Ir al contenido principal

La hazaña del navío Glorioso. Pedro Messía de la Cerda

Su epopeya en la Guerra del Asiento o de la Oreja de Jenkins

Cinco enfrentamientos navales entre el 25 de julio y el 19 de octubre del año 1747, durante la Guerra del Asiento, también denominada de la Oreja de Jenkins, protagonizó el navío de la Real Armada Española San Ignacio de Loyola, titulado el Glorioso, contra varios escuadrones británicos de navíos y fragatas que trataban de apresarlo.

La hazaña del navío Glorioso

A finales de mayo de 1747, el navío San Ignacio de Loyola, conocido por el apelativo del Glorioso, de dos puentes y 70 cañones, partía desde el puerto novohispano de Veracruz, en el litoral Atlántico, con la misión de trasladar a España un valioso cargamento. Con idéntica responsabilidad se estrenó el Glorioso en su primera singladura en octubre de 1744, entonces zarpando de La Habana como nave capitana de la escuadra del teniente general Rodrigo de Torres. El 5 de enero, transcurridos casi tres meses, entraba en el puerto de La Coruña junto al navío Castilla, pese a que los británicos, conocedores del viaje y su motivo, movilizaron tres grandes escuadras para interceptar el convoy español. Al cabo de cuatro días, arribaron a La Coruña el navío Europa, las fragatas españolas Flecha y San Ciriaco y las francesas Perfecta y Brillante, aliadas las dos naciones en esa etapa de la historia, con el grueso de las mercancías y caudales.

    Durante los siguientes meses, el Glorioso realizaría varias salidas en compañía de otros buques de guerra con la misión principal de proteger el tráfico de embarcaciones españolas y francesas en la zona del Atlántico.

    La siguiente misión dirigió el San Ignacio de Loyola a Veracruz al frente de un gran convoy de dieciocho navíos. Cumplido a satisfacción el trámite, el 28 de mayo de 1747 inició el viaje de vuelta. Gobernaba el Glorioso el capitán de navío Pedro Messía de la Cerda; el segundo comandante era el capitán de fragata Francisco de León y Guzmán; y los jefes de la primera y segunda batería, respectivamente, el teniente de navío Juan Manuel Pérez de Alderete y el teniente de navío Joseph de Rojas y Recaño.

Primer combate

El viaje transcurrió sin novedades reseñables hasta el martes 25 de julio, fecha en la que Pedro Messía avistó por la proa, con dificultades debido a la niebla, diez velas que en el momento no pudo identificar. Cuando a mediodía levantó la niebla descubrió un notable convoy inglés con su escolta de guerra: el navío Warwick, la fragata Lark, el transporte de tropas Beaufort y el paquebote Montagu. Tras el mutuo avistamiento comenzó la persecución del Glorioso por el navío, la fragata y el paquebote, pero sin apartarse de los mercantes. Pasadas cuatro horas, fue el paquebote, por su velocidad, el encargado de capturar al barco español. Como la empresa no acababa de coronarla el éxito, el Montagu demandó la ayuda del Warwick, y ambos necesitaron cuarenta horas para entablar combate.

    Llamado de las Azores, aunque tuviera lugar a 140 millas del norte del archipiélago, el combate de los tres barcos ingleses contra el Glorioso al anochecer del 26 de julio de 1747 puso de manifiesto la superioridad de los españoles, barco y tripulación a una. A poco de romper el fuego, el Montagu desapareció del escenario; la fragata Lark no tardó en imitar la huida dejando en duelo de poder a los dos navíos. El Glorioso y el Warwick atacaron con sus cañones a las veintidós horas; a las tres de la madrugada, aún fuerte el cañoneo, el Warwick, desarbolado, asumió su derrota y pidió auxilio a los suyos. Así concluyó el primer enfrentamiento del Glorioso.

