Al adentrarse con cautela de duda en el recinto festivo remanecieron las dudas sobre la procedencia de asistir a la gala junto a esa gente variopinta, no obstante su homogeneidad, que retrasaría al máximo cada una de las apariciones incumpliendo a propósito el horario. Le acometía una tribulación de inseguridad, crecida al bajar del taxi que lo había conducido puntualmente, relacionada con el motivo que le indujo a aceptar la invitación.
Aun queriendo, y quería, le costaba percibir el beneficio que iba a sacar presentándose como si tal cosa en la Gala de la popularidad, ni si en la mejor de las expectativas lograría el favor para su causa. Pues era evidente que el posicionamiento de su causa, a qué engañarse, estaba muy distante por detrás de las ambiciones que en un goteo programado fluían ante la concurrencia mediática. Vertiente bien sabida por la exigua facción organizadora —el firmante de la invitación que le provocaba a mostrarse en el bazar— a la que debía en unos ajetreados minutos estar rodeado de celebridades al uso engalanadas para su celebración con todas las trazas de gusto y disgusto imaginables.
Pase y foto. Pase y comentario. Repaso y saludo.
Un mimetismo quizá de ensayo, tal vez interiorizado, puede que aprendido para la puesta en escena de las contradicciones y las analogías mercadeadas.
Un envoltorio que en nada le concernía, como pudo comprobar a golpe de vista, reafirmándose en ello, tras cada oleada de gente anunciada famosa. Sin embargo, pese al voluntario apartamiento, y por fuerza discreto, de quien está fuera de su elemento, admitió sentirse atraído por el desfile de posturas y expresiones con sedimento de uniformidad —modos a la moda— perceptible a partir de un análisis riguroso, constitutivas de historia para un historiador de la disciplina.
De esa rama de unicidad curiosa pendía el invitado, entretenido con el prólogo del espectáculo, incluso cómodo, gracias a la mentalización, situado al margen de los focos, cuando su invitador agitó el otero y lo bajo a tierra.
—Es el encanto de lo indescifrable, se justificó pisando el suelo.
—De indescifrable no tiene ni el humo —replicó su gentil anfitrión—. Es puro teatro de consumo fácil y rápido, el teatro del negocio, el entremés de una vida que se acorta y alarga según el rédito que de ella se obtenga.
La ficción que alimenta y encarama, la ficción que desborda, la que compite, la que se impone a la realidad que todavía no es ficción. La alternativa que se produce por demanda y es gestionada, al tiempo, por interés.
El misterio que se presenta en público antes ha sido desvelado a los patrocinadores, aunque es posible, por no decir seguro, que haya una parte menos fraudulenta dispuesta a surgir, no precisamente tímida, en el marco idóneo para nadar y guardar la ropa, asimismo guiada por los patrocinadores. A un lado enemigos, al otro aliados, y en medio la polémica que surte el negocio.
—Fúndete en el maremágnum y mercadea tu cosecha como cualquier hijo de vecino aprovechando su oportunidad —animó el anfitrión al abstraído con su diferencia.
—¿Cuál es mi arma?
—Despierta curiosidad. —Recurso infalible.
Una curiosidad que no agotara en dos frases.
—¿Me convierto en un ser enigmático? —En la quintaesencia del enigma que ya prefiguraba con su falta de notoriedad.
—Que tu hada madrina te transforme en un tipo original y ameno, de los que caen en gracia sin la vana pretensión de ser gracioso, selectivo en los contactos e indiferente a las habladurías. Que con su magia te metamorfosee en un receptor de anuncios y emisor de novedades. Eso funciona un rato, lo bastante. Si necesitas más, apáñate con tu ingenio.
—¿Si necesito más rato o más recursos?
Habiendo aceptado acudir a la Gala de la popularidad tenía que desempeñarse acorde a su decisión. Adelante con los faroles: abrió la puerta de la feria como quien regresa a su casa tras un viaje cargado de equipaje.
Con el primer auxilio del invitador —el padrino que bautiza y coloca en la rampa de despegue— fue introducido en una reducida sociedad dúctil con las personalidades estrafalarias —la sociedad de los etiquetadores—, mientras cogido a esa liana resbaladiza se iba exhibiendo a los afluentes de manera estudiadamente casual, valga la paradoja.
El juego de buscar las coincidencias podía divertir a los jugadores de ocasión al producirse el encuentro, inevitable en un espacio reducido con efusiones permanentes. Viniera o no a cuento, si apetecía el protagonismo, la velada daba para una distracción frívola, añadiendo leña a la fogata veleidosa, y no poco ejercicio de instinto, explotando la innovación anómala de la rara avis en todos los aspectos contemplados.
—¿De dónde vienes?
—De recorrer las vías de comunicación trazadas por los españoles en América durante los siglos XVI a XVIII.
—¿De dónde eres?
