Recordemos aquello que fue y por qué sucedió. Esta entrega, al hilo de la precedente, Memoria recobrada (1931-1939) XXIX, reitera la infiltración y control de los agentes soviéticos en el gobierno y las instituciones del Frente Popular que dirigía la II República; en testimonio del dirigente comunista del POUM Julián Gorkin, extraído de su obra biográfica Contra el estalinismo.
Los comunistas aplican el terror durante la Guerra Civil según testimonia Julián Gorkin [Julián Gómez García, periodista y activista político], destacado miembro del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista)
“El arma más importante utilizada por los agentes soviéticos y por los comunistas españoles fue la terrorista. Los bolcheviques habían logrado afianzar su poderío en la URSS gracias principalmente al terror. Ya conocemos las instrucciones que Stalin le comunicó a Yagoda [Guénrij Grigórievich Yagoda, jefe de la NKVD, Seguridad del Estado y policía política en la URSS entre 1934 y 1936] y que éste comunicó a Orlov [Aleksandr Mijáilovich Orlov, jefe de la NKVD en España] y a todos sus colaboradores: todo en España debía quedar sometido a la GPU [la Cheká (Checa), organización de inteligencia militar y política en la URSS, integrada en la NKVD]. Krivitsky [Walter (Válter) Germanovich Krivitsky, jefe del servicio secreto militar soviético] asegura que su superior inmediato Slutsky [Abram Slutsky, jefe de la NKVD en Europa], que había recibido orden de organizar la GPU en España como lo estaba en la URSS, realizó un trabajo enorme: en diciembre de 1936 casi todo estaba bajo su control ‘y los propios ministros temblaban ante los servicios soviéticos’. El 17 de ese mismo mes, Pravda [publicación oficial del Partido Comunista entre 1918 y 1991 a guisa de periódico único] anunció que ‘la represión se llevaría adelante en Cataluña [sucesos de mayo de 1937] con la misma energía que se había aplicado en la Unión Soviética’. Se refería el portavoz del Kremlin [el diario Pravda] a los monstruosos procesos celebrados en Moscú, seguidos del fusilamiento de Zinoiviev, Kamenev, Bujarin y toda la vieja guardia de Lenin, y a las sangrientas depuraciones aplicadas en todo el territorio soviético. Lo diré en seguida: en España sólo el POUM había tenido el valor de protestar contra esos crímenes. Y fuimos los únicos en comprender que Stalin no dejaría con vida a los revolucionarios españoles, disidentes del comunismo oficial, al mismo tiempo que hacía asesinar a todos los viejos revolucionarios rusos. Pero nadie o casi nadie nos hizo caso al comienzo, creyendo que nos dejábamos llevar por nuestro antiestalinismo inveterado; cuando empezaron a comprender, era ya demasiado tarde.
“Según Krivitsky, el propio general Berzin [Yan Kárlovich Berzin, militar y político comunista soviético] envió, en marzo de 1937, un informe secreto a Vorochilov, comisario de guerra entonces, diciéndole que por todas partes había quejas sobre los abusos terroristas de la GPU en España. Este informe cayó en manos del terrible Yejov [Nikolay], sucesor de Yagoda en la Lubianka [nombre de la plaza, cercana a la del Kremlin, donde estaba el cuartel general de la KGB (siglas del Comité para la Seguridad del Estrado y Central de Inteligencia) y una prisión aneja]. Krivitsky concluye: ‘Yejov, como gran mariscal de la inmensa depuración que en aquel entonces se llevaba a cabo en Rusia, miraba a España como si fuera una simple provincia rusa’. Directamente o por personas interpuestas, la GPU lo controlaba todo en España. Prieto [Indalecio Prieto Tuero, dirigente del PSOE] dice que la ceración del SIM (Servicio de Investigación Militar) se debió a la iniciativa de ‘determinados técnicos rusos’ (GPU). Él resistió al comienzo, pero cedió al fin [para dirigir el SIM] creyendo poder controlar los nombramientos y su funcionamiento. Pero no fue así: el SIM cayó fatalmente en manos de la GPU. Prieto dice textualmente: ‘Caí en desgracia desde que, destituyendo al comandante Durán [puede ser Casimiro Durán Muñoz, uno de los protagonistas de los asesinatos en los túneles de Usera, o el actor Gustavo Durán, según este relato], quise impedir que el Servicio de Investigación Militar cayera en manos de los rusos, como cayó la Dirección General de Seguridad cuando estuvo al frente de ella el teniente coronel Ortega [Antonio Ortega Gutiérrez]’. ¿Quién era este comandante Durán? Un ex actor, al parecer sin filiación política, que había ascendido con extraordinaria rapidez, no en el frente, sino sirviendo de intérprete a los militares rusos; debía estar preparado desde tiempo para llenar una función policíaca, pues sin que lo conocieran los demás militantes comunistas españoles, gozaba de la máxima confianza de Orlov y de Stachevsky [Arthur Stachevsky, agregado comercial soviético]. Por haberle destituido Prieto de la dirección del SIM, rompió Stachevsky sus relaciones políticas y personales con él y decidió su pérdida. Y ya sabemos, por Jesús Hernández [Jesús Hernández Tomás, dirigente comunista], que Orlov preparó su asesinato accidental. Por medio del SIM, la GPU logró atemorizar a todo el mundo y dominarlo todo. Detenía, procesaba y asesinaba a su guisa. Ni los ministros, ni los magistrados, ni los abogados, ni nadie se atrevían a hacer nada contra el SIM-GPU. Cuatro días antes de mi detención en Barcelona, efectuada por Orlov, Erno Gero [Ernst Moritsovich Gere, alias Pedro, comunista húngaro, consejero del Partido Socialista Unificado de Cataluña como delegado de la Internacional Comunista y responsable de la NKVD en Cataluña] y sus secuaces, tuve una dramática entrevista con mi viejo amigo Julián Zugazagoitia [ Julián Zugazagoitia Mendieta, periodista y político socialista], ministro de la Gobernación. Me dijo éste con profunda amargura: ‘Cuatro veces he ordenado la libertad de dos compañeros suyos y el portero ha desobedecido mis órdenes. El portero obedece a un poder oculto que está por encima del ministro, de todos los ministros. No sé qué hacer’. Yo me sabía perdido quizá sin remedio, pero compadecí a aquel hombre.
