey que quiere entrar por medios tan injustos y abominables.

P. ¿Pues qué felicidad debemos buscar?

R. La que ellos no pueden darnos

P. ¿Y cuál es?

R. La seguridad de nuestros derechos y personas, el libre ejercicio de nuestra sagrada religión y el establecimiento de un gobierno arreglado a las costumbres actuales de España y relaciones con Europa.

P. ¿Pues no lo teníamos?

R. Sí, señor. Pero desorganizado por la indolencia de las autoridades supremas que nos han gobernado.

P. ¿Y quién debe arreglarlo?

R. La España a quien sólo pertenece este derecho privativamente con absoluta inhibición de todo extranjero.

P. ¿Y quién hubiera autorizado este plan?

R. Fernando el séptimo, que quiera Dios restituirle al seno de nuestro amor por siglos eternos. Amén. 

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