El Imperio en el Mediterráneo: Acciones navales contra turcos y venecianos
El general de las galeras de Nápoles, Francisco de Rivera y Medina, nació en la toledana localidad de Mascaraque hacia 1582. Sus dos hazañas frente a turcos y venecianos en los combates de Celidonia y Ragusa respectivamente lo han izado al pabellón de los grandes almirantes españoles.
Con cinco galeones y un patache venció a cincuenta y cinco galeras turcas en el combate de Celidonia; con quince galeones venció en el combate de Ragusa a una escuadra veneciana compuesta por dieciocho galeones, seis galeazas y treinta y cuatro galeras.
Combate de Celidonia
Pedro Téllez de Girón, duque de Osuna, era virrey de Nápoles. Tuvo entre sus prioridades desde el principio de tan alta responsabilidad el fomento de las escuadras del virreinato, que resultó modélica en la Marina de guerra española. Al frente de una de sus divisiones navales nombró a Francisco de Rivera, un distinguido marino que tenía por capitana al galeón Concepción, y que reunía bajo su mando a otros cuatro galeones: Almiranta, Buenaventura, Carretina y San Juan Bautista, y al patache Santiago. Esta escuadra fue reforzada con mil mosqueteros españoles.
Dispuesto al combate en aguas enemigas, Rivera recaló sobre Chipre y tras reconocer varios puertos, entre ellos el de Famagusta, puso a la escuadra de crucero a la altura del cabo Celidonia confiando que ante la escasez de barcos el enemigo atacaría inmediatamente. En efecto, el día 14 de julio de 1616 apareció en su clásica formación de media luna una poderosa escuadra de cincuenta y cinco galeras: doscientos setenta y cinco cañones turcos contra noventa y cinco españoles, y aproximadamente doce mil hombres contra más o menos dos mil.
La maniobra de Rivera situó a tres de sus galeones y el patache en línea y proa con popa, dejando en segunda línea a los dos galeones restantes como reserva y para evitar el envolvimiento. A las nueve de la mañana rompieron el fuego las dos escuadras hasta que al anochecer la turca se retiró con ocho galeras escoradas por los disparos españoles y sin que hubieran podido abordar los pocos barcos que les hacían frente cual su intención.
El día 15 los turcos se acercaron a tiro de mosquete, lo que agravó sus pérdidas al caer la noche aunque se habían dividido en dos grupos. Los españoles atinaron bien con sus disparos de enfilada.
El día 16 los turcos realizaron su último esfuerzo, grandemente decidido, llegando por dos veces a rozar la capitana española. Pero el patache los acometió con su artillería de flanco provocando su huida a eso de las quince horas después de haber hundido una galera, desarbolado dos y dañado de consideración otras diecisiete.
Los tres días de combate acabaron deshaciendo la escuadra turca. El fuego a corta distancia de los galeones españoles resultó demoledor, contrarrestando la notoria inferioridad numérica. Las bajas estimadas por parte turca ascendieron a tres mil hombres entre jenízaros, marineros y remeros, a las que se añade lo referido a las galeras. Por parte española fueron treinta y cuatro los muertos y noventa y tres los heridos graves, sin daños de importancia en los barcos.
Combate de Ragusa
Las escuadras españolas del virreinato de Nápoles dominaban el mar Adriático cuando la República de Venecia intentó sustituir con su poder el de España.
Al mando de quince galeones, el general Francisco de Rivera zarpó de Mesina el 9 de noviembre de 1617 con orden de patrullar el estrecho de Otranto. Rivera visitó Brindisi antes de penetrar en el Adriático, pero la misión de patrulla quedó alterada en su travesía por la irrupción combinada de vientos y corrientes. La escuadra de Rivera derivó hacia Ragusa, donde llegó el día 19, para descubrir a la escuadra veneciana con dieciocho galeones, seis galeazas y treinta y cuatro galeras.
Al atardecer del día 21 se desplegaron los venecianos en formación de media luna, característica de los marinos turcos, aproximándose a la escuadra española ya de anochecida. No hubo combate nocturno. Al amanecer los venecianos iniciaron el ataque con un nuevo acercamiento, pero los galeones españoles aprovecharon en la alborada el viento de levante ganando formación y línea. Francisco de Rivera lanzó a su capitana al ataque y a continuación toda la línea española en apoyo, rompiendo los quince barcos un fuego intenso y certero, “sin perder bala”, sobre una apelotonada escuadra veneciana que maniobraba torpemente ante el embate de la española.
La única posibilidad de los venecianos, aunque remota, de variar su mala situación, era la de intentar el abordaje de los barcos españoles; pero como en ellos embarcaban los temidos y temibles Tercios, optaron por la lenta y penosa retirada. El viento impedía el acercamiento de la escuadra española a la en retirada veneciana, por lo que esta fase del combate se decidió a cañonazos, teniendo toda la ventaja los españoles.
El combate de Ragusa se prolongó catorce horas, hasta la caída de la noche. Los venecianos sufrieron unas cuatro mil bajas entre muertos, heridos y ahogados o desparecidos en el mar, por unas trescientas de los españoles; en cuanto a los barcos, los venecianos perdieron cuatro galeras y la mayoría de los barcos a flote mostraba grandes daños, incluida la acribillada y desarbolada capitana.
Las secuelas del combate aparecieron de inmediato. Mientras la escuadra de Rivera perseguía de noche a la veneciana, estalló una violenta tempestad que obligó a los españoles a dirigirse a Brindisi y a los venecianos a Manfredonia. Pero los barcos venecianos continuaron su debacle perdiendo en esta ruta trece galeras y una galeaza además de otros dos mil hombres; una derrota completa.
Nuevamente resultaba victorioso Francisco de Rivera en clara inferioridad numérica de barcos.