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Memoria recobrada (1931-1939) III


Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. En esta entrega se expone el sentido y la necesidad que motivaron la instrucción de la Causa General y su publicación en extracto para conocimiento público, nacional e internacional, y no sólo de los directamente afectados; la acción criminal y devastadora de los revolucionarios en la provincia de Sevilla durante el tiempo que dominaron desde las instituciones y desde las calles; y un episodio enormemente revelador de la utilización de la propaganda (republicana o frentepopulista, decida el lector) para difundir y consolidar una mentira que buscaba encubrir, a su vez, la intención de ocultar unos hechos que se atribuían sistemáticamente al enemigo, y que perjudicarían al máximo, de llegar a conocerse, la estrategia sociopolítica interior y las relaciones internacionales del gobierno de la República y el proceso revolucionario emprendido por el Frente Popular.

Causa General (la dominación roja en España)

La Causa General, creada por decreto de 26 de abril de 1940, ratificado por el de 19 de junio de 1943, atribuye al Ministerio Fiscal, subordinado al Ministerio de Justicia, la honrosa y delicada misión de fijar, mediante un proceso informativo fiel y veraz —para conocimiento de los poderes Públicos y en interés de la Historia—, el sentido, alcance y manifestaciones más destacadas de la actividad criminal de las fuerzas subversivas que en 1936 atentaron abiertamente contra la existencia y los valores esenciales de la Patria.
    En el cumplimiento de su misión, la Causa General —que reviste carácter exclusivamente informativo— ejerce sus funciones investigadoras en aquella parte del territorio español que estuvo sometida a la dominación roja.
    La presente relación, que refleja, con carácter demostrativo y circunscrito, algunos de los resultados obtenidos, permite anticipar conclusiones evidentes:
    La contienda civil desarrollada en España desde el año 1936 hasta 1939, puso al descubierto toda la capacidad criminal de un Régimen político que afirmaba defender la libertad y proclamaba el respeto a los derechos inherentes a la personalidad humana.
    El Frente Popular, desde que asumió el poder a raíz de las elecciones de febrero de 1936 —falseadas en su segunda vuelta por el Gobierno de Azaña, asaltante del mando político—, practicó una verdadera tiranía tras la máscara de la legalidad e hizo totalmente imposible, con su campaña de disolución nacional y con los desmanes que cometía o toleraba, la convivencia pacífica entre los españoles. El Alzamiento Nacional resultaba inevitable y surgió como razón suprema de un pueblo en riesgo de aniquilamiento, anticipándose a la dictadura comunista que amenazaba de manera inminente. Ante el legítimo movimiento de defensa, el Gobierno rojo llevó su crueldad a extremos difícilmente imaginables, valiéndose de sus propios agentes oficiales —improvisados por aquel Gobierno ante la pasividad y repulsa casi unánime de las instituciones de Orden Público existentes— y dando rienda suelta a los bajos instintos de las turbas, armadas por el propio Gobierno, y de numerosos delincuentes comunes dotados igualmente de armas y de autoridad, extiende el terror por toda España sometida al marxismo.
    Durante mucho tiempos e suceden los asesinatos en masa, acompañados frecuentemente de ensañamiento y casi siempre de robo.  La Religión es perseguida a muerte y la propiedad es socializada o simplemente expoliada. Los militares —aunque no hayan participado en el Alzamiento— son asesinados, por el único motivo de su profesión. La vida de toda persona residente en la zona marxista se encuentra a merced del capricho de las checas o de cualquier miliciano, sin que la víctima pueda salvar su vida invocando unos antecedentes políticos liberales, siendo la clase media la que aporta mayor tributo de sangre. El Partido Comunista, inspirado desde el extranjero, es el verdadero árbitro de la política del Frente Popular.
    Este cuadro expresivo del comportamiento del Régimen vencido constituye una verdad histórica indiscutible. Pero, por si no bastase la notoriedad de tales hechos, la investigación realizada por los Magistrados del Ministerio Público, instructores de la Causa General, demuestra la criminalidad del Frente Popular ante el Mundo y ante la Historia con las máximas garantías de seriedad y certeza.