El navío Glorioso en combate

Imagen de augustoferrerdalmau.com

Segundo combate

Durante la semana siguiente prosiguió sin novedades la navegación a Ferrol. Hasta que el domingo 13 de agosto los vigías divisaron tres velas. Antesala del combate del cabo Finisterre. El lunes 14 de agosto aparecieron a sotavento el navío Oxford, la fragata Shoreham y la balandra Falcon. A media tarde los tres habían sobrepasado al Glorioso por ambas bandas, sotavento y barlovento, a distancia prudencial y sin abrir fuego. El capitán Messía volvió a tomar la iniciativa. Viró en redondo para enfilar el navío Oxford, ganándole el barlovento.  El duelo artillero duró aproximadamente tres horas y dio la victoria al Glorioso. Aquella noche de calma se acercó a cuatro leguas de Finisterre.

    Fondeó el Glorioso en la ría de Corcubión, un puerto sin defensas y además expuesto, lo que obligó a una tarea frenética de protección en tierra a la dotación del navío. Había que descargar el tesoro que cargaban las bodegas, transportarlo a un lugar seguro y reparar los desperfectos ocasionados por el combate. El capitán Pedro Messía desplegó sus dotes organizativas sin ahorrar esfuerzo y todos se pusieron manos a la obra los dos meses de estancia en la ría de Corcubión.

    Una compañía de granaderos del Regimiento de Lisboa, en calidad de Infantería de Marina, fue embarcada en el Glorioso. Tuvo un comportamiento ejemplar.

    Pedro Messía de la Cerda recibió en Corcubión el ascenso a Jefe de Escuadra., comunicado por el marqués de la Ensenada, Zenón de Somodevilla y Bengoechea, ministro de Estado, mediante carta fechada en Madrid el 22 de agosto de 1747.

Tercer combate

El Glorioso zarpó de Corcubión el 5 de octubre. A la mañana siguiente, sobre el cabo de Finisterre, el navío topó con una escuadra de quince navíos enemigos. Pedro Messía ordenó retroceder a puerto hasta que zarpó de nuevo la segunda semana de octubre.

    Al cabo de tres días y a la altura del cabo de San Vicente, los vigías del Glorioso avistaron diez barcos enemigos integrantes de la escuadra del comodoro George Walker, la Royal Family, un corsario inglés que había servido en la Marina holandesa. Dos de ellos, las fragatas King George y Prince Frederick pusieron proa al navío español. La mañana del 17 de octubre ambas fragatas persiguieron el Glorioso, que seguía ruta hacia el cabo de San Vicente. La velocidad del navío español sólo era mantenida por la King George, y al anochecer se colocó a su costado sin que le llegara respuesta a sus llamadas en apariencia de saludo en idioma portugués e inglés. Entonces respondieron los españoles en inglés preguntando por el nombre del barco que se les había acercado y obtenida la contestación, las dos baterías del Glorioso dispararon sendas andanadas que barrieron de proa a popa la fragata. El duelo artillero y de mosquetes lo ganó el navío español. Cuando el combate estaba decidido apareció la otra fragata, Prince Frederick. Media hora de intercambio de cañonazos bastó para que el Glorioso se alejara invicto y las dos fragatas británicas duramente castigadas, en especial la King George.

    A las seis de la mañana del 18 de octubre, las fragatas Prince George y Duke, pertenecientes también a la Royal Family, se pusieron a las órdenes del comodoro George Walker, que derivó el mando al capitán Dottin, comandante de la Prince Frederick, para con esta flotilla perseguir al audaz navío español. Poco después y por el Este de la Royal Family dividida apareció el navío Russell, el más poderoso de cuantos allí se reunieron en contra del Glorioso.

Cuarto combate

Ese 18 de octubre, a plena luz del día, las tres fragatas corsarias, con el navío Russell aún a cierta distancia, navegaban al encuentro del Glorioso. Pedro Messía quiso eludir un combate tan desproporcionado, así que ordenó arribar de vuelta al Noroeste. El navío Russell ya había sido avistado a doce leguas del cabo San Vicente.

    A todo eso, un navío sin identificación mostrada se acercaba al Glorioso a modo de interceptación, no obstante calmada. Al sobrepasar al navío español izó la bandera danesa a la par que viraba para ganar aproximación. El capitán Messía receló de inmediato ante la maniobra y prosiguió el rumbo fijado.

