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Memoria recobrada (1931-1939) LVII

Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega resume la fracasada operación de desembarco en la isla de Mallorca promovida por la Generalidad de Cataluña y el Gobierno del Frente Popular en Madrid, en el orden indicado, que se encomendó al capitán Alberto Bayo.

Quien fuera por aquel entonces presidente de la República, de manera nominal realmente pues ni voz ni gestión surgieron con incidencia de su figura política ofuscada, calificó los desembarcos de las milicias socialistas, comunistas, anarquistas y separatistas catalanas, las integrantes del Frente Popular, como una aventura de guerra de la que únicamente eran responsables políticos y militares de Cataluña: “En Barcelona algunos dirigentes habían decidido aprovechar la ocasión [la guerra] para constituir la gran Cataluña, sometiendo a las otras provincias [regiones] cercanas”, refiriéndose a las provincias valencianas, aragonesas y balear. Escribe Manuel Azaña en La velada en Benicarló un refrendo de lo citado: “Cuando comenzó la guerra, cada ciudad, cada provincia, quiso hacer su guerra particular [algo que recuerda a lo sucedido durante la efímera I República]. Barcelona quiso conquistar las Baleares y Aragón para formar con la gloria de la conquista, como si operase sobre territorio extranjero, la gran Cataluña”.

    Quien se puso al frente de la expedición para desembarcar en el archipiélago balear, principalmente en la isla mayor, Mallorca, el capitán Alberto Bayo, declaró actuar por orden de la Generalidad de Cataluña y que conquistaba las Baleares para Cataluña. Por su parte, la aludida Generalidad de Cataluña, por boca de su presidente, Lluís Companys, manifestó que la empresa era obra autónoma de la Consejería de Defensa de esa misma Generalidad.

    El militar y político Vicente Guarner Vivancos, presente en Barcelona desde el comienzo de la guerra en julio de 1936, personaje influyente en los dos ámbitos, expone en su libro Cataluña en la guerra de España que fue Bayo quien “convenció a su jefe, el teniente coronel Felipe Díaz Sandino, nombrado Consejero de Defensa de la Generalidad, de la conveniencia de emprender una expedición militar sobre las islas Baleares, dirigida por él [Alberto Bayo]. El impresionable Díaz Sandino aceptó inmediatamente la idea”, exponiéndola como propia a Companys y al Dirimente Comité Central de Milicias a fin de conseguir recursos. De acuerdo las milicias y la Generalidad por su presidente, éste, Companys, pidió por carta al presidente del Consejo de Ministros, José Giral a través del representante de Cataluña en ese Gobierno, Juan Lluí, ministro de Trabajo, el concurso de la Marina de guerra y de la Aviación militar.

    Giral sabía que con o sin el visto bueno del gobierno y con o sin su participación en el desembarco, “existía una situación de hecho y que, con o sin el apoyo del Gobierno central, había decidido el Gobierno de la Generalidad intentar la conquista de las Baleares”. De modo que, por sumarse al éxito si se producía, el Gobierno central con su ministro de la Guerra Luis Castelló, propusieron que el mando de la expedición recayera en el teniente coronel de Estado Mayor Epifanio Gascueña.

    Caso omiso hizo la Generalidad de Cataluña y el propio Alberto Bayo que entregó a esta un estudio de su proyecto y así consta en su libro Mi desembarco en Mallorca, aunque carente de una exposición táctica o estratégica. El propósito del desembarco era llevar a las Baleares no sometidas al Frente Popular, Mallorca, principalmente, Ibiza, Formentera y Cabrera, ya que Menorca si estaba controlada por el Frente Popular, el ambiente revolucionario que dominaba en Cataluña, irradiado desde Barcelona y su área metropolitana. Bayo y los redactores posteriores de borradores y estudios para el desembarco, creían que bastaba una demostración de fuerza naval ante Palma de Mallorca y el consiguiente desembarco de una columna de marinería en la ciudad para rendir la plaza y en su conjunto la isla mayor de las Baleares. La ausencia de enemigo por mar y aire, y la suposición de una mala calidad en las tropas residentes y su material bélico, así como la nula afección de la población civil, proporcionarían una victoria fácil e inmediata. Pero los hechos contradijeron las suposiciones.

El teniente coronel Gascueña, recelando de la evidencia, propuso que el desembarco no sólo lo efectuase una columna de milicianos de Cataluña, ni aun sumando otra formada con las tropas afectas de guarnición en Menorca, sino que debería haber otra, poderosa, originaria de Valencia e incluso otras de otros lugares. De esta manera, el Gobierno central, reticencias teóricas aparte, quedaba comprometido en un plan de guerra aportando barcos de guerra, transportes marítimos, aviones de guerra y tropas de tierra para infantería, artillería y servicios.