    No se insiste en el actual momento sobre casos ya expuestos y argumentos aducidos a su debido tiempo sobre la ilegitimidad, tanto en la obtención del Poder como en el abusivo ejercicio del mismo por el Frente Popular. La actual relación se dirige fundamentalmente a poner de relieve la criminalidad del referido conglomerado político durante la contienda civil española. Y representa un avance informativo, que se contrae únicamente a determinados aspectos y episodios representativos de especial interés, dedicando una preferente atención a Madrid, que como capitalidad de un Gobierno que pretendía ser legítimo y como sede del movimiento socialdemócrata, que solía blasonar de sensatez y moderación, habría hecho presumir en sus Autoridades y elementos políticos responsables una conducta más conforme al derecho de gentes.
    Los documentos y actuaciones que sirven de comprobación a las afirmaciones que la presente relación consigna, constituyen una mínima parte de la documentación y colecciones fotográficas obrantes en los Archivos ocupados por las Autoridades nacionales al ser liberada la que fue zona marxista, así como de aquellas declaraciones testificales de importancia prestadas ante los Organismos de orden judicial.
(Nota explicativa en la edición de 1943. Causa General, la dominación roja en España, obra completa en el Archivo Histórico Nacional).
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Cuando se escribe el libro resumen Causa General (la dominación roja en España), en 1943, sobraba la teoría porque aún se vivía la era de los recuerdos. La imaginación suplía a la memoria y al intelecto, y por ello podemos conocer detalles del terror rojo. De cómo las instituciones, es decir, jueces y policías, eran sustituidos por asesinos que enseguida le cogían el gusto al olor de la sangre. Los relatos sobre las checas, la prisión policial de la Ronda de Atocha, las detenciones arbitrarias con violaciones, torturas, hurtos y asesinatos, no tenían motivo ideológico definido; peor, constituían el pan nuestro de cada día durante la democrática II República. El ensañamiento con el prisionero —hablamos de civiles— está relatado con tales pormenores que tras leer la obra se hace tan difícil la impasibilidad como la ecuanimidad. Existía un Régimen de campos de trabajo, menos conocidos que las checas, como el practicado, por ejemplo, en el de Omelles de Nogaya (Lérida) donde los milicianos —siempre socialistas, comunistas o anarquistas— descubrieron que uno de los prisioneros, Francisco Arias Antequera, natural de Madrid, era seminarista. Grave delito por el que empezó siendo maltratado a las 14 horas y “estuvo siendo golpeado, con ciertos intervalos, hasta la madrugada, en que expiró”. O el caso de la terciaria franciscana Sor Gertrudis Llamazares, atrapada en la portería del número siete de la calle Diego de León, “siendo conducida por los milicianos, en unión de una señora y de un sacerdote, ambos desconocidos, hasta un pinar de la carretera de Hortaleza, en cuyo lugar, después de ser bárbaramente maltratados, fueron los tres atados al vehículo que, emprendiendo la marcha, los arrastró hasta el pueblo de Hortaleza al que llegaron ya muertos y completamente destrozados, siendo pisoteados y profanados los cadáveres por el vecindario”. No era una guerra, ni tan siquiera una guerra en la retaguardia. Era puro gansterismo, obra de mafiosos: de la mafia tenían el espíritu de rapiña pero sobre todo el odio a la excelencia o sencillamente a la bondad de corazón.
    En los cascos históricos de ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, es imposible, aún hoy, andar más de quince minutos sin toparse con los escenarios de todo tipo de matanzas, más bien producto de mentes enloquecidas. Aunque ya se sabe: no es el loco quien se vuelve malo, sino el malo quien degenera en loco.
    Hombres y sociedades aún no han aprendido el dilema aristotélico: ¿Qué es democracia, lo que votan los demócratas o lo que preserva la democracia? Porque ambos principios pueden estar en contradicción, como demuestran, por ejemplo, la Alemania nacionalsocialista de los años treinta del siglo XX o la Argelia de los noventa también en el pasado siglo; o la Venezuela actual. En estos casos, y en otros semejantes, hombres libres votaron libremente a Gobiernos que pretendían (y pretenden) acabar con la libertad y por consiguiente con el Estado de Derecho.
