El Santo Cáliz
La búsqueda del cáliz en el que Jesucristo consagró la primera eucaristía ante sus discípulos ha sido una constante a lo largo de la historia, y no sólo por investigadores del orbe cristiano.
Para los cristianos la copa que presidía la mesa de la Última Cena y que Jesucristo dispuso para consagrar el vino, en la transubstanciación de su sangre, es el denominado Santo Grial. La reliquia, cauce de controversias, deseos, disputas y erudiciones varias, se ha afianzado en la leyenda y mitificado, no obstante ser un objeto verídico, y en consecuencia histórico.
La tradición española relata la peripecia del Santo Cáliz que contuvo la sangre de Cristo
El historiador Juan Antonio Cebrián expone que la opinión mayoritaria de los estudiosos sobre el tema del cáliz santo es que tanto el Cenáculo, la habitación donde reunidos los apóstoles con Jesús compartieron su última cena, como el cáliz que obró el prodigio de la transubstanciación, eran propiedad de la familia de san Marcos, el evangelista; y que era estrecha la relación entre Marcos y Pedro. Dado lo cual, cabe pensar que Marcos entregara la copa a Pedro, presente y futura cabeza de la Iglesia, para su custodia pero, sobre todo, como reliquia a mostrar en la liturgia.
La tradición española cuenta que Pedro se llevó consigo a Roma el cáliz, y llegado el momento de la sucesión lo transmitió como la más sagrada prenda; y así sucesivamente hasta que el año 258, en la época del emperador Valeriano, la persecución contra los cristianos obligó a tomar precauciones. Gobernaba por entonces la Iglesia el papa Sixto II, quien en vista de los acontecimientos y sabedor que sufriría martirio, confió el cáliz a su tesorero y diácono, san Lorenzo. Por su parte, el santo dio la copa a un soldado de su confianza pidiéndole que la sacara de Roma y llevara a Hispania, concretamente a Osca, Huesca, porque allí su familia se haría cargo de la preciosa reliquia.
Ya en España, el cáliz permaneció en la villa oscense hasta que un acontecimiento de proporciones mayúsculas, cual la invasión musulmana, exigió un cambio de localización. Audeberto, obispo de Huesca, responsable de la custodia, partió de la ciudad en el 713 camino de un refugio seguro para ambos en la cueva del monte Paño, residencia del ermitaño Juan de Atares. Al cabo de los años, valga el apunte, en aquel lugar alejado del peligro musulmán se fundó el monasterio de San Juan de la Peña; y en y desde este monasterio surgió y avanzó un contingente bélico para la reconquista del territorio y el credo. La estancia del cáliz en San Juan de la Peña consta documentalmente fechada el 14 de diciembre de 1134.
Acompañaron a la Reconquista los cantares de gesta y los poemas épicos, refiriendo casi todos ellos en mayor o menor extensión la presencia de una maravillosa copa que es fácilmente asimilable al Santo Cáliz.
Corrieron los años, con su carga de novedades en todos los sentidos, y llegado 1399, la reliquia escondida en la cueva viajó a Zaragoza a petición del rey Martín I el Humano, también con un documento, esta vez de entrega, conservado en Barcelona, donde se confirma el proceso citado: de san Lorenzo, en Roma, con una carta de puño y letra testificando los hechos, al obispo Audeberto, en Huesca y su recepción y puesta a salvo.
El emplazamiento definitivo del Santo Cáliz en España —ya veremos qué le deparará el futuro— es decisión de Alfonso V el Magnánimo. Durante su reinado la reliquia fue trasladada a Valencia y desde el 18 de marzo de 1437 permanece conservada en su catedral. Un documento con los cuños pertinentes acredita que es el “Cáliz en que Jesucristo consagró la sangre el jueves de la Cena”.
Pero como la tranquilidad es un bien pasajero y de muy variadas dependencias, el cáliz experimentó sucesivos peligros auspiciados por las guerras, los odios y las rapiñas; así de 1808 a 1814 como de 1931 a 1939. Durante la Guerra de la Independencia fueron devotos particulares los que se jugaron la vida por esquivar la copa de la mano invasora, mientras que durante los casi cinco años de II República y los casi tres de Guerra Civil, el pretendido cáliz tuvo que ser camuflado dentro de un cojín de sofá que a su vez pasó el tiempo necesario oculto en un compartimento secreto de un armario tras una pared de piedra.
En 1982 Juan Pablo II realizó su primera visita a España, ocasión para exhibir la reliquia al culto de los fieles y para que presidiera la misa oficiada por el papa.
La verosimilitud del Santo Grial custodiado en la catedral de Valencia
Tras los minuciosos descartes de las copas aspirando al título de santidad, la de Valencia suma más méritos. La crónica de san Jerónimo, que menciona dos copas, una de plata con vino para la cena, la llamada copa de Antioquía, y otra de piedra que fue usada para la institución de la eucaristía, el Santo Cáliz de Valencia, avala a éste como el verdadero recipiente para la consagración.
La copa de Valencia tiene la parte superior revestida de ágata de color rojo oscuro, a la que se añadió muy posteriormente una estructura de oro con dos asas; mide diecisiete centímetros de alto y su forma es semiesférica, con un diámetro de nueve centímetros. El estudio arqueológico del cáliz demuestra que fue labrado en un taller de palestina o Egipto entre los siglos IV a.C. y I d.C.