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Memoria recobrada (1931-1939) LXXII

Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. La presente entrega conforma un mosaico de asesinatos llevados a cabo en la zona gobernada por el Frente Popular de la II República.

En la ciudad de Santander los dirigentes del Frente Popular habilitaron tres checas: la Municipal, la de la calle del Sol y la de los Ángeles Custodios. El socialista Manuel Neila, dependiente de comercio, fue nombrado jefe de Policía y de inmediato destino su cometido de represión secundado por una guardia de milicianos dados a imponer el terror y ejercitar el saqueo y el asesinato. Cuando la capacidad de las checas quedó rebasada empezaron las sacas. Las víctimas eran conducidas al faro de Cabo Mayor para ser arrojadas vivas al mar Cantábrico desde los cuarenta metros de altura del farallón y a las tapias del cementerio de Ciriego para su fusilamiento. Los detenidos en el barco prisión Alfonso Pérez fueron asesinados unos en Cabo Mayor y la mayoría ametrallados en la cubierta del barco o bombardeados con granadas de mano en la bodega donde se hacinaban. Los once frailes trapenses del monasterio de Cóbreces, después de sufrir tortura, fueron llevados a Cabo Mayor para, con las manos atadas a la espalda y con la boca cosida con alambre, ser arrojados vivos al precipicio.

En el municipio malagueño de Ronda desde finales de julio a mediados de agosto de 1936 fueron asesinadas en el cañón que rodea la villa quinientas doce personas elegidas, trasladadas y despeñadas por milicianos del Frente Popular.

En la barriada almeriense de La Garrofa veintiocho personas fueron asesinadas a tiros en su playa el 14 de agosto de 1936, y posteriormente arrojadas mar adentro de dos en dos, atadas con cuerdas, desde una embarcación a motor. Los cuerpos aparecieron en la desembocadura del río Andarax.

El corresponsal de la agencia de noticias norteamericana de noticias Associated press, Edward Knoblaugh, informó de la matanza de ochenta militantes socialistas de la UGT por militantes anarquistas de la CNT: “Anarquistas y socialistas y comunistas se mataban entre sí con regularidad. Cientos de izquierdistas moderados eran ejecutados bajo la acusación de sabotajes y actividades contrarrevolucionarias”.

    Finalizando el verano de 1936 cerca de Barbastro, fueron asesinados por militantes anarquistas veinticinco afiliados a la UGT.

    En octubre de 1936, en la madrileña plaza de Tetuán y calles aledañas, hubo cincuenta muertos por enfrentamientos entre fuerzas del orden y milicianos anarquistas.

    En noviembre de 1936 la ciudad de Valencia registró un enfrentamiento armado, que dejó casi ciento cincuenta muertos, entre los anarquistas de la Columna de Hierro y la Guardia Popular Antifascista integrada por militantes socialistas y comunistas.

    Los últimos días de enero de 1937 tuvo lugar el episodio conocido por los Hechos de la Fatarella. En esta localidad tarraconense fueron asesinados treinta y siete campesinos por los milicianos anarquistas que imponían la colectivización de las tierras.

    Cuando a la una de la tarde del miércoles 5 de mayo de 1937, Antonio Sesé Artaso, dirigente del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC, comunista), consejero de la Generalidad de Cataluña y secretario general de la UGT en Cataluña, se dirigía al Palacio de la Generalidad, en Barcelona, para jurar su cargo fue tiroteado y muerto en la calle Caspe, frente al Sindicato de Espectáculos Públicos de la CNT. Los anarquistas afirmaron que Sesé había sido víctima de un disparo procedente de las barricadas de la Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), en el Paseo de Gracia. Una hora después, muy cerca de allí, en la calle Cortes, moría en una refriega Domingo Ascaso Abadía, miembro de la CNT. Era hermano de Francisco, uno de los líderes anarcosindicalistas junto con José Buenaventura Durruti Dumange y Juan García Oliver.

    Camillo Berneri llegó a Barcelona para dirigir a los voluntarios italianos contra el fascismo en el campo de batalla. Apenas estuvo en el frente, pues alegando dolencias varias regresó a Barcelona donde se dedicó a tareas de propaganda impresa y radiofónica. Su patente desafección por la revolución rusa le situó en una posición contraria a la oficialista de la III Internacional (Comintern) y por ende a oponerse al dirigente máximo comunista Joseph Stalin. A principios de mayo de 1937, Berneri lanzó un alegato en defensa del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), que dirigía Andrés Nin, acusado de traidor y perseguido por socialistas y comunistas. Camillo Berneri residía en un piso con sus compatriotas Francesco Barbieri, Tosca Tantini y Fosca Corsinovi, vigilado por las milicias socialistas y comunistas. La madrugada del 6 de mayo una quincena de milicianos irrumpió en la vivienda armas en ristre, y tras un violento forcejeo Barbieri y Berneri fueron conducidos a las dependencias de seguridad sitas en la plaza de Cataluña. Por la mañana una delegación de la UGT se presentó en el piso para informar a las dos mujeres que sus compañeros serían liberados pronto. La realidad es que ya entonces eran cadáveres depositados en el Hospital Clínico.

En los barcos prisión Cabo Quilates y Altuna Mendi, atracados en el puerto de Bilbao, y el Arantzazu Mendi, arribado desde San Sebastián, desde la segunda quincena de septiembre de 1936 fueron asesinados los entre ciento veinte y ciento cincuenta prisioneros en ellos encerrados.

    En Durango el 25 de septiembre de 1936 los milicianos de las Juventudes Socialistas Unificadas integrados en el Batallón Rusia sacaron de la prisión local a veintidós detenidos que de inmediato fusilaron en las tapias del cementerio.

    Los presos supervivientes de las matanzas junto con los que iban siendo recluidos, fueron trasladados a la cárcel provincial de Bilbao, llamada de Larrínaga, y a otras tres improvisadas: los conventos de El Carmelo y de los Ángeles Custodios y la Casa Galera. Algunos prisioneros lograron ser canjeados, pero otros sufrieron la represalia del asesinato. El 4 de enero de 1937, elementos de los batallones Malatesta de la CNT y Castilla de las JSU asaltaron las cárceles; aunque los vigilantes ayudaron a que pasaran. En la provincial de Larrínaga asesinaron a cincuenta y cinco preso; en El Carmelo la acción asesina quedó reducida a siete muertos por la reacción a la defensiva de los presos que asustó y alejó a los asaltantes; en los Ángeles Custodios protagonizó la matanza el batallón Asturias, de la UGT, al que la Consejería de Gobernación vascongada había pedido ayuda, asesinando a unos presos en las celdas y a otros, atados de cinco en cinco, en el patio, hasta ciento nueve; en la Casa Galera también fueron elementos socialistas del batallón Asturias los asesinos de cincuenta y tres presos, pudiendo escapar el resto por una puerta trasera cuyo acceso facilitó el director del centro de reclusión improvisado.

    En las cuatro cárceles los cadáveres fueron saqueados, incluso con mutilaciones. El gobierno vasco prohibió cualquier noticia sobre las matanzas. 

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