En honor al lugar que los reunía año tras año para celebrarse se denominaban los silvanos. En honor al matrimonio dueño de la posada real que tan bien los trataba esos días de ludismo físico e intelectual —jugando se aprende—, Félix y Eva, proclamaban que eran el feliz grupo de la residencia Silván.
—Afortunados de volver.
—Cuánto nos alegramos de que vuelvan.
Al matrimonio Silván le fascinaba aquella compañía peculiar que gastaba en su establecimiento una notable cantidad de dinero, mucho humor sin alharacas y propuestas originales asimiladas al desafío.
El décimo aniversario del grupo silvano —que rápido pasa la vida cuando se mira por el retrovisor— concitó una suerte de apogeo en aquel feudo a resguardo de la intemperie metafórica; lo que supuso en efecto, pues no cabían en las mentalidades reunidas los dispendios obscenos, un incremento proporcionado a la conmemoración en los derroches pecuniario, humorístico, conversacional y propositivo, que debían satisfacerse en alto grado y sobre los que se rendirían cuentas en el siguiente periodo de sesiones D.m. Ni que decir que el matrimonio Silván echó el resto, queriendo participar de los fastos desde su posición anfitriona.
—La casa es sólo para vosotros los cuatro días —anunciaron al habitual representante de los felices silvanos cuando telefoneó para la reserva.
—¿Nos dejan a nuestro antojo los hospederos en su encantadora morada? —bromeó al recibir la noticia—. Mira que si de la noche a la mañana un mal viento nos transforma en ocupadores de casa ajena vais a tener que rezar mucho a la autoridad para sacarnos.
—Nada de eso. Félix y yo disfrutaremos con vosotros apuntándonos a todo lo que organicéis.
—Hecho.
Veinte habitaciones de estilo autóctono en una sólida arquitectura de dos plantas humedecida por un travieso manantial incluso en los meses fríos, quedaron a disposición de los clientes a medida que llegaban a su destino, con el reparto estipulado antes de la recogida de llaves. No había diferencia en las habitaciones que despertara envidias o recelos, siendo adjudicadas desde la primera vez por sorteo, a excepción de la elegida por el promotor de la reunión inaugural, origen de las sucesivas, que ya conocía el beneficio que reportaba la posada Silván.
Jaime Cortés se alojaba en la habitación número cuatro. Llegó un poco antes que los demás, cual era en él preceptivo, y tras el saludo jovial y el desahogo del equipaje, salió a respirar el aire incontaminado y a poner oído a la sinfonía acuática. Estaba a gusto en su paseo solitario y a la espera de unirse a sus compañeros en la sala de butacas, de cara a los caros personajes, con un año más de experiencia y desgaste a cuestas, y las lenguas de fuego manso en la rústica chimenea de leña. Un cuadro evocador.
—Henos sanos y fuertes.
—Más viejos y más sabios.
Toda biografía narrada en primera persona es una suma de momentos.
Los anfitriones Silván adornaron cada habitación con un ramo de flores silvestres rociadas con agua del manantial.
—Nos preciamos de cultivar lo efímero.
—Naha es tan efímero como un humano sin obra que legar —replicó Jaime Cortés, agradeciendo de nuevo el detalle.
Las pinturas enmarcadas en las habitaciones y demás paredes de la posada llevan la firma de artistas locales y comarcales; todas muestran el imperio perenne de los elementos y la pugna infinita que los enfrenta sin odio ni rencor ni una victoria que acarree derrota a los demás contendientes.
La posada es un banco de pruebas comercial.
—¿Se venden?
—Se compran, se alquilan, se prestan y se regalan. Depende del caso a las peticiones que haga el autor.
—Algo de sentimental tiene este negocio —apreció el silvano anticipado recorriendo la pinacoteca.
Un sentimentalismo bucólico que incluía en los retratos de la naturaleza, aunque con un protagonismo reducido, diríase testimonial, a las aves en vuelo, a la cabaña doméstica con sus individuos grandes y pequeños que cumplían con lo que saben y se les pide para beneficio mutuo en la historia común.
Las pinturas en sus cuadros, igual que la posada con los posaderos y asimismo los clientes celebrando en grupo lo que consideraban irrenunciable, registran en cada momento y en cada acto la visión del observador, acometiendo un análisis propio de alcance indefinido que lo involucra para sí y los demás en una dinámica imaginativa, en una experiencia promocional de cuanto se atesora y coteja, se estudia, comparte y difunde a voz solista y en coro.
—Brindo por la inventiva culinaria.
—Tenemos unos cocineros muy apañados.
Al amor de la lumbre avivada por la energía presente…
—No somos iluminados, ¿verdad, amigos?