De la Escuela de Salamanca, el primer foco organizado de liberalismo en el mundo.
—¿Qué idioma hablas?
—La lengua española, el idioma perfecto que se habla igual que se escribe y se lee y fue la primera lengua universal.
Era una declaración de principios inserta en la tarjeta de visita, exhibida ante reacios a tomarla, que en aquel festejo resultaba estrambótica desde el prisma de la ortodoxia, o, maliciándolo, tirando a desafiante, a una chulería afrentosa.
Tuvo la sensación del paracaidista que desciende orientado en territorio por conquistar: si lograba posarse evitando daños propios, luego quedaba a expensas del parecer ajeno por la intervención que una minoría, aislada en su pequeñez, había solicitado.
—¿De qué América vienes?
Extrañó a sus interlocutores de ronda inicial las andanadas de ese individuo cuya extravagancia mal compaginaba con la asumida por las diversas representaciones de las tendencias en la gala. En cambio, a su invitador, aún pendiente de la evolución en la desenvoltura de su invitado sorpresa, le satisfizo y lo demostraba.
—¡Díselo, a ver si han estado donde tú los que presumen tanto conocen de allí y tanto van y tanto copiado se traen para aquí!
Lo dijo con respetuosa ufanía y moderada erudición:
—Vengo de un aleccionador trayecto por las universidades que fundaron los españoles en América, “otorgando el mayor bien y merced que a esa tierra se podía hacer”, en palabras del virrey de Nueva España Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón. La primera en orden cronológico fue la de Santo Domingo, inaugurada el 28 de octubre de 1538, en la isla de La Española, bautizada de Santo Tomás de Aquino, siguiendo el modelo de la fundada por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros en Alcalá de Henares.
Bajó la marea dejando un amplio espacio vacío de dinamismo en torno al viajero de la pródiga cultura.
—Si la masa no acude a tu reclamo, ve tú a por los conductores de la masa. Inmiscúyete en el circuito promocional y marca una huella profunda… Una huella… ¿Cómo calificas la huella de España en tu obra?
—Indeleble. La huella indeleble de España.
—Pisa fuerte, pisa con garbo, que hay vida y público para todos los gustos de puertas afuera. Dale la vuelta a este mundo.
Juan Sebastián Elcano tardó treinta y siete meses en circunnavegar por primera vez la Tierra, Pedro Ordóñez de Cevallos recorrió los cinco continentes durante treinta y cinco años y aproximadamente 165.000 kilómetros, Pedro Cubero Sebastián dio la vuelta al mundo contra el Sol en un apostolado de nueve años, la fragata acorazada Numancia realizó la primera circunnavegación del planeta de un buque de guerra, y el marino y militar Ignacio María de Álava y Sáenz de Navarrete completó la primera vuelta a la Tierra por mar al mando de su Escuadra en defensa de los intereses de España.
El invitador lo izaba a la cresta de la ola informativa que recorría la gala.
—Transmite el legado de nuestra historia en este acto, sácalo resumido de tu página en Internet y paséalo repartiendo verdad y orgullo de una herencia majestuosa.
La herencia civilizadora del imperio más extenso e integrador de la historia.
—Somos herederos del legado jurídico, social, artístico, descubridor y humanista de España. Yo presumo de esta herencia.
El anfitrión le había revelado las dos caras del horizonte en la travesía por el parque de las celebridades.
—Si sabes distinguirlos, y si no lo sabes haz un cursillo acelerado, separa al informador del informante.
Le recomendó que separara el trigo de la paja. Dicho lo cual fue a dar una vuelta por el recinto colorista y efervescente con un ojo retrovisor vigilando a su patrocinado. Por si acaso.
Los informadores saludaron con cierta reserva al insólito polo de atracción en una gala semejante, pero movidos por la curiosidad personal, tanto como la inducida desde la profesión y la competencia, cada uno quería descifrar al personaje ganando una exclusiva de las que promete secuelas o entierra al muerto; un saludo al que dentro del marco respondió en el mismo tono. Los informantes, a la zaga de los periodistas duchos en el trato con el famoseo, ubicándose en el peldaño anterior al estrado recogerían con sus antenas las señales inconvenientes transmitiéndolas enseguida y en su tenor literal a la sala de guardia del comité de contraprogramación; a estos no saludó porque no le saludaron.
La premisa de que el conocimiento siempre es válido activó la conversación y los dispositivos móviles, en realidad nunca suspendidos en sus funciones de captura, envío y recepción de comunicados.
Al hilo de esta dependencia tecnológica, impulso y sostén de cobros y pagos, explicó a los informadores de primera fila que Julio Cervera Baviera fue pionero en la radiotelefonía mundial, allá por 1902, y por ende el inventor de la radio; en los años 1901 y 1902 mantuvo las emisiones regulares durante tres meses entre Tarifa y Ceuta y entre Jávea, Cabo de la Nao, e Ibiza, Cabo Pelado. Por su parte, a Rodrigo Sánchez Arjona corresponde el mérito de haber establecido la primera comunicación telefónica europea entre Fregenal de la Sierra, su localidad natal, y Sevilla el año 1880; extendida después la prueba hasta la ciudad de Cádiz, con idéntico buen resultado, supuso la primera línea telefónica que funcionó en el mundo.
