Símbolo de la España imperial
El monasterio de El Escorial, situado a 50 kilómetros al Noroeste de Madrid, fue construido en la segunda mitad del siglo XVI, según los planos de Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera. Contiene el panteón de los Reyes de España y una residencia oficial.
Ordenó su edificación el rey Felipe II como acción de gracias por la victoria obtenida frente a las tropas francesas en la batalla de San Quintín; hecho que tuvo lugar el 10 de agosto de 1557, festividad de San Lorenzo; de ahí el dedicar el monasterio a este santo mártir. El lugar elegido para su emplazamiento, en la estribación meridional de la sierra de Guadarrama, había servido como vertedero de escombros de hierro, por cuyo motivo se le conocía con el nombre de El Escorial.
Panorámica del monasterio de El Escorial
San Lorenzo de El Escorial es una edificación de planta rectangular, con las dependencias dispuestas en forma de cuadrícula. Los lados mayores del rectángulo miden 206 metros y los menores 161. El conjunto está presidido por un gran templo cuya capilla mayor, rodeada por parte de las habitaciones reales, sobresale del rectángulo. A esta disposición se le ha visto un valor simbólico, ya que recuerda la forma de la parrilla sobre la cual fue quemado el santo titular.
Podemos hacernos una idea de las grandes dimensiones de este monasterio si pensamos que cada uno de sus lados mayores mide tan sólo 24 metros menos que los de la base de la pirámide de Cheops (Keops). En su interior se encuentran 16 patios, 86 escaleras, 1.200 puertas y más de 2.600 ventanas.
Planta del monasterio de El Escorial
La construcción de San Lorenzo de El Escorial se inició en el año 1563. Felipe II encargó el proyecto y la dirección de las obras a Juan Bautista de Toledo, quien al morir en 1567 fue sucedido por Juan de Herrera, que modificó considerablemente los planos originales. El monasterio es el ejemplo más destacado de la arquitectura llamada herreriana; denominación que homenajea a su creador. Se distingue por su sobriedad y su clasicismo, que contrastan con la exuberancia decorativa del plateresco, desarrollado en España durante el reinado de Carlos I, en la primera mitad del siglo XVI.
La pureza de líneas de la arquitectura herreriana era un reflejo de la austeridad de Felipe II, cuyas orientaciones se cree que determinaron algunas de las soluciones adoptadas por Herrera. Las obras de construcción de El Escorial duraron más de dos décadas; la última piedra, una de las de la cornisa de la portada de la iglesia, fue colocada en presencia de Felipe ii el año 1584.
La entrada al recinto del monasterio es a través de una gran portada que destaca sobre un severo muro con cuatro filas de ventanas. Tras ella se encuentra el Patio de los Reyes y a su fondo la portada de la iglesia, flanqueada por dos torres de 70 metros de altura. El nombre de este patio se debe a las seis grandes estatuas de los reyes de Judá que decoran esta portada.
A ambos lados del Patio de los Reyes se encuentran dos grandes espacios cuadrados, divididos en cuatro patios cada uno. En torno a ellos se abren varias de las dependencias del monasterio; entre ellas destaca la espléndida Biblioteca, con aporte a propósito de cuatro mil volúmenes pertenecientes a la biblioteca privada de Felipe II, la más importante de su tiempo con más de catorce mil volúmenes, donde se guardan importantes libros antiguos en lenguas latina, griega, árabe, hebrea, castellana, las principales de entonces, y otras lenguas de todo el mundo y España.
Biblioteca del monasterio de El Escorial
La iglesia es de planta cuadrada. De ella sobresale la capilla mayor, en la que se halla el gran retablo realizado por Herrera con la colaboración de diversos escultores y pintores. En los muros laterales de esta capilla se encuentran los monumentos funerarios de Carlos I y Felipe II, obra del escultor italiano Pompeo Leoni. La capilla mayor está comunicada con las habitaciones particulares de Felipe II, para que el monarca pudiera oír misa desde sus aposentos.
En el centro de la iglesia, apoyada sobre cuatro grandes pilastras, se levanta una bóveda semiesférica cuyo remate se encuentra a 95 metros de altura. Esta bóveda, junto con las dos torres de la fachada de la iglesia y las cuatro que se sitúan en cada uno de los ángulos del vasto edificio, dan al monasterio de El Escorial su peculiar silueta.
