El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
Entre 1605 y 1615 donde la inspiración quiso
Siglo de Oro: Cervantes honra a la patria e inventa la novela
Miguel de Cervantes Saavedra está considerado como el mejor novelista de la literatura española y uno, o el mayor, de los genios universales de este género.
Cuenta de sí mismo en el prólogo de las Novelas ejemplares: “Éste que veis aquí de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes, la boca pequeña; los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de la Galatea y de Don Quijote de la Mancha.”
Hijo de un pobre hidalgo que ejercía de cirujano, su vida es azarosa, pues hubo lances de altercados, acusaciones con o sin fundamento, salida precipitada hacia el extranjero y enrole en la milicia; fue soldado y luego del éxito en la batalla, cautivo en Argel; cinco largos años en presidio hasta ser rescatado por los frailes trinitarios.
Participó antes del cautiverio moro en la batalla de Lepanto, donde es herido en el pecho y en la mano izquierda, de la que quedará inválido, “para mayor gloria de la diestra”.
Sus cuitas prosiguieron. Casó sin fortuna en el matrimonio, residió en tierra manchega, en Sevilla y en Valladolid, con penurias en sus destinos, cárcel, y siempre aprendizaje inspirador para sus magnas obras.
Cercana la muerte, Cervantes escribe en el prólogo de Persiles y Sigismunda, unas líneas testamentarias: “Con el pie ya en el estribo, con las ansias de la muerte”, despidiéndose del mundo: “A Dios, gracias; a Dios, donaires, a Dios, regocijados amigos; que yo me voy muriendo y deseando veros presto contentos en la otra vida.”
Las heridas recibidas por la Patria son como estrellas que guían a los demás al cielo de la honra y al deseo de la justa alabanza.
Miguel de Cervantes Saavedra
Retrato por Juan de Jáuregui. Real Academia de la Lengua, Madrid.
Nacido en Alcalá de Henares el año 1547, Miguel de Cervantes Saavedra, hijo de médico itinerante, fue discípulo del escritor y humanista Juan López de Hoyos en el Estudio de Madrid (que por aquel entonces calificó a Cervantes de “nuestro caro y amado discípulo”), y puede que también hubiera estudiado con los jesuitas en Córdoba o Sevilla y hasta en la universidad de Salamanca.
En ese año de 1569, en plena formación académica, Cervantes marcha a Italia (quizá debido a un lance de espada) y entra a formar parte del séquito del cardenal Giulio Acquaviva, aprovechando para recorrer las principales ciudades italianas de la época.
En 1570 sienta plaza de soldado, y en 1571 participa como tal en la batalla de Lepanto, a bordo de la galera Marquesa, recibiendo heridas en la mano y en la frente. Superada la contingencia retorna al servicio de las armas en el Tercio Lope de Figueroa. Cumpliendo lo de él esperado, en 1575 retorna a España con cartas de recomendación de don Juan de Austria y el duque de Sessa, virrey de Italia; pero cerca de Marsella, embarcado en la galera Sol, tres naves turcas la atacan y capturan prisioneros que son conducidos a Argel.
Cinco años permaneció confinado en Argel, junto con su hermano, también capturado durante el mismo episodio de abordaje; hasta que el trinitario Juan Gil consigue su rescate previo pago de 500 ducados.
De vuelta a España, concretamente a Madrid, Cervantes desempeña modestos empleos y continúa su carrera literaria que le permite mantenerse económicamente a flote. Tiene una hija fruto de una aventura amorosa y casa con una joven acomodada de Esquivias, lo que no es suficiente para desterrar las penurias por la falta de dinero. Así que emprende viaje a Sevilla con el cargo de comisario para proveer de trigo a la Armada contra Inglaterra que se apresta esos días. Viajes y más viajes jalonan este periodo de su vida, topando con más dificultades que alegrías y con más deudas que créditos. No obstante las carencias y los quebraderos de cabeza, con alguna que otra nueva pendencia y resultas judiciales, Cervantes escribe y se da a conocer.
Es en 1605 cuando aparece la primera parte de la obra magna de la literatura universal, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, impresa en Madrid por Juan de la Cuesta, a cargo del librero-editor Francisco de Robles, con dedicatoria dirigida al duque de Béjar; la segunda parte se publicó en 1615 por idéntico impresor, con dedicatoria al conde de Lemos.
Los últimos años de la vida de Cervantes son de gran actividad literaria. En su obra postrera, Los trabajos de Persiles y Sigismunda: Historia septentrional, anticipado a lo inevitable, se despide de sus lectores en una dedicatoria fechada tres días antes del de su fallecimiento, el 23 de abril de 1616.
La fama e influencia de Miguel de Cervantes y su Don Quijote no han sufrido merma con el paso del tiempo; al contrario, continúa, como antaño, y aún más, sugiriendo y enseñando, abundando entonces y ahora los laudas, las interpretaciones y las exégesis de uno a otro confín del mundo civilizado.
Biblia de los narradores, la historia de la novela no puede ser más que un inevitable comentario al Quijote.
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Sinopsis de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
Novela.
Parte Primera
Capítulo I: Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha
Cervantes describe las costumbres, casa, familia, aficiones y clase social del protagonista Alonso Quijano; subraya la importancia que tienen para él los libros de caballería y como acaba convencido de que son reales las peripecias que éstos narran; decide entonces armarse caballero andante, para lo cual elige nombre, rehace una armadura de sus bisabuelos, busca caballería (Rocinante) y una dama para enamorarse y ofrecer sus logros (Dulcinea del Toboso).
Capítulo II: Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso Don Quijote
Alonso Quijano, ya Don Quijote, inicia su primera salida un viernes al amanecer; de atardecida llega a una venta en el camino real, que ha tomado, donde da con un ventero socarrón y dos prostitutas que lo reciben y alimentan.
Nunca fue caballero
de damas tan bien servido,
como fuera Don Quijote
cuando de su aldea vino:
doncellas curaban dél,
Princesas del su rocino.
Capítulo III: Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo Don Quijote en armarse caballero
Don Quijote pide al ventero que le arme caballero, no sin antes proceder a la vela de armas durante la boche, motivo que le lleva a enfrentarse a dos arrieros que pretendían moverlas para dar de beber a las bestias. Al día siguiente tiene lugar el simulacro para armarlo caballero. Luego abandona la venta.
Capítulo IV: De lo que sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta
Don Quijote marcha de la venta. Encuentra a Juan Haldudo, que está azotando al joven Andrés a quien tiene atado a una encina; le obliga a que lo libere y a pagarle la soldada adeudada. De que Juan Haldudo no ha cumplido su promesa nos enteramos por boca de Andrés en el capítulo 31 de la primera parte. Poco después Don Quijote se encuentra con unos comerciantes toledanos que van camino de Murcia y a quienes pretende hacer confesar que Dulcinea es la más hermosa doncella del mundo. Rocinante tropieza y Don Quijote es apaleado.
Capítulo V: Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero
Arrojado a un barranco, Don Quijote cree que es un héroe del romancero hasta que pasa cerca Pero Alonso, vecino de su pueblo, lo reconoce y lo recoge, esperando a que caiga la noche para llevarlo de vuelta a su casa donde aguardan Pero Pérez (el cura) y maese Nicolás (el barbero) departiendo con la sobrina y el ama de Alonso Quijano.
Capítulo VI: Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo
El cura y el barbero investigan en la biblioteca de Alonso Quijano, inventariando los títulos, tras lo cual queman alguno de los libros mientras absuelven otros por sus excelencias más que por la temática en sí. Aquí y así termina la primera salida de Don Quijote.
Capítulo VII: De la segunda salida de nuestro buen caballero Don Quijote de la Mancha
Don Quijote despierta y vuelve a dormirse después de una breve comida y discusión con el ama, que tapia la biblioteca, y el cura. Don Quijote acopia una suma de dinero y solicita a un humilde labrador de la localidad (Sancho Panza) que le sirva de escudero, prometiéndole un reino o una ínsula que gobernar cm premio por compartir camino y hazañas. Comienza la segunda salida, que concluirá al finalizar la primera parte.
Capítulo VIII: Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación
Don Quijote divisa unos molinos de viento e imagina que son gigantes; al arremeter contra ese descomunal enemigo, clavando su lanza en la tela-brazo del molino-gigante, es izado por esa aspa y, tras dar vueltas en el aire, cae al suelo. Poco después, camino de otra parte, se cruza con una comitiva de frailes benedictinos, junto a varios caballeros, acompañan un coche. Don Quijote, que cree que en el coche va raptada una doncella, ataca a un fraile, al que deja malherido; pero uno de los caballeros, de origen vasco (el vizcaíno) le planta cara.
Capítulo IX: Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron
El narrador finge que se interrumpe la historia, hasta que al cabo encuentra en Toledo un manuscrito arábigo que contiene las aventuras de Don Quijote; y al punto ordena traducirlas. El autor del manuscrito es un tal Cide Hamete Benengeli, que significa señor Hamete Berenjena. En el manuscrito se cuenta la reanudación del combate entre Don Quijote y el vizcaíno, derrotando el primero al segundo, aunque a éste perdona la vida a ruego de las damas viajeras en el coche.
Capitulo X: De los graciosos razonamientos que pasaron entre Don Quijote y Sancho Panza, su escudero
Don Quijote departe con su escudero y nombra por vez primera el “bálsamo de Fierabrás”. Buscando ese mágico ungüento advierte rota su celada, por lo que para sustituirla promete solemnemente recuperar el “yelmo de Mambrino”. Asunto recurrente a lo largo de la primera parte de la obra.
Capítulo XI: De lo que sucedió a Don Quijote con unos cabreros
Don Quijote y Sancho se encuentran con unos cabreros. Comiendo con ellos, Don Quijote pronuncia el discurso de la Edad de Oro. El joven cabrero Antonio canta una canción.
Capítulo XII: De lo que contó un cabrero a los que estaban con Don Quijote
Un cabrero cuenta a Don Quijote y a sus acompañantes la muerte de amor de Grisóstomo y la historia de Marcela, bella pastora indiferente a una multitud de enamorados pastores.
Capítulo XIII: Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con otros sucesos
Al día siguiente Don Quijote y su escudero se dirigen al entierro de Grisóstomo, acompañando a los pastores. Por el camino departen de caballerías y los cabreros acaban de comprender que Don Quijote no está en sus cabales.
Capítulo XIV: Donde se ponen los versos desesperados del difunto pastor, con otros no esperados sucesos
Vivaldo, amigo de Grisóstomo canta la Canción desesperada, poema escrito por Grisóstomo antes de morir. Apenas concluida la canción aparece Marcela en lo alto de una peña y defiende su libertad de elegir o no elegir amante. Al irse intentan perseguirlas pero Don Quijote lo impide.
Yace aquí de un amador
el mísero cuerpo helado,
que fue pastor de ganado,
Perdido por desamor.
murió a manos del rigor
de una esquiva hermosa ingrata
con quien su imperio dilata
la tiranía del amor.
Capítulo XV: Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó Don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses
Buscando a Marcela los protagonistas entran en un bosque, donde Rocinante topa con unas yeguas a las que intenta seducir, pero los yangüeses (naturales de Yangüas), dueños de las yeguas, apedrean al rocín, a quien salen a defender Don Quijote y Sancho, que son a su turno apaleados. Sancho monta a Don Quijote en su asno y recogiendo a Rocinante se encamina a una venta.
Capítulo XVI: De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo
Sancho y su señor llegan a una venta que Don Quijote cree castillo. Por la noche, Maritornes, moza de la venta, intenta acostarse con un arriero, pero al pasar junto a la cama de Don Quijote éste comienza a requebrarla pensando que es la dama de un castillo. El arriero, celoso, golpea a Don Quijote y comienza una confusa pelea en la oscuridad que termina cuando un miembro de la Santa Hermandad afirma que alguien ha muerto.
Capítulo XVII: Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo Don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta, que por su mal pensó que era castillo
Don Quijote queda molido sobre la cama departiendo con Sancho, a quien confía la fórmula del “bálsamo de Fierabrás”. Sancho pide lo necesario para hacerlo. Don Quijote lo toma y sana, pero Sancho de pronto comienza a sudar y desaguarse “por entrambas canales”. Don Quijote se va sin pagar y los arrieros de la venta, para vengarse, mantean a Sancho.
