La misma dinastía reinando en Castilla y Aragón
Ejemplo de la capacidad y voluntad negociadora de unos gobernantes que buscaron una solución pacífica, estable y duradera a una cuestión política de envergadura.
En 1410 sucedió que el rey de Aragón, Martín I el Humano, murió sin descendencia legítima, pues su hijo Martín el Joven murió en 1409 y su heredero Don Fadrique de Luna era hijo ilegítimo. Consultó el rey Martín con los juristas sobre la conveniencia de elegir a un bastardo como su sucesor y cuáles serían los problemas que ello acarrearía; dado que tradicionalmente la unción real se equiparaba a un sacramento, el asunto de la sucesión era de lo más trascendente. Martín I el Humano, denominado así por sus virtudes, reinó desde 1396 hasta el citado año de 1410 en Aragón, Valencia, Baleares, Cataluña y en Cerdeña y Sicilia los dos últimos años de su reinado.
Los juristas guardaron un extraño, por incalificable, silencio ante el requerimiento del monarca, y asimismo, dando la callada por respuesta a la misma demanda, obró el papa Gregorio XII, de modo que Martín I el Humano murió sin conocer el veredicto de los jurisconsultos y el pontífice. De modo que la familia, numeroso y mal avenida, tomó cartas en la controversia hereditaria.
Los aspirantes a la corona, candidatos a ocupar el trono vacante, eran varios familiares de Martín I: Don Fadrique, su nieto bastardo; su sobrino Fernando de Antequera, de la casa castellana Trastámara, hijo del rey Enrique el Doliente, infante de Castilla y por entonces regente de ese reino debido a la minoridad de su sobrino Juan II, nieto de Pedro IV de Aragón e hijo de Leonor, hermana del rey Martín; su sobrino nieto Luis de Anjou, de linaje francés y con los derechos al trono aragonés por su abuela Doña Violante; su pariente Don Jaime II de Urgel, conde de Urgel, nieto de un tío de Martín llamado Jaime de Urgel, del linaje de la Corona de Aragón por la vertiente catalana, y asimismo bisnieto de Alfonso IV de Aragón; y el anciano Don Alfonso, duque de Gandía, biznieto de Jaime II, cuya estirpe había gobernado territorios de Valencia, Aragón y Cataluña.
Los poderosos, y por ende influyentes, de la Corona aragonesa se dividían entre los partidarios de Jaime de Urgel y Luis de Anjou; el de Urgel contaba con el respaldo de la nobleza catalana, excepción hecha de la barcelonesa, pero como se llevaba mal con el Justicia Mayor de Aragón, la principal autoridad en Aragón después del rey, carecía del favor de este reino.
Por su parte, Fernando de Antequera sumaba partidarios en Aragón, Valencia y Cataluña, pero en menor cantidad que sus rivales. Un apoyo importante de Fernando era el papa Luna, Benedicto XIII, que lo consideraba un aliado para terminar a su favor con el cisma de la Iglesia.
Para atajar las luchas dinásticas, los parlamentarios de los reinos de Aragón y de Valencia y los de los condados catalanes, decidieron que el futuro rey de la Corona de Aragón fuera designado por las Cortes de Aragón que, a tal efecto, se reunieron en febrero de 1411 en la villa de Calatayud, presididas por el arzobispo de Zaragoza García Fernández de Heredia.
El aspirante Jaime de Urgel estaba resuelto a conseguir el trono a toda costa, y contaba como principal aliada a su madre, Margarita de Montferrato, tía de Martín I, quien pese a su denodada insistencia no logró convencer a su sobrino el rey del nombramiento de su hijo.
Los partidarios de Jaime de Urgel se enfrentaron a los de Luis de Anjou en los reinos de Aragón y Valencia provocando una guerra civil. Para evitar la prolongación del conflicto y sus secuelas, se quiso reunir a las Cortes de Aragón, Cataluña y Valencia y que resolvieran pacíficamente; pero fue en vano el conciliador intento. En junio de 1411, el arzobispo de Zaragoza, cabeza de los partidarios de Luis de Anjou, murió asesinado por un seguidor de Jaime de Urgel. Ello propició que los angevinos (los partidarios de Luis de Anjou) solicitaran el auxilio de Fernando de Antequera, regente de Castilla, y éste presentóse en Aragón imponiendo la paz y en apoyo de una solución realista, también la que más le favorecía: la propuesta por Benedicto XIII.
Reunidas las cortes de Aragón en Alcañiz (invalidada la reunión simultánea en Mequinenza), se nombraron nueve compromisarios: tres por el reino de Aragón, tres por el reino de Valencia y tres por los condados de Cataluña; no se aceptó la participación de los representantes del reino de Mallorca pese a que lo pidieron. Tampoco se aceptaron los acuerdos de las Cortes de Valencia, reunidas en Vinaroz y Traiguera, ni las de Cataluña, reunidas en Tortosa.
Por fin citados los nueve compromisarios en la villa de Caspe el año 1412, votaron la opción de Don Fernando de Trastámara, regente de Castilla, que resultó ganador tras dos meses deliberando por seis contra tres; los seis compromisarios fueron: los tres aragoneses, dos valencianos y un catalán. La fecha, 24 de junio de 1412. Los compromisarios fueron: Pedro de Zagarriga, arzobispo de Tarragona; Domingo Ram, obispo de Huesca; Bonifacio Ferrer, prior de la Cartuja; Guillén de Vallseca, doctor en Leyes; Vicente Ferrer, de la orden de los Predicadores y maestro de Teología; Berenguer de Bardaxí, señor del lugar de Zaidín; Francisco de Aranda, donado del monasterio de Portaceli de la orden cartuja; Bernardo de Gualbes, doctor en Derecho Civil y Canónico; y Pedro Bertrán, doctor en Decretos. El texto del compromiso concluía con el siguiente párrafo: “Hechas las investigaciones debidas, hacemos público que los Parlamentos, súbditos y vasallos de la Corona de Aragón deben prestar juramento de fidelidad y tener al excelentísimo señor Don Fernando, infante de Castilla, por rey y señor.
Francisco Marín Bagüés: Los compromisarios de Caspe (1912)
Fernando de Trastámara (Don Fernando de Antequera) fue proclamado rey de la Corona de Aragón el 28 de junio de 1412 con el nombre de Fernando I de Aragón. El 5 de agosto de dicho año hizo su entrada en Zaragoza y juró su título ante las Cortes junto a su hijo Alfonso.
Pero Jaime de Urgel rechazó el nombramiento y plantó batalla. El rey Fernando derrotó a las huestes del de Urgel en las batallas de Castelflorite y Montearagón, y apresó a Don Jaime en su refugio del castillo de Balaguer.
Gracias a este acuerdo que nombró rey a Don Fernando se posibilitó la unión de las coronas de Castilla y Aragón, al cabo y en definitiva de España con el matrimonio de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, nieta-sobrina suya y nieto suyo, en 1469; y, además, en la Corona de Aragón cesaron con el compromiso de Caspe las banderías que en otros lugares de Europa continuaron su tarea desestabilizadora durante siglos.