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Cartas dirigidas a Juan de Austria

Escritas por Felipe II y por Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel,  duque de Alba



Carta del rey Felipe II a don Juan de Austria, su hermano, cuando le hizo Capitán General de la Mar, instruyéndole en el modo de portarse
Hermano:
    Demás de las instrucciones que os han dado en lo que toca al cargo de Capitán General de la Mar, y al uso y ejercicio dél; por el amor grande que os tengo, y lo mucho que deseo que ansimismo en el particular de vuestra persona, vida y costumbres tengáis la estimación y buen nombre que las personas de vuestra calidad deben pretender; con este fin me ha parecido advertiros de lo que aquí diré.
    Primeramente, porque el fundamento y principio de todas las cosas, y de todos los buenos consejos, ha de ser de Dios, os encargo mucho que, como bueno y verdadero cristiano, toméis este principio y fundamento en todo lo que emprendiéredes y hiciéredes; y que a Dios, como a principal fin, enderecéis todas vuestras cosas y negocios; de cuya mano ha de proceder todo bien, buenos y prósperos sucesos de vuestras navegaciones, empresas y jornadas. Y que así tengáis gran cuenta de ser muy devoto y temeroso de Dios, y muy buen cristiano, no sólo en el efeto y sustancia, más bien en la apariencia y demostración, dando a todos buen ejemplo; que por este medio y obre este fundamento, Dios os hará merced, y vuestro nombre y estimación irá en crecimiento. Tendréis muy particular cuenta con frecuentar y continuar la confesión, particularmente las pascuas y otros días solenes, y con recibir el Santísimo Sacramento, estando y parte y lugar que lo podáis hacer, oyendo cada día (estando en tierra) isa, y tener vuestras devociones particulares y oración con mucho recogimiento en hora señalada para ello, haciendo en todo el oficio y demostración de muy católico y buen cristiano.
    La verdad y cumplimiento de lo que se dice y promete es el fundamento del crédito y estimación de los hombres, y sobre que estriba y se funda el trato común y confianza. Esto se requiere y es mucho más necesario en los muy principales y que tienen grandes y públicos cargos; porque de su verdad y cumplimiento depende la fe y seguridad pública.  Encárgoos mucho que tengáis en esto gran cuenta y cuidado, y se entienda y conozca en vos, en todas partes y ocasiones, el crédito que pueden y deben tener de lo que dijéredes; que, demás de lo que toca a las cosas públicas y de vuestro cargo, importa esto mucho a vuestro particular honor y estimación.
    De la justicia usaréis con igualdad y retitud, y cuando será necesario con el rigor y ejemplo que el caso lo requiera; teniendo en cuanto a esto firmeza y constancia; y juntamente, cuando la calidad de las cosas y personas lo sufriere, seréis piadoso y benino, que son virtudes muy propias de las personas de vuestra calidad.
    Las lisonjas y palabras enderezadas a esto son de mal trato para quien las usa, y de vergüenza y ofensa a quien se dicen. A los que de esto hicieren profesión y de esto trataren, haréis tal rostro y demostración que entiendan todos cuán poco aceto os será tal trato y plática. Lo mismo haréis con los que en vuestra presencia trataren mal y murmuraren de las honras y personas de los ausentes; que a tales pláticas y entretenimientos no debéis dar lugar; porque, demás de ser perjudiciales y en ofensa de terceros, toca el desviarlo a vuestra autoridad y estimación.
    Habéis de vivir y proceder con gran recato en lo que toca a la honestidad de vuestra persona, porque ésta es materia que, demás de la ofensa de Dios, suele traer y causar no pocos inconvenientes, y gran impedimento y destruición para los negocios y cumplimiento de lo que se debe hacer, y suelen de ello nacer otras ocasiones que son peligrosas y de mala consecuencia y ejemplo.
    Debéis excusar, en cuanto fuere posible, juegos, especialmente de dados y naipes, por el ejemplo que habéis de dar a los demás, y porque en esto de juego no se puede proceder ni procede con la moderación y limitación que a las personas de vuestra calidad se requiere, y suceden muchas ocasiones con ellos en que los hombres principales se suelen descomponer y deshonrar, de que resulta indinidad; os encargo que si alguna vez por entretenimiento jugáredes, guardéis en ello el decoro debido a vuestra persona y autoridad.
