Ir al contenido principal

La historia revolucionaria y golpista del socialismo en España (I)

Primera entrega, a modo de resumen cronológico, de la historia revolucionaria y golpista del Partido Socialista Obrero (denominación original, después Partido Socialista Obrero Español, siglas PSOE), fundado en 1879 por Paulino de la Iglesia Posse (nombre original, posteriormente modificado a conveniencia por el de Pablo Iglesias).

La trayectoria revolucionaria y golpista de las siglas PSOE (Partido Socialista Obrero Español), en origen PSO (Partido Socialista Obrero) comienza en 1879; el fundador de esta organización, Paulino de la Iglesia Posse, empleado de artes gráficas, abomina de su nombre y se hace llamar Pablo Iglesias; es una falsedad que sus partidarios orillan hasta difuminarla en el olvido. Lo que aún hoy se conserva de aquel incipiente socialismo marxista y revolucionario decimonónico, pese a los denodados esfuerzos de borrado, es lo que publicó Miguel de Unamuno en 1895, tras su conocimiento directo del PSOE aunque recién ingresado, componiendo el siguiente retrato de un partido socialista que acabó reprobando agriamente: “Soy socialista convencido, pero, amigo [su amigo Mújica a quien escribe la carta de la que se extrae este párrafo], los que aquí figuran como tales son intratables: fanáticos necios de Marx, ignorantes, ordenancistas, intolerables, llenos de prejuicios de origen burgués, ciegos a las virtudes y servicios de la clase media, desconocedores del proceso evolutivo. En fin, que de todo tienen menos sentido social. A mí empiezan a llamarme místico, idealista y qué sé yo cuántas cosas más. Me incomodé cuando les oí la enorme barbaridad de que para ser socialista hay que abrazar el materialismo. Tienen el alma seca, muy seca, es el suyo un socialismo de exclusión, de envidia y de guerra, y no de inclusión, de amor y de paz. ¡Pobre ideal! ¡En qué manos anda el pandero!”

    El planteamiento político del partido socialista fue en inicio y desarrollo hasta 1939 de revolución y golpe de Estado. Entre febrero y marzo de 1939 tuvo lugar la última guerra con armas convencionales que enfrentó a la facción del PSOE aliada con los comunistas de Stalin y a la facción contraria a la obediencia soviética representada en lo civil por Julián Besteiro y en lo militar por el coronel Segismundo Casado; posteriormente, las luchas intestinas surgieron en el extranjero por quién se apropiaba de los bienes incautados en España (el ladrón que roba al ladrón), destacando la enconada pugna de Indalecio Prieto contra Juan Negrín.

    Transcurrida una década de andanza preparatoria, el mismo Paulino de la Iglesia Posse (Pablo Iglesias) crea un sindicato de clase, apéndice de propaganda y tropa de la organización política PSOE, que fue presentado como Unión General de Trabajadores (UGT).

    Con ambas estructuras balbuciendo sus discursos en paralelo, el fundador suelta frases lapidarias al viento que arrastra la discordia: “Nosotros estamos dispuestos a vencer, no a defendernos. A matar y a dejarnos matar. A todo”. “Queremos la muerte de la Iglesia. Para ello educamos a los hombres y así le quitamos conciencias”.

En el periodo de 1909 a 1910, en plena campaña militar en el Protectorado de Marruecos defendiendo los intereses de España en la zona, estalló la que ha pasado a la historia como Semana Trágica, suceso con el foco principal en Barcelona. Unidos a los anarquistas, con fuerte implantación en Cataluña y Aragón, el PSOE alienta y facilita la expansión de los disturbios callejeros, los actos vandálicos con incendios y estragos, la matanza de religiosos y la profanación de tumbas.

    Satisfecho con su iniciativa de agitación y enfrentamiento, Iglesias Posse desafía inequívocamente a quien se le oponga (Diario de Sesiones del 7 de julio de 1910): “El Partido Socialista viene a buscar aquí (Las Cortes españolas) lo que de utilidad puede hallar, pero la totalidad de su ideal no está aquí; la totalidad entiende que ha de obtenerse de otro modo. Es decir, que este partido está en la legalidad mientras ésta le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad, como han estado todos los partidos, cuando ella no le permita alcanzar sus aspiraciones”. Por si no bastara el mensaje, lo amplía con señalamiento directo e invocación de muerte provocada hacia el entonces presidente del Gobierno Antonio Maura, a quien deseaba vehemente derribar del estrado político, por si se le ocurría presentarse de nuevo a las elecciones: “Nosotros hemos llegado al extremo de considerar que antes de que Su Señoría suba al Poder debemos ir hasta el atentado personal”. Esta advertencia ya la había formulado el presidente del PSOE y único parlamentario en las Cortes españolas allende el hemiciclo; luego, ese día lo ratificó ante el conjunto de los diputados.