Avivado el interés ante tamaña declaración, los informadores, que iban sumando curiosos e ignorancia a corregir, y a su espalda los informantes, acopiando datos a velocidad de orden, se lanzaron a beber de esa fuente impensada en aquella gala, pero soltando descargas tópicas tales como “una flor no hace primavera”, “la casualidad es un factor a tener en cuenta”, “la ciencia es el talón de Aquiles de los españoles”, “los inventos son asunto de otros”, “la excepción hace la regla”.
—¿Algún otro fenómeno que nos hemos perdido? —preguntó alguien en la frontera del escepticismo con la admiración.
Su invitador observaba la escena satisfecho. La espoleta estaba activada, la mecha corría, el imaginado bombazo de la velada podía surtir efecto. “Abrúmalos, es la oportunidad”.
Calculadamente, dueño de la situación ahora que había llegado el momento, amplió el repertorio de hechos, dichos y nombres con la cadencia del triunfador en la ocasión que pintan calva y se coge por los pelos.
—De España se valora, y no se discute ni siquiera dentro de sus fronteras, el arte y la literatura, que son ámbitos exportables.
Miguel de Cervantes y el Siglo de Oro literario: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Quevedo, Góngora, Gracián, Tirso de Molina; los místicos santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Leopoldo Alas, Jacinto Benavente, Concha Espina y Camilo José Cela; Antonio de Nebrija con la publicación de la primera gramática del mundo en el siglo XV y la Gramática del Idioma Filosófico Universal de Bonifacio Santos Ochando, publicada en 1851, lengua antecesora del esperanto; la novela picaresca, el esperpento y la greguería, las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, las crónicas de Bernal Díaz del Castillo y el humor inteligente de La Codorniz. Diego Velázquez, Francisco de Zurbarán, Luis de Morales, Bartolomé Esteban Murillo, Francisco de Goya, Joaquín Sorolla, Juan Gris y Salvador Dalí, en pintura; la familia Siloé, Gregorio Fernández, Pedro de Mena, Salzillo, Luisa Roldán y las cuatro Águilas del Renacimiento, en escultura; Juan de Herrera, Antonio Gaudí, el arte plateresco, el mozárabe y el mudéjar, el estilo churrigueresco, el gótico isabelino y el conjunto del arte español en América en arquitectura y decoración.
Ciencia literaria, pictórica, escultórica y arquitectónica.
—De músicos y compositores se conoce, y no demasiado, el siglo XX, y no debería ser así únicamente. Leo:
Tomás Luis de Victoria, cima de la música sacra occidental en el último tercio del siglo XVI y principios del XVII; el musicólogo, compositor y creador de instrumentos durante el siglo XVIII Antonio Soler Ramos; Cristóbal de Morales, exponente del arte musical litúrgico en el Renacimiento; Antonio de Cabezón, maestro en la técnica del contrapunto e innovador en la armonía en el siglo XVI; el nacionalismo musical innovador de Isaac Albéniz, Manuel de Falla, Enrique Granados, Joaquín Turina, Joaquín Rodrigo, Jesús de Monasterio y Felipe Pedrell; el padre de la guitarra de concierto Andrés Segovia.
Ciencia musical.
Las denigraciones, hijas de la envidia, zumbaban sarcasmos en la partida de los informadores. En la era tecnológica a quién atañían las antiguallas.
Captó el oído el menosprecio de segunda fila y al instante surgió la réplica, pero sin afectaciones, como si nada hubiera escuchado y nada carente de inteligencia esperara escuchar proveniente de esa zona contaminada.
—Sin echar a volar la imaginación, que no hace falta, demos el mérito que tienen a los pioneros españoles de la aviación.