    El jurar sin necesidad estrecha y muy particular que a ello obligue, en todo género de hombres y mujeres, es muy reprobado y quita la buena estimación, tanto más en los hombres muy principales, en los cuales es muy indecente y que contradice mucho su crédito, dinidad y autoridad; y ansí os encargo que estéis muy advertido en esto del jurar, y que en ninguna manera uséis de juramentos de Dios ni de otros extraordinarios  y de que no usan ni deben usar las personas de vuestra calidad, y que esto entiendan de vos todos los caballeros y otras personas que con vos anduvieren, por ejemplo y de palabra, para que ansimismo ellos lo guarden y usen.
    Como quiera que es razón que lo que toca a vuestra mesa, comida y tratamiento se haga con la decencia, autoridad y limpieza que se debe, mas justamente con esto conviene que haya mucha moderación y templanza, por el ejemplo que habéis de dar a todos y por la profesión de la guerra que habéis de hace, y porque es muy buena y parece muy bien la templanza y moderación en vuestra persona, y porque vuestra mesa ha de ser la ley y orden para las demás.
    Estaréis muy advertido de no decir a ningún hombre palabra que sea de injuria ni ofensa suya, y que vuestra lengua sea para honrar y hacer favor y no para deshonrar a nadie. Y los que erraren y excedieren hacerlos heis castigar, haciendo a todos justicia y razón; y este castigo no ha de ser por vuestra boca, ni por palabras injuriosas, ni por vuestras manos. Y ansimismo tendréis gran cuenta que en el trato y pláticas ordinarias uséis de modestia y templanza sin os descomponer ni entonar, que es cosa que deroga y detrae mucho a la autoridad de tales personas. Y la misma cuenta tendréis que de vuestras pláticas y las que en vuestra presencia se hicieren sean honestas y decentes como es debido a vuestra persona y autoridad.
    Ansimismo debéis estar muy prevenido y advertido en el trato común con todo género de gente, y que esto sea de manera que, con ser afable, apacible y de buena acogida, guardéis juntamente el decoro y decencia de vuestra persona y cargo, y que ansí como con la afabilidad se gana el amor de las gentes, conservéis juntamente con esto la reputación y respeto que se os debe tener.
    En el invierno y en los otros tiempos que no se navegare, estando en tierra y no haciendo falta a los negocios de vuestro cargo, a que principalmente debéis atender,  ocuparos heis en buenos ejercicios, especialmente de las armas, en los cuales ansimismo haréis que se ocupen y ejerciten los caballeros que con vos han de residir, excusando en los tales ejercicios gastos, pompas y excesos, y que todo se enderece al verdadero ejercicio de las armas, y que el uso dellas haga a los tales caballeros diestros y hábiles para los efetos y ocasiones que se ofrecieren.
    Y ansimismo excusaréis, y daréis orden se excusen, los dichos gastos y excesos en los vestidos y trajes y común trato, dando vos ejemplo en lo que a vuestra persona y criados tocase. Esto es lo que se me ha ofrecido acordaros, confiando    que lo haréis mejor que aquí lo digo. Lo cual servirá para vos solo, y por esto va escrito de mi mano.
    En Aranjuez, a 23 de Mayo de 1568. YO EL REY.
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Carta del rey Felipe II a don Juan de Austria aconsejándole sobre la conducción de la guerra contra los moriscos
Hermano:
    Para ser buen general habéis de tener gran cuenta con las cosas de importancia y las que parecen menudencias, pero que también lo son. Y si los capitanes y oficiales merecieren castigo, se les dé con mayor rigor que a los demás. Y a D. Francisco de Córdoba ordené que de mi parte os acordase algunas destas cosas y otras, para que las proveáis y remediéis como más convenga al servicio de nuestra Señor y mío, y a vuestra autoridad, y al lugar en que ahí estáis, pues son estas cosas las más anejas a él. Lo más principal desto para la postre, ques lo que os he también escrito otras veces, ques que procuréis que no sea ahí ofendido nuestro Seños desos soldados, que en Granada creo que lo ha sido mucho en todas las más maneras que puede ser. Y a esto añado agora que procuréis que se confiesen en esta cuaresma, como somos obligados a hacerlo todos los cristianos; y pues vos lo hacéis siempre esto también y tan a menudo, procurad que agora se haga por todos. Que con estas cosas y el cuidado que vos tendréis de ejecutarlas, yo espero en Dios que todo sucederá bien de aquí adelante. Él os guarde como deseo.
    De Córdoba a 3 de marzo de 1570. Vuestro buen hermano, Yo, el Rey.