—Confirmadme que no me he equivocado de asamblea. Me preocuparía haber caído en una celada siniestra.
—Asistes a un congreso forense de muy reputados especialistas, órgano dilucidador de causas y concurrencias y sus aparejados efectos.
—Aquí no hay trampa ni cartón, ni circo ni claque. Somos los que estamos, pero, afortunadamente, no estamos todos los que somos.
… los viejos ideales de la persona trascendente se oponían a la planificación del hombre nuevo, un irrenunciable objetivo marxista teorizado desde los materialismos dialéctico e histórico que, recogida la herencia mohosa en un cajón de mueble y edificio en ruinas, había adaptado también a su conveniencia el progresismo totalitario.
—La tentación de controlar vidas y haciendas al por mayor. Reza la coplilla: “Con pan y vino que yo me gano y tú no me quitas se anda el camino”.
—La praxis de alienar con sartas de abalorios y terrones. La coplilla reza: “Por el pueblo y para el pueblo me adjudico el gobierno y aquí me las traigan todas”.
Al calor de las exposiciones en el recinto privado, la escena adquiría visos luminiscentes de iniciativa guerrera y libertad flamígera en la enseña…
—El juego de la dialéctica envolvente multiplica los monstruos que la fantasía abandonada de la razón crea.
… El hombre nuevo para el futuro que se diseña en laboratorio, la novedosa y maleable producción de los transformadores sociales renovados con los ciclos históricos, es el intérprete del caudal regulatorio que lo anega y su adicto cumplidor.
—Un ser desposeído de esencia.
—Un organismo adulterado.
—Anulada la percepción, disminuida la capacidad y corrompido el sentimiento para que ni en conjunto ni por separado superen el nivel de los estímulos condicionados.
—Mascotas bípedas implumes que obedecen por premio, promesa y miedo.
—Yo no elegiría a tales compañeros de viaje.
—Ellos a ti tampoco, puedes darlo por seguro.
—Favor que me hacen.
La propaganda divide a la sociedad en buenos y malos; los seres buenos son los adaptados, los seres malos son los que perjudican, y hasta impiden, el progreso de la humanidad. Los seres buenos se ponen a la cola que sea sin rechistar, aguardan pacientemente turno y responden obedientes al emplazamiento para lo que fuere.
—De los seres malos, esos que maldicen los decretos y los impuestos, esos que cuestionan irónicos el sarcasmo de las agendas solemnes y la terminología altisonante, no hay memoria a la que recurrir en su descargo.
—Ni radiotelevisión financiada con partidas presupuestarias, dicho en román paladino subvenciones millonarias para desinformar al dictado, que los ampare.
El humano injertado en la posverdad y en la posmodernidad tecnológica atiende las recomendaciones —órdenes edulcoradas con dibujos rudimentarios, bailes y cantos purgantes— de los medios de comunicación bajo control con la fe del converso y la credulidad enfermiza de un desahuciado. Asimilado como esclavo del mundo feliz progresista, este ser desnaturalizado expresa en público su bienestar con el discurso aprendido y la risa tonta —la réplica perfecta de la mueca del lerdo, cuando a las cosas se las llamaba por su nombre—, agradecido por pertenecer a una sociedad gobernada por psicópatas, vividores y plutócratas que han convertido al ser humano en un artilugio de mantenimiento simple: alimento, espectáculo, delirio y propaganda.
—Este hombre nuevo cederá su título, sin ceder su necedad, cuando a burro muerto la cebada al rabo; cuando una vez su utilidad haya caducado y esté en el banco de pruebas la oportuna sustitución que mantendrá el tan pomposo como vacuo apelativo de hombre nuevo.
—En otras palabras, el negocio de la manipulación no tiene límite.
—Ningún límite que mida el tiempo y el resultado ni, por supuesto, límite alguno determinado por las esferas ética y moral.
—Que es otra manera de llamar a la conciencia.
El cielo que rodea la tierra, anotó el poeta en su cuaderno de inspiraciones, la arcadia que progresa al infinito por una senda romántica.
Música de fuego y agua en el punto de partida de la deconstrucción.
Anotó el poeta en su cuaderno: Mis sentidos ven lo que oyen.
Jaime Cortés hizo hincapié en el epílogo de la jornada inaugural que la tarea en curso continuaba siendo la demolición de la utopía, esa gran farsa de enorme penetración y rentabilidad que con sus fucilazos de propaganda y conceptos melosos permitía tiranizar a los complacidos autómatas.
Cuatro días bien aprovechados dan para disfrutar de excursiones, comidas, visitas guiadas, conciertos, propuestas y resoluciones de entidad que guardan vigencia de año en año.