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Orden y concierto (y VIII)

Querer y poder en un lance.

La ordenación de las cosas humanas, valga este modo de expresarse, reviste características específicas, adecuadamente instrumentales dicho en un sentido amplio.

    En realidad, toda consideración definida útil para el logro de un fin queda supeditada al fin que persigue. Ciertamente es una tautología.

    Léase: lo que cuenta es el objetivo; el objetivo es que se cumpla el objetivo; el objetivo es la clave; la razón última es la consecución del objetivo.

    El objetivo es diverso, pero es ineludible; el objetivo tiene una parte principal, insoslayable, y otra u otras accesorias que tienden a su consecución amoldándose a las circunstancias, que siempre deben tomarse en cuenta.

    Las circunstancias, esos factores previsibles, sin especificarlos, o imponderables, condicionan el desarrollo en tiempo y forma del objetivo, llámese propósito, idea clave, finalidad o como quiera definirse. Ellas, más que otra intervención exógena o endógena, ordenan en el sentido adecuado una acción duradera y coherente.

    Y después de las circunstancias, el examen que aprueba o suspende el recorrido de origen a destino, aparecen los efectos; una conclusión la de los efectos que se pretende real y en la medida de lo posible de largo recorrido.

    Establecido el itinerario del viaje, analizados los paisajes sucesivos y las fluctuaciones inherentes a una dinámica innata, conviene asesorarse en la escuela de la naturaleza humana, cuyas puertas permanecen abiertas y los accesos francos a pesar de los muros. 

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