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Carta del Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba, a don Juan de Austria, instruyéndole en las cosas de la milicia
Ilustrísimo y excelentísimo señor:
    Ninguna cosa he sentido en mi vida tanto como hallarme ocupado en tiempo que pudiera servir a vuecencia en esta jornada y satisfacer lo que fuere en mí a la obligación que tengo de hacer lo que prometí a vuecencia; que ningún soldado lleva consigo que fuera tan de buena gana como yo; sino que si me hallara en España, ni me lo estorbaran sesenta y cuatro años de edad, ni mis indisposiciones, aunque fueran muchas más; que una carrera, aunque sea de mucho trabajo, no hay caballo, por viejo que sea, que no la pase, en especial tomándola con buena voluntad. Y pues no puedo hacer esto, no quiero dejar de decir a vuecencia, con el deseo que tengo de servirle, los advertimientos que se me ofrecen en general; pues en particular, no sabiendo cosa cierta en que vuecencia haya de emplear su persona, se podría mal hablar. Y no los diré a vuecencia porque piense que tengan otro ningún valor que haberlos yo desprendido de su padre; que esto me hace estimarlos en tanto que, aunque sean pasados por mi juicio, ose decirlos a vuecencia.
    Hanme avisado que vuecencia lleva consigo al Comendador Mayor de Castilla, marqués de Pescara, conde de Santa Flor, Joan Andrea y los otros generales de las galeras, y Ascanio de la Corna; que en verdad, señor, es una muy buena compañía, y que vuecencia debe tener en mucho que su majestad se la haya buscado tal; que sabrán muy bien en cualquiera ocasión dar buen parecer a vuecencia, a manera que a ninguno haga llaga vuecencia con el otro; porque tales son los soldados en esta parte, que para su propio hermano y su propio hijo no quieren dar de sí un dedo; antes aplicarse todo lo bueno, que, como sea materia de honra lo que se trata, puédese muy bien perdonar esta mala condición.
    En las materias graves que se hubieren de tratar, pienso que se hallará muy bien vuecencia si toma por estilo a estos hombres particulares, a los más particulares dellos, y aun a otros de menos calidad que vuecencia tenga por soldados y hombres de discurso.
    Antes de proponer la materia en Consejo, familiarmente a cada uno dellos platicallo vuecencia con él, encomendándole el secreto, y saber de tal su opinión; porque de esto se sacan muchos provechos: que al que vuecencia hablare en esta forma se tendrá por muy favorecido y agradecerá a vuecencia la confianza que dél hace. El tal dirá a vuecencia libremente lo que entiende, porque muchas veces acontece en el Consejo querer los soldados ganar honra los unos sobre los otros; y habiéndose prendado ya a decir a vuecencia su opinión no caerán en ese inconveniente ni en contradecir al que no tuviere buena voluntad, no por otra cosa que por contradecirle, que es treta muy usada; y habiéndolos oído vuecencia a todos, habrá tenido tiempo para pensar sobre el pro y el contra que cada uno le habrá discurrido, y cuando viniere al Consejo de vuecencia vendrá ya resuelto. Perro en el preguntarles y oírlos particularmente vuecencia no debe declarar con ninguno de ellos su opinión, sino con aquel o aquellos con quien su majestad hubiere ordenado a vuecencia tome resolución, o vuecencia se servirá de tomarla.
    En Consejo no consienta vuecencia que haya porfías. Debates sobre las materias, muy bien; pero porfías particulares en ninguna manera vuecencia la debe consentir, que sería en gran desautoridad de su persona.
    Vuecencia no podrá excusar (y será conveniente cosa) de llamar algunas veces consejo grande de maestres de campo y coroneles y algunos capitanes para darles parte de las osas públicas, y tales que se puedan poner en semejantes consejos; porque esto tendrá con mucho contentamiento a muchas personas un grado menos que los dichos.
    A todos los soldados procurará vuecencia mostrarles siempre el gesto alegre; que, como es comunidad, plácense mucho de esto, y de algunas palabras que vuecencia soltará un día en favor de una nación, otro día de otra.
    Convendrá mucho que ellos entiendan que vuecencia tiene gran cuidado de sus pagas, de hacérselas dar cuando se puede, y cuando no, que vuecencia se las buscará y procurará con todas sus fuerzas; y que vuecencia se tenga gran cuenta con darles sus raciones en la mar cumplidamente y las vituallas bien acondicionadas; y que entiendan que cuanto se hace es por orden y diligencia de vuecencia, y que cuando no, que le pesa, y que lo manda castigar. Que entiendan que si hubiesen por ventura de alojar en tierra en algunas partes, que vuecencia les procura el buen alojamiento y acomodarlos.