Capítulo XVIII: Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su señor Don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas
Don Quijote se encuentra con un rebaño de cabras al que toma por un ejército musulmán. Los cabreros lo apedrean y le rompen los dientes mientras Don Quijote intenta beber del bálsamo. Una vez marchado los cabreros se acerca Sancho y Don Quijote le vomita en la cara. Al darse cuenta, Sancho vomita a su vez sobre Don Quijote.
Capítulo XIX: De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo y de la aventura que le sucedió con un cuerpo muerto, con otros acontecimientos famosos
Don Quijote se encuentra con una procesión que traslada un cuerpo muerto, pero se imagina un rapto y ataca creando gran confusión y la desbandada. Sancho, a la luz de las antorchas, le llama, por primera vez, “Caballero de la Triste Figura”.
Capítulo XX: De la jamás vista ni oída aventura, que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo, como la que acabó el valeroso Don Quijote de la Mancha
En plena noche, los dos protagonistas se internan por un prado y de pronto comienzan a oír fortísimos golpes. Don Quijote quiere lanzarse a la aventura pero se lo impide Sancho, que, muerto de miedo, ata las piernas de Rocinante en la oscuridad. Poco después, y ante la insistencia de los golpes, Sancho defeca de miedo en sus ropas. Al amanecer se dan cuenta que se trata de los batanes de un molino. Sancho se burla de su amo.
Capítulo XXI: Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero
Don Quijote y Sancho panza abandonan el molino y se encuentran con un barbero que lleva una bacía en la cabeza. Don Quijote cree que ese es el famoso y codiciado yelmo de Mambrino, por lo que va presto a tomarlo para sí. El barbero pone pies en polvorosa y Sancho aprovecha para saquear las alforjas que porta el asno del huido.
Capítulo XXII: De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban donde no quisieran ir
En su andanza continua, Don Quijote topa con una cadena de galeotes, entre los que se halla Ginés de Pasamonte. Los libera. Y después, en vez de agradecerle la ayuda, los galeotes le apedrean.
Capítulo XXIII: De lo que le aconteció al famoso Don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta verdadera historia se cuentan
Amo y escudero se encaminan a Sierra Morena. Durante el viaje primero encuentran la maleta de Cardenio y acto seguido se cruzan con un cabrero que les explica la historia de aquel joven loco de amor que abandona su pueblo por el despecho de Luscinda, que se casó con Fernando. Al final, se presenta a la reunión el propio Cardenio.
Capítulo XXIV: Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena
Dan de comer a Cardenio y a partir de entonces es él mismo quien cuenta su historia. Pero Don Quijote lo interrumpe cuando empieza a hablar de caballerías. Cardenio sufre un acceso de locura y desaparece de nuevo tras forcejear con Don Quijote.
Capítulo XXV: Que trata de las extrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros
Don Quijote se despide del cabrero y comienza la penitencia de Beltenebros: soledad, suspiros, versos que escribe en los árboles y volteretas desnudo en honor de su señora, que él imagina lo ha desdeñado. Dicta una carta para Dulcinea que encarga a Sancho, así como una cédula por tres pollinos. Como posteriormente se cuenta Sancho olvida la carta.
Carta de Don Quijote a Dulcinea del Toboso
Soberana y alta señora:
El ferido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh, bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy, y si no, haz lo que te viviere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mí deseo.
Tuyo hasta la muerte,
El Caballero de la Triste Figura.
Capítulo XXVI: Donde se prosiguen las finezas que de enamorado hizo Don Quijote en Sierra Morena
Don Quijote sigue con su penitencia mientras Sancho parte con la carta. Al aproximarse a la venta se encuentra con el cura y el barbero que están buscando a Don Quijote. El cura planea la forma de devolverlo a su pueblo vistiendo al barbero de dama menesterosa.
Árboles, yerbas y plantas
que en aqueste sitio estáis,
tan altos, verdes y tantas,
si de mi mal no os holgáis,
escuchad mis quejas santas.
Mi dolor no os alborote,
aunque más terrible sea;
pues por pagaros escote, a
aquí lloró Don Quijote
ausencias de Dulcinea
del Toboso.
Es aquí el lugar adonde
el amador más leal
de su señora se esconde
y ha venido a tanto mal
sin saber cómo o por dónde.
Traéle amor al estricote,
que es de muy mala ralea,
y así hasta henchir un pipote,
aquí lloró Don Quijote
ausencias de Dulcinea
del Toboso.
Buscando las aventuras
por entre las duras peñas,
maldiciendo entrañas duras,
que entre riscos y entre breñas
halla el triste desventuras.
Hirióle amor con su azote,
no con su blanda correa,
y en tocándole el cogote
aquí lloró Don Quijote
ausencias de Dulcinea
del Toboso.
Capítulo XXVII: De cómo salieron con su intención el cura y el barbero, con otras cosas dignas de que se cuenten en esta grande historia
En el camino, los tres personajes se cruzan con Cardenio, que acaba de contarles su historia.
¿Quién menoscaba mis bienes?
Desdenes.
¿Y quién aumenta mis duelos?
Los celos.
¿Y quién prueba mi paciencia?
Ausencia.
De ese modo en mi dolencia
ningún remedio se alcanza,
pues me matan la esperanza,
desdenes, celos y ausencia.
¿Quién me causa este dolor?
Amor.
¿Y quién mi gloria repugna?
Fortuna.
¿Y quién consiente mi duelo?
El cielo.
De este modo yo recelo
morir deste mal extraño,
pues se aúnan en mi daño
amor, fortuna y el cielo.
¿Quién mejorará mi suerte?
La muerte.
Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?
Mudanza.
Y sus males, ¿quién los cura?
Locura.
De ese modo no es cordura
querer curar la pasión,
cuando los remedios son:
muerte, mudanza y locura.
Soneto
Santa amistad, que con ligeras alas,
tu apariencia quedándose en el suelo
entre benditas almas, en el cielo
subiste alegre a las empíreas salas.
desde allá, cuando quieres, nos señalas
la justa paz cubierta con un velo,
por quien a veces se trasluce el celo
de buenas obras, que a la fin son malas.
Deja el cielo, ¡Oh, amistad!, o no permitas
que el engaño se vista tu librea,
con que destruye a la intención sincera.
Que si tus apariencias no le quitas,
presto ha de verse el mundo en la pelea
de la discorde confusión primera.
Capítulo XXVIII: Que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y barbero sucedió en la misma sierra
Poco después los cuatro se encuentran con Dorotea, joven aldeana rica desdeñada por Fernando a cambio de Luscinda.
Capítulo XXIX: Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a nuestro enamorado caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto
Cardenio se presenta a Dorotea, quien se ofrece para salvar a Don Quijote; para ello se viste de doncella menesterosa (princesa Micomicona). Guiados por Sancho encuentra la comitiva a Don Quijote que, al cabo, promete no acometer ninguna aventura antes de salvar el reino Micomicón. A tal efecto se dirigen todos a la venta.
Capítulo XXX: Que trata de la discreción de la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y pasatiempo
Departen los seis, y Dorotea cuenta a Don Quijote la historia falsa de su supuesto padre Tinacrio el Sabidor. Sancho aconseja a su amo que se case con la princesa Micomicona. Sancho y Don Quijote cabalgan a la par por delante y éste le pide cuentas de Dulcinea.
Capítulo XXXI: De los sabrosos razonamientos que pasaron entre Don Quijote y Sancho Panza, su escudero, con otros sucesos
Sancho sigue refiriendo a Don Quijote su encuentro imaginario con Dulcinea. Se encuentran con Andrés (aparecido en el capítulo VI), que les relata el final del castigo que le propinó Juan Haldudo olvidando la promesa hecha a Don Quijote. Éste quiere vengarse de Juan Haldudo pero se lo impide Dorotea.
Capítulo XXXII: Que trata de lo que sucedió en la venta a toda la cuadrilla de Don Quijote
El cura y el ventero charlan de libros de caballería, resultando que el ventero cree en la verdad de esos libros, aunque reconoce la locura de Don Quijote. En una maleta encuentran la novela de El curioso impertinente. El cura se dispone a leerla.
Capítulo XXXIII: Donde se cuenta la novela del curioso impertinente
En la Florencia del siglo XV viven dos amigos íntimos llamados Anselmo y Lotario. Anselmo se casa con Camila; y al poco tiempo se le ocurre probar su fidelidad. Para ello cuenta con Lotario, quien acepta seducirla tras mucha discusión.
Es de vidrio la mujer;
pero nos e ha de probar
si se puede o no quebrar,
porque todo podría ser.
Y es más fácil el quebrarse,
y no es cordura ponerse
a peligro de romperse
lo que no puede soldarse.
Y en esta opinión estén
todos, y en razón la fundo:
que si hay Dánaes en el mundo,
hay pluvias de oro también.
Busco en la muerte la vida,
salud en la enfermedad,
en la prisión libertad,
en lo cerrado salida
y en el traidor lealtad.
Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien,
con el cielo ha estatuido
que pues lo imposible pido,
lo posible aún no me den.
Capítulo XXXIV: Donde se prosigue la novela del curioso impertinente
Tras varias maniobras de Anselmo para empujar al amigo a que siga el juego y de Lotario para librarse de tan absurdo cometido, resulta que Lotario se enamora de Camila y ella de él.
En el silencio de la noche, cuando
ocupa el dulce sueño a los mortales,
la pobre cuenta de mis ricos males
estoy al cielo y a mi Clori dando.
Y al tiempo cuando el sol se va mostrando
por las rosadas puertas orientales,
con suspiros y acentos desiguales
voy la antigua querella renovando.
Y cuando el sol de su estrellado asiento
derechos rayos a la tierra envía,
el llanto crece, y doblo los gemidos.
Vuelve la noche, y vuelvo al triste cuento,
y siempre hallo en mi mortal porfía
al cielo, sordo, a Clori, sin oídos.
Yo sé que muero, y si no soy creído
es más cierto el morir, como es más cierto
verme a tus pies, ¡Oh bella ingrata!, muerto
antes de que adorarte arrepentido.
Podré yo verme en la región de olvido,
de vida y gloria y de favor desierto,
y allí verse podrá en mi pecho abierto
cómo tu hermoso rostro está esculpido.
Que esta reliquia guardo para el duro
trance que me amenaza mi porfía,
que en tu mismo rigor se fortalece.
¡Ay de aquel que navega, el cielo oscuro,
por mar no usado y peligrosa vía,
adonde norte o puerto no se ofrece!
Capítulo XXXV: Que trata de la brava y descomunal batalla que Don Quijote tuvo con dos cueros de vino tinto, y se da fin a la novela del curioso impertinente
Lotario intenta mantener el engaño con ayuda de una criada de Camila, Leonela, pero finalmente ambos huyen dejando a Anselmo solo, que acaba muriendo de pena. A todo eso, interrumpiendo el relato de la novela, Don Quijote la emprende con dos cueros de vino que, otra vez, confunde con gigantes; los revienta a espadazos creando la confusión en la venta.
Capítulo XXXVI: Que trata de otros raros sucesos que en la venta sucedieron
Llega Fernando a la venta acompañado de Luscinda y varios mozos. Cardenio y Dorotea, y Fernando y Luscinda se reconocen entre sí. Finalmente, Fernando accede a reconocer a Dorotea como esposa puesto que la boda con Luscinda no se había consumado.
Capítulo XXXVII: Donde se prodigue la historia de la famosa infanta Micomicona, con otras graciosas aventuras
Sancho descubre que la princesa Micomicona es Dorotea y se lo dice a su amo, lo que provoca un gracioso incidente. Llegan a la venta Zoraida y el “capitán cautivo”. Cenan todos juntos y en ese acto comienza Don Quijote a relatar el Discurso de las armas y las letras.
Capítulo XXXVIII: Que trata del curioso discurso que hizo Don Quijote, de las armas y las letras
Don Quijote termina su Discurso. Fernando ruega al “cautivo” que cuente su vida.
Capítulo XXXIX: Donde en cautivo cuenta su vida y sucesos
El “capitán cautivo” cuenta su vida (Novela del capitán cautivo, si bien Cervantes no la titula en este lugar sino en el capítulo XLIV de la segunda parte). Ruy Pérez de Viedma, originario de las montañas leonesas, se despide de sus padres y de sus hermanos para seguir la carrera militar.
Capítulo XL: Donde se prosigue la historia del cautivo
Ruy Pérez de Viedma, el cautivo, pelea en Flandes y en Lepanto, batalla en la que es apresado, pasando a Argel como esclavo. Allí conoce a Zoraida, hija del renegado Agi Morato (Hajji Murad), que desea huir a país cristiano y convertirse.
