A favor o en contra de los elementos, cediendo espacio y actividad o incrementando la participación y las dimensiones, la rutina de la supervivencia se impone a cualquier otra consideración metafísica, lógica y científica estudiada y difundida por expertos en la materia del análisis, la cuantificación y la estadística.
El orden cotidiano dicta con veterana sabiduría el quehacer de los vivos en el mundo de la vida, la inteligente tanto como la irracional; pues ambas, en definitiva, son hijas de la madre naturaleza.
Diariamente algo empieza y acaba con incuestionable puntualidad. La luz que alumbra dentro y fuera se enciende y apaga a su debido tiempo; el alimento que se ingiere durante el día entra y sale con funcionalidad pragmática; el aire que se respira, a veces caliente, a veces templado, a veces frío, a veces ligero, tenue, y a veces pesado, denso, pasa siempre con distintos, diferenciados, olores; el sueño, la vigilia, la desazón y el pesar, la alegría y la esperanza, alternan su lenguaje y su mensaje a los sentidos abiertos y cerrados.
Hoy viene de ayer y va hacia mañana; es una verdad universal.
Alfred Sisley: Misty morning (1874). Musée d’Orsay, París.