    A nuestra nación vuecencia aventaje, honrando siempre a los que lo merecieren, poniendo en los cargos soldados; y si vacare la compañía, y el alférez fuera hombre para tenerla, vuecencia se la provea antes que a otro.
    A los soldados particulares vuecencia los aventaje por méritos y no por favor. Viendo ellos estas cosas todas en vuecencia, y junto con ello gran rigor en castigarlos, le amarán; y no digan a vuecencia que el castigo le ha de hacer malquisto; que el no hacerlo es más camino para serlo. Conviene mucho que los soldados tengan grandísimo respeto a sus oficiales, y que sobre esto, cuando no se tuviese, no han de hallar e vuecencia ninguna manera de blandura; y juntamente con esto, que sepan ellos que los ha de defender vuecencia para que sus oficiales no les hagan sinrazón, y que osen venirse a quejar cuando se les hiciere; y haciéndoseles, vuecencia lo castigue muy bien.
    Los bandos debe mirar mucho vuecencia los que manda echar; ero echados, que se ejecuten con grandísimo rigor.
    Mandará vuecencia tener gran cuidado para que no haya cuestión entre naciones; que esto es de grandísimo inconveniente, y esto ha de encomendar mucho vuecencia a los cabos; y el modo que yo he visto en esto que más haya aprovechado, ha sido hacer que los cabos de las naciones unos con otros se hagan amistades grandes y se conviden, y se estrechen en todas las cosas que pudieren; no consentir que soldados de una nación traten en el cuartel de la otra, ni concurran en unos bodegones a comidas, ni en otros lugares públicos donde no se debe consentir que vayan mezcladas las naciones, sino cada una en su cuartel.
    Si la liga es concluida este verano vuecencia habrá de contratar con el enemigo, o socorriendo alguna plaza sobre la que se haya puesto, o poniéndose sobre otra, ahora sea por divertir o por estar el enemigo tan flaco que vuecencia se halle con fuerzas para emprender alguna facción o buscarse de armada a armada para combatirse. Según los avisos que hasta ahora por acá han llegado, parece más verosímil que sea la facción haber de socorrer plaza que los enemigos quieran ocupar, por la ventaja que tienen en estar más presto en orden y a la mar que vuecencia. Y si a vuecencia le quisieren dar el juego entablado de otra mano, que en el estado que se le dieren le juegue y le acabe, le harán agravio y sinrazón grande; y que si a su padre, que Dios tiene en el cielo, se lo dieran desta manera, se hallará en gran confusión; porque si los coligados quieren dejar desproveer sus plazas, las que pueden ser invadidas, y teniéndolas sin provisión de lo que han menester para su defensa, y dicen a vuecencia socorra tal plaza dentro de veinte días porque no está para durar más tiempo, no me parece a mí que la socorra sin pérdida del armada que está encomendada; porque obligar a vuecencia a un juego tan forzoso como este no le queda lugar en ninguna manera de elección; y muy pocas veces vemos juegos forzosos ganados. Por esto, señor, vuecencia siendo servido, debería avisar a los coligados que digan las plazas que puede temer que el enemigo podría invadir, y las provisiones que en ellas tienen hechas y piensan hacer; porque vuecencia quiere saber el tiempo que cada una de ellas le puede dar, y aconsejarles y aun protestarles la provisión que en cada una se debe hacer, porque para la salud del negocio es llano a todo el mundo de entender cuánto conviene al soldado procurar de tener lugar de elección  para lo que ha de hacer, y no estar sujeto a caminar forzosamente por un camino; que el que tiene lugar para lo uno, teniendo buen suceso, pocas veces deja de ganar, y el otro casi ninguna de perder.
    Lo que defiende las plazas no son las murallas sino la gente; que por flaca que sea una plaza, la gente que está en ella, siendo mucha, entretiene y alarga el tiempo para recibir el socorro, sin hacerlo precipitado a que se le haya de dar forzado, como arriba tengo dicho; y el mismo tiempo gasta las fuerzas del poderoso y las iguala con el más flaco; y por muchas y muy fuertes murallas que tenga, si no tiene la gente que ha menester y van de ventaja, viene el suceso al contrario de lo que se ha dicho.