Almas dichosas que de mortal velo
libres y exentas por el bien que obrasteis,
desde la baja tierra os levantasteis
a lo más alto y lo mejor del cielo.
Y ardiendo en ira y en honroso celo,
de los cuerpos las fuerzas ejercitasteis,
que en propia y sangre ajena colorasteis
el mar vecino y arenoso suelo.
Primero que el valor faltó la vida
en los cansados brazos, que , muriendo,
con ser vencidos, llevan la victoria.
Y esta vuestra mortal, triste caída,
entre el muro y el hierro os va adquiriendo
forma que el mundo os da y el cielo gloria.
De entre esta tierra estéril, derribada,
destos terrones por el suelo echados,
las almas santas de tres mil soldados
subieron vivas a mejor morada.
Siento primero, en vano, ejercitada
la fuerza de sus brazos esforzados,
hasta que, al fin, de pocos y cansados,
dieron la vida al filo de la espada.
Y este es el suelo que continuo ha sido
de mil demonios lamentables lleno
en los pasados siglos y presentes.
Mas no más justas de su duro seno
habrán al claro cielo almas subido
ni aun él sostuvo cuerpos tan valientes.
Capítulo XLI: Donde todavía prosigue el cautivo su suceso
Con la ayuda de un renegado, Zoraida y Ruy Pérez de Viedma, logran escapar llevando consigo, por accidente, al padre de Zoraida, a quien, una vez descubierto, abandonan en un lugar solitario de la costa africana. Finalmente, antes de llegar a las costas de Málaga, son saqueados por piratas franceses.
Capítulo XLII: Que trata de lo que más sucedió en la venta, y de otras muchas cosas dignas de saberse
Aquella misma noche llega a la venta un oidor o magistrado. El capitán descubre que es su hermano, Juan Pérez de Viedma. El cura prepara al oidor y poco después le revela la identidad del “capitán cautivo”.
Capítulo XLIII: Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas, con otros extraños acaecimientos en la venta sucedidos
Durante la noche un joven canta canciones de amor. Resulta ser don Luis, enamorado de Clara, hija del oidor. La hija de la ventera y Maritornes dejan colgado a Don Quijote por la parte exterior de una ventana hasta el amanecer. Por la mañana llega una cuadrilla buscando a don Luis.
Marinero soy del amor,
y en su piélago profundo
navego sin esperanza
de llegar a puerto alguno.
Siguiendo voy a una estrella
que desde lejos descubro
más bella y resplandeciente
que cuantas vió Palinuro.
Yo no sé adónde me guía,
y así navego confuso,
el alma al mirarla atenta,
cuidadosa y con descuido.
Recatos impertinentes,
honestidad contra el uso,
son nubes que me la encubren
cuando más verla procuro.
¡Oh clara y luciente estrella,
en cuya lumbre me apuro!
al punto que te me encumbras
será de mi muerte el punto.
Dulce esperanza mía,
que rompiendo imposibles y malezas
sigues firme a la mía
que tú misma te finges y aderezas,
no te desmaye el verte
a cada paso junto al de la muerte.
No alcanzan perezosos
honrados triunfos ni victoria alguna;
ni pueden ser dichosos
lo que, no contrastando a la fortuna,
entregan desvalidos,
al ocio blando, todos los sentidos.
Que amor sus glorias venda
caras, es gran razón, y es trato justo;
pues no hay más rica prenda
que la que quilata por su gusto,
y es cosa manifiesta
que no es de estima lo que poco cuesta.
Amorosas porfías
tal vez alcanzan imposibles cosas;
y ansí, aunque con las mías
sigo de amor las más dificultosas,
no por eso recelo
de no alcanzar desde la tierra el cielo.
Capítulo XLIV: Donde se prosiguen los inauditos sucesos de la venta
Los criados de don Luis lo encuentran, los demás huéspedes se interesan por su caso. Otros dos que Cervantes no nombra intentan escapar sin pagar, impidiéndoselo el ventero. Don Luis declara al oidor el amor que le tiene a su hija, doña Clara. Entra en la venta el barbero a quien Don Quijote quitó la bacía y acusa de ladrones a él y a Sancho Panza. Éste y el barbero comienzan a pelearse mientras Don Quijote sostiene con ardor ante los presentes que la bacía es el yelmo de Mambrino.
Capítulo XLV: Donde se acaba de averiguar la duda del yelmo de Mambrino y de la albarda, y otras aventuras sucedidas con toda verdad
El cura y el barbero de su pueblo siguen la burla a Don Quijote, así como don Fernando, quien hace votar a los presentes por qué causa se inclinan. Los servidores de don Luis y algunos cuadrilleros no entienden la burla y comienza una pelea entre los dos bandos. Ya sosegados, uno de los cuadrilleros quiere prender a Don Quijote por el caso de los galeotes.
Capítulo XLVI: De la notable aventura de los cuadrilleros, y la gran ferocidad de nuestro buen caballero Don Quijote
El cura apacigua a los cuadrilleros de la Santa Hermandad, paga los ocho reales de la bacía y devuelve la albarda al pobre barbero. El cura manda hacer una jaula y se concierta con un carretero para llevar a Don Quijote a su aldea. Lo atan mientras duerme y una vez despierto lo meten en la jaula sobre el carro de bueyes. El barbero de su pueblo lanza una profecía asegurando a Don Quijote que lo conducen al reino Micomicón.
Capítulo XLVII: Del extraño modo con que fue encantado Don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos
Los diferentes viajeros abandonan la venta. El ventero entrega al cura una novela que ha encontrado en el forro de la misma maleta donde estaba la Novela del curioso impertinente. El cura la abre y comprueba que es la Novela de Rinconete y Cortadillo (publicada en 1613 en las Novelas ejemplares de Cervantes). Con antifaces, el cura y el barbero conducen a Don Quijote. En el camino se encuentran con el “canónigo de Toledo”, quien habla con el cura de libros de caballería.
Capítulo XLVIII: Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras cosas dignas de su ingenio
El cura y el canónigo siguen su charla. También hablan de teatro. Cervantes defiende el teatro clásico, aunque comprende la fórmula lopesca (de Lope de Vega), exigida por el público. Subraya la variedad posible en la narrativa caballeresca. Sancho pregunta a su amo si no tiene ganas de hacer aguas, para convencerlo de que no está encantado.
Capítulo XLIX: Donde se trata del discreto coloquio que Sancho Panza tuvo con su señor Don Quijote
Dejan salir de la jaula a Don Quijote con la promesa de no escapar. El canónigo habla con Don Quijote e intenta disuadirle de sus propósitos.
Capítulo L: De las discretas altercaciones que Don Quijote y el canónigo tuvieron, con otros sucesos
Don Quijote sigue defendiendo ante el canónigo la verdad de los libros de caballería. Un cabrero que se encuentran mientras persigue una cabra comienza a contarles la historia de Leandra y Vicente de la Rosa.
Capítulo LI: Que trata de lo que contó el cabrero a todos los que llevaban a Don Quijote
Historia de Leandra y Vicente de la Rosa.
Capítulo LII: De la pendencia que Don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los diciplinantes, a quien dió felice fin a costa de su sudor
Eugenio comienza a pelearse con Don Quijote. Aparece una compañía de disciplinantes (clérigos que se dan azotes, disciplinas) y cantan letanías para conjurar la lluvia. Don Quijote les ataca cuando se ríen de él y uno de ellos le golpea. El cura, que conoce a un disciplinante, pone paz. Y al fin llegan a la aldea de Don Quijote. El autor afirma que buscó y no encontró nuevos manuscritos de la obra, para terminar con una suerte de versos burlescos firmados por los “académicos de Argamasilla”.
Los académicos de la Argamasilla, lugar de la Mancha en vida y muerte del valeroso Don Quijote de la Mancha
Hoc scripserunt
El Monicongo, académico de la Argamasilla, a la sepultura de Don Quijote
Epitafio
Al calvatrueno que adornó a la Mancha de más despojos que Jasón de Creta, el juicio que tuvo la veleta aguda, donde fuera mejor ancha.
El brazo que su fuerza tanto ensancha, que llegó de Catay hasta Gaeta, la musa más horrenda y más discreta que grabó versos en broncínea plancha.
El que a cola dejó los Amadises y en muy poquito a Galaores tuvo, estribando en su amor y bizarría.
El que hizo callar los Belianises, aquel que en Rocinante errando anduvo, yace debajo de esta losa fría.
Del paniaguado académico de la Argamasilla. In laudem Dulcineae del Toboso
Soneto
Esta que veis de rostro amodongado,
alta de pechos y ademán brioso,
es Dulcinea, reina del Toboso,
de quien fue el gran Quijote aficionado.
Pisó por ella el uno y otro lado
de la gran Sierra Negra, y el famoso
Campo de Montiel, hasta el herboso
Llano de Aranjuez, a pie y cansado,
Culpa de Rocinante. ¡Oh dura estrella!,
que esta manchega dama y este invito
andante caballero, en tiernos años,
Ella dejó muriendo de ser bella
y él, aunque queda en mármoles escrito,
no pudo huir de amor, iras y engaños.
Del caprichoso, discretísimo académico de la Argamasilla en loor de Rocinante, caballo de Don Quijote de la Mancha
Soneto
En el soberbio trono diamantino
que con sangrientas plantas huella Marte,
frenético el manchego, su estandarte
tremola con esfuerzo peregrino.
Cuelga las armas y el acero fino,
con que destroza, asuela, raja y parte:
¡nuevas proezas!, pero inventa el arte
un nuevo estilo al nuevo paladino.
Y si de su Amadís se precia Gaula,
por cuyos bravos descendientes Grecia
triunfó mil veces y su fama ensancha,
Hoy a Quijote le corona el aula
do Belona preside, y dél se precia
más que Grecia ni Gaula, la alta Mancha.
Nunca sus glorias el olvido mancha,
pues hasta Rocinante, en ser gallardo,
excede a Brilladoro y a Bayardo.
Del burlador académico argamasillesco, a Sancho Panza
Soneto
Sancho Panza es aqueste, en cuerpo chico,
pero grande en valor: ¡milagro extraño!,
escudero el más simple y sin engaño
que tuvo el mundo, os juro y certifico.
De ser conde no estuvo en un tantico,
si no se conjuraran en su daño
insolencias y agravios del tacaño
siglo, que aun no perdonan a un borrico.
Sobre él anduvo (con perdón se miente)
este manso escudero, tras el manso
caballo Rocinante y tras su dueño.
¡Oh, vanas esperanzas de la gente,
cómo pasáis con prometedor descanso
y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño!
Del cachidiablo académico de la Argamasilla, en la sepultura de Don Quijote
Epitafio
Aquí yace el caballero bien molido y mal andante, a quien llevó Rocinante por uno y otro sendero.
Sancho Panza el majadero yace también junto a él, escudero el más fiel que vio el trato de escudero.
Del tiquitoc, académico de la Argamasilla, en la sepultura de Dulcinea del Toboso
Epitafio
Reposa aquí Dulcinea, y aunque de carnes rolliza, la volvió en polvo y ceniza la muerte espantable y fea.
Fue de castiza ralea, y tuvo asomos de dama: del gran Quijote fue dama, y fue gloria de su aldea.
* * *
Parte Segunda
Capítulo I: De lo que el cura y el barbero pasaron con Don Quijote cerca de su enfermedad
La segunda parte cuenta la tercera salida de Don Quijote. El cura y el barbero visitan a Don Quijote convaleciente y en la cama, y departiendo con él concluyen ambos que sigue tan perturbado como antes.
Capítulo II: Que trata de la notable pendencia que Sancho Panza tuvo con la sobrina y ama de Don Quijote, con otros sucesos graciosos
Sancho Panza va a visitar al ama y en eso tiene una desavenencia con ella y la sobrina. Sancho cuenta a Don Quijote lo que de él dicen y le da la noticia de haberse publicado la primera parte de la obra.
Capítulo III: Del ridículo razonamiento que pasó entre Don Quijote, Sancho Panza y el bachiller Sansón Carrasco
Don Quijote, Sancho y el bachiller Sansón Carrasco charlan de los libros de caballerías y las andanzas de los caballeros y de la primera parte de la obra, especialmente en lo tocante a la veracidad de la historia y la crítica de las novelas intercaladas. Sancho, con apetito, se va a comer.