Diego Marín de Aguilera, con su Recurso volátil efectuó en 1793 el primer vuelo documentalmente demostrado de la historia; Jesús Fernández Duro, con el globo aerostático Cierzo atravesó en 1906 por primera vez la cordillera de los Pirineos; Emilio Herrera Linares creó en 1918 un túnel aerodinámico pionero en Europa e ideó en 1928 el primer traje espacial de la historia; Carlos de Haya estableció en 1929, junto con Cipriano Rodríguez, las marcas mundiales de velocidad aérea en circuito sobre 5.000 y 2.000 kilómetros, e inventó el Horizonte Artificial-Integral Giroscópico y un calculador de vuelo para los aviones; Cipriano Rodríguez, además de lo indicado junto con Carlos de Haya, voló de Sevilla a Bata, capital de la Guinea española peninsular, sin escalas en 1931 e inventó un sistema eléctrico para la navegación aérea; Fernando Rein Loring voló en solitario dos veces de Madrid a Manila, capital de las islas Filipinas, los años 1932 y 1933; la familia Pombo, caso único en el mundo, ofreció cuatro generaciones aeronáuticas en el siglo XX, destacando por sus vuelos en solitario entre Santander, su localidad de nacimiento, y Ciudad de México, y la travesía del Atlántico Sur entre Bathurst, capital de Gambia, y Natal, en Brasil; los vuelos del Jesús del Gran Poder, de Sevilla a Nassiriah, en Iraq, de un salto en 1928, y de un salto en 1929 de Sevilla a Río de Janeiro; el vuelo del Plus Ultra en 1926 entre la onubense localidad de Palos de la Frontera y la capital argentina Buenos Aires, uniendo por primera vez las dos orillas del océano Atlántico; el vuelo del Cuatro Vientos de Sevilla a La Habana, en la isla de Cuba, el año 1933; el vuelo de Madrid a Manila de la Escuadrilla Elcano en 1926 con tres aviones; y el vuelo de la Patrulla Atlántida con travesía aérea de Melilla a Guinea española en formación los tres aeroplanos.
Ciencia aérea.
El poder averiguar lo que oculto suele mantenerse es algo indescriptible con las palabras que habitualmente expresan las emociones cotidianas.
La atención del público había sido atrapada en una breve exposición hilada desde la memoria, sin necesidad de capturas de pantalla que luego sirven de prueba, desmentido o validación, en compañía de otros sentimientos nobles e innobles según la procedencia y el destino. A la escucha, los informadores y los informantes alternaban los comentarios por lo bajo, a dos niveles, dispares la mayoría, incluso cauce para la controversia en sus filas respectivas, y con vivacidad de reportero, alguno sí lo era, barajaban preguntas que expandieran aquella oratoria imprevista hacia la respuesta deseada.
El invitador en su parcela a cubierto asentía fausto a la expectación que con su destreza —sinónimo de arte— había generado.
A su vez, el invitado estaba cómodo en la lidia investido del poder de anticiparse a las preguntas, o eliminarlas o modificarlas, divulgando ciencias insospechadas.
—Eso está muy bien, pero no es exactamente…
No eran los nombres dados la clase de científicos ni el tipo de acontecimientos a los que suele aludirse en una tertulia convencional, de las que se emiten por televisión y radio, ni que decir si la tertulia oscilaba en el espectro de colores rosa, amarillo y negro.
—Entonces —propuso diligente— para calmar el ansia de conocimiento que se ha apoderado de los presentes enumeraré a insignes personajes de la ciencia militar.
Los fue depositando en la tribuna de autoridades mundiales en la materia, empezando por don Pelayo en la Reconquista, siguiendo por el Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar; Hernán Cortés, Francisco Pizarro; Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán; Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba; Álvaro de Bazán, Juan de Austria, Blas de Lezo, Bernardo de Gálvez, Francisco Javier Castaños, Juan Prim; La Trinidad de Flandes: los maestres de campo Julián Romero, Sancho Dávila y Cristóbal de Mondragón;Ana María de Soto, la primera mujer infante de Marina; María la Bailaora, la única mujer que combatió en la batalla de Lepanto vestida como un soldado varón; Saturnino Martín Cerezo, el último de Filipinas.
—A insignes personajes de la ciencia náutica, la cartografía, la cosmografía y la hidrografía.
Tales como los hermanos Pinzón, Juan de la Cosa, autor del primer mapamundi conocido; Juan Fernández de Sotomayor, Vicente Tofiño, Antonio de Ulloa y Jorge Juan, ambos descubridores de las propiedades del platino y de la verdadera figura y magnitud de la Tierra; Damián Churruca, Dionisio Alcalá Galiano, José de Mazarredo y Juan de Lángara, ambos fijaron la coordenada longitud por las distancias lunares; Alejandro Malaspina, José Bustamante, Juan Díaz Maqueda y Juan Vernacci, Alonso de Arellano, Gonzalo Gómez de Espinosa.
El desconcierto generado por su traza expositiva, que mantenía un número importante de testigos a merced de sus palabras, era un factor con el que supo aliarse para avanzar en la conquista.
—De las ciencias naturales:
José Celestino Mutis, ilustre patriarca de los botánicos; Francisco Hernández con la enciclopedia de la naturaleza más importante del mundo, en el siglo XVI; Félix Rodríguez de la Fuente, precursor de la divulgación de los universos animal y vegetal; Antonio José de Cavanilles, iniciador del aprovechamiento ordenado y eficiente de los recursos naturales; Eduardo Hernández-Pacheco, eminente geólogo y paleontólogo; Ángeles Alvariño, pionera de la investigación oceanográfica.
