Ir al contenido principal

Origen de la Guardia Civil. Francisco Javier Girón y Ezpeleta, duque de Ahumada

El honor es su divisa

13 de mayo de 1844



La manera eficiente de proteger a las personas y sus bienes en el ámbito rural fue la creación de la Guardia Civil, cuerpo de seguridad organizado y dirigido por su fundador, Mariscal de Campo Francisco Javier Girón y Ezpeleta de las Casas y Enrile, II duque de Ahumada. El feliz suceso tuvo lugar el 13 de mayo de 1844. Previamente, el 28 de marzo un Real Decreto anunciaba la creación de un cuerpo especial de fuerza armada de Infantería y Caballería, denominándose sus integrantes Guardias Civiles.
    El 20 de abril de 1844, el Duque de Ahumada presentó el informe titulado Bases necesarias para que un General pueda encargarse de la formación de la Guardia Civil, que debía ser aprobado para continuar la tarea encomendada; en él, entre diversas consideraciones ineludibles, consignaba la necesidad de que la Guardia Civil sentara sus bases en la calidad de sus individuos, en la excelencia de los guardias, sentenciando que “servirán más y ofrecerán más garantías de orden cinco mil hombres buenos que quince mil, no malos, sino medianos que fueran.”

Este minucioso y completo informe resultó definitivo para la promulgación del Real Decreto de 13 de mayo, fundacional de la Guardia Civil, dado a conocer por el Presidente del Gobierno y Ministro de la Guerra, Ramón María Narváez. El flamante cuerpo de seguridad, del que mucho se esperaba, dependía del Ministerio de la Guerra en lo concerniente a su organización, personal, disciplina, material y percibo de sus haberes, y del Ministerio de la Gobernación en lo relativo a su servicio peculiar y su movimiento. Inicialmente formado por 14 jefes, 232 oficiales y 5.769 guardias repartidos en 14 Tercios, cada uno encuadrando un número variable de compañías de Infantería y un escuadrón, o sección independiente, de Caballería.
    Entre las condiciones mínimas de ingreso figuraban:

          Haber servido 5 años en el Ejército. 

          Saber leer y escribir. 

          Haber obtenido un licenciamiento correcto del Ejército. 

          Buena conducta y certificado de salud y robustez. 

          Comprometerse por 8 años, con posibilidad de reenganche y premios en metálico. 

          Proveerse por su cuenta, los admitidos, de caballo, montura, vestuario y equipo (el armamento corría a cargo del Estado).

    Las funciones prioritarias de la Guardia Civil, e inseparables de la institución, comprenden el mantenimiento del orden público, la protección y salvaguarda de las personas y las propiedades y el auxilio que reclame la ejecución de las leyes. Estas bases y obligaciones fueron establecidas el 9 de octubre de 1844.
    Pocas fechas antes, el 1 de septiembre de 1844, 1.500 infantes y 370 jinetes montados, desfilaron en las inmediaciones de Glorieta de Atocha con la presencia de las máximas autoridades del reino. En el siguiente acto, con motivo del catorce cumpleaños de Isabel II y la apertura de las Cortes, la Guardia Civil acompañó la comitiva regia desde el Palacio Real hasta el Palacio de las Cortes, estrenándose como garantes del orden público en tan solemne acontecimiento.

En el verano de 1844, el Duque de Ahumada se dirigió en discurso a los futuros oficiales del Instituto, declarando indubitadamente las obligaciones, sacrificios y deberes que exigía la Guardia Civil, así como negando cualquier militancia política a quienes vistieran el uniforme con honor, puesto que la Guardia Civil debía servir a España y a los españoles con independencia del gobierno en curso o del sistema político que rigiera.
    Como se ha citado anteriormente, el 9 de octubre de 1844 se aprobó el Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil, donde se establecieron las obligaciones y facultades, su dependencia orgánica al Ministerio de la Gobernación, y con el objeto primordial de la conservación del orden público, la protección de las personas y las propiedades y el auxilio que reclame la ejecución de las leyes.
    El Reglamento Militar de la Guardia Civil, aprobado el 15 de octubre, es elaborado por el Ministerio de la Guerra bajo la égida del Duque de Ahumada y es por tanto más conforme con su doctrina y carácter. Determina la organización con arreglo a criterios castrenses, los ascensos, dependencia, obligaciones, disciplina y estatuto del personal del Cuerpo.
    El artículo 8.º del Reglamento para el Servicio consigna que el guardia civil “será siempre un pronóstico feliz para el afligido, infundiendo la confianza de que a su presentación el que se crea cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenga su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que vea su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y, por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos.”