Capítulo IV: Donde Sancho Panza satisface al bachiller Sansón Carrasco de sus dudas y preguntas, con otros sucesos dignos de saberse y de contarse
Vuelve Sancho y sigue la charla. El bachiller pregunta varias dudas acerca de la primera parte; entre otras cuestiones por el rucio de Sancho o los cien escudos de Sierra Morena.
Capítulo V: De la discreta y graciosa plática que pasó entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza y otros sucesos dignos de felice recordación
Sancho conversa con su mujer sobre la inmediata tercera salida y el futuro gobierno de la ínsula. El narrador (el supuesto traductor de Cide Hamete Benengeli) nos informa que considera apócrifo este capítulo por el estilo del habla de Sancho.
Capítulo VI: De lo que le pasó a Don Quijote con su sobrina y con su ama, y es uno de los importantes capítulos de toda la historia
Don Quijote discute con ama y sobrina su próxima tercera salida. Sancho llega de nuevo a casa de Don Quijote.
Capítulo VII: De lo que pasó Don Quijote con su escudero, con otros sucesos famosísimos
El ama va a buscar a Sansón Carrasco para que convenza a Don Quijote; el bachiller le promete ayudarla. Sancho departe con Don Quijote quien le pide salario fijo. Se enfada Don Quijote, pero al final los dos se abrazan.
Capítulo VIII. Donde se cuenta lo que le sucedió a Don Quijote yendo a ver a su señora Dulcinea del Toboso
Parten Don Quijote y Sancho a la aventura, cual caballero con su escudero. Se dirigen a El Toboso en busca de Dulcinea. Por el camino conversan sobre caballeros y reliquias de santos.
Capítulo IX: Donde se cuenta lo que en él se verá
Entran por la noche en la villa de El Toboso y queriendo dar con el palacio de Dulcinea encuentran la iglesia. Preguntan a un labrador por Dulcinea sin que éste sepa darles señas. Al amanecer y por consejo de Sancho se esconden en un bosque cercano.
Capítulo X: Donde se cuenta la industria que Sancho tuvo para encantar a la señora Dulcinea, y de otros sucesos tan ridículos como verdaderos
Sancho deja a su amo en el bosque y va en busca de Dulcinea. Tras pensar el engaño, vuelve asegurando que ha dado con su paradero, y embauca a Don Quijote jurando que tres aldeanas que halló en el camino son Dulcinea y sus doncellas. Sucede una escena cómica mientras Don Quijote sospecha que ha sido de nuevo engañado por encantadores.
Capítulo XI: De la extraña aventura que le sucedió al valeroso Don Quijote con el carro o carreta de las cortes de la muerte
Sancho y Don Quijote se cruzan con una compañía de cómicos que va a representar el auto sacramental de Las Cortes de la Muerte. Don Quijote saluda a los farsantes, pero es atacado por lo que él supone un diablo. Al intentar vengarse lo reciben a pedradas.
Capítulo XII: De la extraña aventura que le sucedió al valeroso Don Quijote con el bravo caballero de los espejos
Internados en un bosque se encuentran Don Quijote y Sancho con el Caballero de los Espejos (o Caballero del Bosque) y su escudero.
Dadme, señora, un término que siga,
conforme a vuestra voluntad cortado,
que será de la mía así estimado,
que por jamás un punto dél desdiga.
Si gustáis que callando mi fatiga
muera, contadme ya por acabado;
si queréis que os la cuente en desusado
modo, haré que el mesmo amor la diga.
A prueba de contrarios estoy hecho,
de blanda cera y de diamante duro,
y a las leyes de amor el alma ajusto.
Bando cual es, o fuerte, ofrezco el pecho:
entallad, o imprimid lo que os dé gusto;
que de guardarlo enteramente juro.
Capítulo XIII: Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos
Caballeros y escuderos departen por separado. Sancho y el escudero del Caballero de los Espejos comen apaciblemente y hablan de sus amos y de los usos de la caballería.
Capítulo XIV: Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque
El Caballero del Bosque se precia de haber vencido a Don Quijote y de que su dama es la más bella de cuantas hay. Negándose a conceder valor a tales afirmaciones, Don Quijote le reta a duelo. Despiertan a los escuderos que han de pelear entre sí. Sancho se niega y pide a Don Quijote que lo suba a un alcornoque. Don Quijote vence al Caballero de los Espejos.
Y tanto el vencedor es más honrado
cuanto más el vencido es reputado.
Capítulo XV: Donde se cuenta y da noticia de quién era el Caballero de los Espejos y su escudero.
El caballero de los Espejos resulta ser el bachiller Sansón Carrasco, y su escudero Tomé Cecial, vecino de la aldea. El narrador cuenta cómo desde que Sansón Carrasco prometió ayuda al ama de Don Quijote ideó seguirle, retarlo en duelo, vencerlo y hacerle jurar que nunca más saldría de su pueblo. Tomé Cecial se despide y vuelve a la aldea. Sansón Carrasco, magullado, jura vengarse de Don Quijote.
Capítulo XVI: De lo que sucedió a Don Quijote con un discreto caballero de la Mancha
Departiendo amo y escudero por el camino se encuentran se encuentran con un caballero que el narrador llama Caballero del Verde Gabán, hidalgo hacendado y culto de vida virtuosa. Habla de su hijo, a quien quisiera ver estudiando Derecho pero que se inclina por la poesía. Don Quijote le aconseja y nuestro caballero se admira de la lúcida locura de Don Quijote.
Capítulo XVII: Donde se declara el último punto y extremo adonde llegó y pudo llegar el inaudito ánimo de Don Quijote, con la felicemente acabada aventura de los leones
De camino topan con una carreta de leones, regalo del sultán de Marruecos para el rey de España, que Don Quijote obliga a abrir para enfrentarse a los leones; pero éstos, muertos de hambre, hacen caso omiso de Don Quijote quien se considera vencedor de tan peligrosa aventura. Sancho llama a su amo Caballero de los leones. El Caballero del Verde Gabán los invita a comer.
Capítulo XVIII: De lo que sucedió a Don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán, con otras cosas extravagantes
Don Quijote y Sancho comen con don Diego de Miranda, mujer e hijo. El caballero anfitrión lee una glosa y un soneto que dejan admirado a Don Quijote quien, a su vez, los deja admirados a ellos.
Si mi fué tornarse a es,
sin esperar más será,
o viniese el tiempo ya
de lo que será después.
Al fin como todo pasa,
se pasó el bien que me dio
Fortuna, un tiempo no escasa,
y nunca me le volvió
ni abundante ni por tasa.
Siglo ha ya que me ves, Fortuna, puesto a tus pies;
vuélveme a ser venturoso:
que será mi ser dichoso
“si mi fue tornase a es”.
No quiero otro gusto o gloria
otra palma o vencimiento,
otro triunfo, otra victoria,
sino volver al contento
que es pesar en mi memoria.
Si tú me vuelves allá,
Fortuna, templado está
todo el rigor de mi fuego,
y más si este bien es luego,
“sin esperar más será”.
Cosas imposibles pido,
pues volver el tiempo a ser
después que una vez ha sido
no hay en la tierra poder
que a tanto se haya extendido.
Corre el tiempo, vuela y va
ligero, y no volverá,
y erraría el que pidiese
o que el tiempo ya se fuese
“o viniese el tiempo ya”.
Vivir en perpleja vida,
ya esperando, ya temiendo,
es muerte muy conocida,
y es mucho mejor muriendo
buscar al dolor salida. A mí me fuera interés
acabar; más no lo es,
pues, con discurso mejor
me da la vida el temor
“de lo que será después”.
El muro rompe la doncella hermosa
que de Píramo abrió el gallardo pecho;
parte el amor de Chipre, y va derecho
a ver la quiebra estrecha y prodigiosa.
Habla el silencio allí, porque no osa
a voz entrar por tan estrecho estrecho;
las almas sí, que amor suele de hecho
facilitar la más difícil cosa.
Salió el deseo de compás, y el paso
de la imprudente virgen solicita
por su gusto su muerte; ved que historia:
Que a entrambos en un punto, ¡oh extraño caso!,
los mata, los encubre y resucita
una espada, un sepulcro, una memoria.
Capítulo XIX: Donde se cuenta la aventura del pastor enamorado, con otros en verdad graciosos sucesos
Don Quijote y Sancho dan con un grupo de gentes que acuden a las bodas de Camacho el rico y Quiteria. Ella ha abandonado el cariño fraternal con Basilio y aconsejada por sus padres va a casarse con Camacho. En el camino discuten de estocadas entre un licenciado y el bachiller Corchuelo, y ven ce aquél siguiendo los tratados teóricos de esgrima, moda de la época, cuyo valor era el centro de la discusión.
Capítulo XX: Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico, con el suceso de Basilio el pobre
Descripción con gran aparato las fiestas de las bodas, con una pequeña representación alegórica. Sancho hace delicias comiendo por todas partes, al tiempo que discute con Don Quijote sobre la riqueza de los amantes.
Yo soy el dios poderoso
en el aire y en la tierra,
y en el ancho mar undoso,
y en cuanto el abismo encierra
en su báratro espantoso.
Nunca conocí qué es miedo;
todo cuanto quiero puedo. Aunque quiera lo imposible,
y en todo lo que es posible
mando, quito, pongo y vedo.
Soy quien puede más que Amor
y es Amor el que me guía;
soy de la estirpe mejor
que el cielo en la tierra cría
más conocida y mayor.
Soy el Interés, en quien
pocos suelen obrar bien, y
obrar sin mí es gran milagro;
y cual soy te me consagro
por siempre jamás amén.
En dulcísimos conceptos,
la dulcísima Poesía,
altos, graves y discretos,
Señora, el alma te envía
envuelta entre mil sonetos.
Si acaso no te importuna
mi porfía, tu fortuna,
de otras muchas envidiada,
será por mi levantada
sobre el cerco de la luna.
Llaman Liberalidad
al dar que el extremo huye
de la prodigalidad,
y del contrario, que arguye
tibia y floja voluntad.
Mas yo, por te engrandecer,
de hoy más pródiga he de ser;
que aunque es vicio, es vicio honrado
y de pecho enamorado,
que en el dar se echa de ver.
Capítulo XXI: Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucesos
Llega Quiteria y poco después irrumpe Basilio. Éste le recuerda sus amores de juventud y se ensarta en el pecho pidiendo casarse con ellas en las ansias de la muerte. No obstante, una vez casados descubre que no se había ensartado, y, por tanto, está ya casado con Quiteria, que es lo que pretendía. Tras un amago de lucha entre los dos bandos llega la paz.
Capítulo XXII: Donde se da cuenta de la grande aventura de la cueva de Montesinos que está en el corazón de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso Don Quijote de la Mancha
Después de solazarse unos días en casa de Basilio, parten caballero y escudero con un primo suyo, llamado “el Primo”, que es un experto en cosas inútiles, quien los conduce a la cueva de Montesinos, donde entra Don Quijote encordado y es sacado hora y media después.
Capítulo XXIII: De las admirables cosas que el extremado Don Quijote contó que había visto en la profunda cueva de Montesinos, cuya imposibilidad y grandeza hace que se tenga esta aventura por apócrifa
Don Quijote cuenta al Primo y a Sancho que se quedó dormido en la cueva de Montesinos y soñó que, durante tres días, había estado con Montesinos y Durandarte, ambos encantados, y que ha visto encantada a Dulcinea en figura de labradora. Sancho duda de la veracidad de ese sueño.
Capítulo XXIV: Donde se cuentan mil zarandajas tan impertinentes como necesarias al verdadero entendimiento desta grande historia
El traductor comenta una glosa de Cide Hamete Benengeli donde duda de la veracidad del relato de Don Quijote, y señala como apócrifa esta aventura. A continuación del pasado episodio en la cueva, el primo quiere llevarlos a una ermita pero acaban en una venta puesto que encuentran a un hombre armado que afirma les contará allí maravillas. También aparece un muchacho que va a la guerra.
Capítulo XXV: Donde se apunta la aventura del rebuzno y la graciosa del titerero, con las memorables adivinanzas del mono adivino
El viajero que iba armado les comenta la historia de dos alcaldes que buscan un burro rebuznando por el bosque, de donde nacen las burlas de los pueblos vecinos y de ahí las luchas entre ellos. Llega Maese Pedro y su mono adivino, que les prepara una función de su retablo.