    La respuesta al dilema aristotélico no puede ser otra que esta: La democracia no consiste, al menos no sólo, en que el pueblo elija a los gobernantes, sino en que el Estado respete los derechos individuales de las personas.  La II República era un régimen democrático donde te podían matar por ir a misa o, como dicen muchas de las causas de los mártires de la República: “por ser un católico destacado”. ¿Qué era un católico destacado? Aquel que no ocultaba su condición de católico: el que acudía al templo, militaba e un sindicato cristiano o era miembro de Acción Católica o del Adoración Nocturna.
    Los desmanes, atentados, persecuciones, vejaciones o asesinatos no fue obra de “incontrolados”, como pretenden algunos para exculpar a los dirigentes políticos de la época. Y así lo constata este extracto de la Causa General. Las salvajadas, y esto es lo más grave, llevaron la firma de los partidarios de tan democrático Régimen, de los que constituían su cuerpo de apoyo, de los comprometidos con la II República, crecidos ante la inacción de las instituciones. ¿Quién fue más culpable de las matanzas, el que incendiaba monasterios y exhumaba cadáveres de religiosas y los exhibía en las calles o el presidente del Gabinete, Manuel Azaña, cuando miraba para otro lado o afirmaba que todos los conventos de España no valían la vida de un republicano? No eran incontrolados, no sólo por carecer de control, sino porque el matiz asesino estaba impreso en las junturas de un Régimen temeroso de los monstruos que había creado y que no podía controlar.
    La II República fue el precedente de la gran encrucijada, la gran batalla política del siglo XXI, resultado lógico del proceso intelectual de la modernidad y de su filosofía adosada: el relativismo. En esa batalla, una trinchera la forman aquéllos que creen en la verdad, la que sea, y, con ello, creen en el hombre; en la otra los que, por no creer en nada, sólo creen en el flujo de sus percepciones sensoriales inmediatas y transitorias. Por tanto, necesitan el veredicto de la mayoría para ahogar el vértigo metafísico que provoca el nihilismo y la esclavitud a la que les somete sus mudables deseos.
    La II República fue un régimen democrático que vulneró una y otra vez los derechos humanos individuales; un régimen de democracia liberal aparente, predispuesto a convertirse en una dictadura del proletariado; una tiranía de corte soviético.
    Esta Causa General es sencillamente demoledora. En sus páginas encontrarán más motivos para la reflexión que para la satisfacción. Demasiados para ser negados, demasiada luz para hablar de sombras; pero también demasiada descripción para gozar de la lectura (Eugenio López Escribano, Prólogo a la edición de 2008 de Causa General, la dominación roja en España, Editorial Akrón, Astorga, León).
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Causa General (la dominación roja en España) es un libro difícil. Salió a la luz en 1943 ante la necesidad del Régimen del general franco de llamar la atención del mundo occidental en relación con la barbarie vivida en España en los años tristes de la Guerra Civil, y que estaba oculta por la tragedia que desde 1939 asolaba al mundo.
    Las cartas de la política internacional empujaban al Régimen al ostracismo y la repudia, quedando de este modo sus causas de origen relegadas al desconocimiento y el olvido.
    Este texto de referencia no es una elucubración más sobre algunos de los hechos, sino los hechos mismos; un breve resumen de una actuación judicial mucho más extensa, cuya documentación exhaustiva está al alcance de los ciudadanos de a pie, así como de los investigadores que lo deseen, en los estantes del Archivo Histórico Nacional.
    Nuestro más profundo respeto a las miles de víctimas de la barbarie, que no de la guerra, que aparecen en estas páginas.
(Nota del editor, Causa General, la dominación roja en España, Ed. Akrón, 2008, Astorga, León).
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La huella del Frente Popular en Sevilla y su provincia

Sevilla y su  provincia fueron una de las zonas más castigadas durante el “bienio rojo”, años 1931 a 1933, que convirtió a ambas en pública denominación desde 1931 en “Sevilla la roja”, y luego por la represión del Frente Popular.