    La gente toda que venecianos han de poner sobre su armada, y meter a la defensa de sus plazas, yo sería de opinión que, dejando la ordinaria que habrían menester para guarda de sus galeras, la pusiesen en aquellas plazas sobre las cuales podrían sospechar que el enemigo pudiese venir, para que viniendo sobre cualquiera de aquéllas la hallasen llena de gente que no cupiesen de pies, y prendado que fuese el enemigo sobre alguna dellas, daban mucho tiempo, estando, como digo, a que vuecencia con el armada pudiese ir recogiendo la que tuviesen puesta por las otras plazas que quedasen libres, y con esto se ganaría que esta gente que vuecencia tomaría, sería fresca, no habiendo estado sobre la mar tantos días, donde con las incomodidades de ella vemos tan brevemente amalarse; y sería el tiempo ya en que la gente que estuviese sobre el armada enemiga, habiendo estado mucho tiempo, se habría deshecho por las incomodidades dichas. Vuecencia lo podría hallar quizá de manera que con gran facilidad hiciese lo que ahora parece dificultoso.
    Para ponerse vuecencia sobre tierra, o para haber de meter su gente a socorrer alguna plaza que no estuviese a la marina, se me representan muchas cosas que cierto yo las quisiera más para otro que para vuecencia, porque veo que no lleva nación ninguna de soldados viejos; porque los españoles que llevará, que al presente hay en Italia, son todos bisoños; que, si bien hay entre ellos algunos particulares que son ya soldados viejos, en fin las banderas son nuevas. Italianos lo son tanto, que serán ahora levantados de nuevo.  Los alemanes siempre se pueden tener por soldados viejos; ero en Berbería es menester a los unos y los otros llevarlos con grandísimo tiento. Y el escuadrón de los alemanes yo le tengo por firme cuando ellos ven otro de otra nación que lo ha de estar.
    La Caballería vuecencia, no la puede tener, si el apearse en tierra es en parte donde la pueda tener en contra.
    Habiendo de caminar la tierra adentro, es de gran consideración cómo esto se debe hacer. Y si hubiere algunos que digan a vuecencia lo estime en poco, o no lo entienden o pensarán que ganan honra en decir a vuecencia palabras magníficas de persuadirle a combatir. Y si vuecencia no tiene muy gran resistencia a que no le muevan palabras de esta calidad los soldados, hallarse ha muy mal de ello.
    Entienda vuecencia que los primeros con quien ha de combatir ha de ser con sus propios soldados, que le aconsejarán que combata fuera de tiempo y le murmurarán por qué no lo hace, y le dirán que pierde ocasiones; y los más de ellos dirán: “Yo fui de parecer que se combatiese; yo fui de parecer que no se perdiese la ocasión.” No quiero dejar de confesar a vuecencia que es muy mozo para pedirle que resista a estos asaltos, con que los viejos aún nos vemos en grandísimo trabajo; pero acuérdesele a vuecencia que es hijo de tal padre, que no naciendo en el mundo nació soldado y con autoridad, para que no pueda nadie calumniarle de las calumnias que se temen los que se dejan vencer de estas flaquezas; y piense vuecencia que tiene muy muchos años por pasar, en los cuales se le ofrecerán muy muchas cosas en que poder mostrar el valor de su persona; y no le muestre en tan gran flaqueza como dejarse vencer en los dichos de sus soldados, porque no pararía el daño en este vencimiento; que indubitablemente se sigue tras éste el sello de sus enemigos, como podría mostrar a vuecencia muy muchos ejemplos de esto y muy buenos sucesos de los que han resistido.
    Mandará vuecencia hacer de su gente los más escuadrones que pudiera, para que se puedan socorrer los unos a los otros, y que en caso que alguno haga falta, queden otros muchos en pie que la puedan remediar. Dos solos se podrían hacer fuertes de hasta cuatro mil infantes cada uno; los otros, ninguno debería pasar, o el que más, llegar a dos mil.
    Los alemanes mandará vuecencia guarnecer con arcabucería española e italiana.
    Mangas sueltas de arcabucería, encomiéndelas vuecencia a personas muy calificadas y las menos que pudiere, que no alarguen más de los escuadrones de cuanto fuere menester, para que si los enemigos trajeren algunos tiradores a caballo no puedan acercarse a tirar dentro del escuadrón; y la orden que se les ha de dar cuando se retiraren al escuadrón que no sea por la frente dél.
