Semblanza artística del pintor Mariano Fortuny y Marsal (1838-1874) por Joaquín Ciervo, crítico de arte y estudioso de la pintura española, en su obra El arte y el vivir de Fortuny.
Transcripción del capítulo I, titulado La pintura de Fortuny. Influencia y prestigio en el arte español.
Mariano Fortuny. Retrato por Federico de Madrazo, 1867.
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Luminosidad, riqueza y belleza en la forma, amén de emotividad, armonía y verismo presenta la obra general de Mariano Fortuny que perdurará ingente, arrogante y firme.
Estuvo dotado de enérgica levadura que le impulsó hacia la innovación, encauzada rectamente camino adelante del realismo; pero de un realismo sazonado que enaltece la burda realidad. Merced a su plástica y ardorosa imaginación extasióse contemplando los efectos que ofrece la fiesta de la luz natural, contrastes salidos al paso provenientes de las regiones de Helios que bañando la madre tierra esparcen colores, calor y carácter a las cosas y a los hombres.
Nuestro maestro, enamorado ferviente de la luz solar en todo su esplendor bajo el cielo de España, preocupóse, proponiéndose plasmarlo en sus cuadros. Así lo hizo, resolviendo él aquí primero que nadie un gran problema artístico y a la vez proporcionando una alegría plástica deseada que dio visiones de plenos días cálidos, numerosos en nuestra nación, tan opulentos y simpáticos, agoreros de bienandanzas.
Tuvo el atrevido artista, a la sazón, exclusivas exaltaciones que le condujeron a dar emoción de vida y una espiritualidad de colorido personalísimas.
¿Qué precisó Fortuny para ver la pintura a pleno sol? Ser artista. Amó la naturaleza; supo y llegó a comprenderla amándola, porque su corazón se sintió subyugado ante ella.
Y amante decidido y entusiasta de la atmósfera como demostró ser, fue ferviente admirador, entusiasta sin reservas de las creaciones de sus antecesores. En su época de neófito procuró acercarse a los maestros, consiguiendo hacer lo que admiraba, y en sus comienzos llamó la atención por sobresalir en los estudios, que por docenas podían contarse.
Acaso se acierte si se dice que él no supo reconocerse las facultades verdaderamente geniales que en sí llevaba; pero también es muy probable y seguro que la poderosa fuerza de la voluntad, su inseparable compañera, fuera el secreto del esplendoroso y justo, rápido y sólido, triunfo que engalanó su vida, le aportó fama y cosechó lucro.
Con una inconsciencia de verdadero iniciado, no tuvo preferencia por escuela determinada, ni le apasionó determinado astro. Principió por el principio, solidificando los cimientos, cosa esencialísima para mantener el equilibrio artístico, factor primordial que paulatinamente conduce a la cúspide donde se enarbola la bandera que la diosa Fama cede a los sinceros creadores de arte, merecedores del calificativo de excelsos.
Batalla de Wad Ras
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Batalla de Tetuán
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El general Prim en la batalla de Los Castillejos
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La reina Gobernadora María Cristina y su hija Isabel pasando revista a las tropas
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Es singular el caso de Fortuny; puesto que, devoto del clasicismo, una vez fortalecido y robustecido su espíritu merced a la bondad de sus arcaicos manantiales, tuvo la valentía de emanciparse, supo ser artista independiente, entendiendo la carrera pictórica tal cual es: liberal. Y aún hizo más: evolucionó las pragmáticas, rompió lanzas, truncó moldes, consiguiendo establecer una revolución de orden estético que hizo variar el monótono sonsonete del andar artístico desde el fallecimiento de Goya, especialmente en los cuadros de género.
Esparció por Europa pinturas representativas de escenas, costumbres y tipos españoles de los siglos XVII y XVIII, repletas de donosura, horros de petulancia, elegantes y resueltos con supremo dominio del arte. La tierra épica y descarnada con los indígenas de Marruecos, ¡qué bien la representó, cuánta bravura en la interpretación y cuántos conocimientos al plasmar las composiciones en las que el desnudo masculino tiene singular importancia!
Y de Andalucía, ¿qué hay que decir de los jardines y frondas que parecen tener el deseo de besar las nubes; las calles y parajes, interiores y tipos, que por fondo tienen arabescas arquitecturas? Pues que es la España inspiradora de su época de luz.
La plácida Italia tuvo encantos para el romántico realista y en ella proponíase sorprender la diafanidad de la atmósfera.
