En el contexto histórico de la Guerra de los Cuatro Años, entre 1521 y 1526, en la península itálica se enfrentaron el ejército español de Carlos I y la alianza de tropas francesas, de la República veneciana y los reputados piqueros suizos.
El campo de batalla ofrecía una leve pendiente donde se atrincheraron cuatro mil arcabuceros españoles apoyados por piezas de artillería y una reserva simbólica de lansquenetes alemanes al servicio de España. La disposición de los españoles mandados por Próspero Colonna y Fernando de Ávalos imitaba la adoptaba por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, en la batalla de Ceriñola el año 1503; entonces ante la barrera de fuego española, lanzada con orden y precisión sucesiva desde las innovadoras armas portátiles, sucumbió la caballería pesada francesa. En Bicoca sucumbieron los famosos piqueros suizos, formados en dos columnas de aproximadamente siete mil quinientos soldados cada una atacando compacta, al paso y de frente, al extremo de perder en pocos minutos tres mil hombres y veintidós capitanes; obligando a la retirada. Por su parte, los franceses perdieron a todos sus nobles menos a su jefe y de la alianza, el duque de Montmorency.
Y no hay más que relatar de la batalla en sí, salvo que los españoles no tuvieron una sola baja, lo que originó popularmente la expresión “Esto es una bicoca”.
La relevante en el futuro de esta victoria fue el cambio producido por las armas de fuego portátiles en la práctica de la guerra. De hecho, al cabo de sólo tres años aparecieron los Tercios españoles, formidables unidades militares por tierra y mar que combinando picas y armas de fuego conseguían una gran movilidad, potencia de fuego y temible presencia. Un siglo y medio de éxitos avalan su organización y desarrollo.