La curiosidad científica de frailes e historiadores, que llevó a registrar cuanto se pudo acerca de la naturaleza de América y sus pobladores autóctonos, ha posibilitado el conocimiento de aquellas civilizaciones previas a la llegada de los españoles.
Una vez consolidado el dominio español, misioneros, exploradores y conquistadores se dispusieron a indagar en el inmenso y novedoso territorio, tan atractivo y sugerente como extraño y peligroso, ofreciéndonos merced a esa extraordinaria labor un inmenso legado naturalístico y antropológico desde el que se ha reconstruido el mundo antiguo.
Cristóbal Colón fue el primer cronista que describió el espacio físico con los seres vivos allí presentes.
Martín de Anglería, pese a no haber viajado al Nuevo Mundo, dejó escritos sobre él tomados de las informaciones recibidas que tuvieron gran predicamento en su época.
Gonzalo Fernández de Oviedo pasó veintidós años en el Nuevo Mundo, que impulsados del primero al último por su innata curiosidad científica, le sitúan cronológicamente a la cabeza de los tratadistas de la naturaleza americana. Suyas son las obras enciclopédicas De la natural historia de las Indias y Sumario de Historia natural. Por ello es considerado el primer naturalista del Nuevo Mundo.
Francisco López de Gómara es otro nombre relevante en la historiografía americana. Su Historia General de las Indias es un compendio de esa naturaleza que tanto admiraba.
Bernardino de Sahagún escribió otra gran obra, Historia General de las cosas de Nueva España, describiendo como un notable etnógrafo la vida y costumbres de los habitantes del valle de México.
José de Acosta, considerado un filósofo de la Naturaleza, presentó en su Historia natural y moral de las Indias, un método riguroso y sistemático en la descripción para profundizar en las causas y razones de las novedades y extrañezas de la Naturaleza, en un afán averiguador de las leyes que rigen el orden natural; en el apartado moral describe los hechos y costumbres de los indígenas americanos. Manifestando una actitud crítica ante los fenómenos, exento de prejuicios ni conocimientos heredados, formuló la ley de la pluralidad de las causas, exponiendo que los sucesos no responden a una sola causa, sino a una conjunción de ellas. Intuyó que los primeros pobladores de América entraron por el Norte provenientes del estrecho de Bering; y siglos antes de que Charles Darwin publicara su teoría, él apuntó los rudimentos del principio de adaptación de las especies al medio.
Martín Fernández de Enciso, apodado el bachiller, era un abogado que pisó las Antillas con casi sesenta años para ejercer su profesión; y aún le quedaron ganas y tiempo para embarcarse en expediciones de conquista y fundaciones y escribir el tratado Suma de Geographia.
Juan de Cárdenas dejó escrita la primera parte de Problemas y secretos maravillosos de las Indias, donde estudia aspectos naturalísticos y etnográficos y deduce la vinculación del clima con las plantas.
Nicolás Monardes se dedicó al estudio de las propiedades curativas de las plantas que recogía, publicando las conclusiones de su trabajo en Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias occidentales.
Francisco Hernández, médico de Felipe II, recorrió parte del territorio americano por encargo del monarca en aras a su estudio botánico. Publicó una enciclopedia en cuatro tomos sobre la naturaleza y virtudes de las plantas y animales en la Nueva España.
Bernabé Cobo trató en su Anales de las Ciencias Naturales sobre los distintos reinos de la naturaleza.
Henrico Martínez resumió la ciencia de su época en la enciclopedia Repertorio de los tiempos e Historia Natural de Nueva España.
Bernardo de Vargas Machuca elaboró en Milicia y Descripción de las Indias un tratado sobre medicina militar y sobre las plantas, animales, ríos y costas del Nuevo Mundo.
Misioneros jesuitas también aportaron descripciones y dibujos en obras de valor científico tales como: Orinoco ilustrado, de José Gumilla; Noticia de la California y de su conquista temporal y espiritual hasta el tiempo presente, de Miguel Venegas; Noticias auténticas del famoso Río Marañón, de Pablo Maroní.
La Ciencia conoció logros de interés en la América hispana. Puede que el de mayor repercusión económica fuera el de Bartolomé Medina, que descubrió el procedimiento de amalgama o de patio para extraer la plata recogida en las minas de Potosí. Renombre científico también alcanzaron los hermanos Fausto y Juan José Elhuyar al descubrir el wolframio-tungsteno, Antonio de Ulloa por descubrir el platino y Andrés Manuel del Río por hacer lo propio con el vanadio.