    Con todo aparentemente dispuesto, el desembarco en Mallorca, que ocurrió el 16 de agosto de 1936, fue precedido de una larga preparación psicológica y militar: hubo intimidaciones por mar, frustrada en el acto con la detención del teniente de navío Carlos Romero que desembarcó en Pollensa para adueñarse del mando de la isla, y aire, éstas con propaganda y bombardeos sobre la capital, Palma, y las poblaciones de Inca, Sóller, Felanitx, Campos, Santanyí y Santa María. Registrados por el Servicio Histórico Militar, hasta el desembarco del capitán Bayo los bombardeos aéreos sufridos por la isla fueron: 21 de julio, Puerto de Pollensa; 23 de julio, dos en Palma y Muro; 24 de julio, Formentor e Inca; 25 de julio, Formentor e Inca; 26 de julio, tres en Palma; 27 de julio, Palma; 28 de julio, dos en Palma; 29 de julio, Palma; 30 de julio, dos en Palma; 31 de julio, dos en Palma; 1 de agosto, Palma; 2 de agosto, dos en Palma; 3 de agosto, Palma; 4 de agosto, Palma; 5 de agosto, dos en palma; 6 de agosto, Campos; 7 de agosto, Campos; 8 de agosto, Felanitx; 10 de agosto, Campos; 12 de agosto, Son Servera; 13 de agosto, Palma, Capdepera, San Llorenç des Cardassar y Son Servera; 14, dos en Palma, dos en Santa María, Lluchmajor, Santanyí y Felanitx. El balance de muertos es de 10 y el de heridos de 31.

    Aunque la mayor intimidación para los mallorquines fue el hecho desmoralizador de la ocupación del islote de Cabrera el 1 de agosto. Dos días después un primer contingente armado partió de Barcelona con rumbo al puerto de Mahón, en Menorca: arribaron allí el capitán Bayo con su Estado Mayor, 800 milicianos y una agrupación de la Aeronáutica Naval. Al día siguiente llegaron a Menorca embarcados en transportes cerca de tres mil milicianos procedentes de Barcelona que pertenecían a las organizaciones políticas PSUC (comunistas), Estat Catalá, Esquerra Republicana y Acción Catalana (independentistas), milicias socialistas y CNT-FAI (anarquistas), más un centenar de extranjeros de la órbita comunista, mayoritariamente rusos y franceses; con los milicianos se descargaron piezas de artillería y barcazas K de desembarco. El día 5 zarpó del puerto de Barcelona otra masa de milicianos que bordeando la costa peninsular alcanzó el puerto de Valencia donde esperaba un transporte con 1.300 milicianos de la región valenciana, con carabineros y varias compañías de la Guardia Civil de Albacete, para en conjunto viajar hasta las Baleares.

    Pero también en Valencia sucedió el encuentro de la intención de los separatistas catalanes, representados por Bayo, con la del gobierno del Frente Popular, que dispuso para dirigir la operación o, al menos, para codirigirla en igualdad de condiciones, el mando del capitán de la Guardia Civil Manuel Uribarri. Imposible la unificación del mando por la negativa tajante, y despreciativa, del capitán Bayo: “Aquí no hay más plan que el mío, ni más ideas que las mías. Aquí no opina nadie más que yo, ni se obedecen más órdenes que las que yo dé”, escribe que dijo a los reunidos. Bayo disponía de un oficio firmado en Barcelona el 1 de agosto por el presidente de la Generalidad. Lluís Companys, en el que se le nombraba “delegado del Gobierno de la República y de la Generalidad”; mientras que Uribarri se expresa en calidad de “jefe de la expedición valenciana”.

Entre el 7 y el 9 de agosto el contingente que zarpó del puerto de Valencia ocupó las islas de Ibiza y Formentera; previamente, el día 6, fueron lanzadas bombas y proclamas sobre la isla ibicenca y su guarnición de 143 efectivos entre soldados, guardias civiles y carabineros, que ofrecieron una resistencia inesperada por los invasores.

    El 11 de agosto el gobierno del Frente Popular destina apoyo aéreo y naval a la operación de desembarco, a sabiendas de que el bando contrario carece de ambos apoyos para su defensa: 20 unidades navales, de acorazado a lanchas de vigilancia, y 14 hidroaviones.