Capítulo XXVI: Donde se prosigue la graciosa aventura del titerero, con otras cosas en verdad harto buenas
El muchacho que acompaña a Maese Pedro pone el retablo en acción, comenzando a contar la historia de Gaiferos y Melisendra. Cuando Gaiferos es perseguido por los musulmanes Don Quijote se imagina que todo es real y se lanza hacia el retablo para doblegar a los infieles, rompiéndolo todo. Paga los daños a Maese Pedro y antes del amanecer el titerero desaparece.
Capítulo XXVII: Donde se da cuenta quiénes eran maese Pedro y su mono, con el mal suceso que Don Quijote tuvo en la aventura del rebuzno, que no la acabó como él quisiera y como lo tenía pensado
El narrador informa que el tal Maese Pedro es en realidad Ginés de Pasamonte, galeote liberado por Don Quijote en el capítulo XXII de la primera parte. Don Quijote y Sancho se encuentran con los del pueblo del rebuzno. Don Quijote los intenta apaciguar mientras Sancho, con ese mismo propósito, rebuzna y es apaleado, huyendo Don Quijote.
Capítulo XXVIII: De cosas que dice Benengeli que las sabrá quien le leyere, si las lee con atención
Sancho Panza se irrita con su amo y le pide de nuevo salario. Don Quijote se enfada y lo despide. Al final quedan amigos.
Capítulo XXIX: De la famosa aventura del barco encantado
Llegando a la ribera del Ebro, Don Quijote halla un barco que sospecha está encantado. Suben a bordo y resulta que el barco se dirige a un molino. Los molineros los salvan de estrellarse contra las ruedas del molino y los dejan en la ribera, molidos y dados por locos.
Capítulo XXX: De lo que le avino a Don Quijote con una bella cazadora
Don Quijote y Sancho se encuentran con el séquito del duque y la duquesa, quienes conocen a nuestros héroes por haber leído la primera parte de la historia. Los invitan a su palacio.
Capítulo XXXI: Que trata de muchas y grandes cosas
Llegan al palacio de los duques y Sancho tiene un primer altercado con la dueña doña Rodríguez, de quien pretende dé de comer al rucio. En la mesa cuenta un cuentecillo del hidalgo de su pueblo que enfurece a Don Quijote. Éste cuenta el encanto de Dulcinea y recibe la respuesta irritada del eclesiástico del palacio de los duques. El narrador deja la respuesta para nuevo capítulo.
Capítulo XXXII: De la respuesta que dio Don Quijote a su reprensor, con otros graves y graciosos sucesos
Don Quijote responde largamente al eclesiástico, quien ataca a Sancho y finalmente se ve airado, con gran risa de los duques. Discurso sobre la posibilidad de agraviar y ser agraviado. Las criadas del duque lavan la cara a Don Quijote de forma cómica, y el duque se la lava también para evitar que caiga en el engaño. Sancho sale y Don Quijote discursea sobre Dulcinea. Entra Sancho gritando y perseguido por un barbero que lo quiere lavar de forma cómica. Don Quijote se retira a reposar.
Capítulo XXXIII: De la sabrosa plática que la duquesa y sus doncellas pasaron con Sancho Panza, digna de que se lea y de que se note
La duquesa, acompañada de sus damas y de Sancho, inquiere de éste como se encantó Dulcinea. Sancho le confiesa la burla del capítulo X de esta segunda parte. La duquesa convence a Sancho de que Dulcinea está encantada realmente.
Capítulo XXXIV: Que cuenta de la noticia que se tuvo de cómo se había de desencantar la sin par Dulcinea del Toboso, que es una de las aventuras más famosas deste libro
Salen todos de caza con los duques: escena de caza de un jabalí. En medio de la noche rodea a la expedición un ejército figurado mandado por el Diablo, donde en un carro tirado por bueyes llegan Lingandeo, Alquife y Arcalaus, famosos encantadores de libros de caballería.
Capítulo XXXV: Donde se prosigue la noticia que tuvo Don Quijote del desencanto de Dulcinea, con otros admirables sucesos
Sigue la burla y aparece otro carro tirado por seis mulas pardas llenos de disciplinantes. Sobre él llega Merlín y anuncia que para que Dulcinea quede desencantada Sancho se ha de dar tres mil trescientos azotes de voluntad propia. Sancho se duele de su sino. Comienza a amanecer.
—Yo soy Merlín, aquel que las historias dicen que tuve por mi padre al diablo (mentira autorizada de los tiempos), Príncipe de la mágica y Monarca y archivo de la ciencia Zoroástrica, émulo a las edades y a los siglos, que solapar pretenden las hazañas de los andantes bravos caballeros, a quien yo tuve y tengo gran cariño.Y puesto que es de los encantadores, de los magos o mágicos contino dura la condición, áspera y fuerte, la mía es tierna, blanda y amorosa, y amiga de hacer bien a las gentes.En las cavernas lóbregas de Dite, donde estaba mi alma entretenida en formar ciertos rombos y caracteres, llegó la voz doliente de la bella y sin par Dulcinea del Toboso.Supe su encantamiento y su desgracia y su transformación de gentil dama en rústica aldeana: condolíme, y encerrando mi espíritu en el hueco desta espantosa y fiera notomía, después de haber revuelto cien mil libros desta mi ciencia endemoniada y torpe, vengo a dar el remedio que conviene a tamaño dolor, a mal tamaño.¿Oh, tú, gloria y honor de cuantos visten las túnicas de acero y de diamante, luz y farol, sendero, norte y guía de aquellos que dejando el torpe sueño y las ociosas plumas, se acomodan a usar el ejercicio intolerable de las sangrientas y pesadas armas!A ti digo, ¡oh varón!, como se debe por jamás alabado, a ti, valiente juntamente y discreto Don Quijote, de la Mancha esplendor, de España estrella: que para recobrar su estado primo la sin par Dulcinea del Toboso, es menester que Sancho, tu escudero, se dé tres mil azotes y trescientos en ambas sus valientes posaderas, al aire descubiertas, y de modo que el escuezan, le amarguen y le enfaden; y en esto se resuelven todos cuantos de su desgracia han sido los autores, y a esto es mi venida, mis señores.
Capítulo XXXVI: Donde se cuenta la extraña y jamás imaginada aventura de la dueña dolorida, alias de la condesa Trifaldi, con una carta que Sancho Panza escribió a su mujer Teresa Panza
Sancho escribe a su mujer, dándole cuenta de sus aventuras. Llega Trifaldín, el de la Barba Blanca, paje y embajador de la condesa Trifaldi, también llamada la dueña Dolorida, quien viene desde el reino de Candaya buscando a Don Quijote.
Carta de Sancho Panza a Teresa Panza, su mujer
Si buenos azotes me daban, bien caballero me iba: si buen gobierno me tengo, buenos azotes me cuesta. Esto no lo entenderás tú, teresa mía, por ahora: otra vez lo sabrás. Has de saber, Teresa, que tengo determinado que andes en coche, que es lo que hace al caso; porque todo otro andar es andar a gatas. Mujer de un gobernador eres: mira si te roerá nadie los zancajos. Ahí te envío un vestido verde de cazador, que me dio mi señora la duquesa; acomódale en modo que sirva de saya y cuerpos a nuestra hija. Don Quijote, mi amo, según he oído decir en esta tierra, es un loco cuerdo y un mentecato gracioso; y que yo no le voy en zaga. Hemos estado en la cueva de Montesinos, y el sabio Merlín ha echado mano de mí para el desencanto de Dulcinea del Toboso, que por allá se llama Aldonza Lorenzo. Con tres mil y trescientos azotes, menos cinco, que me he de dar, quedará desencantada como la madre que la parió. No dirás desto nada a nadie, porque pon lo tuyo en concejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro. De aquí a pocos días me partiré al gobierno, adonde voy con grandísimo deseo de hacer dineros, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mesmo deseo; tomaréle el pulso y avisaréte si has de venir a estar conmigo o no. El rucio está bueno y se te encomienda mucho; y no lo pienso dejar aunque me llevaran a ser gran turco. La duquesa, mi señora, te besa mil veces las manos; vuélvele el retorno con dos mil; que no hay cosa que menos cueste ni valga más barata, según dice mi amo, que los buenos comedimientos. No ha sido Dios servido de depararme otra maleta con otros cien escudos, como la de marras; pero no te dé pena. Teresa mía, que en salvo está el que repica, y todo saldrá en la colada del gobierno, sino que me ha dado gran pena que me dicen que si una vez le pruebo que me tengo de comer las manos tras él y si así fuese no me costaría muy barato; aunque los estropeados y mancos ya se tienen su calonjía en la limosna que piden; así que, por una vía o por otra, tú has de ser rica, de buena ventura. Dios te la dé como puede y a mí me guarde para servirte. Deste castillo, a 20 de julio 1614.
Tu marido el gobernador,
Sancho Panza.
Capítulo XXXVII: Donde se prosigue la famosa aventura de la deña Dolorida
Esperando a la dueña Dolorida, Sancho y doña Rodríguez discuten acerca de la calidad de las dueñas. Finalmente llega la Dolorida.
Capítulo XXXVIII: Donde se cuenta lo que dió de su mala andanza la dueña Dolorida
Informa el narrador que la dueña Dolorida también se llamó la condesa lobuna y la condesa de las tres faldas, nombres que se cambió por el de Trifaldi. Llega rodeada de dueñas, todas cubiertas con velos negros. Ella cuenta la historia de la infanta Antonomasia, natural del reino de Candaya, preñada por don Clavijo bajo promesa de matrimonio. La historia queda interrumpida por un chiste de Sancho.
De la dulce mi enemiga
nace un mal que el alma hiere,
y por más tormento, quiere
que se sienta y no se diga.
Ven, muerte, tan escondida,
que no te sienta venir,
porque el placer de morir
no me torne a dar la vida.
Capítulo XXXIX: Donde la Trifaldi prosigue su estupenda y memorable aventura
El matrimonio de don Clavijo provoca la muerte de Maguncia, madre de Antonomasia, por lo que el gigante Malambruno maldice a la dueña Dolorida; le crecerá la barba, excepto si es salvada por Don Quijote. Las dueñas se descubren.
Capítulo XL: De cosas que atañen y tocan a esta aventura y a esta memorable historia
Para llegar al lejano reino de Candaya, la Dolorida les proporciona a Clavileño, caballo de madera encantado enviado por el gigante Malambruno. Don Quijote y Sancho deciden realizar el viaje aéreo.
Capítulo XLI: De la venida de Clavileño, con el fin desta dilatada aventura
Traen a Clavileño y Sancho sube a duras penas cuando el duque pone el viaje como condición para obtener la ínsula prometida. Amo y escudero tapan sus ojos y todos los despiden a gritos como si, en efecto, volaran por los aires. Don Quijote y Sancho especulan sobre dónde se encuentran (región del aire, del fuego, etc.). Al cabo, los duques prenden fuego a los cohetes de la cola de Clavileño. Cuando aterrizan, los dos viajeros encuentran un pergamino escrito por el gigante Malambruno que reconoce haber sido vencido por el Caballero de los Leones (es decir, Don Quijote).
Capítulo XLII: De los consejos que dio Don Quijote a Sancho panza antes de que fuese a gobernar la ínsula, con otras cosas bien consideradas
Al día siguiente Sancho parte para el gobierno de su ínsula. Sabiéndolo Don Quijote, se aparta con él y le da consejos para el buen gobierno de la ínsula.
Capítulo XLIII: De los consejos segundos que dio Don Quijote a Sancho Panza
Siguen y terminan los consejos de Don Quijote al futuro gobernador de la ínsula Barataria.
Capítulo XLIV: Cómo Sancho panza fue llevado al gobierno y de la extraña aventura que en el castillo sucedió a Don Quijote
Parte Sancho a iniciar su gobierno. Queda triste Don Quijote, y tras la cena se retira a sus aposentos. Por la ventana oye tocar a Altisidora un arpa y le requiere de amores.
¡Oh, tú, que estás en tu lecho
entre sábanas de Holanda,
durmiendo a pierna tendida
de la noche a la mañana!
Caballero el más valiente
que ha producido la Mancha,
más honesto y más bendito
que el oro fino de Arabia.
Oye a una triste doncella
bien crecida y mal lograda,
que en la luz de tus dos soles
se siente abrasar el alma.
Tú buscas tus aventuras
y ajenas desdichas hallas;
das las feridas, y niegas
el remedio de sanarlas.
¿Dime, valeroso joven,
que Dios prospere tus ansias,
si te criaste en Libia
o en las montañas de Jaca?