    Una larga serie de muertes violentas, atentados, atracos, persecuciones y todo tipo de alteraciones de la convivencia ciudadana así como de la vida privada, jalonan este periodo revolucionario en la capital hispalense y su provincia. No existía autoridad alguna, salvo la de las turbas sanguinarias, ni respeto por la vida y la hacienda de las personas.
    Desde el 18 de julio al 11 de septiembre de 1936, fecha en que fue tomada por las tropas de Queipo de Llano la última localidad en poder de las milicias del Frente Popular, se registraron oficialmente 476 muertes violentas. La mayoría de ellas, hay que subrayarlo, por fusilamientos precedidos de crueles tormentos, con especial ensañamiento en las personas de reconocida religiosidad, falangistas, sacerdotes y seminaristas. Sin embargo, nunca podrán contabilizarse los dramas humanos vividos por los familiares supervivientes de las víctimas mortales. Del total de personas asesinadas la inmensa mayoría fueron hombres, adultos y jóvenes.
    Los incendios, las profanaciones de tumbas, los saqueos y el expolio de centros públicos y de culto fueron otras muestras fehacientes de la barbarie. Los incendios sumaron 88; los saqueos 527; las obras de arte religioso destruidas, en total 1.840: 852 esculturas, 438 retablos, 280 pinturas, 183 objetos de orfebrería y 87 ornamentos. El objetivo único y manifiesto de las milicias del Frente Popular fue destruir.
    En algunas localidades sevillanas un cartel bien visible en la plaza principal informaba del número de muertes (asesinatos) y los nombres de sus responsables, anunciados como un alarde, un mérito, una conducta ejemplar e imitable.
(Nicolás Salas, La otra memoria histórica, pp. 285 a 296, Ed. Almuzara. Avance del informe oficial sobre los asesinatos, violaciones, incendios y demás depredaciones y violencias cometidos por las hordas marxistas en la ciudad y provincia de Sevilla, Archivo Histórico Nacional-Ministerio del Interior. Causa General, Ministerio de Justicia).

La matanza de Arahal
En Sevilla se produjo una gran conmoción al conocerse la noticia de que en Arahal (o El Arahal) —localidad a veinte kilómetros de la capital hispalense— todas las personas presas en el depósito municipal, en condiciones infrahumanas, fueron quemadas vivas. Tal horror produjo la visión de lo sucedido que un comandante de las tropas Nacionales, veterano de las guerras de África, enloqueció.
    Así lo refiere el diario La Unión en un escueto comunicado:
         “Las escalofriantes monstruosidades de la canalla marxista.
         En Arahal asaltan e incendian todas las iglesias y algunas casas particulares, y detienen y maltratan bárbaramente a medio centenar de vecinos, asesinando a uno en la puerta de su propio domicilio. Dieciocho logran escapar de la cárcel, pero veinte y cuatro, entre ellos una respetable señora y dos muchachos, casi niños, son rociados con gasolina y quemados vivos.
         El párroco, salvado milagrosamente de esta horrible muerte, dio la absolución a las víctimas.
         Un jefe de las fuerzas militares, acostumbrado a las escenas de guerra, se ha vuelto loco al contemplar el aterrador espectáculo”.
         (De nuestro redactor y enviado especial don Enrique Tello).
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En El Arahal (o Arahal) todo resulta pálido ante la realidad. No se concibe como seres humanos hayan podido perder de tal forma todo sentimiento, todo raciocinio, que puedan albergar tanta perversidad. Sólo puede explicarse, si es que hay explicación para crímenes tan inhumanos, como un caso de locura colectiva en el que los hombres se convierten en bestias (Enrique Tello Mazariego, La Unión, 24 de julio de 1936).
(Nicolás Salas, La otra memoria histórica, pp. 285 y 294, Ed. Almuzara. Avance del informe oficial sobre los asesinatos, violaciones, incendios y demás depredaciones y violencias cometidos por las hordas marxistas en la ciudad y provincia de Sevilla, Archivo Histórico Nacional-Ministerio del Interior. Causa General, Ministerio de Justicia).
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El derribo del avión Potez de la embajada francesa. La valija delatora.