Bajo la capilla mayor se encuentra el Panteón de los Reyes, obra del siglo XVII. En él están enterrados la mayoría de monarcas españoles desde Carlos I.
Panteón de los Reyes del monasterio de El Escorial
A la izquierda de la iglesia se halla parte del Palacio Real. A la derecha, varias dependencias del monasterio se ordenan alrededor del Patio de los Evangelistas, centrado por un templete con las figuras de los cuatro.
El magnífico edificio custodia importantísimas obras de arte. Entre ellas pueden citarse el Cristo, de Benvenuto Cellini y la pintura de Claudio Coello titulada Carlos II adorando la Sagrada Forma, que decora la Sacristía.
Ésta y las cuatro salas capitulares albergan multitud de obras maestras de las escuelas flamenca, española e italiana, cuyos autores son entre otros: El Bosco, Van der Weyden, Rubens, Velázquez, Ribera, El Greco, Tiziano, Veronés y Tintoretto.
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Pedro José de Sigüenza es una figura intelectual decisivamente vinculada a San Lorenzo de El Escorial. Estilista de la lengua, teólogo, políglota, músico, matemático, poeta e historiador, fue bibliotecario del monasterio y, temporalmente, también su prior. Su obra literaria en prosa destaca por la solidez y argumento, bien patentes en Historia de la orden de San Jerónimo (1595-1605) y La fundación del monasterio de El Escorial (1605).
Pedro José de Sigüenza
Imagen de http://www.aache.com/alcarrians/siguenza.htm
De la Biblioteca Real de El Escorial, llamada también Laurentina o Esculiarense, la más notable de Europa en su tiempo, escribe amplia y elogiosamente el Padre Sigüenza en su Crónica, Discursos IX, X y XI. Así se expresa en la introducción: “Lo principal [de la biblioteca] son los libros, amigos y compañeros perpetuos casi desde la cuna.”
La Biblioteca es una pieza rectangular de grandes proporciones con sus dos puertas enfrentadas. Dice el historiador Javier Morales Vallejo que la Biblioteca es un largo camino que se ha de recorrer siguiendo el itinerario marcado por las enormes figuras pintadas en el techo como una columna vertebral del conocimiento. En lo que abunda el Padre Sigüenza: “Con nuestra diligencia, se va caminando a la perfección y remate de lo que se puede saber en la Tierra de lo revelado y lo divino; […] los libros son apotecas [estanterías] y tiendas comunes para toda suerte de hombres […] y así lo han de ser las figuras [pintadas…] donde se pintaron todas las ciencias.”
Transitando mentalmente bajo los símbolos pintados en el techo: “Es menester caminar por el conocimiento de muchas de estas cosas.”
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Esquema ideológico de la Biblioteca
(sintetizado por Javier Morales Vallejo)
Las siete Ciencias de la peregrinación interior: de la conciencia personal (Trivium) a la conciencia del mundo y de la Divinidad (Quadrivium)
Trivium. El desarrollo de la conciencia personal — Filosofía. Escuela de AtenasKábala: La claridad-Hércules Gálico-San AgustínBabel: La confusión-Cicerón-Zenón de EleaGramática: La conciencia y el lenguaje del Yo-Retórica: La comunicación del Yo-Dialéctica: La búsqueda de la verdadQuadrivium. El desarrollo del conocimiento expansivo — Teología. Concilio de NiceaGimnosofistas-Orfeo y Eurídice-Arquímedes-Isaías y el SolSalomón y la reina de Saba-David y Saúl-Sacerdotes egipcios-Eclipse de Sol del Viernes SantoAritmética: La comprensión del mundo-Música: La espiritualización del mundo-Geometría: La construcción del Templo-Astrología: El lenguaje de los astros
Señala el Padre Sigüenza el neoplatonismo puro del estilo arquitectónico de la Biblioteca: “En medio tiene un triángulo levantado y por un lado descienden numerosos pares, y por otro nones […] con que querían significar la ciencia, afecciones y virtudes [cualidades] del alma. […] Platón, […] definiendo el alma, dijo que era un número que él mismo se movía, y […] Pitágoras, que los principios de todas las cosas estaban encerradas en los números. Negocio largo […], ni uno ni otro hablaban de estos números con que contamos, sino que eran símbolo de otro mayor secreto”.