—De las ciencias física, química y matemática:
Julio Rey, innovador de la matemática, con su nombre dado a un cráter de la Luna; el astrónomo Josep Comas, descubridor del asteroide Hispania y del procedimiento estereoscópico para la localización de asteroides; Enrique Moles y la determinación de los pesos moleculares; el docente y divulgador científico Esteban Terradas, elogiado por Albert Einstein; Ángel del Campo, reconocido internacionalmente por su magisterio en Física y Química; el descubrimiento de los multipletes por Miguel Catalán; Jenara Arnal, la primera doctora en Ciencias Química de España y una reputada científica a nivel internacional; Blas Cabrera, embajador de la Sociedad Española de Física y Química; José Chaix participó en los cálculos del arco de meridiano en los que se basa el sistema métrico decimal y la fijación del metro; el Análisis Dimensional de Julio Palacios; Fausto y Juan José Elhuyar estudiaron medicina, cirugía, química, matemáticas, física e historia natural, descubrieron el Wolframio-Tungsteno, el primer elemento químico descubierto sin ser extraído directamente de la naturaleza; Andrés Manuel del Río, descubridor del elemento químico Eritronio-Vanadio; Álvaro Alonso Barba y su método para la explotación de la plata.
—De la ciencia médica y bioquímica:
El premio Nóbel Santiago Ramón y Cajal, descubridor de las neuronas como unidad básica del sistema nervioso y del papel fundamental que éstas tienen en la transmisión del impulso nervioso; Miguel Sabuco y Luisa de Oliva Sabuco con su Nueva Filosofía de la Naturaleza del hombre, que explica en el siglo XVI las sensaciones y el efecto de las pasiones; Jaime Ferrán con la primera vacuna de germen conocido aplicable a las personas; Francisco Javier Balmis, Isabel Zendal y José Salvany, médicos y enfermera a cargo de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna a principios del siglo XIX, que supuso la primera campaña de vacunación mundial de la historia; Margarita Salas, descubridora de la proteína que se encarga de copiar el ADN; Fidel Pagés con su descubrimiento y aplicación de la anestesia epidural; Gregorio Marañón, médico, humanista, escritor, científico, docente e historiador, facultativo e intérprete del paciente; Francisco Valles, apodado el divino, el Hipócrates español, el Galeno español, artífice de la Anatomía Patológica moderna en el siglo XVI; Miguel Servet, con su descubrimiento en el siglo XVI de la circulación menor de la sangre; Luis Mercado, sintetizador de la Medicina en el Renacimiento y precursor de la Pediatría moderna; Santiago Grisolía, autoridad mundial en Bioquímica, maestro y destacado investigador de la enzimología y los ciclos metabólicos.
—Es sin duda una relación de científicos notable —expresó un atento seguidor que no había perdido ripio.
El lenguaje corporal de los reunidos por la voz discordante en la gala de la popularidad bregaba concentrando los reflejos de quienes perseguían desorientar al ponente y su audiencia a base de carraspeos, palabras al aire cerrado sopladas y vaivenes de hartazgo, y de quienes permeables a la información estimulaban la síntesis histórica a pie firme y compostura.
Con el ambiente propicio y el enemigo atrapado entre dos fuegos, el expositor de las ciencias patrias derivó hacia derroteros de letras.
—Ciencia de humanistas y filósofos.
La Escuela de Salamanca, directora en el mundo de Economía, Política y Ciencia Jurídica. La Escuela Complutense de Filosofía y Teología. Ramiro de Maeztu, siglo XX: “Los hombres son iguales en punto a su libertad metafísica o capacidad de conversación o de caída”. Juan Huarte de San Juan, siglo XVI: “Ninguno de los pensadores clásicos ha dicho con distinción y claridad qué naturaleza es la que hace al hombre hábil para una ciencia y para otra incapaz; ni cuántas diferencias de ingenio se hallan en la especie humana; ni qué artes y ciencias corresponden a cada uno en particular; ni con qué señales se había de conocer qué era lo que más importaba”. Jaime Balmes, siglo XIX: “Son claves de la Filosofía el problema del conocimiento cierto y la evidencia de la verdad”. Francisco de Vitoria, siglo XVI: “Hay que someter a juicio racional los temas más conflictivos y candentes en cualquier época”. Francisco Suárez, siglo XVI: “La verdadera realidad de la cosa es el compuesto, la propia realidad de lo espiritual no consiste en su especificidad sino en su individualidad propia e intransferible; la individuación se halla en el compuesto mismo en virtud de su modo o forma de unión de la forma y la materia”. Juan de Mariana, siglo XVI: “Tirano es el que todo lo atropella y todo lo tiene por suyo”. Marcelino Menéndez Pelayo, siglos XIX y XX: “El imperecedero valor de lo propio”. Benito Arias Montano, siglo XVI: “El hombre completo es el entregado al conocimiento y a la recopilación de saberes y materias, a la divulgación en los ámbitos correspondientes y a la enseñanza”. Julián Marías, siglo XX: “Lo inferior como superior, lo regresivo como progreso”. José Ortega y Gasset, siglo XX: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Eugenio D’Ors, siglo XX: “El predominio de la norma y el orden universal tanto aplicados a la sociedad como al arte”. Ángel Amor Ruibal, siglos XIX y XX: “El método correlacional es la relación entre posiciones extremas en busca de los límites de cada una de ellas”. Juan Luis Vives, siglo XVI, contrario a la sofística en que ha degenerado ampliamente la dialéctica y crítico con la doctrina escolástica y el argumento de autoridad, reivindica el valor de la experiencia y proclama su desconfianza ante la metafísica. Domingo Báñez, siglo XVI, autor del sistema de premoción física. Luisa de Medrano, siglo XVI, humanista, poeta, elocuente y erudita, figura como la primera catedrática en la historia de España en la época de Isabel la Católica. Luis Abad Carretero y la filosofía del instante, siglo XX. Pedro Laín Entralgo, proponente de la filosofía de la esperanza, siglo XX.