“Nunca se conocerá exactamente la Guerra Civil española. En Madrid, en Barcelona, en Valencia, en Albacete tenían sus propias checas y eran espantosos los tormentos que aplicaban en ellas. Yo conocí algunas de estas checas y traté a centenares de presos que habían pasado por ellas; muchos de estos presos fueron fusilados, otros se suicidaron y otros salieron con la salud quebrantada. (En mi libro Caníbales políticos he dado numerosos datos sobre estos tormentos; existen, además del mío, otros muchos testimonios espeluznantes). No se asesinaba tan solo a los españoles anticomunistas, sino a no pocos comunistas extranjeros tibios y a numerosos miembros de las Brigadas Internacionales. Ante las acusaciones que pesaban sobre él, André Marty, por ejemplo, tuvo necesidad de justificarse ante el Buró Político del PC francés. En un informe escrito decía que la política de Valencia, no atreviéndose a juzgar a numerosos indeseables y agentes de Franco, se los enviaba a Albacete para que los incorporara a las Brigadas. “Muy pocos fueron los que se rescataron combatiendo valientemente; la mayoría se mostró incorregible y cometió nuevos crímenes. Incluso mataron a los guardianes de los campos de concentración donde los habíamos encerrado. Ante estos hechos tuve que obrar rápidamente y aplicando la pena de muerte. De todos modos, el número de los ejecutados no pasa de los quinientos, todos criminales auténticos. La situación española es seria, pero no grave. De ahora en adelante toda la España roja estará gobernada por los comunistas. Tanto la policía como los batallones de la Guardia Republicana, como las brigadas de agentes instruidos por los especialistas llegados de Rusia se comportan admirablemente y hacen verdaderas maravillas’.
“El caso más monstruoso —y que mayor escándalo produjo en España y en el mundo entero— fue el de mi amigo y compañero Andrés Nin. Ex secretario del Profintern en Moscú, fue expulsado de la URSS en 1928. Desde el comienzo de la guerra ocupó la secretaría política del POUM. Fue Consejero de Justicia del Gobierno de la Generalidad de Cataluña. Detenido por Orlov al mismo tiempo que yo, fue trasladado a Madrid y luego a Alcalá de Henares, donde se simuló un rapto que se quiso achacar a la Gestapo. Jesús Hernández a referido los espantosos tormentos a que se le sometió. Se quería obligarle a firmar una confesión reconociendo que éramos agentes de Franco, de Hitler, de Mussolini. Como los procesados de Moscú. De haber cedido a los tormentos, hubiéramos sido condenados a muerte y ejecutados en el acto. Pero Nin se negó. Y hubo que asesinarlo. El propio Palmiro Togliatti [Secretario General del Partido Comunista Italiano, máximo responsable en España de la Internacional Comunista para el cumplimiento de la línea política impuesta por Stalin] se encargó de comunicar la noticia de su asesinato al Kremlin. El sacrificio de Nin —y una violenta campaña internacional— nos salvó la vida.
“La conducta de los comunistas desmoralizó completamente a la zona republicana. ¿Valía la pena luchar en nombre de unos métodos y unos fines tan viles como los nazi-fascistas? En noviembre de 1938, los mandos soviéticos dirigieron el paso del Ebro. Una hazaña al parecer heroica. De 90.000 soldados que pasaron el Ebro perecieron 70.000. El Ejército que debía defender Cataluña quedó decapitado. Stalin retiró poco después las Brigadas Internacionales de España. Los franquistas pudieron ocupar toda Cataluña sin encontrar la menor resistencia. Unos meses después —marzo de 1939—, Togliatti y Stepanov [Stoyán Miniéevich Mínev, alias Stepanov o Moreno, militante comunista búlgaro, funcionario de la Komintern, Internacional Comunista] obligaron a Negrín [Juan Negrín, político socialista del PSOE impuesto en la presidencia del Gobierno y sostenido por los comunistas], en la zona Centro, a dar un golpe de estado comunista con el único fin de provocar un contragolpe —el del coronel Casado [Segismundo Casado López] y el general Miaja [José Miaja Menant]— que precipitaron el derrumbe general [de la zona del Frente Popular republicano]. Querían cargar este desastre en la cuenta de los otros partidos y organizaciones antifascistas y salvar el prestigio del comunismo español e internacional. Poseemos, entre otros, dos magníficos testimonios al respecto: el del jefe socialista Trifón Gómez [Trifón Gómez San José, político del PSOE y sindicalista de la UGT] el de Jesús Hernández. Este último afirma que, llegados a Moscú, Stalin y Manuilsky [Dmitri Zajárovich Manuilski, uno de los principales dirigentes de la Komintern] aprobaron todo lo hecho por sus agentes en España. El verdugo del Kremlin podía arrojar el cadáver del heroico pueblo español sobre la mesa de las negociaciones de su pacto con Hitler. Su consecuencia tenía que ser la segunda guerra mundial.”