La revolución bolchevique trasciende de las fronteras rusas: es la gestación del imperio soviético (que llegará hasta 1989, año de la caída del muro de la vergüenza en Berlín, sin apenas variaciones reales en su formato original).

    En 1917 el partido socialista instiga la huelga general revolucionaria de corte bolchevique y asume en su integridad ideológica el Manifiesto Comunista, queriendo la implantación en España de la dictadura del proletariado que llevara aparejada la destrucción de la Iglesia, del Ejército, de la Magistratura y de toda autoridad no reconocida ni ejercida por el régimen soviético. En un artículo propio, abajo indicado, se expone lo sucedido.

    No obstante, en 1923, el PSOE bendice el directorio establecido por el general Miguel Primo de Rivera incorporándose su máximo dirigente, Francisco Largo Caballero, al Consejo de Estado y varios dirigentes relevantes en los consejos de Trabajo, Interventor de Cuentas y en otros órganos gubernamentales a los que accedieron sin que les fuera impuesto.

El intento revolucionario de 1917 había fracasado rápidamente. Los siguientes golpes de Estado en Jaca y el aeródromo de Cuatro Vientos, también fracasados, pero anticipo de un cambio de régimen, tuvieron lugar en 1930 y con el beneplácito de los socialistas en conjunción con las familias republicanas.

Pero 1931 consumó el golpe de Estado y la avanzadilla de la revolución socialista. Hubo acciones que pueden calificarse de terroristas, protagonizadas por elementos de partido y sindicato, previas a las elecciones municipales del 12 de abril, cuyo resultado de amplia victoria de las candidaturas monárquicas fue inmediatamente subvertido por socialistas y republicanos, con la imprescindible tolerancia de los propios monárquicos, acobardados incluso con la victoria, y las Fuerzas de Seguridad que aceptaron la toma de las calles por la masa organizada de republicanos y socialistas, provocando más las segundas que las primeras violencias conminatorias, saqueos y ocupaciones. Así de ilegal e ilegítima quedó proclamada la II República.

    En el gobierno del primer bienio, 1931 a 1933, participó decisivamente el PSOE, siendo, por tanto, responsable en su debida proporción de cuanto en ese periodo acaeció: redacción de una Constitución sectaria, persecución de la Iglesia católica y de los católicos practicantes, quema de instituciones y edificios religiosos (que en palabras de Azaña no valían en conjunto la vida de un solo republicano ejecutor), represión de la actividad anarquista, censura y cierre de las publicaciones impresas de tendencia derechista y monárquica, fomento de huelgas salvajes y tolerancia hacia el crimen por ideología (la desplegada por el Gobierno).

    En 1933 y bajo el mandato de Francisco Largo Caballero nacieron las Juventudes Socialistas, organización del PSOE controlada por los dirigentes del PSOE (hasta que el entonces para los socialistas traidor Santiago Carrillo, responsable de las mismas, pasó en bloque a todos sus integrantes a la disciplina del Partido Comunista), a las que se instruyó con el ejemplo soviético (no en vano a Largo Caballero se le apodaba el Lenin español) de la milicia paramilitar, fuerza de choque dedicada a la agitación y la violencia callejera.

Apartados por las urnas del Gobierno de España a finales de 1933, los socialistas con los separatistas catalanes de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC, partido fundado en 1931) y también, aunque con menor peso específico, sectores republicanos burgueses y los anarquistas sobre todo en Aragón, pusieron en marcha la siempre engrasada maquinaria golpista.

    En octubre de 1934 se desataron las violencias bélicas que anticipaban la contienda de 1936 a 1939. En un artículo propio, abajo indicado, se explican los acontecimientos.

    Prodigándose en los anuncios, los principales dirigentes socialistas avanzaron desde su fracasado golpe de Estado el escenario de guerra que acabaría cubriendo España. Menudearon las proclamas, los avisos y las incitaciones a ese enfrentamiento inevitable, como así resultó.

    Las fraudulentas elecciones de 1936 impulsaron la bolchevización del PSOE (Largo solicitó de la Unión Soviética ayuda material y asesores para conquistas el poder por medio de la insurrección armada), integrado en la coalición electoral denominada Frente Popular, que quiso capitalizar en exclusiva pero que los comunistas, aún más arteros y constantes, al servicio de la Unión Soviética de Stalin, atrajeron a su seno: primero eliminando a los cabecillas del PSOE Prieto y Largo Caballero y a continuación situando a otro socialista, Juan Negrín, en la presidencia títere de un gobierno de Frente Popular que de un plumazo había anulado a los republicanos (colocando en la nada de la Presidencia de la República a Manuel Azaña y en la de las Cortes a Diego Martínez Barrio, ambos masones) y por las armas, el crimen y la tortura a los socios anarquistas y a los comunistas de la línea trotskista (repudiada con la pena de muerte por el mandamás Stalin).