Los días 8 y 9 de diciembre de 1936, las emisoras de radio y toda la prensa de la llamada zona republicana (o dominada por el Frente Popular) lanzaron con gran alarde propagandístico la noticia, avalada por los partes oficiales del Ministerio de la Guerra, del derribo “por aviones facciosos del avión correo que hacía el servicio de enlace entre Madrid y Toulouse”.
    El suceso tuvo gran resonancia por el empeño de presentarlo como un ataque deliberado y criminal perpetrado por la aviación nacional contra un avión civil indefenso. Pronto, no obstante, aparecieron informaciones en la prensa internacional que ponían en duda la veracidad del hecho tal como se presentaba a la opinión pública por parte de las autoridades republicanas; y al final quedó esclarecido el suceso: fue una acción intencionada de la aviación republicana, ejecutada fríamente cumpliendo órdenes.
    Estas son las informaciones primeras que suministró el gobierno republicano (frentepopulista), vía el Ministerio de la Guerra: “A las 18 horas de hoy (8 de diciembre), cuando volaba sobre la provincia de Guadalajara, ha sido criminalmente atacado y derribado por la aviación fascista el avión correo que hacía el servicio entre Madrid y Toulouse”. El diario madrileño La voz, frentepopulista, al día siguiente, 9 de diciembre, abundaba: “El avión correo Toulouse-Madrid ha sido ametrallado por los trimotores fascistas”. “Alemania vuelve a disparar contra Francia”. “El avión francés, portador de insignias y marcas que acreditaban su nacionalidad y el aspecto inconfundible de un gran aparato de transporte de pasajeros sin armamento de ninguna clase, tuvo que resignarse a recibir las descargas de las ametralladoras facciosas, buscando al mismo tiempo un lugar de aterrizaje para poner a salvo la vida de sus ocupantes”. “Ametrallado bárbaramente tomó tierra con bastante violencia en Pastrana (Guadalajara), resultando heridos todos sus ocupantes, entre los cuales se halla el Dr. Henny, enviado a Madrid por la Cruz Roja Internacional. Con él venían otros cuatro pasajeros: los periodistas franceses Delaprée, corresponsal del diario Paris Soir y M. Chateau, de la agencia Havas, y dos señoritas que acompañaban en calidad de secretarias al doctor Henny” “Dos hombres componían la tripulación del aeroplano abatido por la caza rebelde: el piloto Boyer, cuya pericia y sangre fría salvaron la vida de las siete personas, y el radiotelegrafista Bougrat”.
    Poco iba a durar el equívoco. El diario parisino Le Jour, el 21 de diciembre y con la firma de su redactor J. Vilbert, publica un amplio y documentado reportaje. El periodista basa su información en las manifestaciones que le hicieron las hermanas Pelitas, las dos adolescentes que viajaban en el avión y que por razón de su edad no eran secretarias de M. Henny: “Poco después del mediodía del 8 de diciembre fuimos conducidas en el aeropuerto de Barajas al avión Potez 54 de la Embajada (francesa). El aparato, matriculado F-A000, ostentaba sobre el fuselaje la inscripción ‘Ambassade de France’. Era un aparato de apariencia comercial, sin torretas ametralladoras, sin lanzabombas ni escarapelas”. “Cuando llegamos al avión éste se hallaba ya ocupado por seis españoles que tuvieron que descender dejando sus puestos a los componentes de la nueva expedición. Despegue, subida a gran altura y, de repente, la aparición de un pequeño avión que empezó a disparar”.
    El historiador francés Jean Liron completa esta descripción: “Este avión, número 228, matrícula F-A000 pertenecía a la escuadrilla ministerial de Villacoublay y era un avión militar transformado (Código militar X-236). Habiendo suspendido Air France sus vuelos hacia España el 3 de diciembre de 1936 a causa de la guerra, el F-A000 aseguraría temporalmente el enlace Toulouse-Madrid. El avión fue, efectivamente, derribado el 8 de diciembre cerca de Guadalajara, a la caída de la tarde, por los pilotos soviéticos Chmelkov y Sakharov (o N. Shimelkov y G. Zajarov, según Andrés García Lacalle, Jefe de la Aviación Republicana en su libro Mitos y verdades, editado en México en 1973), pilotando biplanos Polikarpov I-15 “Chato”. El periodista Louis Delaprée fue la única víctima, gravemente herido y murió a consecuencia de las heridas el 31 de diciembre de ese mismo año 1936. El Potez sería recuperado y puesto de nuevo en vuelo después de su aterrizaje forzoso en Pastrana”.