La filosofía de servicio inculcada por el Duque de Ahumada quedó registrada el 20 de diciembre de 1845 en la Cartilla de la Guardia Civil, su código deontológico, su doctrina estricta. En ella se dota a los guardias del más alto concepto moral de su tarea, de la imprescindible honradez, compostura y procedencia en el servicio resumidos en el lema “el honor es la principal divisa del guardia civil; debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido, no se recobra jamás”.
    Para satisfacer la loable ambición de que la Guardia Civil cubriera sus efectivos con personas de calidad excepcional, el Duque de Ahumada obtuvo de la reina Isabel II, por Real Orden de 1 de abril de 1853, la creación de la Compañía de Guardias Jóvenes en el cuartel de San Martín, en Madrid. Fue razón de ella el amparo y educación de los huérfanos e hijos del Cuerpo que constituyeron los nuevos guardias. Posteriormente se convertiría en el actual Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada, sito en la madrileña localidad de Valdemoro.
    Pronto, y desde el sentir popular, los servicios de la Guardia Civil recogieron la gratitud con el bautizo de Institución benemérita: la Benemérita.
    Y también al cabo de poco, en 1847, la flamante Institución cubría su primera misión internacional, con una unidad de Caballería, durante la guerra civil en Portugal, demandada la presencia de la Guardia Civil, a la que ya precedía su fama, para garantizar la seguridad de las personas en la zona de Oporto.

Duque de Ahumada
Francisco Javier Girón y Ezpeleta de las Casas y Enrile, II duque de Ahumada y V marqués de las Amarillas, nació en Pamplona el año 1803.
    Su carrera militar da inicio en el Regimiento de Provinciales de Sevilla. Ya destinado como Capitán en una compañía de granaderos de las Milicias Provinciales, recibió instrucción de familiares y profesores en materia de administración, deberes militares, conocimiento de lenguas clásicas y contemporáneas, aritmética, geometría y música.
    Nombrado su padre ministro de la Guerra, se desplazó con él a Madrid en calidad de su ayudante. Por su carácter de ministro saliente, su padre fue nombrado Consejero de Estado y, poco después, Fernando VII le designó para la Inspección General de Ingenieros, llegando a ser, por su antigüedad, presidente de la Junta de Inspectores; continuando Francisco Javier en el desempeño de ayudante.

Concluida esta etapa política, en 1829 regresó al Ejército y al servicio activo en el Provincial de Sevilla con el empleo de teniente coronel, desde donde fue trasladado al Regimiento de Plasencia. Ascendido en 1831 a coronel efectivo de Infantería y trasladado al Provincial de Granada, con guarnición en Algeciras, al tiempo que su padre era nombrado Capitán General de Sevilla. Ascendido a Brigadier en 1834, en época de la regente María Cristina, dejó el empleo en la Guardia Real para incorporarse con el general Ramón María Narváez al Ejército de Andalucía; siendo destinado posteriormente al Ejército del Centro. Ascendido a Mariscal de Campo en 1840 por méritos de guerra, pasó destinado a Valencia.
    En 1842, al fallecer su padre, heredó el título de Duque de Ahumada. Al año siguiente recibió el nombramiento de Inspector del segundo y cuarto Distritos militares, con residencia en Madrid. destino en el que cesó el 15 de abril de 1844 al encargársele la organización de la Guardia Civil, creado por Real Decreto el 28 de marzo. A tal prestigiosa y elevada misión se dedicó plenamente doce años, periodo que comprendía la fase organizativa y la inmediata con el cargo de Inspector General del Cuerpo, desempeñado hasta agosto de 1854, y posteriormente del 13 de octubre de 1856 a julio de 1858.
    Transmitió al benemérito Instituto las virtudes que le fueron propias: lealtad, sobriedad, espíritu de sacrificio, entereza, disciplina, entrega y austeridad. En 1846 le llegó el ascenso a teniente general.
    Otros títulos que engrandecieron su figura son los de Gentilhombre de Cámara del Rey, Senador del Reino, Grande de España de primera clase con posesión de la Gran Cruz de Carlos III, la de Isabel la Católica y la de San Hermenegildo, el Gran Cordón de la Legión de Honor de Francia y las Cruces de San Fernando de 1ª y 2.ª clase. Cumplida su encomienda al frente de la Guardia Civil, fue nombrado Comandante General del Cuerpo de Alabarderos, cargo que desempeñó hasta poco antes de su muerte, ocurrida en Madrid el 18 de diciembre de 1869.
    Su última voluntad, cumplida, fue la de que lo amortajase el uniforme de la Guardia Civil y que el féretro fuera portado en hombros por guardias de la Benemérita.

