Antes, ahora y siempre, ciertos asuntos de diversa naturaleza pero de índole común en lo complicado y no menos decisivo, han requerido, requieren y requerirán del acertado concurso de quien sabe como encauzarlos, darles conveniente respuesta y provocar la resolución adecuada para el propósito máximo. Encomendar la solución de los problemas enrevesados a una autoridad en la materia, o en el modo de dirigir el tránsito hacia la satisfacción, es tarea inteligente y de gran utilidad. Ese era el desempeño de Francisco de Vargas y Medina, el licenciado Vargas, personaje singular que averiguaba cuanto se le pidiera por difícil y delicada que fuera la misión.
Nacido en Madrid el año 1453, ha pasado a la historia como un eficiente consejero de los Reyes Católicos. Jurista en diferentes localidades del reino de Castilla, tan distantes y dispares la unas de las otras como Ávila y Guipúzcoa, como las villas asturianas y las extremeñas o manchegas, su carácter íntegro y laborioso dio fama a sus gestiones.
En 1497 fue nombrado alcalde de casa y corte al servicio de los Reyes Católicos, y en 1501 su papel institucional asciende a la Contaduría Mayor de Hacienda, en calidad de asesor letrado, administrando por competencia las rentas de la Corona; para completar los altos cargos, en 1505 se integra en el Consejo Real de Castilla y en 1506 se encarga interinamente de la Tesorería General. Toda una carrera burocrática de confianza.
En 1507 recibió oficial y definitivamente el título de Tesorero General de Castilla, que suma a su infatigable pertenencia al Consejo Real y a la Contaduría Mayor. El rey Fernando le convocó en 1516, en una de sus últimas providencias terrenales, para instruirle en la interpretación de su herencia: Juana, su hija, heredera universal, pero Carlos, su nieto, pasaría a ser Gobernador General del reino.
Francisco de Vargas informó al cardenal Cisneros, inmediato regente, de la muerte del rey Fernando. Hasta 1523 el licenciado Vargas sirvió a Carlos I como lo había hecho con sus abuelos.
Francisco de Vargas prestó devoto y científico servicio a los Reyes Católicos. Fiel y sagaz consejero, había acompañado a los monarcas a la ciudad de Granada en la conclusión feliz de la Reconquista. Tal era su práctica y buen criterio que a su estela surgió, rutilante y envidiada la frase de Averígüelo Vargas, que todo lo dice con una mínima expresión. Y daba lo mismo que tales imprescindibles labores alternaran en los campos políticos de la administración, la seguridad y la diplomacia; el hacendoso licenciado lograba desenredar la madeja o desentrañar los misterios; y así quedaba cumplido el encargo.