¿Si sierpes te dieron leche?
¿Si a dicha fueron tus amas,
la aspereza de las selvas
y el horror de las montañas?
Muy bien puede Dulcinea,
doncella rolliza y sana,
preciarse de que ha rendido
a un tigre y fiera brava.
Por esto será famosa
desde Henares a Jarama,
desde el Tajo a Manzanares,
desde Pisuerga hasta Arlanza.
Trocárame yo por ella,
y diera encima una saya
de las más gayadas mías,
que de oro la adornan franjas
¡Oh, quién se viera en tus brazos,
o si no junto a tu cama,
rascándote la cabeza
y matándote la caspa!
Mucho pido, y no soy digna,
de merced tan señalada:
los pies quisiera traerte
que a una humilde esto le basta.
¡Oh, qué de cofias te diera,
qué de escarpines de plata,
qué de calzas de damasco,
qué de herreruelos de Holanda!
¡Qué de finas perlas,
cada cual como una agalla,
que a no tener compañeras
las solas fueran llamadas!
No mires de tu Tarpeya
este incendio que me abrasa,
Nerón manchego del mundo,
ni le avives con tu saña.
Niña soy, pulcela tierna,
mi edad de quice no pasa;
catorce tengo y tres meses,
te juro en Dios y en mi ánima.
No soy renca ni soy coja,
ni tengo nada de manca,
los cabellos como lirios
que en pie por el suelo arrastran.
Y aunque es mi boca aguileña,
y la nariz algo chata,
ser mis dientes de topacios
mi belleza al cielo ensalza.
Mi voz, ya ves, si me escuchas,
que a la que es más dulce iguala,
y soy de disposición
algo menos que mediana.
Estas y otras gracias mías
son despojos de tu aljaba,
desta casa soy doncella
y Altisidora me llaman.
Capítulo XLV: De cómo el gran Sancho panza tomó la posesión de su ínsula y del modo que comenzó a gobernar
Sancho llega a su ínsula y ya de buenas a primeras resuelve el caso del labrador y del sastre, y poco después el de la prostituta y el ganadero rico.
Capítulo XLVI: Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibió Don Quijote en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora
A la noche siguiente, en el castillo, vuelve Altisidora a cantar bajo el aposento de Don Quijote. Pero esta vez le descuelgan varios gatos con cencerros en la cola. Don Quijote se dispone a luchar contra los que cree encantadores, con el infortunio de recibir arañazos en la cara. Por fin el duque interviene y los quita de encima del caballero; Don Quijote guarda cama durante cinco días.
Suelen las fuerzas de amor
sacar de quicio a las almas,
tomando por instrumento
la ociosidad descuidada.
Suele el coser y el labrar
y el estar siempre ocupada,
ser antídoto al deseo
de las amorosas ansias.
Las doncellas recogidas
que aspiran a ser casadas,
la honestidad es la dote
y voz de sus alabanzas.
Los andantes caballeros,
y los que en la corte andan,
requiébranse con las libres,
con las honestas se casan.
Hay amores de levante,
que entre huéspedes se tratan,
que llegan presto al poniente,
porque en el partir se acaban.
El amor recién venido,
que hoy llegó, y se va mañana,
las imágenes no deja
bien impresas en el alma.
Pintura sobre pintura
ni se muestra ni señala,
y do hay primera belleza
la segunda no hace baza.
Dulcinea del Toboso
del alma en la tabla rasa
tengo pintada de modo
que es imposible borrarla.
La firmeza en los amantes
es la parte más preciada
por quien hace amor milagros
y así mismo los levanta.
Capítulo XLVII: Donde se prosigue cómo se portaba Sancho Panza en su gobierno
Sancho se enfrenta a las prohibiciones culinarias de su médico, Pedro Recio de Agüero, natural de Tirteafuera. El duque le envía una misiva en la que indica que intentan matarlo, lo que sobresalta al bisoño gobernador. No obstante, Sancho resuelve el caso del padre de Clara Perlerina.
Carta del duque a Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria
A mi noticia ha llegado, señor Don Sancho Panza, que unos enemigos míos y desa ínsula la han de dar un asalto furioso, no sé qué noche: conviene velar y estar alerta, porque no le tomen desapercibido. Sé también por espías verdaderas que han entrado en ese lugar cuatro personas disfrazadas para quitaros la vida, porque se temen de vuestro ingenio: abrid el ojo y mirad quién llega a hablaros, y no comáis de cosa que os presentaren. Yo tendré cuidado de socorreros si os viéredes en trabajo, y en todo haréis como se espera de vuestro entendimiento. Deste lugar, a diez y seis de agosto a las cuatro de la mañana. Vuestro amigo,El duque.
Capítulo XLVIII: De lo que sucedió a Don Quijote con doña Rodríguez, la dueña de la duquesa, con otros acontecimientos dignos de escritura y de memoria eterna
Doña Rodríguez acude al aposento de Don Quijote a pedirle ayuda para que obligue a casar al hijo de un campesino rico con su hija, a la que dio palabra de casamiento. Alguien entra en la habitación, se le cae la vela a doña Rodríguez, todo queda a oscuras y sufre ataque Don Quijote.
Capítulo XLIX: De lo que le sucedió a Sancho Panza rondando su ínsula
Sancho juzga un caso sobre juego de naipes. Se encuentra con dos hermanos descarriados, los hijos de Diego de la Llana, le cuentan su historia y él los devuelve a casa.
Capítulo L: Donde se declara quién fueron los encantadores y verdugos que azotaron a la dueña y pellizcaron y arañaron a Don Quijote, con el suceso que tuvo el paje que llevó la carta a Teresa Sancha, mujer de Sancho Panza
El narrador explica que la burla de Don Quijote y doña Rodríguez procede de que ésta fue sentida cuando se acercaba al aposento de Don Quijote. Un paje lleva carta de Sancho y la duquesa a Teresa Panza.
Carta de la duquesa a Teresa Panza
Amiga Teresa: Las buenas partes de la bondad y del ingenio de vuestro marido Sancho, me movieron y obligaron a pedir a mi marido, el duque, le diese un gobierno de una ínsula de muchas que tiene. Tengo noticia de que gobierna como un girifalte de lo que yo estoy muy contenta, y el duque mi señor por el consiguiente, por lo que doy muchas gracias al cielo de no haberme engañado en haberle escogido por el tal gobierno; porque quiero que sepa la señora Teresa que con dificultad se halla un buen gobernador en el mundo, y tal me haga a mí Dios como Sancho gobierna. Ahí le envío, querida mía, una sarta de corales con extremos de oro; yo me holgara que fuera de perlas orientales; pero quien te da el hueso no te querrá ver muerta: tiempo vendrá en que nos conozcamos y nos comuniquemos, y Dios sabe lo que será. Encomiéndeme a Sanchica, su hija, y dígale de mi parte que se apareje, que la tengo que casar altamente cuando menos lo piense. Dícenme que en ese lugar hay bellotas gordas: envíeme hasta dos docenas, que las estimaré en mucho por ser de su mano, y escríbame largo, avisándome de su salud y de su bienestar; y si hubiere menester alguna cosa, no tiene que hacer más que boquear, que su boca será medida, y Dios me la guarde. Deste lugar, su amiga que bien la quiere,La Duquesa.
Capítulo LI: Del progreso del gobierno de Sancho Panza, con otros sucesos tales como buenos
Sancho juzga el caso del puente de la verdad. Recibe carta de Don Quijote en que le aconseja de nuevo y le felicita por las buenas noticias que se reciben en el palacio de los duques sobre su gobierno. Envía Sancho carta a Don Quijote. Sancho da órdenes para el gobierno.
Carta de Don Quijote de la Mancha a Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria
Cuando esperaba oír nuevas de tus descuidos e impertinencias,, Sancho amigo, las oí de tus discreciones, de que di por ello gracias particulares al cielo, el cual del estiércol sabe levantar los pobres y de los tontos hacer discretos. Dícenme que gobiernas como si fueses hombre, y que eres hombre como si fueses bestia, según es la humanidad con que te tratas; y quiero que adviertas, Sancho, que muchas veces conviene y es necesario por la autoridad del oficio ir contra la humildad del corazón; porque el buen adorno de la persona que está puesta en graves cargos ha de ser conforme a lo que ellos piden, y no a la medida de lo que su humilde condición le inclina. Vístete bien, que un palo compuesto no parece palo. No digo que traigas dijes ni galas, ni que, siendo juez, te vistas como soldado, sino que te adornes con el hábito que tu oficio requiere, con tal que sea limpio y bien compuesto. Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras, has de hacer dos cosas: la una, ser bien criado con todos, aunque esto ya otra vez te lo he dicho, y la otra procurar la abundancia de los mantenimientos; que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que el hambre y la carestía.No hagas muchas pragmáticas; y si las hicieres, procura que sean buenas, y sobre todo que se guarden y cumplan; que las pragmáticas que no se guardan, lo mismo es que si no lo fuesen; antes dan a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad para hacerlas, no tuvo valor para hacer que se guardasen; y las leyes que atemorizan y no se ejecutan vienen a ser como la viga, rey de las ranas, que al principio las espantó y con el tiempo la menospreciaron y se subieron sobre ella. Sé padre de las virtudes y padrastro de los vicios. No seas siempre riguroso, ni siempre blando, y escoge el medio entre estos dos extremos; que en esto está el punto de la discreción. Visita las cárceles, las carnicerías y las plazas; que la presencia del gobernador en lugares tales es de mucha importancia; consuela a los presos, que esperan la brevedad de su despacho; es coco a los carniceros, que por entonces igualan los pesos, y es espantajo a las placeras por la misma razón. No te muestres (aunque por ventura lo seas, lo cual yo no creo) codicioso, mujeriego ni glotón; porque en sabiendo el pueblo y los que te tratan tu inclinación determinada, por allí te darán batería hasta derribarte en el profundo de la perdición. Mira y remira, pasa y repasa los consejos y documentos que te di por escrito antes de que aquí partieses a tu gobierno, y verás cómo hallas en ellos, si los guardas, una ayuda de costa que te sobrelleve los trabajos y dificultades que a cada paso a los gobernadores se les ofrecen. Escribe a tus señores, y muéstrateles agradecido, que la ingratitud es hija de la soberbia y uno de los mayores pecados que se sabe, y la persona que es agradecida a los que bien le han hecho, da indicio de que también lo será a Dios, que tantos bienes le hizo y de continuo le hace.La señora duquesa despachó un propio con tu vestido y otro presente a tu mujer Teresa Panza; por momentos esperamos respuesta. Yo he estado un poco mal dispuesto de un cierto gateamiento que me sucedió no muy a cuento de mis narices; pero no fue nada, que si hay encantadores que me maltraten también los hay que me defiendan. Avísame si el mayordomo que está contigo tuvo que ver en las acciones de la Trifaldi, como tú sospechaste, y de todo lo que te sucediere me irás dando aviso, pues es tan corto el camino, cuanto más, que yo pienso dejar presto esta vida ociosa en que estoy, pues no nací para ella. Un negocio se me ha ofrecido que creo que me ha de poner en desgracia destos señores; pero, aunque se me da mucho, no se me da nada, pues en fin, en fin, tengo que cumplir antes con mi profesión que con su gusto, conforme a lo que suele decirse: Amicus Plato, sed magis amica veritas (Amigo Pedro, amigo Juan, pero más amiga la verdad). Dígote este latín porque me doy a entender que después que eres gobernador lo habrás aprendido. Y a Dios, el cual te guarde de que ninguno te tenga lástima.Tu amigo,Don Quijote de la Mancha.
