El Imperio en Asia: Limpiando las aguas filipinas de piratas y esclavistas
Marino y militar nacido en la palentina villa de Carrión de los Condes el año 1513, Juan Pablo de Carrión sostuvo un legendario combate en las aguas filipinas de Luzón contra los piratas japoneses, los conocidos samuráis sin amo, a los que infligió una derrota que les obligó a desaparecer del archipiélago hasta una década antes de la mitad del siglo XX.
El año 1543 se hizo a la mar en la expedición de Ruy López de Villalobos rumbo a las islas Filipinas, organizada por el virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza y Pacheco, que debía establecer una ruta comercial para competir con el monopolio portugués de las especias. En su navegación transpacífica a Filipinas, los expedicionarios descubrieron islas y atolones en los archipiélagos de Oceanía.
De regreso a España se le encomendó la tesorería del arzobispado de Toledo, hasta que en 1560 embarcó para Nueva España. En el virreinato fue comisionado en el astillero de Puerto Navidad donde colaboró con la expedición de Andrés de Urdaneta en el galeón San Pedro hacia Filipinas y el posterior tornaviaje.
En 1571 se le ascendió a general de la Armada y destinado a Filipinas. Al cabo de once años el gobernador y capitán general del archipiélago, Gonzalo Ronquillo de Peñalosa, le ordenó liberar las aguas de Luzón, y territorios adyacentes que proveían de esclavos nativos los mercados asiáticos meridionales, de los piratas japoneses, denominados samuráis sin amo, ronin, y también samuráis de origen vulgar, los ashigaru, junto con exiliados de las frecuentes guerras intestinas en el solar nipón (a los que en algunas incursiones y rapiñas ayudaban chinos y coreanos de similar condición), cuyas bases estaban en la isla de Formosa, actual Taiwán, en Hainan, ambas en el Mar de la China, y en la japonesa de Okinawa.
Los combates de Cagayán
En aguas de la isla de Luzón se batieron la Armada Española de Filipinas, al mando del capitán Juan Pablo de Carrión, y los piratas japoneses del corsario Tay Fusa, en 1582.
Los japoneses hostigaban entonces a los nativos de Cagayán, región al noreste de la isla de Luzón, y no eran suficientes los aproximadamente quinientos militares españoles para detener las incursiones y asegurar la protección de personas, bienes y territorio en todo el archipiélago. No obstante los reducidos efectivos, Carrión embarcó en Manila a bordo de un buque de guerra ligero y puso rumbo al norte, hacia la isla de Luzón para registrar los sucesos y enfrentarse a ellos con la mayor determinación, con cincuenta infantes del Tercio de Mar. Antes de llegar los españoles a Cagayán tuvieron que alejar a cañonazos un barco japonés. Enterado el corsario Tay Fusa de la escaramuza y del consiguiente envío de tropas a Cagayán para restablecer el orden, dispuso una flota de diez embarcaciones japonesas. Informado a su vez Carrión, reunió en breve una flota de siete embarcaciones: cinco bajeles, una galera, en función de capitana, y un navío ligero.
Doblado el cabo Bojeador (o Bogueador, en el extremo noroeste de la isla de Luzón), la flota española avistó un junco japonés grande que había consumado un acto vandálico. Aunque los piratas japoneses eran superiores en número, la capitana se dirigió hacia el barco japonés con los infantes y la artillería prestos a la batalla. Se produjo de inmediato, primero la descarga artillera, luego el abordaje contra ese enemigo superior y ducho en el cuerpo a cuerpo que eran los samuráis, protegidos por petos y blandiendo sus catanas; un abordaje que varió de escenario por la acometida de los samuráis continuando en la galera. Arcabuceros, mosqueteros, rodeleros y piqueros españoles se emplearon a fondo para devolver la lucha a la cubierta del junco. Momento en el que cobró protagonismo la artillería del navío ligero, razón por la cual los supervivientes japoneses se batieron en retirada lanzándose al mar.
Tras esta victoria, la flota española remontó el río Grande de Cagayán hasta dar con una flota nipona compuesta por diecinueve sampanes que cubría la incursión terrestre, a la que Carrión atacó con los falconetes y arcabuces ocasionando mucho daño y pudiendo desembarcar y atrincherarse en la playa de Birakaya a distancia de fuego del enemigo. Conminados los españoles a rendirse por seiscientos samuráis, ante la negativa asaltaron la trinchera improvisada que aguantó heroicamente las embestidas sucesivas. Sólo quedaban treinta españoles cuando Carrión mandó la salida en tromba, que consiguió vencer al recio enemigo.
La derrota sufrida por los samuráis detuvo las invasiones y la piratería, de tal modo que hasta la Segunda Guerra Mundial no volvió a pisar las Filipinas con carácter bélico japonés alguno.
Pacificado el territorio, Juan Pablo de Carrión fundó la ciudad que llamó Segovia, Lal-lo en tagalo.
Artículos complementarios
Andrés de Urdaneta y el tornaviaje
Tratado diplomático y comercial con Japón de 1867