    Soldados viejos habrá algunos de nuestra nación para poder tomar mosquetes. Vuecencia mande que lo hagan conforme a los que yo tengo en las banderas que aquí están, porque es una de las provechosas cosas para en lo que vuecencia se verá de cuantas se pueden tener; porque dende las sombras de las picas tienen al enemigo a lo largo.
    La grita de los moros es muy nueva cosa aún para los soldados viejos; vuecencia puede juzgar lo que será para los nuevos. No teniendo vuecencia caballería, es menester buscar modo para quitar a los soldados el miedo que puede tener de la de los enemigos. Si el campo de vuecencia no hubiese de caminar, con trincherarse se asegura esto; para haber de caminar, ésta es la dificultad. Yo he sido siempre muy enemigo de invenciones, y nunca las he usado. Sólo una truje en esta guerra pasada con los rebeldes que vinieron a estos estados por serme tan superiores de caballería, de la que envío el modelo a vuecencia  por ser tan portátil y fácil de meter en tierra para que, pareciéndole a vuecencia de algún momento, mande hacer algún buen número y los lleve consigo; porque encomendando tantos dándolos a los gastadores, se pueden llevar con gran facilidad y armarse con la misma en haciendo alto el escuadrón; y para lo que yo en tiendo que esto aprovecha es para asegurar el miedo de los soldados, que confiando en ellos están firmes; que el peligro que pasan es de romperse antes de ser embestidos; y si ellos, antes de serlo, están firmes, nunca los embestirán. Y vuecencia crea, cierto, que el soldado se engaña con cualquiera niñería, y cualquiera paja que el capitán compone para su guarda le escalienta el corazón y le hace tener firmeza.
    Las escaramuzar por ninguna vía del mundo vuecencia las debe sufrir, porque de allí vienen todas las desórdenes, y dellas los desastres grandes que han acontecido en Berbería.
    En los escuadrones de los españoles, vuecencia mande que por todos ellos se pongan oficiales; que no haya dos hileras sin que haya oficiales en ellas, porque es de grandísimo provecho para la gente con quien vuecencia ha de contrastar; porque hallándose oficiales a todas partes del escuadrón son a tiempo de remediar cualquiera desorden. Esta orden llevé yo la noche que fui desde la Colona a Roma, que por llevarla desta manera caminé quince milla sin hacer alto en todas ellas ni romperse el hilo.  El Conde de Santa Flor y Ascanio de la Corna, que se hallaron conmigo, sarán muy bien decir a vuecencia esta orden que yo llevaba aquella noche. Esto, señor, que tengo dicho a vuecencia, sirve en los dos casos o entrando en tierra a socorrer alguna plaza o entrando a quererse poner sobre otra.
    En el tercero caso,  que es de buscarse de armada a armada, como tengo dicho, no me alargaré porque tengo por cierto que es caso que no a vendrá sino teniendo la una gran pujanza sobre la otra, y porque yo soy tan ruin marinero que lo que sabría decir de la mar son los accidentes que suele tener el mareado, que es el oficio que he tenido en la mar parte de lo que he navegado.
    El amor con que yo escribo a vuecencia esto merece que me perdone la largura e impertinencias que digo; y tantas menudencias y dichas tan llanamente mostrarían bien a vuecencia cómo no son sino para el sólo; que si hubiera de entrar en juicio de otra gente acortára mucho el escrito y procurára de ponerlo en estilo de la profesión para que los della no me calumniaran, como lo podrían hacer si viesen esto.
    El buen tratamiento que vuecencia ha de hacer a los generales de Su Santidad y venecianos no quiero cansar a vuecencia en suplicárselo, pues sé el cuidado que se tendrá dello y cuán bien lo sabrá hacer.
    También quiero acordar a vuecencia que debe tener gran cuenta con Su Santidad y regalarle, mostrándole gran amor y obediencia de hijo. Y que asimismo debe vuecencia tener gran cuenta con los otros potentados de Italia, escribiéndoles y que vean en vuecencia cuidado grande de tener correspondencia e inteligencia con ellos; y asimismo con los ministros de su majestad, dándoles vuecencia toda la autoridad que le será posible, que será dándoseles lo que fuere servicio de su majestad; y vuecencia se la podrá dar de manera que ellos tengan gran contentamiento de hacerlo. Y en la correspondencia con todos  los que tengo dichos no ha menester vuecencia trabajar, sino mandárselo a Juan de Soto que tenga cuidado de esto, que él sabe muy bien cómo se ha de hacer, como tengo por cierto le servirá y descansará en otras muchas cosas. Guarde nuestro Señor, etc.


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