“La Música nace de la Aritmética y presupone sus principios. […] Pitágoras […] dijo que el alma era como una cítara bien templada; […] Platón y Aristóteles […] entendían que el alma no era otra cosa sino armonía [entre] alma y cuerpo; […] la Música saca […] aquella parte [del hombre material] que desea gozar la luz del entendimiento.”“El dulcísimo Orfeo saca a su amada consorte Eurídice […] del infierno, tañendo dulcemente el arpa, adormeciendo el Cerbero de tres cabezas […] y perdió a la mujer […] por no guardar el precepto de no volver la vista atrás. […] No está dicho […] por lo que suena [parece] de fuera y […] pide se entre en su [significado] secreto. Algún día habrá lugar para tratar ésta y otras fábulas con que nos quisieron vender tan cara la verdad de la buena doctrina que Dios comunicó a las gentes.”
Fue el propio Felipe II, que había elegido el templo de planta centralizada del Vaticano como modelo para su basílica —“El Vaticano […] a quien esta basílica [El Escorial] se parece tanto en la planta de la capilla”— quien también eligió la fecha para la colocación de la primera piedra de la basílica, ordenando expresamente una segunda ceremonia solemne que él presidiría: “Determinó que […] aquel verano se asentase la primera y fundamental piedra del templo [la basílica] con la solemnidad y ceremonias santas que la Iglesia tiene determinadas; […] determinó que el día de San Bernardo, 20 de agosto del mismo año 1563, se asentase la primera piedra; […] partió de Madrid acompañado con los caballeros y criados de su casa [la corte]”.
Concluye rotundo el Padre Sigüenza: “Puso […] Felipe II, rey de España, […] la primera piedra de un alcázar y templo […] donde se habían de eternizar y obedecer siempre […] sus santos estatutos y dogmas.”
Respecto a la clave simbólica de El Escorial, comenta: “Tanto llegó a alcanzar este varón [Arquímedes] en las matemáticas, y tanto se puede obrar con ellas cuando se saben profundamente […] las cosas extrañas que hizo.”
En cuanto al sentido alegórico y religioso de la Astrología, al igual que el resto de las Ciencias pintadas en la Biblioteca, escribe: “El Creador de los cielos […él] sólo sabe los nombres de todas las estrellas, nombres que quieren decir virtud y esencia.”
El poder que Dios tiene sobre la Naturaleza, para que el hombre pierda todo temor, comprenda su destino y busque. “la sabiduría que no se vacía ni se desvanece […], sino aquella de los santos y que puramente es [la sabiduría] de Dios”, está profusamente representado en los frescos.
Con la Teología se llega al final del camino que forman las siete ciencias liberales, es decir, las ciencias que hacen libre al hombre que ha sabido recorrer su camino interior: “De esta suerte se muestra que, para venir de la Filosofía a la Teología, es menester caminar por el conocimiento de muchas de estas cosas.”
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Soneto al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Estas eternas hiladas de sillares
que sobrios bronces y mármoles severos
encierran, sin dejar de ser austeros
sus infinitos muros seculares,
que sobrios bronces y mármoles severos
encierran, sin dejar de ser austeros
sus infinitos muros seculares,
y estas estancias mil cuadrangulares,
lúgubres para espíritus ligeros,
hacénse callados mensajeros
del alma que soportan sus pilares.
lúgubres para espíritus ligeros,
hacénse callados mensajeros
del alma que soportan sus pilares.
Cuando, ante ti, sagrado monumento,
mi planta paro y siento tu grandeza,
nunca jamás cansado de mirarte,
mi planta paro y siento tu grandeza,
nunca jamás cansado de mirarte,
de la tierra en la que posas tu cimiento,
no el imperio lloro, ni la fuerza,
sino el alma que supo levantarte.
no el imperio lloro, ni la fuerza,
sino el alma que supo levantarte.
Carlos Muñoz-Caravaca