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Memoria recobrada (1931-1939) LX

Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega informa sobre la caída de Francisco Largo Caballero impuesta por los comunistas de Stalin y aceptada de común acuerdo por los republicanos de izquierda, con Azaña y Martínez Barrio a la cabeza, los socialistas dichos moderados, a la orden de Indalecio Prieto, y los comunistas de obediencia soviética representados por Dolores Ibárruri, José Díaz y Jesús Hernández. La presidencia del gobierno del Frente Popular recayó en el hombre de Moscú, Juan Negrín López.  

El distanciamiento por disenso manifiesto y continuo entre Francisco Largo Caballero, presidente del Consejo de Ministros, y la suma interesada de comunistas, socialistas “moderados” y republicanos burgueses, llegó al punto sin retorno en el invierno de 1936-37 cuando éstos comprobaron que aquél no estaba dispuesto a plegarse a los designios de Stalin. La pérdida de Málaga en febrero de 1937 para un Frente Popular sometido al mandato de Moscú fue la excusa definitiva para atacar con propósito de derribo a Largo caballero y sus colaboradores. La coacción directa estuvo a cargo del embajador soviético Marcel Rosenberg, que despachaba a diario con Largo Caballero, pero como éste no cedía a las presión de convertirse en el artífice en España de la fusión de los partidos socialista y comunista dando lugar al partido único del proletariado a las órdenes de Stalin (ya se había logrado con las juventudes de ambas organizaciones mediante la traición de Santiago Carrillo Solares contra el propio Largo Caballero), que era el mandato del VII Congreso de la Comintern (Internacional Comunista), los coaligados actuaron en ofensiva personal.

    Luis Arasquistáin cuenta como el plan de los soviéticos era crear el Partido Socialista Unificado, igual que en Cataluña había patrocinado el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), controlado y dirigido por la Internacional Comunista y el gobierno soviético; ambas entidades en poder de Stalin y su camarilla. En su libro El gran engaño. La conspiración comunista en la guerra civil española, Burnett Bolloten escribe que “el nombre [Partido Socialista Unificado] engañaría a los trabajadores españoles y se esperaba que no alarmara a las potencias occidentales. Stalin quería fervientemente que Largo Caballero desde el poder, y por su enorme autoridad en el Partido Socialista, impusiera la absorción de éste por el Partido Comunista”. Señala Ricardo de la Cierva en Historia actualizada de la II República y la Guerra de España, que “paradójicamente los moderados del PSOE, con Indalecio Prieto a la cabeza, favorecían la unión del PC con el PSOE para congraciarse con los soviéticos; mientras Largo Caballero, el apodado Lenin español, se oponía férreamente a la fusión por razones históricas y políticas, con sus apoyos menores en la facción socialista de izquierda, una parte del sindicato socialista Unión General de Trabajadores (UGT) y los anarquistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Ni la intervención del embajador en Moscú, Marcelino Pascua, militante del PSOE, enviado a propósito por Stalin, logró convencer a Largo Caballero de la fusión.

    Una vez defenestrado, el propio Largo Caballero lo explica en un discurso pronunciado en Madrid en octubre de 1937 y publicado con su nombre en UGT y la guerra

El 16 de febrero de 1937 se produjo una acción coordinada de ataque a Largo Caballero a través del señalamiento de sus colaboradores directos: los comunistas en medios de comunicación, dirigidos por Mundo obrero, los militares de obediencia comunista, los ministros comunistas y los dirigentes socialistas afectos al comunismo representados por Julio Álvarez del Vayo. La reacción de Largo Caballero se manifestó en dos vertientes: la política, sustituyendo a los elementos que pretendían derribarle, la comunicativa, desde el órgano socialista Claridad denunciando a “las serpientes de la traición, de la deslealtad y del espionaje”.