    La gota que derramó el vaso fue el asesinato de José Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936 a manos de la guardia personal de Indalecio Prieto, mandada por un capitán de la Guardia Civil.

La actividad criminal del PSOE durante la guerra, muy especialmente en la retaguardia porque en ella es mayor la seguridad, se condensa en las checas y en las incautaciones y expolios de los bienes de sus víctimas y de las de todo el Frente Popular; es decir: robo, secuestro, abuso, tortura y muerte.

    Tanta era la ambición de poder, un poder hegemónico y de ser posible omnímodo, como la impericia y desastre de la gestión social y económica. La zona dominada por el Frente Popular naufragó en la ruina material (por ellos deseada como una técnica efectiva y rápida de forzar la dependencia del poder y su derivada la esclavitud) y la miseria moral (por ellos patrocinada con el fin de cegar las iniciativas personales).

    Varias belicosidades con el marchamo del ajuste de cuentas acompañaron la desaparición en el mapa del PSOE, hasta su rescate y recomposición institucionalizada a partir de 1976.

Artículos complementarios

    Todos los publicados en Memoria recobrada (1931-1939)

    Incitación a la violencia

    Año 1917: Los trasfondos doctrinales y el propósito revolucionario

    Año 1934: Conspiración, alzamiento y guerra

    Eso de la libertad para el marxismo bolchevique

    El tesoro del Vita

Entradas populares de este blog

Las tres vías místicas. San Juan de la Cruz

Siglo de Oro: La mística de san Juan de la Cruz Juan de Yepes y Álvarez, religioso y poeta español, nacido en Fontiveros, provincia de Ávila, el año 1542, estudió con los jesuitas, trabajó como camillero en el hospital de Medina del Campo, e ingresó a los diecinueve años como novicio en el colegio de los carmelitas con el nombre de fray Juan de Santo Matía. Prosiguió sus estudios en Salamanca y en 1567 fue ordenado sacerdote. Regresó entonces a Medina del Campo, donde conoció a santa Teresa de Jesús, quien acababa de fundar el primer convento reformado de la orden carmelita y que tanto le había de influir en el futuro. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús Imagen de stj500.com Juan de la Cruz se hallaba animado de los mismos deseos reformadores de la santa, y había conseguido el permiso de sus superiores para mantenerse en la vieja y austera devoción de su orden.; desde ese momento tomó el nombre de fray Juan de la Cruz y comenzó la reforma del Carmelo masculin

Descubridor del Eritronio-Vanadio. Andrés Manuel del Río

Mineralogista y químico, el madrileño Andrés Manuel del Río Fernández, nacido en 1764, es el descubridor del elemento químico Vanadio. Andrés Manuel del Río Imagen de omnia.ie En su infancia escolar destacó en el aprendizaje de latín y griego, posteriormente se graduó de Bachiller en Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, y en 1781 inició sus estudios de física con el profesor José Solana.     Andrés Manuel del Río fue un alumno modélico en Física y Matemática. El ministro José de Gálvez en 1782 lo incorporó en calidad de pensionado en la Real Academia de Minas de Almadén, para que se instruyera en las materias de mineralogía y geometría subterránea con los maestros internacionales elegidos para el desarrollo científico e industrial de España. En Almadén dio inició su largo periplo por instituciones científicas de prestigio, forjando la actividad profesional que le caracterizaría. El propósito de la Corona por favorecer el desarrollo de la minería y la metalurgia en España y

El Camino Real de Tierra Adentro. Juan de Oñate

El imperio en América del Norte: La ruta hacia Nuevo México El Camino Real de Tierra Adentro era la ruta que llevaba desde la ciudad de México hasta la de Santa Fe de Nuevo México, actualmente capital del Estado homónimo integrado en los Estados Unidos; y durante más de dos siglos fue el cordón umbilical que mantuvo ligada a esta remota provincia del septentrión de la Nueva España. Cada tres años partía la llamara ‘conducta’, una caravana que trasladaba ganados, aperos y gentes, para mantener la colonización española en aquellas tierras. A través del Camino Real de Tierra Adentro penetró la cultura hispana en el Suroeste de Estados Unidos, ejerciendo aquí un papel semejante al del Camino de Santiago en España. El Camino Real de Tierra Adentro Cuando la corona española decide no abandonar la provincia de Nuevo México, ruinosa en todos los sentidos, sino mantenerla por razones de no desamparar a los indios ya cristianizados, el virreinato de Nueva España organiza un sistema