    Testigos del ataque y el aterrizaje forzoso fueron, entre otros muchos (toda la población de Pastrana aseguró que los aviones atacantes eran cazas republicanos), el franciscano Antolín Abad (por aquel entonces escondido, por lo que pudo ver el ametrallamiento pero no el aterrizaje forzoso) y el médico Francisco Cortijo (citado por Camilo José Cela en su obra Viaje a La Alcarria).
    Este es un extracto del testimonio del citado médico:
“Después de rodar 4 kilómetros en diez minutos, encontramos el avión a unos 200 metros de la carretera de Fuentelaencina, bien visible en una suave hondonada cubierta de encinas y monte bajo. El avión capotado al tomar tierra estaba panza arriba, con las ruedas arriba; presentaba las hélices rotas y aproximadamente treinta impactos de bala en dos filas que agujereaban la cabina a ambos lados de la parte central, producidos por dos ráfagas de ametralladora de los cazas que hirieron a algunos viajeros y por suerte no tocaron al piloto.
    ”En el suelo, separados del aparato, semitumbados y abrigados, estaban todos los pasajeros más o menos heridos, muy nerviosos y reflejado el miedo en el rostro y recelando de las personas que llegaban. Los heridos de bala eran tres hombres jóvenes; cerca, dos niñas mayores, en la primera pubertad, con lesiones pequeñas, mientras los pilotos, absolutamente ilesos, atendían y animaban a todos después de sacarlos del avión y ponerlos en las mejores condiciones posibles.
   ”Habían hecho fuego recogiendo alguna leña, aumentando la fogata con un maletín de cuero del que aún quedaba sin quemar algún trozo y restos de cartulinas de fotografías, diciéndonos que lo habían quemado por el frío ambiental y porque su contenido no tenía importancia, lo que no convenció a nadie, aunque de momento n hubo más comentarios. Sin embargo, pude observar ciertas miradas de duda y recelo, no aceptando la explicación dada tan simplemente. Y tenía razón, pues las fotos quemadas eran muy importantes. Al lado de un herido, junto a su mano, se veían dos bolsas de lona fuerte, bien atadas con cordón y candado, como dos sacos de películas aunque más pequeños que, en realidad, era dos valijas diplomáticas.
    ”La noticia había sido trasladada a Guadalajara por telégrafo y después a Madrid, aunque creo que no era preciso ni necesario. Al poco tiempo, ya casi de noche, se organizó un buen jaleo en Pastrana pues empezaron a llegar coches de Guadalajara y Madrid, trayendo personajes, responsables y tipos de todas clases y cataduras que, con más o menos ínfulas, mandaban, inquirían o pedían noticias a unos y otros tratando de enterarse de lo ocurrido sin faltar detalle, y entre ellos venían algunos que buscaban algo más, algo muy importante y eran los dos sacos de lona que el médico herido (Doctor Henny, Delegado de la Cruz Roja), al fin, confiado, me entregó y yo escondí de momento, para más tarde, cuando tuve seguridad de a quién debía entregarlo, dárselo al Secretario de la Embajada francesa, dejando defraudados a todos los demás que lo deseaban.
    ”El contenido del maletín parece que estaba formado por un montón de fotografías tomadas en las calles y en las afueras de Madrid de las víctimas de los ‘paseos’ y asesinatos, y también de los militares profesionales fusilados. Las valijas diplomáticas no sé qué documentos contendrían pero debían ser del mayor interés para el Gobierno republicano puesto que fueron buscadas con el mayor afán. Parece ser que estos documentos y las fotos, de haberse publicado en Francia, habrían escandalizado en Europa y en todo el mundo. Está claro que con el derribo del avión se evitó todo esto.”
    En relación con este episodio, Félix Schlayer, cónsul y encargado de negocios de Noruega en Madrid, publicó en 1938 un libro titulado: Diplomat im roten Madrid (Diplomático en el Madrid rojo), que en España ha sido publicado recientemente por la editorial Áltera con el título Matanzas en el Madrid republicano.