    A primeros de marzo de 1937, en testimonio del ministro comunista Jesús Hernández, se reunió en Valencia el Buró Político del PCE con la plana mayor de los delegados de la URSS y la Comintern en España: Stepanov, Codovila-Medina, Togliatti (delegado principal de la política soviética en España), André Marty (el lugarteniente de Orlov en la NKVD) y el encargado de negocios soviético Gaikiss. Más extranjeros que españoles, expresó el testigo Jesús Hernández. Los españoles presentes en la reunión, guiados por Dolores Ibárruri la pasionaria, apoyaron al bloque extranjero, ambos sometidos al poder de Stalin, y ante esta declaración Togliatti propuso al socialista Juan Negrín López, un burócrata de la política con ínfulas de negociante que se ajustaba al perfil de hombre de paja que necesitaba Stalin, para sustituir a Largo Caballero. Acto seguido se ordenó el recrudecimiento del ataque y derribo también dentro del gobierno que ejecutaron el ministro comunista Vicente Uribe Galdeano y el socialista, ya citado, Álvarez del Vayo, y en el ámbito político de los republicanos de izquierda y masones, encabezados por Azaña y Martínez Barrio, y de los socialistas moderados que manejados por Indalecio Prieto controlaban el PSOE.

    Largo Caballero tomó la decisión de frenar el acceso y control a los comunistas de los jefes y mandos superiores del Ejército.

    Cuenta Ricardo de la Cierva en su mencionada obra: “Por razones políticas Indalecio Prieto parecía muy próximo a los soviéticos, especialmente al embajador Rosenberg y al jefe de la aviación general Douglas (Yakov Smushkievich), abogando en pro de la fusión de socialistas y comunistas, PSOE/PCE, por mero oportunismo y en contra de su trayectoria socialdemócrata y, por ende, anticomunista. Y es que la enemistad política interna contra Largo Caballero le condujo a esta paradoja. En la crisis de mayo de 1937, Prieto y Negrín serían la palanca de los comunistas para derribar a Largo Caballero; mientras que [otra paradoja, o la continuación de la paradoja], en la crisis de la primavera de 1938 Negrín sería la palanca de los comunistas para derribar a Prieto”. Quien no pintaba ni siquiera nominalmente era el presidente de la República, el también intrigante, despreciativo y paradójico Manuel Azaña.

Los sucesos de mayo de 1937 en Cataluña y, principalmente, Barcelona precipitaron la caída de Francisco Largo Caballero, aunque, como hemos indicado, no fueron ni la única ni la principal causa; ya en diciembre de 1936 los comunistas empezaron a maniobrar contra la presidencia de Largo Caballero.

    A raíz de estos sucesos, una guerra civil, los comunistas de Stalin exigieron a Largo Caballero la eliminación del POUM; y además motivado por una conversación entre Azaña y Julián Besteiro en Valencia, y entre Azaña y José Giral por teléfono, cuando el nominal presidente de la República (Manuel Azaña) pudo salir de lo que él califica su confinamiento en Barcelona ordenado por Largo Caballero, fue acordada la destitución de éste por los republicanos de izquierda, socialistas y comunistas. Largo Caballero se negó a la liquidación del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista)

    Los ministros comunistas y los socialistas dimiten de sus cargos dejando solo a Largo Caballero. El 17 de mayo de 1937, Largo Caballero lanza una ofensiva al presidente de la República, Azaña, con la nueva composición de su ejecutivo, manteniéndose él como presidente del Consejo de Ministros y titular de la cartera de Guerra, relegando a Indalecio Prieto al ministerio de Agricultura; los comunistas querían a Prieto en Guerra y a Juan Negrín en la presidencia del Consejo, pues era el candidato de Stalin. Únicamente la CNT apoya a Largo Caballero en su declive y agonía, sin poder impedir su destitución en favor de Negrín, Prieto y Azaña con el visto bueno de Stalin.

    Con Negrín en el poder, Prieto dominando al partido socialista PSOE y Azaña postrado en la presidencia de la República como figura simbólica de nula capacidad operativa, la línea comunista impuso como única base la represión.

    Escribe el socialista Julián Zugazagoitia en el tomo II de su Guerra y vicisitudes de los españoles los tres procedimientos de Negrín para que “los demás quieran lo que el Gobierno quiere: enfervorizarles, convencerles y, si estos dos recursos son insuficientes, aterrorizarles”.

José Peirats en Los anarquistas en la crisis política española afirma que “nunca llegó el crimen a extremos de tantos refinamientos como a partir del 15 de mayo de 1937. Es decir, cuando el Gobierno Negrín empezó a ser dueño de los resortes del poder. A partir de entonces se cometieron los crímenes más horrendos de nuestra historia política. Las mazmorras de la G.P.U. se multiplicaron como infiernos del Dante”. Era una represión depurada y tecnificada, con los órganos policiacos dirigidos y controlados por los asesores soviéticos al cargo y procedimientos científicos ejercidos contra quienes deseaban eliminar.

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