Pianista, compositor, crítico musical nacional e internacional y docente, el sevillano Joaquín Turina, nacido en 1882, es una de las figuras destacadas de la creación musical en España durante la primera mitad del siglo XX. Impregnada de un nacionalismo tardío, con matiz populista y de atrevida técnica, su música fue muy apreciada por su depurado estilo.
Desde muy joven mostró afición a la música. Recibió lecciones introductorias de piano y a los quince años de armonía y contrapunto. A esta edad debutó como pianista en Sevilla, obteniendo un gran éxito que le animó a emprender su primer viaje a Madrid.
En la capital de España llamó a todas las puertas para conseguir la aceptación de su ópera La sulamita, de tema bíblico, incluso llamó a la de Manuel de Falla con quien en adelante mantendría una amistad entrañable. Mientras le llegaba la oportunidad de darse a conocer, siguió estudiando piano en el Conservatorio de Madrid. En 1905 estrenó en Madrid su zarzuela Fea y con gracia, sainete sobre texto de los hermanos Álvarez Quintero. Ese año se trasladó a París donde conoció entre otros a los músicos Claude Debussy, Maurice Ravel, César Franck y Florent Schmitt, recibiendo valiosas enseñanzas de ellos. Aconsejado por músicos españoles, prosiguió en París su formación musical. Fueron nueve años de estudio y trabajo que le presentaron como pianista y compositor.
Finalizaba la primera década del siglo XX cuando Isaac Albéniz le propuso modificar su tendencia hacia la música francesa introduciendo en sus composiciones el espíritu del folclore andaluz. Esta orientación enseguida se manifestó en la suite para piano Sevilla y en la Sonata romántica sobre un tema español, obras de 1909, y es notoria en el Cuarteto n.º 1, ‘De la guitarra’, para dos violines, viola y violoncelo, de 1911, cuyo tema principal está escrito sobre seis notas cordales de la guitarra.
Su consagración tuvo lugar el año 1913 con el estreno en Madrid del poema sinfónico La procesión del Rocío, éxito que a continuación se repetiría en París.
A partir de 1915, y habiendo recibido en Madrid junto a Manuel de Falla un homenaje, dirigió la orquesta del teatro Eslava, donde estrenó algunas de sus obras. En 1918 efectuó una gira por España al frente de la orquesta de los Ballets de Diaghilev, y dos años después escribió sus famosas Danzas fantásticas y fue premiado por su Sinfonía sevillana.
Además de componer y dirigir, actuó como pianista en Londres, París, en las sociedades filarmónicas y culturales españolas, en Lisboa, Oporto, Bruselas y otras ciudades de Europa.
En el ámbito de la composición escribió un importante número de obras para piano y para la música de cámara, la escénica, la sinfónica y la vocal, con gran acierto.
Joaquín Turina
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Compaginó la creación musical con la crítica y la literatura, de la que también era aficionado. En 1931 fue nombrado catedrático de composición en el Conservatorio de Madrid, aplicando nuevas técnicas en los métodos de estudio.
Es autor de la Enciclopedia abreviada de la música, de 1917, reeditada en los años cuarenta, y del Tratado de composición, escrito entre 1947 y 1950. En 1946 recibió el título de académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando