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Memoria recobrada (1931-1939) LXXI

Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega presenta en sucinta biografía la actividad criminal de seis destacados chequistas.

Alfonso Laurencic

Ha pasado a la historia como un criminal diseñador de checas y mecanismos de tortura. Pero antes de tales monstruosidades, en las filas del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y por ende en el conglomerado del Frente Popular, participó en asaltos, incendios, saqueos, detenciones y matanzas. Paradójicamente, apresado por el Servicio de Información Militar (SIM) que dirigía el socialista Indalecio Prieto e ingresado en una checa, convenció a sus captores para que le permitieran “optimizar los resultados” de aquellos establecimientos de prisión y tortura.

    En la checa de la barcelonesa calle Vallmajor número 1, antiguo convento, denominada Preventorio D, dispuso dos cuerpos de actividad complementaria: el de la prisión y el de los interrogatorios, unidos por un pasillo subterráneo escalonado por el que los presos caminaban a oscuras y tropezando. Al finalizar el pasadizo surgía una zanja o fosa y más allá, tras un recodo, en un espacio anegado por el agua estaba ubicada una pequeña celda con anillas para introducir pies y manos en sus paredes donde el preso o aguardaba para ser interrogado o veía y le veían pasar los que iban a ser interrogados.

    En la que fuera capilla del convento quedaron habilitadas numerosas celdas sin techo y con luz artificial permanente.

    Las celdas de castigo, o celdas psicotécnicas, eran de dos metros y medio de longitud, uno y medio de anchura y dos de altura con el techo pintado en negro con figuras geométricas mareantes y un cromatismo chillón de rojos, azules, amarillos y verdes para alterar cualquier sensibilidad, mientras en las paredes aparecían pintadas líneas horizontales en esos mismo colores sobre fondo gris; estaban alquitranadas por dentro y por fuera para convertirlas en hornos; disponían de un camastro adosado a una de las paredes y de obra de metro y medio de largo, que obligaba a encogerse, y sesenta centímetros de ancho, que sacaba fuera las rodillas y parte de las piernas, además con una inclinación del veinte por ciento que impedía dormir; el suelo estaba tachonado por ladrillos de canto, en horizontal y en perpendicular entre sí, obstaculizando el moverse por la celda iluminada las veinticuatro horas con luz artificial.

    Las celdas armario estaban construidas en madera y sus dimensiones eran de cincuenta centímetros de ancho por cuarenta de profundidad y una altura graduable, ya que el techo era una plancha movible, rebajado a medida que impedía que se pudiera mantener el cuerpo derecho; había un asiento de cemento de trece centímetros de superficie colocado a sesenta y cinco centímetros de altura, obligando a la víctima a mantenerse sobre las puntas de los pies; por un ventanuco que incidía en los ojos pasaba la luz de un potente foco.

    En la checa de la calle San Elías, en el barrio barcelonés de San Gervasio, los métodos de tortura fueron similares, aunque con aplicación de nuevas técnicas. La celda nevera, inmersa en agua hasta una altura de cuarenta centímetros, con paredes dobles y un hueco medianero también inundado, a la que se accedía descendiendo una escalera de caracol sin barandilla. La celda del metrónomo, carentes de luz y ventilación, de cuatro metros cuadrados, provista con unos respiradores que evitaban la asfixia del preso; fijados ladrillos de canto en el suelo y con un camastro de cemento a un metro de altura del suelo y separado del techo apenas sesenta centímetros y con la superficie salpicada de estrías cortantes; en el pasillo y sobre una repisa situada entre dos celdas estaba el metrónomo con su monótono y obsesivo son. En el centro de la sala de interrogatorios aparecía una silla eléctrica; a la víctima se la descalzaba, se le mojaban los pies con agua y se colocaban sobre unas hormas metálicas y las muñecas ceñidas por electrodos; las descargas eléctricas duraban medio minuto y su aplicación era regulada por un reostato.

    Detenido, juzgado y condenado a muerte, la sentencia del comunista francés Alfonso Laurencic, “el hombre de las checas y artista de la tortura”, tuvo efecto el 9 de julio de 1939.

Santiago Carrillo, Segundo Serrano y Ángel Galarza

La Delegación de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid fue la responsable de las sacas efectuadas en las cárceles madrileñas de Ventas, San Antón, Porlier y Modelo.

    El día 6 de noviembre de 1936 fue nombrado Consejero de Orden público de la Junta de Defensa de Madrid el comunista, antes socialista, Santiago Carrillo Solares, y su número dos Segundo Serrano Poncela, también integrante de las Juventudes Socialistas Unificadas, con responsabilidad sobre las cárceles madrileñas; ambos ejercieron sus cargos hasta el 24 de diciembre de 1936.

