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Caiga quien caiga. José Calderón Gaztelu

El capitán de la Aviación militar José Calderón Gaztelu se hizo acreedor de la Cruz Laureada de San Fernando por su actuación en el Frente del Jarama durante los combates aéreos de febrero de 1937.

Nacido en Pamplona el año 1904 en el seno de una familia de larga tradición militar, José Calderón Gaztelu era hijo de un coronel de Caballería y hermano de un teniente de Caballería, Ángel, muerto en Zeluán el año 1921, y de Luis, también capitán de Aviación, muerto igualmente en acción de guerra el 24 de julio de 1936 en el aeródromo de Recajo, cerca de Logroño.

    Ingresó en la Academia Militar de Ingenieros de Guadalajara en 1922, siendo promovido a teniente cuatro años más tarde; su primer destino fue el Regimiento de Minadores Zapadores n.º 1, en el que permaneció prestando servicio hasta 1928, en que realizó el curso de Observador de aeroplano, pasando destinado al grupo 21 de la 1.ª Escuadra, en el aeródromo de Cuatro Vientos. Un año después obtendría el título de piloto en la Escuela de Aviación de Alcantarilla, provincia de Murcia, donde fue destinado al grupo de Breguet XIX en el aeródromo de Recajo.

    Participó en las operaciones aéreas para impedir el movimiento revolucionario de socialistas, separatistas y anarquistas en 1934, y ya con el empleo de capitán desde el 18 de julio actuando en los frentes de Guipúzcoa, Vizcaya, Somosierra y Alto del León dada la escasez de aparatos y tripulantes en el bando nacional.

    A partir del 12 de febrero de 1937 de febrero, un inusitado despliegue de fuerzas terrestres del bando frentepopulista intentaba aliviar la presión de los nacionales en torno a Madrid. El Gobierno del Frente Popular de la República preparó una contraofensiva por tierra y aire al oeste del río Jarama, disponiendo al efecto de una masa de maniobra de aproximadamente cincuenta mil soldados apoyada simultáneamente por carros, artillería y aviación. Se oponía a este ejército un contingente de cuarenta mil soldados que pretendía cortar la carretera entre Madrid y Valencia para completar el cerco sobre Madrid, iniciados los ataques el día 6. El citado día 12 las condiciones atmosféricas posibilitaron la acción de los cazas y pilotos rusos, con mayor número de aparatos y de mejores y más nuevas prestaciones, adueñándose del aire y por ende de la cobertura a las fuerzas terrestres.

    La noche del 15 de febrero, tras dos jornadas fallidas para el propósito de los nacionales, el capitán Calderón, accidentalmente al mando del Grupo 2-G-22 en el aeródromo de Veladas, cerca de Talavera de la Reina, recibió la orden de bombardear el 16 las posiciones enemigas. Reunió a los pilotos de su Grupo y dando muestras de su patriotismo y elevado sentido del deber arengó a sus hombres respecto a la importancia que para la moral de las tropas de tierra tenían las incursiones aéreas, para lo que habría de cumplirse la misión encomendada: “Mañana bombardearemos, caiga quien caiga”, fue su célebre consigna. Despegó el Grupo 2-G-22 con el capitán Calderón al frente, escoltado por una escuadrilla de la Aviación Legionaria italiana mandada por el capitán Faroni, que en vista del ataque de una treintena de aparatos enemigos de caza y la barrera antiaérea abandonó a su suerte a los pesados trimotores Ju-52 de bombardeo españoles. No obstante esta orfandad en las alturas, el Grupo del capitán Calderón prosiguió el vuelo hacia los objetivos señalados, enfilados por el fuego vertical, diagonal y horizontal de la artillería y los soviéticos I 15 “chatos”. En cabeza de su formación y consciente del sacrificio que imponía y se impuso, continuó la marcha hacia el primero de los objetivos, cumpliéndolo de pleno; y cuando iba a por el segundo, siempre rodeado por el fuego enemigo, su aparato resultó incendiado y a consecuencia de ello se produjo el derribo que causó la muerte al capitán Calderón.

    La visión de su jefe envuelto en llamas, además del intenso ataque enemigo, no arredró al resto del 2-G-22, ahora dirigido por el capitán Presa, que pudo alcanzar los objetivos previstos en otro alarde de valor y eficacia. La consigna del capitán Calderón se había respetado por su Grupo con todas las consecuencias.

El decreto de concesión de la Cruz Laureada de San Fernando al capitán, ascendido ya a comandante, José Calderón Gaztelu, e ingreso en la Orden del Valor heroico, resalta el alto espíritu militar, valiosas dotes de mando y gran muestra de sacrificio, plenamente demostrados con sus servicios de guerra, habiendo conseguido en la citada fecha su misión de bombardear a toda costa las baterías enemigas, y con ello haber colaborado en el alto cometido de conseguir la supremacía aérea nacional.

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