Con la llama viva y flexible, el anuncio inmediato de las ciencias política, diplomática y jurídico legislativa devino en una renovada expectación.
—La ciencia política y de gobierno de san Isidoro de Sevilla, Fernando III el Santo, Alfonso X el Sabio,los Reyes Católicos, Francisco Jiménez de Cisneros, Carlos I, Felipe II, Carlos III, Gaspar Melchor de Jovellanos, Antonio Cánovas del Castillo, Diego de Saavedra Fajardo, principal teórico político del Barroco y uno de los más influyentes tratadistas de la Edad Moderna. La ciencia diplomática de Ángel Sanz Briz el Ángel de Budapest, Bernardo de Cólogan, Ruy González de Clavijo, Antonio de Montserrat (autor del primer mapa conocido del Himalaya); las embajadas europeas de Bernardino de Mendoza en el siglo XVI, las presidencias de Bernardino de Rebolledo durante el siglo XVII en los principales Consejos de las Cortes europeas; Ruy González de Clavijo embajador en Samarcanda el siglo XV. La ciencia legislativa del visigodo Liber Iudiciorum en el siglo VII; el compromiso de Caspe; las capitulaciones de Santa Fe; la obra maestra de ciencia política, legislativa y humanista que son el testamento y codicilo de la reina Isabel la Católica otorgados en 1504; la legislación de las Juntas de Defensa Nacional en 1808; el Real Consejo de Indias; las Leyes Nuevas de 1542 y la declaración universal de los derechos humanos de 1550 en Valladolid; las Cortes de León de 1188, el primer parlamento democrático de Europa; la Comisión de Burgos de 1512; la Constitución liberal de 1812, la Pepa; el pensamiento liberal español de los siglos XVI a XIX; las Instituciones españolas de la frontera en el Nuevo Mundo; las Ordenanzas de 1573.
Una curiosidad de expectativa la del público acentuada con la relación, aún más forzosamente abreviada, de los exploradores que descubrieron nuevas tierras y gentes para la humanidad.
—Apuntados ya los nombres de la ciencia náutica, la cartografía, la cosmografía y la hidrografía, y los nombres de la ciencia militar, hete ahora otros de igual calado.
Juan de Oñate, Francisco de Orellana, Juan Ponce de León, Pedro Páez de Xaramillo, Juan Ortiz de Zárate, Pedro de Mendoza, Juan de Garay, Salvador Fidalgo Lopegarcía con la bandera de España en Alaska; Juan José Pérez Hernández, Esteban José Martínez, Juan Francisco de la Bodega y Quadra, Gabriel de Castilla, descubridor de la Antártida; Pedro Sarmiento de Gamboa; Manuel Iradier, Álvaro de Mendaña e Isabel Barreto; Pedro Fernández de Quirós, Luis Váez de Torres, Francisco Vázquez de Coronado, Hernando de Soto, Mencía Calderón; Manuel Román y José Gumilla, Francisco Antonio Mourelle de la Rúa, Inés Suárez y Pedro de Valdivia, Miguel López de Legazpi, Fray Andrés de Urdaneta y su tornaviaje; Juan Rodríguez Cabrillo, Fray Junípero Serra y Gaspar de Portolá, Vasco Núñez de Balboa, Pedro Menéndez de Avilés, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Félix Cardona, Felipe González de Haedo, Domingo Boenechea; Juan Bautista de Aza, Isidro de Atondo, Fray Francisco Tomás Garcés, Alonso de León y José de Escandón, Antonio Rivera y Silvestre Vélez de Escalante, Pedro de Villasur, Lucas Vázquez de Ayllón; Francisco de Hoces, Juan Ladrillero, Álvaro de Saavedra Cerón, Ruy López de Villalobos, Íñigo Ortiz de Retes; Bernardo de la Torre, Alonso Álvarez de Pineda, Esteban Gómez, Antonio de Andrade; Emilio Bonelli, José Solano y Bote, Pedro de Alvarado, Ramón Larramendi con su catamarán polar; las extraordinarias navegaciones oceánicas de la nao Santiago, de la carabela San Lesmes y de la fragata Buen Fin entre los siglos XVI y XVIII.