Carta de Sancho Panza a Don Quijote de la Mancha
La ocupación de mis negocios es tan grande que no tengo lugar para rascarme la cabeza, ni aun para cortarme las uñas, y así las traigo tan crecidas cual Dios lo remedie. Digo esto, señor mío de mi alma, porque vuesa merced no se espante si hasta agora no he dado aviso de mi bien o mal estar en este gobierno, en el cual tengo más hambre que cuando andábamos los dos por las selvas y por los despoblados.Escribióme el duque, mi señor, el otro día, dándome aviso que habían entrado en esta ínsula ciertas espías para matarme, y hasta agora yo no he descubierto otra que un cierto doctor que está en este lugar asalariado para matar a cuantos gobernadores aquí vinieren: llámase el doctor Pedro Recio y es natural de Tirteafuera; porque vea vuesa merced qué nombre para no temer que he de morir a sus manos. Este tal doctor dice él mismo de sí mismo que él no cura las enfermedades cuando las hay, sino que las previene para que no vengan; y las medicinas que usa son dieta y más dieta, hasta poner la persona en los huesos mondos, como si no fuese mayor mal la flaqueza que la calentura. Finalmente, él me va matando de hambre y yo me voy muriendo de despecho, pues cuando pensé venir a este gobierno a comer caliente y a beber frío, y a recrear el cuerpo entre sábanas de Holanda sobre colchones de pluma, he venido a hacer penitencia como si fuera ermitaño; y como no la hago de mi voluntad pienso que al cabo al cabo me ha de llevar el diablo.Hasta agora no he tocado derecho ni llevado cohecho, y no puedo pensar en qué va esto; porque aquí me han dicho que los gobernadores que a esta ínsula suelen venir, antes de entrar en ella o les han dado o les han prestado los del pueblo muchos dineros, y que ésta es ordinaria usanza de los demás que van a gobiernos, no solamente en éste.Anoche, andando de ronda, topé una muy hermosa doncella en traje de varón, y un hermano suyo en hábito de mujer; de la moza se enamoró mi maestresala, y la escogió en su imaginación para su mujer, según él ha dicho, y yo escogí al mozo para mi yerno; hoy los dos pondremos en plática nuestros pensamientos con el padre de entrambos, que es un tal Diego de la Llana, hidalgo y cristiano viejo cuanto se quiere.Yo visito las plazas como vuesa merced me lo aconseja, y ayer hallé una tendera que vendía avellanas nuevas, y averigüéle que había mezclado con una hanega de avellanas de avellanas nuevas otra de viejas, vanas y podridas; apliquélas todas para los niños de la doctrina, que las sabrán bien distinguir, y sentenciéla que por quince días no entrase en la plaza. Hanme dicho que lo hice valerosamente; lo que sé decir a vuesa merced es que es fama en este pueblo que no hay gente más mala que las placeras, porque todas son desvergonzadas, desalmadas y atrevidas, y yo así lo creo por las que he visto en otros pueblos.De que la duquesa mi señora haya escrito a mi mujer Teresa Panza, y enviádole el presente que vuestra merced dice, estoy muy satisfecho, y procuraré mostrarme agradecido a su tiempo: bésele vuesa merced las manos de mi parte, diciendo que digo yo que no lo ha echado en saco roto, como lo verá por la obra. No querría que vuesa merced tuviese trabacuentas de disgusto con esos mis señores, porque si vuesa merced se enoja con ellos, claro está que ha de redundar en mi daño, y no será bien que pues se da a mí por consejo que sea agradecido, que vuesa merced no lo sea con quien tantas mercedes le tiene hechas, y con tanto regalo ha sido tratado en su castillo.Aquello del gateado no entiendo; pero imagino que debe ser alguna de las malas fechorías que con vuesa merced suelen usar los malos encantadores; yo lo sabré cuando nos veamos. Quisiera enviarle a vuesa merced alguna cosa; pero no sé qué envíe, si no es algunos cañutos de jeringas, que para con vejigas los hacen en esta ínsula, muy curiosos; aunque si me dura el oficio, yo buscaré que enviar de haldas o de mangas.Si me escribiere mi mujer Teresa Panza, pague vuesa merced el porte, y envíeme la carta; que tengo grandísimo deseo de saber del estado de mi casa, de mi mujer y de mis hijos. Y con esto, Dios libre a vuesa merced de mal intencionados encantadores y a mí me saque con bien y en paz deste gobierno, que lo dudo, porque lo pienso dejar con la vida, según me trata el doctor Pedro Recio.Criado de vuestra merced,Sancho Panza, el gobernador.
Capítulo LII: Donde se cuenta la aventura de la segunda dueña Dolorida o Angustiada, llama por otro nombre doña Rodríguez
Cuando Don Quijote se encuentra comiendo ante los duques, doña Rodríguez (a la que el narrador da ahora el nombre de segunda dueña Dolorida o Angustiada), acompañada de su hija, exhorta a Don Quijote para que cumpla su promesa. Llegan cartas de Teresa Panza para la duquesa y Sancho.
Carta de Teresa Panza a la duquesa
Mucho contento me dió, señora mía, la carta que vuesa grandeza me escribió, que en verdad que la tenía bien deseada. La sarta de corales es muy buena, y el vestido de caza de mi marido no le va en zaga. De que vuestra señoría haya hecho gobernador a Sancho, mi consorte, ha recibido mucho gusto todo este lugar, puesto que no hay quien lo crea, principalmente el cura y maese Nicolás el barbero y Sansón Carrasco el bachiller; pero a mí no se me da nada; que como ello sea así, como lo es, diga cada uno lo que quisiere; aunque si va a decir verdad, a no venir los corales y el vestido, tampoco yo lo creyera, porque en este pueblo todos tienen a mi marido por un porro, y que, sacado de gobernar un hato de cabras, no pueden imaginar para qué gobierno pueda ser bueno. Dios lo haga y lo encamine como ve que lo han menester sus hijos. Yo, señora de mi alma, estoy determinada, con licencia de vuesa merced, de meter este buen día en mi casa, yéndome a la corte a tenderme en un coche para quebrar los ojos a mil envidiosos que ya tengo; y así suplico a vuesa Excelencia mande a mi marido me envíe algún dinerillo, y que sea algo qué; porque en la corte son los gastos grandes; que el pan vale a real y la carne la libra a treinta maravedís, que es un juicio; y si quisiere que no vaya que me lo avise con tiempo porque me están buyendo los pies por ponerme en camino; que me dicen mis amigas y mis vecinas que si yo y mi hija andamos orondas y pomposas en la corte, vendrá a ser conocido mi marido por mí más que yo por él, siendo forzoso que pregunten muchos:” ¿Quién son estas señoras deste coche?” Y un criado mío responderá: “La mujer y la hija de Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria”; y desta manera será conocido Sancho y yo seré estimada, y a Roma por todo. Pésame cuanto pesar me puede que este año no se han cogido bellotas en este pueblo; con todo eso envío a vuesa alteza hasta medio celemín, que una a una las fui yo a recoger y escoger al monte, y no las hallé más mayores; yo quisiera que fueran como huevos de avestruz.No se le olvide a vuestra pomposidad de escribirme; que yo tendré cuidado de la respuesta, avisando de mi salud y de todo lo que hubiere que avisar deste lugar donde quedo rogando a nuestro Señor guarde a vuestra grandeza y a mí no olvide. Sancha mi hija y mi hijo besan a vuesa merced las manos.La que tiene más deseos de ver a vuesa señoría que de escribirla.Su criada,Teresa Panza.
Carta de Teresa Panza a Sancho Panza, su marido
Tu carta recibí, Sancho mío de mi alma, y yo te prometo y juro como católica cristiana que no faltaron dos dedos para volverme loca de contento. Mira, hermano: cuando yo llegué a oír que eres gobernador, me pensé allí caer muerta de puro gozo: que ya sabes tú que dicen que así mata la alegría súbita como el dolor grande. A Sanchica tu hija se le fueron las aguas sin sentirlo, de puro contento. El vestido que me enviaste tenía delante, y los corales que me envió mi señora la duquesa al cuello, y las cartas en las manos, y el portador dellas allí presente, y con todo eso creía y pensaba que era todo sueño lo que veía y lo que tocaba; porque, ¿quién podía pensar que un pastor de cabras había de venir a ser gobernador de ínsulas? Ya sabes tú, amigo, que decía mi madre que era menester vivir mucho para ver mucho; dígolo, porque pienso ver más si vivo más; porque no pienso parar hasta verte arrendador o alcabalero, que son oficios que aunque lleva el diablo a quien mal los usa, en fin, en fin, siempre tienen y manejan dineros. Mi señora la duquesa te dirá el deseo que tengo de ir a la corte; mírate en ello, y avísame de tu gusto; que yo procuraré honrarte en ella andando en coche.El cura, el barbero, el bachiller y aun el sacristán no puede creer que eres gobernador, y dicen que todo es embeleco o cosas de encantamiento, como son todas las de Don Quijote tu amo; y dice Sansón que ha de ir a buscarte y a sacarte el gobierno de la cabeza y a Don Quijote la locura de los cascos; yo no hago sino reírme y mirar mi sarta, y dar traza del vestido que tengo que hacer del tuyo a nuestra hija. Unas bellotas envío a mi señora la duquesa; yo quisiera que fueran de oro. Envíame tú algunas sartas de perlas, si se usan en esa ínsula. Las nuevas deste lugar son: que la Berrueca casó a su hija con un pintor de mala mano, que llegó a este pueblo a pintar lo que saliese; mandóle el concejo pintar las armas de Su majestad sobre las puertas del Ayuntamiento, pidió dos ducados, diéronselos adelantados, trabajó ocho días, al cabo de los cuales no pintó nada y dijo que no acertaba a pintar tantas baratijas; volvió el dinero, y con todo eso se casó a título de buen oficial; verdad es que ya ha dejado el pincel y tomado la azada, y va al campo como gentilhombre. El hijo de Pedro el Lobo se ha ordenado en grados y corona con intención de hacerse clérigo; súpolo Minguilla, la nieta de Mingo Silvato, y hale puesto demanda de que la tiene dada palabra de casamiento; malas lenguas quieren decir que ha estado encinta dél; pero él lo niega a pies juntillas. Hogaño no hay aceitunas, ni se halla una gota de vinagre en todo este pueblo. Por aquí pasó una compañía de soldados, lleváronse de camino tres mozas deste pueblo; no te quiero decir quién son, quizá volverán y no faltará quien las tome por mujeres con sus tachas buenas o malas. Sanchica hace puntas de randas; gana cada día ocho maravedís horros, lo que va echando en una alcancía para ayudar a su ajuar; pero ahora que es hija de un gobernador tú le darás la dote sin que ella lo trabaje. La fuente de la plaza se secó; un rayo cayó en la picota, y allí me las den todas. Espero respuesta desta y la resolución de mi ida a la corte; y con esto Dios te me guarde más años que a mí, o tantos, porque no querría dejarte sin mí en este mundo.Tu mujer,Teresa Panza.
Capítulo LIII: Del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza
Organizan una burla a Sancho fingiendo que atacan la ínsula y lo dejan molido. Sancho decide marcharse y abandonar el gobierno.
Capítulo LIV: Que trata de cosas tocantes a esta historia y no a otra alguna
El duque elige a Tosilos para que se enfrente a Don Quijote; en el castillo de los duques hay expectación por vivir el torneo. Sancho se encuentra en el camino de vuelta con unos peregrinos extranjeros entre los que se encuentra Ricote, morisco de su pueblo que había huido por el decreto de expulsión y vuelve a recoger dinero y familia. Ambos comen y charlan ampliamente.
Capítulo LV: De cosas sucedidas a Sancho en el camino y otras que no hay más que ver
Sancho se despide de Ricote, retoma su camino y poco después cae en una fosa, no puede salir y da voces para que lo auxilien. Don Quijote, que anda preparándose para el combate, oye las voces y parte al castillo de los duques a pedir ayuda. Sancho cuenta a los duques cómo le ha ido en su gobierno.
Capítulo LVI: De la descomunal y nunca vista batalla que pasó entre Don Quijote de la Mancha y el lacayo Tosilos, en la defensa de la hija de la dueña doña Rodríguez
Comienza el torneo entre Don Quijote y Tosilos, pero éste, al ver a la hija de doña Rodríguez, se declara vencido y la acepta en matrimonio. La hija de doña Rodríguez, aunque declara que no es él de quien recibió la palabra, lo acepta. Todo ello con gran irritación del duque.
Capítulo LVII: Que trata de cómo Don Quijote se despidió del duque y de lo que le sucedió con la discreta y desenvuelta Altisidora, doncella de la duquesa
Don Quijote se despide de los duques. Estando preparado para la partida, Altisidora lo requiebra de amores en público. Don Quijote y Sancho al fin salen para Zaragoza.
Escucha mal caballero:
detén un poco las riendas;
no fatigues las ijadas
de tu mal regida bestia.
Mira, falso, que no huyes
de alguna serpiente fiera
sino de una corderilla,
que está muy lejos de oveja.
Tú has burlado monstruo horrendo
la más hermosa doncella
que Diana vió en sus montes,
que Venus miró en sus selvas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe: allá te avengas.
