Maestro de la alta costura, Cristóbal Balenciaga, diseñaba y confeccionaba a la medida de la mujer que encargaba su vestido, consiguiendo no repetir ninguno de los modelos; únicamente su diseño del uniforme para las azafatas de Air France se fabricó en serie.
Nacido en la localidad guipuzcoana de Guetaria en 1895, hijo de costurera, Balenciaga siempre quiso ser modisto. Y el aldabonazo le llegó pronto gracias a la apuesta de la Familia Mora y Aragón, en concreto a las marquesas de Casa Torres, bisabuela y abuela de la futura reina consorte de Bélgica, Fabiola, clientas de su madre, que descubrieron el talento y habilidad del joven Cristóbal en su pueblo natal. Corría el año 1908 cuando Micaela Elío y Magallón, marquesa de Casa Torres, entregó uno de sus trajes para que con la tela que, además, le suministraba, lo mejorara, como así sucedió. Tal éxito convino el mecenazgo de la ilustre familia, patrocinando su primer viaje a París, el edén de la moda, en 1912, iniciando en esa ciudad su carrera profesional y el despegue a la fama.
Transcurridos cuatro años, en 1916 Balenciaga abrió su primera tienda de alta costura en San Sebastián, también con el respaldo económico de las Mora y Aragón; a la que siguieron establecimientos del mismo tipo en Madrid, década de los veinte, y Barcelona, en la de los treinta.
No tardó en erigirse en un referente del vestir para la Casa Real española, y numerosos integrantes de la aristocracia nacional.
En 1937 se instala en París, con un taller de alta costura en la avenida George V, y enseguida presentó su primera colección, acogida con agrado y reconocimiento, que mostraba unas líneas sobrias y no obstante exquisitas. Su segunda colección, con fecha de 1938, ofrece una originalidad de enorme atractivo que le encumbra en la meca de la moda; vestidos con los hombros caídos, la cintura pinzada y las caderas redondas. Fue tal el impacto que asentó para siempre su estilo innovador de costura tradicional y maestra, puramente clásico español, ajeno a las tendencias.
Su completa formación, sabía cortar, montar, coser, realizar las pruebas y los ajustes, le permitía diseñar todo el proceso del vestido. Admirada por su laboriosidad, Coco Chanel lo definió como el único modisto en el verdadero sentido de la palabra, porque los demás eran simples diseñadores de moda.
Balenciaga dijo de sí mismo que era un arquitecto para las líneas, escultor para la forma, pintor para el color, músico para la armonía y filósofo para la medida.
Cristóbal Balenciaga
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Creaciones
Probablemente la mayor aportación de Balenciaga a la moda, y una de las relevantes en la historia del vestido, es el diseño de una silueta para la mujer por medio de líneas fluidas y volúmenes asombrosos.
En los años cuarenta introdujo la chaqueta alargada, la falda acampanada y la falda-pantalón; idea la línea tonneau o barrol, caracterizada por dar volumen en talle y espalda y dejar al descubierto la nuca y la línea cocoon, curvando los hombros y redondeando los volúmenes hasta ocultar las costuras.
En los cincuenta idea el vestido camisero, los trajes de chaqueta y sastre entallados, el tacón bajo, los botones de gran tamaño; el vestido semientallado, las faldas abombadas; el vestido saco, de mangas abombadas; el abrigo vaporoso o recto, con amplio cuello o carente de cuello; el vestido corto y el escote despejado, la túnica en lino o encaje; el vestido de baile que alcanza el tobillo, el ceñido a la cintura y los de noche asimétricos; el vestido baby doll, caracterizado por una silueta trapezoidal que suprime el talle, y el vestido de cola de pavo real, más largo por detrás que por delante y las mangas tres cuartos; los vestidos de talle alto, los ceñidos a la cintura y vestidos de noche asimétricos.
En los sesenta opta por los conjuntos deportivos, los abrigos-capa, las mangas murciélago, los impermeables transparentes de material plástico y estampados brillantes; en 1968, cuatro años antes de su fallecimiento en Valencia, presenta su última colección en la que aparecen las chaquetas largas para trajes de sastre, las faldas cortas, las rayas horizontales, las túnicas de encaje y los vestidos tubo.
En la nómina de clientes de Balenciaga figuran Fabiola de Mora y Aragón, reina consorte de Bélgica, María del Carmen Martínez-Bordiú y Franco, Marlene Dietrich, Sofía Loren, Pauline de Rothschild, Marella Agneli, la duquesa de Windsor, la princesa Gracia de Mónaco y Aline Griffith.
Y en la de famosos diseñadores que aprendieron en su taller destacan Givenchy, Óscar de la Renta y Ungaro.
También se interesó por la perfumería creando varias fragancias.
El estilo de Cristóbal Balenciaga se define en la perfección del corte. Gracias a su maestría en el corte lograba mostrar un cuerpo femenino perfecto que resumía con esta frase: “Una mujer no necesita ser perfecta o bella para llevar mis vestidos, el vestido lo hará por ella”.