    La madrugada del 7 de noviembre tuvo lugar la reunión inaugural del Consejo, presidida por Santiago Carrillo, al cabo de la cual se produjo la primera saca de la cárcel Modelo con las víctimas conducidas a Paracuellos de Jarama para su asesinato. Inmediatamente siguieron las demás sacas.

    Pero no fue esa la primera saca, ya que entre el 28 y el 29 de octubre de 1936 se llevó a efecto la saca de la cárcel de Ventas, autorizada por el socialista ministro de la Gobernación Ángel Galarza Gago, presidiendo el gobierno el también socialista Francisco Largo Caballero, con el resultado de treinta y dos asesinados.

Margarita Nelken

Una vida sentimental triste, más bien desairada como mostraba su físico, pese a una inteligencia despierta, provocaría en Margarita Nelken Mansberger el rechazo y odio visceral al hombre y a la mujer con atractivo y éxito; en palabras de Edgar Neville.

    Margarita Nelken representó la simbiosis genuina entre las checas y las sacas.

    Su aspecto tornó agresivo de la infancia a la adolescencia, y la transformación se completó deshumanizada en su carácter, espíritu y modo de actuar.

    Estas son algunas de las descripciones que suscitó en quienes la trataron o, simplemente, la conocieron por sus obras.

    “En ella todo era repulsión”. “Había arrastrado una triste vida sentimental. Los hombres que se le habían acercado eran como ella, de oficinas oscuras, de plataforma de tranvía de las afueras; sin la gracia paleta de los hombres del pueblo y sin el estilo de los hombres de raza” (Edgar Neville).

    “Es la indiscreción en persona. Ha salido con los votos socialistas, pero el partido socialista ha tardado en admitirla en su seno, y las Cortes también han tardado mucho en admitirla como diputado. Se necesita vanidad y ambición para pasar por todo lo que ha pasado la Nelken hasta conseguir sentarse en el Congreso” (Manuel Azaña).

    Tres corresponsales extranjeros, además del cónsul de Noruega en Madrid, Félix Schlayer, pionero en la revelación y denuncia de los crímenes, testimoniaron los asesinatos en Paracuellos de Jarama, Aravaca y Torrejón de Ardoz, lugares donde fueron conducidos los sacados de las cárceles madrileñas, y de la participación en ellos de Margarita Nelken. Tras una saca de presos en la cárcel Modelo “los arrimaron a la pared, los abrieron de brazos y piernas y los crucificaron. A uno o dos los pusieron de cabeza abajo. Mojaron a todos con gasolina, y para acabar les prendieron fuego. No escapó ni uno” (José Augusto, 17 de agosto de 1936, Diario de Noticias). Félix Correia añade: “Estábamos asombrados e indignados. Asistían a esto, tan aterrorizados como nosotros, nuestros compañeros Leopoldo Nunes, José Augusto y el periodista francés que escribe en Le Matin, Guillaume de Brassy. Pero lo que parece imposible es que haya naciones que por acción u omisión estén ayudando a estos bárbaros que avergüenzan a la especie humana”. Entre aquellos bárbaros que disfrutaban con el espectáculo de muerte estaba Margarita Nelken. Como diputada socialista disponía de los medios que le autorizaban a sacar de la cárcel Modelo a los presos que deseara y en la cantidad que estimase pertinente para ser conducidos a la muerte.

    Margarita Nelken fue la primera mujer en obtener el acta de diputado en España, integrada en la lista del PSOE. Sin embargo, se negó a conceder el voto femenino aduciendo que recaería en el lado conservador puesto que “la mujer española era ignorante y paleta, dada a consultar con el confesor también la intención de voto”; luego resultaba necesario privarlas de ese derecho ya que “poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España, realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario”. Para Nelken únicamente existían dos tipos de mujeres: las que eran como ella y las demás. Leopoldo Nunes la definió como “ese monstruo de perversidad en el que no cabe la calificación de mujer”. Su odio al hombre lo retrató Edgar Neville: “Ella sabía que había algo más en el mundo de Gordón Ordax [Félix Gordón Ordás] y Basilio Álvarez [Basilio Álvarez Rodríguez], pero a los demás hombres ella los vio siempre, a través de sus impertinentes, alejarse con otras, con aquéllas que hoy hacía fusilar”. “En aquel terrible Madrid de agosto del 36, cuando el terror llegaba al máximo, apareció una noche en Claridad un artículo de Margarita Nelken en que pedía a las milicias no se limitaran a asesinar hombres, sino que incluyeran en ‘los paseos’ a las esposas, novias o hermanas de los perseguidos. […]. Eran las feas en celo, las contrahechas en rebelión, supurando odio y envidia, vengando en aquellas víctimas un daño del que eran inocentes, vengando el desaire perpetuo de los hombres hacia ellas”.