El color, su color, se avino a lo netamente meridional y su cultura hermanó con las obras escritas en su patria por costumbristas veraces a la par que fastuosos.
La mariposa
La Victoria
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Puede quedar sentado el precedente de que Fortuny en su época dio realce y prestigio al español arte, apartándolo de lo puramente convencional y huero, neopagano y sentimental, de lo que en verdad se había abusado; fue un luminista que en sus óleos y acuarelas hizo vibrar un cromatismo muy bien entendido, cálido y fresco a la vez.
La mayoría de creaciones son de pequeñas dimensiones; pero esos espacios le bastaron para explicar al mundo entero sus genialidades, y cosa que sorprende y maravilla es el convencimiento de que las figuras de sus dibujos, aguafuertes, acuarelas y óleos son rostros que ni ríen, ni sollozan; apenas marca en ellos el rictus del dolor, ni aparecen las salientes características de la alegría exteriorizada.
Esa inexpresividad es aparente; ya que contemplando composiciones de nuestro autor corroboramos su propósito, puesto que cada tipo nos dice callando el papel que desempeña en el cuadro, bien sea por la actitud, por su indumentaria y muy marcadamente por el ambiente en que quedó perpetuado.
El colorido de los grandes pintores ha sido y seguirá siendo expresivo, merced a la paleta; ellos caracterizan a los modelos, imponiéndoles, o mejor, haciéndoles salir a la faz la bondad o relajación de sus almas; el secreto de perpetuar la idiosincrasia en figuras plásticas estriba en el pintar bien los ojos.
Tal detalle unido a carnes tibias, a carnes lechosas, a nacarinas tonalidades, a alabastrinos contornos y a turgencias, dará la mentira que el arte proporciona.
Así se comprende que Fortuny fuera un astro poderoso e torno del cual todo pintor de su época procuraba girar, y de la influencia de su obra se desprende la moda del cuadro de caballete puesto en boga aquellos años.
Sabido es, y no conviene olvidar, ahora para aseveración de lo indicado, que Velázquez marcó inconfundiblemente en los ojos de algunos personajes por él retratados una expresión de temor hacia lo sobrenatural, y al contemplar sus bufones y enanos, el mirar de aquellas pupilas nos hiere hasta el punto de experimentar compasión hacia los históricos parias.
Mariano Fortuny pasajeramente ha sufrido el rigor de las corrientes imperantes en el mundo artístico a partir de la entrada de los pintores impresionistas recientes, quienes tuvieron por credo: todo lo hecho es malo y nefasto el detalle. Afortunadamente las cosas han variado mucho de pocos años acá; otro rumbo lleva la pintura del día, y todos, absolutamente todos los artistas de hoy proclaman y admiran a Fortuny genial colorista y colosal dibujante.
Los más significativos pintores españoles siguen sus huellas, y las nuevas orientaciones de la crítica moderna vuelven a investigar su obra de toda su grande y poderosa valía, apreciándose lo que se discutió sobre la nimiedad en la ejecución, comparable con la técnica de las obras flamencas más notorias.
Idilio
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Odalisca
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Fantasía árabe
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El vendedor de tapices
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Ha sido Fortuny un artista poco conocido en su patria; España escasa producción guarda de su firma. Tenemos varios maestros a quienes estudiar, analizar y admirar merced a los originales convenientemente clasificados en pinacotecas; pero de este singular catalán es muy poco lo que es dable apreciar e color, que muchos de los poseedores de sus cuadros los guardan con avaricia. ¡Tanto como él adoraba lo que nuestro Museo Nacional encierra!
Y lo peor, en casos análogos, es que desconociéndose un autor determinado, buena parte de los mortales inconscientemente se suman con su mutismo, y aun con su indiferencia, a la propalada opinión reinante, sin participar ni sentir franca simpatía por ella. Para desvanecer tal mescolanza de superioridad e injuria preciso es la aparición de libros destinados a cultural labor; ellos tienen el cometido de asesorar a la gente cuerda, cumpliendo el precepto de obras son amores y no buenas razones. Éstas y la conciencia entablan un dualismo con el sentimiento.
No obstante, era natural y lógicamente humano que la aureola gloriosa de Fortuny tuviese un nimbo de reposo, puesto que la ley de trayectoria así lo marca de antemano para hacer llegar muy sabiamente el valer del indiscutible hombre genial a punto de elevación que el Creador le tiene destinado.
