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El astrónomo y meteorólogo Augusto Arcimís

Doctor en farmacia, políglota, astrónomo, fundador y primer director del Instituto Central Meteorológico de España y fotógrafo, el sevillano nacido el año 1844 Augusto Arcimís Wherle fue el primer meteorólogo profesional en España.

    A la edad de cuatro años con su familia se trasladó a Cádiz para que pudiera estudiar al más alto nivel y luego administrar los negocios familiares. Habiendo destacado en el aprendizaje de idiomas, al concluir el bachillerato ingresó en la recién inaugurada Facultad de Farmacia y allí también se doctoró. Pero nunca ejerció la profesión farmacéutica atraído como estaba por la observación del cielo —los observatorios de San Fernando y Cádiz le contemplaban—, motivo por el cual accedió su familia a costear un recorrido didáctico por los observatorios astronómicos punteros de Francia, Alemania e Inglaterra; quedándose a residir en Londres durante un tiempo. Esta ruta consolidó su interés por la astronomía a la par que le despertó la pasión por la meteorología. De vuelta a Cádiz, Augusto Arcimís instaló un observatorio, modesto pero eficiente, en su casa que llamó La Specola.

    En su observatorio cabe suponer que efectuó las primeras observaciones espectroscópicas realizadas en España. Acto seguido, corriendo la década de los setenta, colaboró con numerosas revistas internacionales y participó activamente en círculos astronómicos prestigiosos, nombrado miembro de la Royal Astronomical Society of London en 1875 y de la Società degli Spettroscopisti Italiana en 1874.

    Introducido en la órbita de la Institución Libre de Enseñanza por su amistad con Francisco Giner de los Ríos, nació en 1887 la idea de organizar el Instituto Central Meteorológico, cuya dirección fue ganada opositando por Arcimís. Durante los veintitrés años al frente del instituto, entre 1887 y 1910, procuró emprender e innovar. Desde 1874, había entablado relación docente con astrónomos de prestigio e integrado en círculos académicos para mejor desarrollar su actividad astronómica. A partir de su experiencia y proyectos iba publicando artículos en revistas extranjeras acreditadas defendiendo la importancia de la técnica espectroscópica como la vía para entender la composición química de las estrellas y catalogarlas según sus espectros luminosos.

La introducción de la técnica espectroscópica significaba la ruptura con la instrucción tradicional de la astronomía descriptiva o de posición.

    Augusto Arcimís presentó su procedimiento internacionalmente, pero en Francia no obtuvo eco; la animadversión que sentía por el astrónomo Camille Flammarion, y sus sociedades espirituales también proliferando en España, un rechazo científico y personal a la recíproca, erigió un muro de indiferencia entre la ciencia española y la francesa.

    Precisaba un tejido de astrónomos aficionados que postularan su renovación científica en astronomía y meteorología; era indispensable era la fundación de observatorios astrofísicos y servicios meteorológicos servidos por aficionados voluntariosos y capaces de asumir la innovación.

    Recopilando su conocimiento astronómico y el de los principales astrónomos internacionales escribió El Telescopio Moderno, obra de consulta y de iniciación.

La fascinación de Augusto Arcimís por la Meteorología fue temprana. Con la introducción en España de su variante dinámica avino un cambio en la concepción estática de la atmósfera y una notable mejora en la prognosis o avance de la predicción del tiempo. En su obra La circulación atmosférica y de una serie de artículos sobre la meteorología dinámica, defendió la importancia de la circulación del aire. La buena acogida en las agrupaciones meteorológicas y los círculos académicos fomentaron la publicación de Meteorología, tratado de carácter divulgativo acerca de los sondeos atmosféricos.

    En 1884 pasó a ocuparse de las cátedras de Astronomía física y Dinámica de la atmósfera en la Institución Libre de Enseñanza.

    No obstante tales cargos, desde su responsabilidad en Instituto Central de Meteorología, publicaba a diario en el Boletín Meteorológico la predicción del tiempo.

Augusto Argimís Wherle

Imagen de bne.es

La observación de los niveles altos de la atmósfera tuvo su inicio a finales del siglo XIX con globos aerostáticos, de utilidad militar y civil.

    El Servicio de Aerostación Militar, con sede en Guadalajara, dirigido por el ingeniero militar Pedro Vives y Vich impulsó en España y desde España la exploración de la atmósfera. Aprobada la iniciativa por el Gobierno, el Parque Aerostático de Guadalajara del Cuerpo de Ingenieros militares fue elegido para la realización mensual de los estudios. Para las capas medias, hasta 5.000 metros de altura, las ascensiones correspondían a globos libres tripulados por oficiales del Servicio que anotaban, para cada altura y hora, la temperatura y la dirección y velocidad del viento. Para altitudes mayores se utilizaron globos sondas fabricados en el Parque.

    La buena sintonía entre el coronel Pedro Vives y Augusto Arcimís facilitó que el astrónomo y meteorólogo participara en los vuelos acompañado por los oficiales; en las actas de la Comisión para la Aerostación Científica Arcimís figura como miembro junto al coronel Vives.

    Es destacable su aventura atmosférica subido al globo tripulado Urano, formando equipo con el ingeniero militar Alfredo Kindelán Duany, uno de los pioneros de la Aviación militar española, para observar el eclipse de Sol de 1905. Este eclipse concitó un enorme interés en la comunidad científica nacional e internacional; de ahí que el Servicio de Aerostación dispusiera en la ciudad de Burgos, donde el eclipse sería total, la ascensión de tres globos para observación y experimentación. Pese a las deficientes condiciones atmosféricas en fecha tan señalada, los tripulantes del globo Urano lograron culminar algunos de los previstos experimentos y observaciones, y Arcimís fotografías del anillo de Ulloa y del espectro de Brocken; las primeras realizadas a bordo de un globo durante un eclipse total.

La afición por la fotografía de Augusto Arcimís se reveló pública y documentadamente en 2012, cuando fortuitamente aparecieron en el convento soriano de la Merced, sede de la Fundación Duques de Soria, nada menos que ochocientas treinta y cinco placas de cristal estereoscópicas descubriendo fenómenos meteorológicos y aeronáuticos, patrimonio histórico-artístico de Aranjuez, La Granja, Toledo, Alcalá de Henares, Burgos y Madrid, tomadas entre 1897 y 1907.

Obra destacada

El Telescopio moderno, entre 1878-1879.

La circulación atmosférica, de 1895.

Astronomía popular. Descripción general del cielo, de 1901.

Meteorología, de 1902.

Artículos complementarios

    Federico Faura y José María Algué

    El Servicio de Aerostación del Ejército

    Josep Comas y Solá

    Vicente Doz y Salvador Medina

    Comisión Hidrográfica de Filipinas

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