    El 16 de agosto, culminada la campaña de propaganda, dio inicio el desembarco de tropas y material cerca de la localidad pequeña e indefensa de Porto Cristo. Aproximadamente ocuparon suelo mallorquín desde el citado 16 de agosto a la madrugada del 4 de septiembre, fecha del reembarco, 7.500 hombres de milicias, soldados y orden público, más un grupo de mujeres utilizadas para diversos fines (por ellas confesados al quedar abandonadas en la isla), y diez piezas de artillería, más la de los barcos de guerra y los aviones (que hasta el 19 de agosto carecieron de enemigo).

A finales de agosto, con el fracaso del desembarco casi confirmado, el pronto a ser nombrado ministro de Marina y Aire, el socialista Indalecio Prieto, comunicó a Companys manifestándole “que no tenía más remedio que retirar el apoyo de la Marina de Guerra a la expedición”, según cuenta Guarner, añadiendo que estaba de acuerdo con la medida el jefe de la Flota del Frente Popular, Miguel Buiza.

    Las mentiras que en esos días de pisar suelo mallorquín transmitió por radio y cable el capitán Bayo fueron desmentidas por, en primer lugar, su incesante demanda de refuerzos, y, en segundo lugar, por la inmovilidad en una mínima franja litoral (de Porto Cristo a Son Servera, en dirección Sur-Norte, y hasta Son Carrió, en dirección Oeste) que tenía sometida la defensa mallorquina a las columnas invasoras.

    La madrugada del 4 de septiembre fueron reembarcadas las tropas en los barcos que las aguardaban para conducirlas a sus puntos de partida. En el lugar desierto quedaron 2 camiones blindados, 12 piezas de artillería, 8 morteros, 24 ametralladoras, 2.709 fusiles, 38 mosquetones, 20 carabinas, 1.638 granadas de mano, y numerosa munición de ametralladora, mortero, fusil y bombas de aviación, más 5 hidroaviones inutilizados y tres barcazas K.

    Desalojado el enemigo de Mallorca, cayeron inmediata y sucesivamente Cabrera, Ibiza y Formentera.

En el tomo IV de sus Obras completas, Manuel Azaña, presidente de la República del Frente Popular, siempre por detrás de los acontecimientos y siempre enjuiciando negativamente aquello que no era capaz de frenar antes de que sucediera, calificó la empresa de Alberto Bayo de “desatinada tentativa, disparatada expedición nacida de la tartarinesca vanidad, petulancia y desvariante [sic] ambición de algunos políticos barceloneses”. Añade sobre Bayo y los políticos catalanes con relación a los medios empleados: “Dispusieron de su material [del Estado], de sus oficiales [del Ejército del Frente Popular], le secuestraron [al Gobierno del Frente Popular] dos o tres barcos de guerra”, desconociendo el número real de barcos e ignorando, quizá intencionadamente, el acuerdo del gobierno catalán con el de Madrid.

    Ante el clamoroso fracaso, todos los actores deseosos de invadir Mallorca, incluso la Generalidad de Cataluña, eludieron la responsabilidad de su idea y ejecución. Se creía que la isla grande de las Baleares se rendiría inmediatamente y no fue así, sino al contrario pues la reacción defensiva inmediata expulsó a los desembarcados.

    Expone José Manuel Martínez Bande, ponente del Servicio Histórico Militar, en la monografía de la Guerra de España n.º 5: La invasión de Aragón y el desembarco en Mallorca, que la táctica del capitán Bayo, responsable de los atacantes desembarcados, durante la campaña “fue siempre elemental, simplista, adaptada a la psicología de las milicias a sus órdenes y a la superioridad numérica que poseyó en todo momento”, citando el libro de Francisco Ferrari Billoch Mallorca contra los rojos. Bayo deseaba refuerzos constantes de hombres y material, en primer lugar, y después una actuación decidida de su imaginaria quinta columna isleña; refuerzos obtuvo, pero ningún apoyo de los mallorquines civiles ni militares. Por ello se vio obligado a combatir, lo que no deseaba, en busca de la ansiada toma de Manacor que afianzaría la cabeza de puente.

    La Generalidad de Cataluña trató de verter todo el fracaso de la operación sobre Bayo, quien en efecto había trazado el plan y entusiásticamente lo promovía. Cuenta el propio Bayo en su libro de memorias que durante esos días ante el Comité de Milicias barcelonés temió por su vida: “Aquella época era la del terror y la vida humana apenas tenía valor. Creí que ya había llegado mi último momento”.

    El fracaso de la expedición mandada por Bayo y auspiciada por los gobiernos del Frente Popular en Madrid y Cataluña, marcó el futuro de Mallorca que se vio desde entonces libre de planes invasores, convirtiéndose en Base aeronaval de gran importancia para el bando Nacional. 

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