Tú llevas, ¡llevar impío!,
en las garras de tus cerras
las entrañas de una humilde,
como enamorada tierna.
Llevaste tres tocadores,
y unas ligas de unas piernas,
que al mármol puro se igualan
en lisas, blancas y negras.
Llevaste dos mil suspiros,
que a ser de fuego, pudieron
abrasar a dos mil Troyas,
si dos mil Troyas hubiera.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe: allá te avengas.
Dese Sancho, tu escudero,
las entrañas sean tan tercas
y tan duras, que no salga
de su encanto Dulcinea.
De la culpa que tú tienes
lleve la triste la pena:
que justos por pecadores
tal vez pagan en mi tierra.
Tus más finas aventuras
en desventuras se vuelvan:
en sueños tus pensamientos,
en olvidos tus firmezas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe: allá te avengas.
Seas tenido por falso
desde Sevilla a Marchena,
desde Granada hasta Loja,
de Londres a Inglaterra.
Si jugares al reinado,
los cientos, o la primera,
los reyes huyan de ti,
ases ni sietes no veas.
Si te cortares los callos
sangre las heridas viertan,
y quédente los raigones
si te sacares las muelas.
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe: allá te avengas.
Capítulo LVIII: Que trata de cómo menudearon sobre Don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras
Camino de Zaragoza se encuentran con unos retablos de Santos que llevan para un pueblo. Comentan el caso. Se encuentran con una Arcadia de pastores. Los atropella una manada de toros dejándolos molidos y cabizbajos.
Capítulo LIX: Donde se cuenta del extraordinario suceso que se puede tener por aventura, que le sucedió a Don Quijote
Llegan amo y escudero a una venta y oyen a dos caballeros (don Juan y don Jerónimo) hablar de la segunda parte apócrifa de Don Quijote. Éste se les da a conocer y afirma que no irá a Zaragoza para contradecir al falso Quijote.
Capítulo LX: De lo que le sucedió a Don Quijote yendo a Barcelona
Enderezan para Barcelona. Don Quijote y Sancho se pelean a propósito de los azotes que se ha de dar Sancho para desencantar a Dulcinea. Topan con una cuadrilla de bandoleros de Roque Guinart. El tal Roque Guinart habla con Don Quijote, mostrándose desencantado con la vida que lleva. Aparece Claudia Jerónima, hija de Simón Forte, pidiendo al bandido que la pase a Francia, puesto que ha disparado una escopeta contra Vicente Torrellas al sentirse engañada. Roque Guinart parte con ella y averiguan que Vicente Torrellas muere, en efecto, pero que, al parecer, no había engañado a la muchacha. Claudia, afligida, parte para ingresar en un convento. Los bandoleros apresan a dos capitanes, varios peregrinos y dos señoras, a quienes Roque despoja ateniéndose a cierta justicia distributiva. El jefe de los bandoleros mata a uno de sus hombres por no estar de acuerdo con la singular rapiña.
Capítulo LXI: De lo que le sucedió a Don Quijote en la entrada de Barcelona, con otras cosas que tienen más de lo verdadero que de lo discreto
Después de tres meses, el propio Roque Guinart se halla cercano a Barcelona. Amigos del bandolero conducen a Don Quijote dentro de la ciudad, donde los críos ponen latas en la cola de Rocinante que, espantado, da con su montura en tierra.
Capítulo LXII: Que trata de la aventura de la cabeza encantada, con otras niñerías que no pueden dejar de contarse
Don Quijote y Sancho se alojan en casa de don Antonio Moreno. Éste enseña a Don Quijote la cabeza parlante y tras esa revelación lo saca a pasear por la ciudad con un cartel a la espalda del caballero que reza: Este es Don Quijote de la Mancha, que quita ante el amontonamiento de gente. Por la noche, don Antonio organiza una pequeña fiesta en su casa, y los invitados, junto con Don Quijote y Sancho, hacen preguntas a la cabeza que responde puntualmente y con evasivas, según le da. El narrador explica el artificio de la cabeza parlante. Al día siguiente Don Quijote visita una imprenta.
Capítulo LXIII: De lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita de las galeras, y la nueva aventura de la hermosa morisca
Don Antonio lleva a Don Quijote y Sancho a visitar las galeras del puerto. Al aviso de Montjuic de que se halla en la costa un bajel de remos, varias galeras salen a darle alcance, y lo hacen, muriendo dos marineros tras una escaramuza con escopetas. Las vuelven al puerto y comprueban que están al mando de una cristiana que cuenta su vida, resultando ser Ana Félix, hija de Ricote (v. el capítulo LIV de esta segunda parte). Cuenta cómo había huido de su pueblo con Gaspar Gregorio, a quien deja en Argel con traje de mujer esperando poderlo rescatar. Allí en el mismo puerto, atraído por el bullicio de las galeras, aparece Ricote y reconoce a su hija. Don Antonio los conduce a su casa.
Capítulo LXIV: Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a Don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido
Don Quijote pasea por la playa y allí encuentra al Caballero de la Blanca Luna, quien lo reta en duelo caballeresco. Para ver el duelo se reúnen en el lugar gente diversa, entre los que destaca el virrey y don Antonio, pensando ambos que es fingido. Pero no lo es, y Don Quijote pierde; y ha de cumplir su promesa al ser vencido: retirarse de toda andanza durante un año en su lugar de origen.
Capítulo LXV: Donde se da noticia quién era el de la Blanca Luna, con la libertad de don Gregorio, y de otros sucesos
El Caballero de la Blanca Luna vuelve a la ciudad mientras don Antonio le sigue para saber quién es. El caballero es el bachiller Sansón Carrasco, que explica como viene siguiendo a Don Quijote desde que salió de su pueblo (v. capítulo XII de esta segunda parte). Seis días en cama pasa Don Quijote, durante los cuales tiene noticia de la vuelta de Gaspar Gregorio.
Capítulo LXVI: Que trata de lo que verá el que lo leyere, o lo oirá el que lo escuchare leer
Don Quijote y Sancho panza salen de Barcelona, visitando la playa donde el de la Triste Figura fue vencido. De camino a su lugar de la Mancha resuelve un problema de apuestas entre dos jugadores. Más adelante se encuentran con Tosilos (v. capítulo LVI de esta segunda parte) quien les informa que la hija de doña Rodríguez ingresó en un convento y de cómo el duque castigó su desobediencia. Tosilos y Sancho comen en buena compañía.
Capítulo LXVII: De la resolución que tomó Don Quijote de hacerse pastor y seguir la vida del campo en tanto que se pasaba el año de su promesa, con otros sucesos en verdad gustosos y buenos
Llegan al prado donde encontraron la Arcadia (v. capítulo LVIII de esta segunda parte) y Don Quijote afirma que el año que ha de pasar al margen de la andante caballería, lo cumplirá como pastor y entre su gente de antaño.
Capítulo LXVIII: De la cerdosa aventura que le aconteció a Don Quijote
Don Quijote y Sancho acampan al raso, y ya de noche son atropellados por una piara de cerdos que van conducidos a un mercado cercano. Una vez repuestos del susto, Sancho vuelve a dormir y Don Quijote compone versos de amor. Al despuntar la mañana, y ellos prestos a seguir viaje, son detenidos por varios jinetes con lanzas.
Amor, cuando yo pienso
en el mal que me das, terrible y fuerte,
voy corriendo a la muerte
pensando así acabar mi mal inmenso.
Mas en llagando el paso,
que es puerto en este mar de mi tormento,
tanta alegría siento
que la vida se esfuerza y no le paso.
Así el vivir me mata,
que la muerte me torna a dar la vida.
¡Oh, condición no oída,
la que conmigo muerte y vida trata!
Capítulo LXIX: Del más raro y más nuevo suceso que en todo el discurso desta grande historia avino a Don Quijote
Don Quijote y Sancho son introducidos de noche por sus captores en el palacio de los duques, y a través de una representación mitológica nocturna a la luz de las antorchas, Radamanto y Minos, jueces del infierno, condenan a Sancho a ser escarnecido por la muerte de Altisidora, rechazada por Don Quijote. Sancho se duele de su fortuna pero accede. Altisidora resucita y pone fin a la burla.
En tanto que en sí vuelve Altisidora,
muerta por la crueldad de Don Quijote,
y en tanto que en la corte encantadora
se vistieren las damas de picote,
y en tanto que a sus dueñas mi señora
vistiere de bayeta y anascote,
cantaré su belleza y su desgracia
con mejor plectro que el cantor de Tracia.
Y aun no se me figura que me toca
aqueste oficio solamente en vida,
mas con la lengua muerta y fría en la boca
pienso mover la voz a ti debida:
libre mi alma de su estrecha roca,
por el Estigio lago conducida,
celebrándote irá, y aquel sonido
hará parar las aguas del Olvido.
Capítulo LXX: Que sigue al sesenta y nueve, y trata de cosas no excusadas para la claridad desta historia
El narrador cuenta cómo supieron los duques, por boca de Sansón Carrasco, que también había pernoctado en su palacio cuando iba a Zaragoza en busca de Don Quijote, de la vuelta de ambos héroes y de cómo prepararon la burla contando con la desenvoltura de Altisidora. Ésta los visita al día siguiente. Don Quijote come con los duques, y parten después.
Capítulo LXXI: De lo que a Don Quijote le sucedió con su escudero Sancho, yendo a su aldea
Sancho consigue que Don Quijote le asigne un sueldo por cada azote que se dé para desencantar a Dulcinea, comenzando inmediatamente su penitencia; pero encuentra la forma de suavizarla apartándose de la vista de Don Quijote y azotando las cortezas de unas hayas en vez de sus carnes.
Capítulo LXXII: De cómo Don Quijote y Sancho llegaron a su aldea
Camino de su aldea, en un mesón encuentran a don Álvaro Tarfe, personaje de la segunda parte apócrifa de Avellaneda. Consiguen que don Álvaro certifique ante el alcalde del pueblo, que por acaso aparece en el mesón, que ellos dos son los auténticos Don Quijote y Sancho Panza. Sancho prosigue con su singular penitencia y termina los azotes reglamentados por Merlín (v. capítulo XXXV de esta segunda parte). Otra vez en camino, desde un alto divisan su aldea.
Capítulo LXXIII: De los agüeros que tuvo Don Quijote al entrar en su aldea, con otros sucesos que adornan y acreditan esta grande historia
Don Quijote interpreta como de mal agüero varios sucesos que le ocurren al entrar en su pueblo. Rodeados de muchachos, se encuentran sucesivamente con Teresa, la mujer de Sancho, y con el ama y sobrina de Alonso Quijano. Don Quijote se retira a charlar con el cura, el barbero y el bachiller Sansón Carrasco, para referirles sus aventuras de caballero andante y la penosa derrota en la playa de Barcelona, así como también su proyecto de Arcadia pastoril al que se suma entusiasmado Sansón carrasco y que enfurece al ama.
Capítulo LXXIV: De cómo Don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo y su muerte
Don Quijote enferma, y el médico del lugar les comunica el peligro que corre su vida. Dormita y despierta, y en estas torna la cordura a imponerse en su cabeza. Convertido de nuevo y para siempre en Alonso Quijano, el bueno, desengaña a todos los que quieren seguirle el curso de sus pasadas locuras caballerescas y pastoriles. Dicta testamento y fallece cristianamente. Y en este punto, con la extraordinaria historia del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha contada, la pluma de Cide Hamete Benengeli se despide del lector.
Yace aquí el hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco,
fue el espantajo y el coco
del mundo en tal coyuntura,
que acreditó su ventura,
morir cuerdo y vivir loco.
El prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma:
—“Aquí quedarás colgada desta espetera y deste hilo de alambra, ni sé si bien cortada o mal tajada, péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero antes que a ti lleguen les puedes advertir y decirles en el mejor modo que pudieres:Tate, tate, folloncicos,de ninguno sea tocada,porque esta empresa, buen rey,para mí estaba guardada.Para mí sola nació Don Quijote, y yo para él: él supo obrar, y yo escribir; solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros, ni asunto de su resfriado ingenio; a quien advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de Don Quijote, y no le quiera llevar contra todos los fueros de la muerte a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la fosa donde real y verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva; que para hacer burla de tantas como hicieron tantos andantes caballeros, bastan las dos que él hizo tan a gusto y beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, así en estos como en los extraños reinos. Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos, enteramente como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías que por las de mi verdadero Don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna.— Vale”.