La recta es del hombre, la curva pertenece a Dios
La obra del arquitecto Antonio Gaudí se sitúa por mérito y derecho entre las interpretaciones más peculiares y exaltadas del arte modernista. Muestras geniales y únicas de un genio volcado en su devoción, de vida reposada e inmersa en el estudio y aplicación de sus ideas que lucen esplendorosas y originales en diversos lugares de España.
Influido por el historicismo arquitectónico del siglo XIX, Gaudí sintió gran predilección por la arquitectura islámica y gótica. Y a partir de ambas influencias, fundiéndolas sobre el papel y la superficie sólida en armoniosa convivencia, creó un tipo de arquitectura personal, que hacia 1880 había alcanzado su primera madurez.
Consideró a la arquitectura en su sentido medieval como elemento unificador de las artes menores.
En sus construcciones utilizó todo una serie de detalles trabajados en hierro forjado, cerámica, vidrio y piedra tallada, citados como más característicos. De igual modo, sintetizó los elementos estructurales y decorativos de sus edificios, así como sus interiores y fachadas, en conjuntos tan orgánicos que no se podría concebir la existencia aislada de cada una de estas partes sin el concurso de las demás.
Para esta original síntesis no sólo era necesario poseer una gran intuición artística sino también una rigurosa experiencia tecnológica; sin ella resultaría inconcebible el sistema de columnas, bóvedas, arcos y contrafuertes, por ejemplo; junto a la exuberancia decorativa naturalista que tiende hacia la abstracción, mientras que la estructura de las masas construidas se convierte en fantasiosa decoración.
Antonio Gaudí
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Cúpulas de los pabellones de entrada del Parque Güell, Barcelona.
Iglesia de la Colonia Güell, Santa María de Cervelló.
Obra representativa de Antonio Gaudí: