Ir al contenido principal

Sentencias brillantes y frases hechas perdurables. José Zorrilla

Don Juan Tenorio

28 de marzo de 1844 en el Teatro de la Cruz de Madrid



El vallisoletano José Zorrilla, poeta, dramaturgo y novelista, nacido en 1817, se reveló públicamente en la peculiar circunstancia del entierro de Mariano José de Larra. Fue allí, ante el féretro del suicidado y frente a un auditorio reputado, donde Zorrilla declamó un poema fúnebre cuyo inicio es: “Ese vago clamor que rasga el viento / es la voz funeral de una campana…”

Tan sonora intervención, según Nicomedes-Pastor Díaz, “era la primera corona que en nuestros días se consagra al talento; la primera vez que acaso se declaraba que el genio en la sociedad es una aristocracia, un poder”.
Miel sobre hojuelas, el ascenso a la fama. Desde entonces José Zorrilla viviría en el candelero, popular y admirado, pero siempre en la precariedad económica y buscando el arrimo de protectores que le permitieran seguir su vocación. Los tuvo directos, siendo los más notables por nombre y rango los emperadores de México, Maximiliano y Carlota; aunque no cejó de buscar también la protección del público sentimental, moderado y católico, afín a los romances históricos que firmó y a la ejemplaridad en el argumento de sus narraciones.
Se hizo popular por su capacidad versificadora, rimando incluso su discurso de ingreso en la Real Academia Española en 1884; y al cabo de cinco años recibió la corona como poeta en una ceremonia al efecto.
Su aportación más famosa a la escena fue el drama religioso-fantástico Don Juan Tenorio, obra fechada en 1844 (aunque él consideraba que su mejor obra era Traidor, inconfeso y mártir, dramatización de la leyenda del rey Don Sebastián), acopio de sentencias brillantes y frases hechas de uso difundido y perpetuado. El autor hereda, no obstante con visión propia, el viejo tema que en España escribió con maestría fray Gabriel Téllez, Tirso de Molina, y su dimensión romántica, diríase imperecedera; en la obra cobran toda su intensidad el reto profanador y la conversión final del personaje, eludiendo a esos héroes impíos e irredentos al gusto o aprobación de épocas anteriores.

José Zorrilla

Imagen de cervantesvirtual.com

José Zorrilla estudió en el Real seminario de nobles de Madrid, y en las universidades de Toledo y Valladolid cursó la carrera de leyes, que abandonó en 1836 para dedicarse a la literatura, residente en Madrid.
Hizo incursiones en el periodismo, destinado a la crónica social y al reflejo de sus decididas opiniones, pero sólo una temporada pues la meta en su ideal era otra.
Sus éxitos literarios, como personificación de un romanticismo legendario y una versificación fácil y musical, llegan, se asientan y consolidan, lo que le posibilita realizar viajes por Europa.
Entre 1851 y 1853 reside en París y Londres. En 1854 se traslada a México donde permanece hasta 1866. Y allá y aquí, sobre todo en su patria, recibe constantes homenajes populares.
Es digno de mención que el diccionario de la RAE recoge las entradas Donjuan: seductor de mujeres; y Tenorio: hombre mujeriego, galanteador, frívolo e inconstante.

Monumento a José Zorrilla en Valladolid.

valladolid.portaldetuciudad.com

Sinopsis de Don Juan Tenorio
Drama en verso y en dos partes de 4 y 3 actos, respectivamente.
Don Juan vuelve a Sevilla para saldar una apuesta con Don Luis Mejía, pero de esa reunión nace un nuevo reto: Don Juan ha de seducir a la prometida de Don Luis y a una novicia. En la misma noche Don Juan seduce a Doña Ana y rapta de su convento a Doña Inés. Don Gonzalo de Ulloa acude a la quinta de Don Juan Tenorio para rescatar a su hija, pero se encuentra con un Don Juan enamorado que solicita la mano de Doña Inés. Don Gonzalo se niega a ello y junto con Don Luis, que ha acudido a la quinta a vengar su honor, muere en la lucha entablada con Tenorio.
Cinco años más tarde Don Juan vuelve a Sevilla. Encuentra su casa transformada en un cementerio, donde por indicaciones de Don Diego, padre de Don Juan, han sido enterradas sus víctimas.
Desoyendo los avisos sobrenaturales que piden su arrepentimiento, Don Juan invita a cenar a la estatua funeraria de Don Gonzalo, que para sorpresa de Don Juan acudirá a la cita y le invitará a otro festín en el cementerio.
Muerto Don Juan en un duelo, los espíritus de sus víctimas solicitan su arrepentimiento. Don Juan logra salvar su alma en el último instante de su vida gracias a la intervención del espíritu de Doña Inés.

Cartel de la obra Don Juan Tenorio.



Artículos complementarios

    Tirso de Molina

    Miguel de Cervantes

    Mariano José de Larra 

    Jacinto Benavente

Entradas populares de este blog

Las tres vías místicas. San Juan de la Cruz

Siglo de Oro: La mística de san Juan de la Cruz Juan de Yepes y Álvarez, religioso y poeta español, nacido en Fontiveros, provincia de Ávila, el año 1542, estudió con los jesuitas, trabajó como camillero en el hospital de Medina del Campo, e ingresó a los diecinueve años como novicio en el colegio de los carmelitas con el nombre de fray Juan de Santo Matía. Prosiguió sus estudios en Salamanca y en 1567 fue ordenado sacerdote. Regresó entonces a Medina del Campo, donde conoció a santa Teresa de Jesús, quien acababa de fundar el primer convento reformado de la orden carmelita y que tanto le había de influir en el futuro. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús Imagen de stj500.com Juan de la Cruz se hallaba animado de los mismos deseos reformadores de la santa, y había conseguido el permiso de sus superiores para mantenerse en la vieja y austera devoción de su orden.; desde ese momento tomó el nombre de fray Juan de la Cruz y comenzó la reforma del Carmelo masculin

Descubridor del Eritronio-Vanadio. Andrés Manuel del Río

Mineralogista y químico, el madrileño Andrés Manuel del Río Fernández, nacido en 1764, es el descubridor del elemento químico Vanadio. Andrés Manuel del Río Imagen de omnia.ie En su infancia escolar destacó en el aprendizaje de latín y griego, posteriormente se graduó de Bachiller en Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, y en 1781 inició sus estudios de física con el profesor José Solana.     Andrés Manuel del Río fue un alumno modélico en Física y Matemática. El ministro José de Gálvez en 1782 lo incorporó en calidad de pensionado en la Real Academia de Minas de Almadén, para que se instruyera en las materias de mineralogía y geometría subterránea con los maestros internacionales elegidos para el desarrollo científico e industrial de España. En Almadén dio inició su largo periplo por instituciones científicas de prestigio, forjando la actividad profesional que le caracterizaría. El propósito de la Corona por favorecer el desarrollo de la minería y la metalurgia en España y