Era joven Nino Bravo, aunque ya un mito en ciernes, cuando el 16 de abril de 1973 falleció a consecuencia de un accidente en carretera; era un poco menos joven el cantante valenciano que el muchacho, con casi veinte años, que buscaba la libertad tras una frontera ideológica y materialista —un prolongado coloso de obra, sempiternos centinelas, alambradas y armas de fuego— levantada para establecer taxativamente los límites del paraíso socialista —para evitar la huida masiva de sus forzados moradores— y separar, contra viento, marea, ansias, voluntad y deserciones, dos mundos antagónicos; tan vigentes hogaño como antaño.
A los veintiocho años de edad era un grande de la música española y en español, un artista que había ascendido por méritos propios al primer lugar de las listas de éxitos internacionales en lengua española, un artista solicitado en giras, espectáculos, festivales, conciertos, radio y televisión. Nino Bravo era un hombre con ganas de vivir y crear, como aquel muchacho alemán, Peter Fechter, primera víctima mortal de la represión soviética en la Alemania sometida a su imperio. Alegre, romántico y pleno de afecto hacia el mundo, Nino Bravo expresaba sus sentimientos a través de una voz extraordinaria, limpia, poderosa, que llama y llega, que busca y envuelve de emociones; al otro lado del muro, Peter Fechter, miraba la prohibición y callaba su anhelo, se conmovía, sentía un vigor rebelde dentro de sí y aguardaba el momento de saltar el terrible obstáculo.
El adolescente Manolito -Luis Manuel Ferri Llopis es el verdadero nombre de Nino Bravo- hizo alarde público de su voz, un torrente afinado, a los 15 años, ante su familia interpretando a pelo el tema Libero —puede que no por casualidad— de Domenico Modugno. En seguida también sus amigos apreciaron las dotes naturales en él, y le animaron a emprender el camino de la música “Con tu voz hay que hacer algo más que hablar”.
Con su vida hizo algo más, aprender un oficio, el de joyero, especializado en el pulimento de diamantes. Una anécdota, al cabo, pero muestra de un carácter disciplinado y responsable.
Al hilo de su vocación, en 1961 forma el conjunto musical Los Hispánicos, cuyo estreno en la Sociedad Coral El Micalet será recordado por la impecable versión de Only you, uno de los temas estrellas de The Platters. Empieza de modo inequívoco una carrera triunfal, no exenta de contratiempos y arbitrariedades, cosa frecuente en cualquier ámbito de la vida profesional y personal. Dos años después, en 1963, disuelto su primer grupo, Luis Manuel se incorpora en calidad de solista “por su voz cálida y sensual” al grupo Los Superson.
Entre 1968 y 1969 se asienta la trayectoria profesional de Luis Manuel, que cambia su nombre por el más artístico de Nino Bravo y firma con el sello discográfico Fonogram de Madrid. Los medios de comunicación recibieron una muestra de las posibilidades musicales de Nino Bravo y sin excepción coincidieron en calificar la voz como de lo mejor que podía escucharse. El 16 de marzo, fecha inmersa en las jornadas falleras, de 1969 se celebra en el Teatro Principal de Valencia la presentación oficial de Nino Bravo.
Luis Manuel Ferri Llopis – Nino Bravo
Imagen de http://www.ninobravo.net
Interpreta canciones de Manuel Alejandro, 1969, el Dúo Dinámico, 1970, y Rafael de León y Augusto Algueró la titulada Te quiero, te quiero, su primer gran éxito internacional. A partir de entonces se suceden los éxitos con las giras y los proyectos que lo encumbran durante tres años. También en 1971 y de Augusto Algueró y Antonio Campoy Guijarro es la canción Noelia. Le siguen, citando las de más renombre y que continúan sonando con parecida intensidad a la de su estreno y época dorada, las canciones: Un beso y una flor (Pablo Herrero y José Luis Armenteros), Esa será mi casa (Álvaro Sebastián, Carmen Fons y Enrique Carnicer) Mi tierra (Augusto Algueró y Gefingal), América, América (Gefingal y Augusto Algueró) y Libre (Pablo Herrero y José Luis Armenteros).
La canción Vivir, compuesta por Nino Bravo y dedicada a su esposa, María Amparo Martínez, quedó pendiente en su voz. Como pendientes de cumplir quedaron los sueños de Peter Fechter, el joven alemán de dieciocho años al que los cobardes enemigos de la libertad truncaron sus ilusiones con mentiras y violencia y en el siguiente paso arrebataron la vida el 17 de agoto de 1962, pero jamás borrarán su memoria ni su digno ejemplo. Pudo atravesar el doble muro y la tierra de nadie su compañero de fuga, Helmut Kulbeik, a quien las balas no mordieron y que también merece nuestro recuerdo.
Letra de la canción Libre
Tiene casi 20 años y ya está
cansado de soñar,
pero tras la frontera está su hogar,
su mundo y su ciudad.
Piensa que la alambrada sólo es
un trozo de metal,
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.
Libre,
como el sol cuando amanece,
yo soy libre, como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su prisión
y puede, al fin, volar.
Libre,
como el viento que recoge
mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin, la libertad.
Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción,
marchaba tan feliz que no escuchó
la voz que le llamó.
Y tendido en el suelo se quedó
sonriendo y sin hablar,
sobre su pecho flores carmesí,
brotaban sin cesar.
Libre,
como el sol cuando amanece,
yo soy libre, como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su prisión
y puede, al fin, volar.
Libre,
como el viento que recoge
mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin, la libertad.
En la tarde del 5 de febrero de 1989, cercana la ansiada caída del muro de Berlín, y con él todo el telón de acero, los disparos del régimen comunista se cobraban otra víctima, la última por fin, también joven y desesperada, que sólo quería conquistar el sueño de la libertad; se llama Chris Gueffroy.
Con el inicio de la reunificación alemana y el derribo de la aberrante frontera, el 9 de noviembre de 1989 se erigió un monumento en honor de Peter Fechter y de las otras 270 personas que perdieron la vida escapando de la tiranía.
Peter Fechter
Imagen de http://www.periodismosinfronteras.org
Al merecido homenaje sumaron su talento Pablo Herrero, José Luis Armenteros y Luis Manuel Ferri Llopis, la identidad de Nino Bravo.