    Su dramática experiencia al frente de la embajada de su nación queda reflejada en ambas obras y en estos fragmentos:
    “Un acontecimiento ocurrido en el mes de diciembre afectó al Cuerpo Diplomático y merece ser mencionado. El Delegado del Comité Nacional de la Cruz Roja fue llamado a Ginebra unos días antes de que se celebrará una sesión del Consejo de la Sociedad de naciones en la que Álvarez del Vayo (ministro de Estado del Frente Popular) pensaba desempeñar su habitual papel defendiendo a ‘Caperucita Roja’ o la ‘inocencia ultrajada’, y estigmatizando a los ‘lobos nacionales’.”
    El Delegado tenía material probatorio principalmente de los asesinatos de presos en el mes de noviembre. El avión del Gobierno francés que pensaba utilizar para el viaje llegó a Madrid procedente de Toulouse sin impedimento alguno. Al día siguiente tenía que regresar el aparato con el Delegado y dos periodistas franceses (de la Agencia Havas y Le Matin). Por la tarde, otra persona que ejercía sus funciones en el Comité Internacional, se encontró con un francés a quien conocía y que desempeñaba un papel importante en el servicio de contraespionaje rojo en Madrid. Este le dijo que el avión no saldrá al día siguiente.
    “En efecto, a la mañana siguiente el avión tenía un ‘fallo’ de motor que no se manifestó hasta el mismo momento de arrancar, con lo cual, de hecho, no pudo salir. Los viajeros tuvieron que volverse a casa a esperar. Veinticuatro horas más tarde, reparada la ‘avería’, el avión emprendió el vuelo. Cerca ya de Guadalajara, o sea, a pocos kilómetros de Madrid, vino hacia él otro avión que al principio volaba en torno suyo trazando grandes círculos. Lleva los distintivos del Gobierno rojo. El francés lo saludó, como es habitual en estos casos, con un movimiento de alas arriba y abajo para darse a conocer, a pesar de que, por otra parte, llevaba grandes distintivos de la Aviación francesa y la inscripción ‘Embajada de Francia’. El avión rojo voló a su alrededor, se alejó, cambió otra vez el rumbo, volvió, voló por debajo del avión francés y disparó sobre él con sus ametralladoras, alejándose luego a toda velocidad. El piloto francés espantado —quien me hizo personalmente este relato— descendió inmediatamente para una toma de tierra forzosa. Sólo la cabina había sido alcanzada por los disparos. Tres de sus ocupantes resultaron heridos: uno de los periodistas murió a consecuencia de sus lesiones; al otro hubo de amputarse una pierna; el Delegado de la Cruz Roja, después de permanecer en cama cuatro meses, salvó, por lo menos, su vida. Pero los ominosos documentos no llegaron a Ginebra a tiempo para no poner en apuros a Álvarez del Vayo. Entonces resultó que se trataba de la ‘agresión criminal de un avión de los nacionales al avión diplomático francés’. Y esto fue lo que la indignaba prensa roja anunció al mundo.”
    El doctor Henny viajaba a Francia, primero, y a Ginebra, después, con la finalidad de informar a las autoridades de la Sociedad de Naciones de los crímenes que el Frente Popular (los republicanos, según muchos prefieren llamarlos) llevaba a cabo sistemáticamente en Madrid. Los dirigentes del frente Popular deseaban impedir el traslado de las pruebas y lo consiguieron derribando el avión.
    El diplomático Félix Schlayer fue acompañado por Henny en uno de sus viajes hasta las fosas donde yacían sepultadas las víctimas de las matanzas en masa y la víspera de salida del vuelo de Henny fue informado por un francés al servicio del contraespionaje republicano de que el avión “no podría” despegar al día siguiente. El piloto del avión francés abatido ofreció su relato de los hechos al diplomático quien dedujo que el ataque perseguí impedir la salida de los documentos comprometedores, en realidad denunciadores, para el gobierno republicano frentepopulista.