    Encontró Margarita Nelken en Dolores Ibárruri, alias pasionaria, una aliada y una rival; un espíritu afín y la horma de su zapato.

    El odio de Dolores Ibárruri quedó reflejado en la entrevista que Félix Schlayer sostuvo con la dirigente comunista. “Hacia el final de la conversación le pregunté cómo se imaginaba ella que las dos mitades de España, separadas la una de la otra por un odio tan abismal, pudieran vivir otra vez como sólo un pueblo y soportarse mutuamente. Entonces estalló todo su apasionamiento: ‘¡Eso es simplemente imposible! ¡no cabe más solución que la de que una mitad de España extermine a la otra!’. Schlayer añadió en su crónica la siguiente apostilla: “No podía, por tanto, quejarse si la parte contraria le había aceptado la receta”.

    Al pasarse del PSOE al PCE, Margarita Nelken “esperaba ocupar en el partido comunista el lugar que le correspondía por sus méritos, infinitamente superiores intelectualmente hablando, a los de Dolores Ibárruri. Pero la plaza estaba tomada y Dolores la defendía con uñas y dientes”, en versión de la anarquista Federica Montseny. Dolores Ibárruri era de una extracción social inferior, pero como las comodidades ni la cultura habían pulido los instintos primarios en Margarita Nelken, eran tal para cual y eso las enfrentaba. Dolores Ibárruri apreció enseguida la sustancia de la otra y no permitió que la desbancara en el PCE. Margarita Nelken rabiaba porque alguien de menos categoría que ella se llevara los titulares y el clamor popular.

    La historiadora Yolanda Cabezuelo Arenas ha investigado la participación criminal de Margarita Nelken durante la Segunda República y la guerra civil consecuente. La diputada socialista y comunista estuvo presente y activa en las checas y en las sacas, y con su distinción entre mujeres y hembras señalaba a estas últimas, declaradas enemigas, como alimañas que debían eliminarse: “A las alimañas se las aplasta por eso, porque son alimañas, y a las fieras dañinas, el hombre debe suprimirlas para salvaguardia de la Humanidad”.

    Quien ejerciera como ministro de Justicia desde noviembre de 1936 a mayo de 1937, el anarquista Juan García Oliver, dejó constancia de los actos criminales protagonizados por Margarita Nelken que ella misma le había confesado. En su obra El eco de los pasos, que aquí resume Yolanda Cabezuelo Arenas, se lee en la página 306 al relatar una conversación con Eduardo Val, secretario del Comité de Defensa de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) que le dijo: “Quiero apercibirte de los manejos que se trae la comunista Margarita Nelken, que al frente de un comité de Juventudes Socialistas Unificadas es quien asume las funciones ejecutivas de la justicia en Madrid. Opera camuflada en una pequeña oficina del Ministerio de la Guerra. Ten cuidado con los que la rodean; la mayor parte son jóvenes guardias de Asalto vestidos de paisano”. En la página 309 se lee al respecto de Margarita Nelken: “Lo que se murmuraba sobre las actividades a que se dedicaba la Nelken y los fugaces resplandores que dejaban a su paso los núcleos de jóvenes socialistas unificados que ella acaudillaba, no se sabía si por mandato de los jefes comunistas o porque ella quisiese imitar a los socialistas revolucionarios de izquierda de la revolución rusa, entre los que tanta preponderancia tuvieron en el pasado las mujeres de acción, como la Perovskaia [la terrorista rusa Sophia Perovskaya, integrada en la organización socialista Narodnaya Volya] y la Spiridónova [la también terrorista rusa Mariya Spiridónova, dirigente del Partido Socialrevolucionario de Izquierda]”. En la página 310 se lee lo sucedido en un encuentro entre ambos en el que García Oliver le advirtió: “Solamente vengo a rogarte que te apartes de todo cuanto parezca ejercicio de la justicia. De hoy en adelante correré con las responsabilidades. Pero solamente con las mías”. “Tú, intelectual de valía, militante socialista de hace muchos años, ¿crees que con vuestras andanzas nocturnas estáis haciendo la revolución?” En la página 311 se lee sobre Nelken: “Conocedora del nihilismo, del socialismo revolucionario de izquierda ruso y del espartaquismo alemán, hizo un esfuerzo por parecerse a Spiridinova, Peroskaia y Luxemburgo [Rosa Luxemburgo, dirigente comunista], equivocando el camino al tomar el de la acción terrorista irresponsable, que empezó, según me contara ella misma, en la matanza de los derechistas detenidos en la cárcel Modelo de Madrid y prosiguió en aquellas noches de espanto, luchando a su manera contra el bandolerismo sangriento de la quinta columna”. En la página 346 se lee al hablar “de los grupos de ejecución que capitaneaba Margarita Nelken en Madrid”. En la página 364 refiere “los casos de muertes violentas por ‘paseos’ o hechos semejantes, como los derivados de la acción del ‘Tribunal de la Sangre’ de Valencia, los llevados a cabo por la Dirección de Orden Público, los que se cometían en las checas de partidos y organizaciones; en fin, las actividades de Margarita Nelken y sus jóvenes socialistas unificados de Madrid”. En la página 465 se lee la exposición de “los integrantes de las checas, empezando por Margarita Nelken y sus jóvenes socialistas unificados”, y su idea de facilitar a periódicos extranjeros “un abultado expediente de todas las checas comunistas”; iniciativa que dio al traste el presidente Juan Negrín. En la página 366 se lee la conversación entre Juan García Oliver y Mariano Gómez González, presidente del Tribunal Supremo de la República, que Yolanda Cabezuelo Arenas transcribe:

—García Oliver: O rompe ahora mismo esa infamia de proyecto de decreto, o de aquí me paso al despacho del fiscal general de la República y denuncio a usted como ejecutor de la indignidad jurídica más grande que se haya cometido: la de haberse constituido, usted como presidente de un tribunal, en la cárcel Modelo de Madrid y haber juzgado a unos presos, haberlos oído y condenado a muerte, cuando llevaban ya más de 24 horas ejecutados por Margarita Nelken y su grupo de jóvenes socialistas unificados. Y le aseguro que de todo ello tenemos en el extranjero, presto a ser entregado a varios periódicos, un expediente completo.

—Mariano Gómez: ¡Pero cálmese usted, mi querido amigo! ¿Cómo supo usted lo de Margarita Nelken y lo del juicio?

—García Oliver: Me lo contó la propia Margarita Nelken. Después, con paciencia de benedictinos, abrimos sumario.

Rafael Alberti

Responsable de la secretaría en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, organismo creado para señalar primero y después eliminar a los considerados enemigos, el comunista Rafael Alberti, pistola al cinto para impresionar a propios y ajenos en la retaguardia —pues como denunciaban los anarquistas y otros milicianos descontentos con su arrogancia y verborrea, ese arma ni su portador nunca estuvieron en el frente—, dejó tras de sí en su huida de España al finalizar la guerra un reguero de horror.

    Escritor de poemas y dictador de paseos, desde el Comité de depuración de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, Alberti y otros colegas que figuraban en la nómina de la revista El mono azul publicaban la columna titulada A paseo, de indudable significado, donde eran nombrados los intelectuales que debían sufrir la pena de la depuración, eufemismo por muerte, a la que se hacían merecedores por su manifiesta oposición a los revolucionarios del Frente Popular. Entre los puestos en la diana estuvieron Miguel de Unamuno, Pedro Muñoz Seca, Manuel García Morente, Fernando Vela, Ernesto Giménez Caballero y Rafael Sánchez Mazas.

    Alberti definió pomposamente su labor en la retaguardia de cívica y cultural, y aunque no lo expresara con la debida claridad, también dedicaba su tiempo y empreño a la propaganda, a la agitación y a infundir el valor del que carecía a los jóvenes de izquierda para que se alistaran en las milicias combatientes de vanguardia: a sacrificarse, a correr riesgos y a defender la causa revolucionaria de sus amos protegidos del fuego y las penurias por los palacetes incautados en Madrid.

    A estas tareas de mucho trabajo intelectual, se sumaba la de visitar las prisiones y checas donde se consumían por el miedo, la tortura y el encierro, las víctimas elegidas por su credo, ideología, modo de vida, fortuna o simplemente represaliadas por el argumento de la envidia y el rencor, que suelen ir unidos. En estas visitas, según los testigos que han podido contarlo, el comunista poeta, solo o acompañado de la cómplice María Teresa León, proponía métodos que ayudaran a recabar confesiones y que facilitaran la anulación de la persona.

    Valga el ejemplo de dos víctimas de gran prestigio, la una asesinada, la otra a salvo por haber escapado a tiempo de la captura, para ilustrar la actividad de la comisión de depuración: Pedro Muñoz Seca y Manuel García Morente. Alberti comunicó a su hermano Vicente, amigo de Muñoz Seca, para quien había solicitado favor, que “lo fusilamos en noviembre”; mejor suerte corrió García Morente al salir a escape una vez conoció que los depuradores, con Alberti a la cabeza, iban a por él al haber propuesto la cesantía, eufemismo por asesinato, de los catedráticos que tildaban de facciosos.  

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