El éxito del juego se había consumado aproximadamente en quince minutos de tránsito fugaz. El agotamiento en el invitado rara avis se hacía patente debido a la celeridad expositiva, aunque le quedaba cuerda para explayarse otros diez minutos si los circunstantes lo permitían.
—Interesante, ¿verdad? —irrumpió el invitador perspicaz aterrizando de su sobrevuelo—. Muy interesante. Pero faltan nombres y datos. La exposición no puede quedar cercenada por una prisa fingida. Si algo sobra a los asistentes a la gala es el tiempo para expandir su ociosidad.
La acumulación de datos y nombres aturdía a los profanos informadores, escocía a los asiduos informantes y recreaba al flujo de curiosos, cada uno desde su perspectiva siguiendo la huella del conocimiento brindado inesperadamente en bandeja de gala.
—A España se debe:
Real de a Ocho, la primera moneda universal surgida en el siglo XVI. Ruy López de Segura, primer campeón mundial de ajedrez en 1573 y creador de la apertura española. La ONCE, modelo mundial de integración y capacitación. El Galeón de Manila, la ruta española que unió por mar tres continentes. Juan Gilabert Jofré, fundador del primer hospital del mundo para enfermos mentales. Pedro Ponce de León, precursor del lenguaje de signos para los sordomudos. La Escuela Universalista Española, autora en el siglo XVIII del estudio comparado de disciplinas humanistas y científicas. Isabel Rodríguez, pionera mundial en el ejercicio de la medicina y creadora en el siglo XVI del Cuerpo de Enfermeras. La Escuela de Traductores de Toledo, compendio del saber universal. La Zarzuela y la Tuna, la Jota, el Flamenco y la Copla. La primera Academia Militar del mundo. La Santa Hermandad, primera policía del mundo. La primera Infantería de Marina del mundo. La primera Guardia Real del mundo. El fuerte español de Gracia Real de Santa Teresa de Mose, en la península norteamericana de Florida, donde amparados por los españoles se refugiaban los esclavos negros huidos de las colonias británicas. La guerrilla y las partidas de guerrilleros, presuponiendo el carácter nacional de la guerra, manifiesto en la colaboración plena del pueblo que adopta una posición beligerante ante una invasión.
A esta altura de la prolija información se había certificado de manera fáctica la popularidad del invitado fuera de lugar. En otras palabras, se demostró que cabía en la gala por derecho, aunque la gala no hubiera sido ideada para el lucimiento, puesta de largo o libre disposición de alguien con tal orientación. Y también que la audacia tiene su merecida recompensa, como recordó el invitador a su invitado con una sonrisa cómplice.
—Los muros acaban cayendo si se pone empeño.
—Ayuda a conseguirlo el apropiarse de la curiosidad, virtud y defecto autónomo de su envoltorio.
Retener a los congregados otra andanada de conocimiento que incrementara el asombro, dulce para unos, amargo para otros, exigía afinar la puntería. Para ello apostó por cuatro religiosos de sobrado empaque: Martín de Rada, el primer sinólogo de la historia; Francisco Javier, patrón de las misiones, divulgador del cristianismo en Asia; Domingo de Guzmán, creador de la Orden de Predicadores; José de Calasanz, a quien se debe la primera escuela pública gratuita de Europa.
Desatada la polémica en torno a un individuo fuera de sitio, con tinte agrio y acusador a rebotes en las murmuraciones de la fila trasera en el hemiciclo improvisado, la pugna entre marchar con aspaviento y burla de los achicharrados informantes o quedarse hasta la conclusión del acto —todo lo que empieza acaba— recogiendo muestras que insuflan el orgullo patrio de los informadores y terceros acogidos al espectáculo fuera de programa.