    La misma impresión albergaba la embajada de Argentina, según el testimonio de Adelardo Fernández Arias. El encargado de negocios de Argentina, Edgardo Pérez Quesada, había acompañado a Schlayer y a Henny en su visita a una de las fosas comunes donde se daba deprisa y corriendo sepultura a las miles de víctimas de las sacas-matanzas de noviembre.
    El testimonio de la única víctima mortal del ataque al avión de la embajada francesa, Delaprée, relatado al corresponsal del Daily Express en Madrid, Sefton Delmer publicado en Trail Sinister, pp. 322 y ss., Londres, 1961). Cuenta Delaprée que Alexander Orlov, el jefe de la NKVD soviética en España, se había enterado poco antes del despegue del avión de las investigaciones de Henny y decidió impedir que éste llegara a Ginebra y las pusiera en conocimiento del Consejo de Seguridad de la Liga de Naciones. Esa imagen publicitada de una España “democrática y sola” víctima de la agresión fascista hubiera quedado anulada con la constatación documental de que la revolución soviética, auspiciada y sustentada por la Unión Soviética y el comunismo internacional, practicaba un genocidio ya experimentado en tierra rusa, persiguiendo, amenazando, deteniendo y asesinando a millares de personas tan sólo en Madrid. Orlov, en connivencia con las autoridades frentepopulistas, ordenó el ataque y derribo del avión diplomático.
    El día 10 de diciembre, neutralizada la publicación y difusión de los datos relativos a los asesinatos en masa de Paracuellos de Jarama, el republicano ministro de Estado, Álvarez del Vayo, representante ante la Sociedad de Naciones, intentó infructuosamente que este organismo internacional condenara a Alemania e Italia por haber reconocido como gobierno legítimo al de la España Nacional, presidido por Francisco Franco. El fracaso vivo motivado en gran medida por las noticias que, pese a todo, llegaban desde las diferentes legaciones diplomáticas en España confirmando los sucesos criminales dirigidos por el Frente Popular; y también porque las tropas nacionales habían llegado a la capital y se desplegaban de Sur a Norte a lo largo de la vertiente occidental.
    A los foros internacionales no llegó el impresionante informe sobre las matanzas de presos en Madrid, perpetradas masiva pero no únicamente entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936, arrojadas las víctimas a las grandes zanjas abiertas principalmente en Paracuellos de Jarama, también en Torrejón de Ardoz, Aravaca y otras localidades del oriente madrileño. Pero, curiosamente, la sombra y el silencio con que entonces se envolvió aquel tremendo holocausto se ha extendido piadosamente a lo largo de los años por decisión cristiana heroica de la Hermandad de Nuestra Señora de los Caídos de Paracuellos de Jarama, encargada de la conservación y custodia, así como del culto religioso de aquel camposanto.
(Felipe Ezquerro Ezquerro, El derribo del Potez de la embajada francesa sobre Pastrana, en Treinta y seis relatos de la guerra del 36, Legendi-AF Editores. César Vidal, La guerra que ganó Franco, pp. 251 a 254. Aportaciones documentales de José Antonio García-Noblejas, Francisco Cortijo, Louis Delaprée, Adelardo Fernández Arias, Félix Schlayer y Andrés García Lacalle).

Complementado en Memoria recobrada (1931-1939) XLV

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El imperio en América del Norte: La ruta hacia Nuevo México El Camino Real de Tierra Adentro era la ruta que llevaba desde la ciudad de México hasta la de Santa Fe de Nuevo México, actualmente capital del Estado homónimo integrado en los Estados Unidos; y durante más de dos siglos fue el cordón umbilical que mantuvo ligada a esta remota provincia del septentrión de la Nueva España. Cada tres años partía la llamara ‘conducta’, una caravana que trasladaba ganados, aperos y gentes, para mantener la colonización española en aquellas tierras. A través del Camino Real de Tierra Adentro penetró la cultura hispana en el Suroeste de Estados Unidos, ejerciendo aquí un papel semejante al del Camino de Santiago en España. El Camino Real de Tierra Adentro Cuando la corona española decide no abandonar la provincia de Nuevo México, ruinosa en todos los sentidos, sino mantenerla por razones de no desamparar a los indios ya cristianizados, el virreinato de Nueva España organiza un sistema