Cinco estampas representativas del conjunto. La primera es de una celebridad en boca de entusiastas, allegados, conocidos, rivales, detractores y contendientes, que no gusta de pasar inadvertida. Pertinaz de la mañana a la noche, se esmera para que su nombre circule junto al sonido y la imagen publicada, con el mérito, puede que también picardía, de seguir manteniendo una distancia íntima; aspecto que le confiere un encanto perdurable. De esa clase de personas cuya divisa es objeto de culto y objeto de odio, destinataria de halago y oprobio según quien lo profiera, encumbrada por la adhesión y la repulsa en una contienda sin tregua ni alianza esporádica. Su luciente vida de modo parejo a su obra, la tangible, propaga una copiosa leyenda que toma forma y se alimenta de la pugna incesante entre los sahumerios y la bilis. Pasea capa de raso y antifaz de pedrería encima de su doble atractivo —querer y no poder— y su agudo ingenio, reincidiendo en aquellas tesis de las que...
“¿Qué te dice la memoria?” En un susurro o a gritos, ¿cuál es su lección? A menudo se preguntaba María Ruiz que le diría su memoria al preguntarle en un trance hipotético —con visos de realidad—, confiando en que no la defraudaría; si las circunstancias apremiaban a definir o a definirse, y puede que las dos cosas a la vez, una voz de conciencia y de consciencia le formulaba la pregunta en el sentido mayéutico con el que el maestro instruye al discípulo: “¿Qué te muestra, en qué incide, de qué te advierte y aconseja la memoria? Escucha, atiende.” Después actuaba en consecuencia, confiando en no defraudarla. Quien posee una memoria en buen funcionamiento —equivalente a un tesoro inagotable—, mantenida a punto como se hace con una máquina que no debe fallar cuando se la necesita —en cualquier momento—, dispone de una respuesta inmediata que a buen seguro le servirá para no perderse en el laberinto, orientándose hasta en la oscuridad, para no tropezar ...