—Para que no se diga que la invención nacional es inexistente, aquí va un catálogo de invenciones españolas:
El submarino de propulsión eléctrica de Isaac Peral. El Autogiro de Juan de la Cierva. Blasco de Garay, precursor de la navegación a vapor. Manuel Jalón, la fregona y la jeringuilla hipodérmica desechable. Leonardo Torres Quevedo: Teleférico o transbordador aéreo, Dirigible Torres Quevedo, Telekino (precursor del mando a distancia), el primer ajedrecista automático del mundo y otros desarrollos en el campo de la automática génesis de la informática, el Aritmómetro electromecánico (máquina que consiguió por primera vez mostrar en la práctica la memoria artificial), la máquina analógica de cálculo, el puntero proyectable (antecesor del puntero láser), el proyector didáctico de diapositivas, un sistema para guiarse en las ciudades (anticipando el localizador GPS). Ángela Ruiz Robles, la enciclopedia mecánica (génesis del libro electrónico). La bomba de mano de gasolina. Enric Bernat y su Chupa Chups, el caramelo con un palo incorporado. Jerónimo de Ayanz, el mejor científico de su época: la máquina de vapor para el desagüe de las minas (ingenio que supuso la primera aplicación práctica del principio de la presión atmosférica), un sistema de ventilación a ellas aplicable para la renovación del aire (génesis mecánica del aire acondicionado al que incorporó una fragancia), una máquina de vapor, un traje de buzo y el diseño de un submarino, la mejora en la funcionalidad de los instrumentos científicos de uso habitual (balanzas de precisión, hornos muy variados, máquinas capaces de realizar múltiples operaciones industriales hasta entonces desconocidas), el desarrollo de molinos de viento, destiladores de agua, aparatos de medida y nuevos tipos de hornos de fundición para operaciones metalúrgicas industriales, militares y domésticas. Ramón Verea, la primera máquina de multiplicar directa. Joaquín Bustamante, la mina-torpedo de aplicación militar. Fernando Gallego, el Aerogenio y el Arco funicular. Cosme García, el Aparato-Buzo. Mónico Sánchez, El aparato de Rayos X portátil. María del Carmen Ortiz de Arce, Sistema Sor o Regleta Sor para la escritura y lectura de los invidentes. Talgo. Fermina Orduña, la máquina ordeñadora. Manuel Vicente García, el laringoscopio. Ramón Gabarró, la pila seca, origen de las pilas de botón y las de larga duración y precursor del correo eléctrico. Francisco de Paula Martí, la pluma estilográfica y precursor de la taquigrafía española. Juan García Castillejo, el aparato electrocompositor, antecedente de la música electrónica. Ramón Galindo, un prodigio de inventiva con su filtro para cigarrillos, el equipo de alta fidelidad modular, un sistema de técnicas de refuerzo pedagógico durante el sueño, una máquina para la colocación masiva de bisagras, un equipo pedagógico interactivo para la realización de dibujos animados, un equipo pedagógico interactivo para la educación de los sentidos, y el ajedrez tridimensional para cuatro jugadores que complementó con una versión informática del ajedrez para múltiples jugadores. Isidoro Cabanyes, pionero en la aplicación de la electricidad y de la energía solar, inventor de un submarino de guerra accionado por pilas voltaicas en competencia con el submarino de Isaac Peral y de un aparato de vuelo precursor del aeroplano.
Perplejas y pasmadas en el conjunto heterogéneo, las dos filas guardaron una pausa silenciosa, un instante asimilativo sonorizado por la respiración y los parpadeos. La fila delantera sintiendo bienestar, había valido la pena permanecer a la escucha, malestar en la fila trasera.
—¡Qué derroche de ciencia!
—De muchos quilates.
—¡Para que vengan los negadores de las gestas nacionales a poner en cuestión la ciencia española!
—Falta instrucción.
—Y sobra boca de ganso.
Abatidos y acomplejados, los informantes incursionados en la exposición fueron retirando su derrota y malestar por la zona de sombra. Aquel alarde era demasiado para la refutación sistemática, y su posición en el escenario de comparsa deslucido. Era inaceptable que en la gala de la popularidad se diese altavoz a un intruso demoledor de las versiones progresistas. Los individuos como ese, peligrosos por su capacidad de contagio, debieran estar recluidos en celdas de silencio, privados del trato humano asiduo, apartados de la comunicación y en custodia permanente.
No obstante esta evaluación negativa del jurado, la distorsión había cautivado, siquiera esos minutos de gracia, a un número significativo de participantes y críticos, de informadores ensanchando los confines de su trabajo y personas receptivas a las novedades aunque provengan de una lejanía injusta.
Podría haber finalizado su protagonismo el invitado con un agradecimiento y el deseo de volver a concurrir al amor del viejo faro.
—Objetivo cumplido.
Pero en vista de la aceptación, y del muy gratificante fracaso de los reventadores, se propuso colgar un broche de áurea despedida acorde con el desarrollo de la exposición. Y a caballo de las palabras hurgar, placenteramente, en la herida de los puestos en fuga.
—Vaya dedicada una relación de periodistas y corresponsales de afamada ciencia y predicamento, cuyos nombres y obras yacen en el olvido de la posverdad.
Mercedes Formica, Víctor Ruiz Albéniz, Carmen de Burgos apodada Colombine, Sofía Casanova, Francisco Peris Mencheta, Manuel María de Santa Ana, Egeria, Concepción Arenal, Felipe Picatoste, Mariano José de Larra, Juan Donoso Cortés.
La guinda o la puntilla, según mande el posicionamiento.
Y no están todos los que son, valga consignarlo.