En España le cupo el honor de ser el evolucionista de lo académico y naturalista que formó escuela, o sea un apologista de la sensación y alma del colorismo.
Así como Goya osó copiar el desnudo femenino después de tres siglos de estar abolido de nuestro suelo, excepto el que pintara Velázquez y que se envió al extranjero, Fortuny, como se ha dicho, supo ver el sol y como el bíblico Josué lo retuvo; de modo y manera que dejando él, por fortuna, el horizonte despejado de tétricos y plúmbeos nubarrones, los artistas de aquí pudieron trabajar más ampliamente, pues se les ofreció belleza a raudales en la interpretación artística que, entendida a la manera de Fortuny, es rica y pródiga en la euritmia de composición.
El coleccionista de estampas
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La selección de una modelo
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La vicaría
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Comprendieron los contemporáneos de Fortuny que todo cuadro ha de decorar halagando los sentidos, y la indumentaria de sus mayores, las escenas que viera en los teatros y las composiciones literarias, este pintor se las hacía revivir, dándoles forma, y era tanta la verosimilitud que causaba tales cuadros de género que la ilusión de adquirir corporeidad seducía.
Fue contemporáneo de los primeros pasos del arte impresionista del año 1860 y también un vidente de lo que vendría a dominar y a imponerse: el colorido. Pero supo pintar poniendo el color en masas sin desdibujar, armonizando con fluida y ejemplar brillantez lo que en cada fragmento viene a ser motivo de belleza por su luminosidad real.
Grande artista es por haber dado a conocer los arcanos que Andalucía guarda de la época muslime, ricos y decorativos, suntuosos y pintorescos. España, a través de esos vestigios, recuerda que sangre mora, viril, se entremezcla en nuestra sangre.
Los asuntos hispanoárabes vinieron a ser frutos del árbol español que traspasaron las fronteras, haciendo interesar la opinión en extranjeros suelos en pro de las bellezas de nuestro suelo.
La biblioteca Richelieu
El jardín de los poetas
Queda latente en la obra de Fortuny la cualidad del tecnicismo. Está en su punto el que se consigne que la mano de Fortuny acusó, en ocasiones, su temperamento nervioso, su pincel repentista, cual de goyesco temple; advirtiéndose empero un sesgo de individualidad marcado que le condujo a definido personalismo.
Partiendo del colorismo, y con él admitiendo sus divergentes fantasías, teniendo en cuenta la gallardía de factura decididamente evolutiva, el insigne artista fue verdadero apóstol; puesto que las notas esplendentes que de su paleta brotaron redundan en provecho del arte en general, si bien hubo excepciones, pocas ciertamente, que les fue nefasto bajo el prurito de la burda e insulsa imitación.
Pasatiempo de gentilhombres
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Corrida de toros
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La originalidad pudo tanto como su manera, y por haber hecho Fortuny en sus cuadros sabias recomposiciones de la luz, acoplando también en los interiores soberbias notas de color, ha perdurado como lograron ser inmortales Rafael, Vinci, Velázquez, El Greco y Goya, maestros, técnica a un lado, por ser originales.
Además, cada gran artista lega a la posteridad no sólo sus producciones sino también el ambiente en que se desarrolló su vida y personajes que influyeron en la buena marcha o en la adversidad nacional. Así conocemos los hidalgos que tratara El Greco, los cortesanos que convivieron con Velázquez, el misticismo que elevó a Murillo, los míseros que cautivaron a Ribera, los eclesiásticos que plasmó Zurbarán y la castiza España que estudió Goya.
A través de la obra de Fortuny venimos en conocimiento de la tierra africana, nos enteramos de sus bárbaras pragmáticas, y se armoniza su arquitectura con sus trajes, todo visto, bellamente pintoresco. También al pintor de elegancias señoriales debemos la compenetración de la vida de los nobles del siglo XVIII, de los cuales ha dejado encarnaciones maravillosas en óleos y acuarelas.
Mascarada
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Playa de Portici
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Nuestro gran pintor simboliza el avance y la divulgación del arte joven, lozano, ansioso de luz, de colorido, de vida. Y en la actualidad su tendencia ha impuesto normas sensatas y serenas orientaciones hacia lo decorativo y suntuoso.
La última etapa evolucionista del pintor fue la realista, en la que emociona por la vibración del colorido. Venció obstáculos técnicos y de ahí partió su escuela.