En Medicina destaca el descubrimiento de la quina, llamada “polvo de los jesuitas” al ser éstos los divulgadores de sus propiedades curativas. Las selvas del Nuevo Mundo ofrecían inmensas posibilidades medicinales, a las que esforzados investigadores accedieron: Francisco de Burgoa, realizando estudios sobre la medicina natural de los nativos; Juan de Barrios, autor de Verdadera medicina, cirugía y astrología que contiene estudios de plantas medicinales; Gregorio López, con su Tesoro de Medicina para todas las enfermedades; Diego de Ossorio, autor de Principiae Medicinae; Miguel de Santisteban, autor de Mil leguas por América.
Expediciones científicas en Hispanoamérica
El siglo XVIII fue el de la revolución científica en la América hispana. Se crearon colecciones de especies, jardines botánicos y museos de índole científica; se fundaron la Escuela de Minería, el Observatorio Astronómico, el Museo de Historia Natural en México, despertando la admiración de científicos de la talla de Alexander von Humboldt. En este siglo XVIII proliferaron las expediciones con finalidad científica auspiciadas por España, por países extranjeros con permiso español y por particulares.
La primera expedición estuvo organizada por la Academia de Ciencias de París, en la que figuraron Charles Marie de la Condamine y los jóvenes españoles Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa; el recorrido expedicionario comprendió la costa sudamericana del océano Pacífico, desde Panamá al archipiélago de Chiloé. Como ya se ha citado, Antonio de Ulloa descubrió el platino en Nueva Granada y dedujo que los nativos americanos llegaron al continente por mar; publicó Noticias americanas, aportando cantidad de datos científicos, y junto a Jorge Juan escribieron Relación histórica del viaje a la América meridional y Noticias secretas de América sobre el estado militar, naval y político de los reinos del Perú y provincia de Quito, un exhaustivo informe que no recibió la debida atención por envidias e intereses de bandería.
La expedición botánica de Hipólito Ruiz y José Pavón al Chile y Perú ofreció un tratado sobre la quina, Quinología, remedio eficaz contra el paludismo; también publicaron Flora peruvianae et chilensis en trece tomos, trabajo extenso sobre la flora andina. Continuaron sus estudios Juan Tafalla y Francisco Pulgar, reuniendo información de dos mil trescientas especies en total.
Científico con sentido investigador, preciso y minucioso, y expedicionario fue José Celestino Mutis, famoso erudito que dedicó su vida a la Botánica y la Medicina, aunque también cabe resaltar sus incursiones en Matemática y Astronomía, pues gracias a su impulso se produjo la creación del Observatorio de Santa Fe. Suya fue la dirección de la expedición botánica a Nueva Granada, integrada por expertos científicos e ilustradores, que dejó un inmenso legado de observaciones, descripciones, dibujos y un herbario con más de veinte mil plantas conservadas en el Jardín Botánico de Madrid.
La expedición de Martín Sessé y José Mariano Mociño a Nueva España se inició con dos campañas del primero hacia el interior de Nueva España en 1787, y la tercera junto al segundo, describiendo más de mil especies. De los frutos de esta expedición se publicaron las obras Plantae Novae Hispaniae y Flora Mexicana.
La expedición más nombrada fue la de Alejandro Malaspina y José Bustamante, de carácter doble científico y político, que recorrió el litoral del océano Pacífico desde Patagonia hasta Alaska, poniendo a continuación rumbo a Filipinas y China. Cinco años de estudios que aportaron infinidad de observaciones, mapas y dibujos. Publicada años después, la relación del viaje se convirtió en un hito de las expediciones mundiales del siglo XVIII.
A título individual destacamos las investigaciones de Feliz de Azara, marino de la Real Armada, licenciado en Leyes y estudioso de la flora y la fauna hispanoamericana. Comisionado para determinar los límites físicos de los dominios español y portugués, la tarea le sirvió para observar y descubrir muchas especies botánicas y zoológicas. Ideó un método de clasificación basado en las características comunes a los grupos. Cuando fue destinado más al sur del continente extendió su ámbito investigador, alumbrado obras como Viajes por la América Meridional y Descripción e Historia del Paraguay y del Río de la Plata. Sin el apoyo oficial de las grandes exploraciones y actuando en solitario, se fijó en la variación de los animales en domesticidad, en la selección natural impuesta por la lucha de la existencia y anticipó los principios de la Biología moderna. Sus trabajos escritos influyeron en Charles Darwin, quien le cita de modo expreso en sus obras, pues llegó a mostrar indicios de la teoría de la evolución.
Por último, una reseña a las expediciones de Alexander von Humboldt, autorizadas por el gobierno español, que fueron plasmadas en Cuadros de la Naturaleza y Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente; en ellas destacó el esfuerzo financiero de España en todas las expediciones científicas, señalando que ningún otro país europeo había invertido tanto al desarrollo de la Ciencia.
Artículos complementarios
La agricultura en Hispanoamérica
La ganadería en Hispanoamérica
Comisión científica del Pacífico
Real Expedición botánica a Nueva España
Expedición Malaspina-Bustamante