    El navío “fantasma” resultó ser el británico Darmouth. Su capitán, John Hamilton, comprobado el fracaso de su treta arrió la bandera danesa e izó la británica, y una vez alcanzada la distancia de tiro empezó a disparar con sus cañones de proa. Pedro Messía se mantuvo a la expectativa consciente de la menor potencia de fuego de su enemigo. El Darmouth se acercaba sin recibir castigo hasta que a la altura del palo mayor del Glorioso la artillería rompió el fuego. Pasadas tres horas de duelo artillero, el Darmouth quedó literalmente desintegrado.

    Después de recoger a los supervivientes, las fragatas corsarias y el navío Russell continuaron la persecución del temido y admirado Glorioso.

Ángel María Cortellini: Combate entre el navío Glorioso y el Darmouth (1891)

Imagen de Museo Naval de Madrid

Quinto combate

Las últimas horas del 18 de octubre, la dotación del Glorioso se empleó afanosamente en reparar el casco y la arboladura del navío. Ya de madrugada, bien visible el horizonte, el Russell se infiltraba a barlovento ocupando toda la banda de estribor.

    El inevitable combate entre el navío españoly el navío y las dos fragatas británicas duró lo que las escasas municiones almacenadas en el Glorioso. Fueron cinco horas terribles finalizadas al amanecer: ni los cañones en las bandas ni los fusiles embarcados en manos de los infantes de Marina podían replicar más. Esta fue la causa de no sumar una nueva victoria naval en el extraordinario palmarés del Glorioso.

Nadie mejor que un enemigo honrado para calificar al navío San Ignacio de Loyola, merecidamente titulado el Glorioso. Dijo sentidamente el comodoro George Walker: “De nuevo comenzó la persecución y la conquista de su audaz y escurridizo enemigo; porque nunca los españoles, y nadie en realidad, han luchado mejor con un barco que lo hicieron ellos”.

Enfrentamientos del navío Glorioso

Pedro Messía de la Cerda, nacido en Córdoba el año 1700, fue Teniente General de la Real Armada, Consejero del Supremo de Guerra y Virrey de Nueva Granada.

Artículos complementarios

    El infante de Marina Martín Álvarez

    Antonio de Oquendo

    Control marítimo en el siglo XVII

Entradas populares de este blog

Las tres vías místicas. San Juan de la Cruz

Siglo de Oro: La mística de san Juan de la Cruz Juan de Yepes y Álvarez, religioso y poeta español, nacido en Fontiveros, provincia de Ávila, el año 1542, estudió con los jesuitas, trabajó como camillero en el hospital de Medina del Campo, e ingresó a los diecinueve años como novicio en el colegio de los carmelitas con el nombre de fray Juan de Santo Matía. Prosiguió sus estudios en Salamanca y en 1567 fue ordenado sacerdote. Regresó entonces a Medina del Campo, donde conoció a santa Teresa de Jesús, quien acababa de fundar el primer convento reformado de la orden carmelita y que tanto le había de influir en el futuro. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús Imagen de stj500.com Juan de la Cruz se hallaba animado de los mismos deseos reformadores de la santa, y había conseguido el permiso de sus superiores para mantenerse en la vieja y austera devoción de su orden.; desde ese momento tomó el nombre de fray Juan de la Cruz y comenzó la reforma del Carmelo masculin

Antropología de la esperanza. Pedro Laín Entralgo

Médico, antropólogo, filósofo y ensayista, Pedro Laín Entralgo, nacido en la turolense localidad de Urrea de Gaén el año 1908, estudió medicina y química y fue profesor de Historia de la Medicina en la Universidad Complutense hasta 1978, año en que se jubiló de la docencia presencial, fundador de las revistas  Cuadernos Hispanoamericanos ,  Archivos Iberoamericanos de Historia de la Medicina  y  Asclepio  y miembro y presidente de la Real Academia Española, de la de Medicina y de la de Historia. Ha publicado numerosos trabajos de investigación en el campo médico, por ejemplo  Medicina e Historia , de 1941;  Estudios de historia de la medicina y antropología médica , de 1943;  Mysterium doloris: Hacia una teología cristiana de la enfermedad , de 1955;  La relación médico-enfermo: historia y teoría , de 1964,  El médico y el enfermo , de 1969;  Ciencia y vida , de 1970;  La medicina actual , de 1973; y  Ciencia, técnica y medicina , de 1986. Ha estudiado y trabajado cuestiones propias de