En un caserón de la plaza de los Pajes de Bruselas los españoles establecieron la primera Academia militar que hubo en el mundo. Corría el año 1674, reinaba Carlos II en España, y por aquel entonces los soldados españoles confraternizaban en Flandes con los aliados holandeses y con los ingleses casi amigos, enfrentados en guerra contra los franceses de Luis XIV.
El origen de la Academia lo narra como sigue quien fuera primer director de la Academia, Sebastián Fernández de Medrano:
“En 1674, luego que concluyó la campaña, como me hallase de alférez reformado (disponible forzoso) resolví pasar a España a tiempo que el señor duque de Villahermosa, capitán general de los Estados de Flandes, entraba en el gobierno del país. Y como aquellos famosos maestres de campo, que tan experimentados había entonces, y en particular don Diego Gómez de Espinosa, don Luis de Acosta Quiroga y don Joseph Manrique, estaban informados de mi habilidad, y al mismo tiempo establecían cuatro o cinco mil hombres en los Tercios y regimientos llamados ‘cadetes’, que eran hijosdalgo o hijos de oficiales, con directores que les enseñasen lo que pertenece al arte marcial y marinería, con entretenimiento de dos reales de plata cada uno, y supiesen los referidos maestres de campo que yo pretendía pasar a España, previnieron a dicho señor duque diciéndole que tenían noticia del celo con que yo me aplicaba, y que sería acertado, en lugar de darme licencia, que se estableciese una Academia militar para el Ejército, en la cual se adquiriese una facultad de que tanto se carecía en el nuevo modo de guerrear. Lo cual pareció tan bien a Su excelencia, que luego me envió a llamar para hacer un servicio al rey formando un seminario marcial del que fuese director.” Tomado de la obra titulada Mosaico militar, de Luis Bermúdez de Castro y Tomás. La primera Academia militar de la historia llevó por nombres alternados Escuela de Flandes y Escuela General de Batalla.
Sebastián Fernández de Medrano estudiaba en la Universidad de Salamanca cuando sintió la llamada de la milicia. Por méritos fue ascendiendo y reconocida su fama le correspondió dirigir la primera Academia militar del mundo. En ella demostró cierta la confianza depositada con el nombramiento. Ejerciendo la dirección del innovador centro docente, Sebastián Fernández de Medrano publicó su obra Rudimentos o Principios geométricos y militares, exponiendo su método de trabajo. Dotado de un elevado espíritu, de gran cultura y no menos grande discreción. Ascendido a maestre de campo en 1689, culminó su carrera militar con el empleo de sargento general de batalla, equivalente actual al de jefe de Estado Mayor, en 1694.
La Academia ingresaba anualmente a treinta oficiales alumnos y treinta soldados cadetes de los Tercios y de los regimientos. Duraba la estancia dos cursos o años, sin interrupción para los oficiales, y tres cursos o años para los cadetes. Los alumnos más aplicados podían ampliar sus estudios otro año, saliendo con cédula de ingenieros o arquitectos militares y todos instruidos en Geometría, Arte de escuadronar (Táctica), Fortificación, Artillería, Tratado de la Esfera, Navegación, Dibujo, Arte de marchar y acampar, Levantamiento de planos con instrumentos y sin ellos, idioma francés, Esgrima y Natación. Los alumnos percibían en el periodo de aprendizaje cinco escudos mensuales, además del haber que les correspondiese por su empleo en el Ejército. Las plazas de profesores se cubrían con antiguos discípulos, calificados por el director Fernández Medrano.
Los premios a los destacados consistían en tres medallas de oro, que llevaban grabado en el anverso el busto en relieve del rey Carlos II y la leyenda Carolus Dei gratia Hispanorum e Indiarum Rex, y en el reverso las figuras de los dioses de la mitología griega Marte y Palas sosteniendo un plano de fortificación coronado por la inscripción Palladis et Martis Studio praemia miles Medranea tibi docta palaestra dicat. Las medallas se colgaban del cuello: la del primer premio pendiente de una cadena de oro doble, la del segundo premio pendiente de una cadena de oro sencilla, y la del tercer premio se sujetaba a una cinta de seda roja.
Las clases se impartían en español y en latín, mientras que los libros de estudio eran traducidos del español al francés, italiano y alemán.
El régimen diario en la Academia era de lo más estricto en cuanto a la conducta de los alumnos. Las ideas de honor y caballerosidad formaban el cimiento de la educación, y en cuanto a la técnica, asimismo era extremada la severidad dado que oficiales y cadetes servirían en el futuro destinos de importancia en el ejército de los Países Bajos y en los virreinatos de Indias.
La Academia militar fundada por los españoles en Bélgica sirvió de modelo para las siguientes en Madrid, Sevilla, Barcelona, Orán y Túnez, disponiendo de los mismos textos pedagógicos del Fernández Medrano que recorrieron toda Europa en calidad de pioneros de la enseñanza militar.