Instituto, gloria a ti,
por tu honor quiero vivir,
Viva España, viva el Rey,
viva el orden y la Ley,
viva honrada la Guardia Civil.
Benemérito Instituto,
guarda fiel de España entera,
que llevas en tu bandera
el lema de paz y honor.
Por glorificar el nombre
que el gran Ahumada te diera,
con tu sangre noble y fiera,
has bordado tu blasón.
Vigor, firmeza y constancia,
valor en pos de la gloria,
amor, lealtad y arrogancia,
ideales tuyos son.
Por ti cultivan la tierra,
la Patria goza de calma,
por tu conducta en la guerra
brilla airoso tu pendón.
Instituto, gloria a ti,
por tu honor quiero vivir,
Viva España, viva el Rey,
viva el orden y la Ley,
viva honrada la Guardia Civil.


Artículos complementarios

    El emblema de autoridad

    La Santa Hermandad

    Origen de la Dirección General de Seguridad

    La Guardia Civil muere pero no se rinde

Entradas populares de este blog

Las tres vías místicas. San Juan de la Cruz

Siglo de Oro: La mística de san Juan de la Cruz Juan de Yepes y Álvarez, religioso y poeta español, nacido en Fontiveros, provincia de Ávila, el año 1542, estudió con los jesuitas, trabajó como camillero en el hospital de Medina del Campo, e ingresó a los diecinueve años como novicio en el colegio de los carmelitas con el nombre de fray Juan de Santo Matía. Prosiguió sus estudios en Salamanca y en 1567 fue ordenado sacerdote. Regresó entonces a Medina del Campo, donde conoció a santa Teresa de Jesús, quien acababa de fundar el primer convento reformado de la orden carmelita y que tanto le había de influir en el futuro. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús Imagen de stj500.com Juan de la Cruz se hallaba animado de los mismos deseos reformadores de la santa, y había conseguido el permiso de sus superiores para mantenerse en la vieja y austera devoción de su orden.; desde ese momento tomó el nombre de fray Juan de la Cruz y comenzó la reforma del Carmelo masculin

Descubridor del Eritronio-Vanadio. Andrés Manuel del Río

Mineralogista y químico, el madrileño Andrés Manuel del Río Fernández, nacido en 1764, es el descubridor del elemento químico Vanadio. Andrés Manuel del Río Imagen de omnia.ie En su infancia escolar destacó en el aprendizaje de latín y griego, posteriormente se graduó de Bachiller en Teología en la Universidad de Alcalá de Henares, y en 1781 inició sus estudios de física con el profesor José Solana.     Andrés Manuel del Río fue un alumno modélico en Física y Matemática. El ministro José de Gálvez en 1782 lo incorporó en calidad de pensionado en la Real Academia de Minas de Almadén, para que se instruyera en las materias de mineralogía y geometría subterránea con los maestros internacionales elegidos para el desarrollo científico e industrial de España. En Almadén dio inició su largo periplo por instituciones científicas de prestigio, forjando la actividad profesional que le caracterizaría. El propósito de la Corona por favorecer el desarrollo de la minería y la metalurgia en España y

El Camino Real de Tierra Adentro. Juan de Oñate

El imperio en América del Norte: La ruta hacia Nuevo México El Camino Real de Tierra Adentro era la ruta que llevaba desde la ciudad de México hasta la de Santa Fe de Nuevo México, actualmente capital del Estado homónimo integrado en los Estados Unidos; y durante más de dos siglos fue el cordón umbilical que mantuvo ligada a esta remota provincia del septentrión de la Nueva España. Cada tres años partía la llamara ‘conducta’, una caravana que trasladaba ganados, aperos y gentes, para mantener la colonización española en aquellas tierras. A través del Camino Real de Tierra Adentro penetró la cultura hispana en el Suroeste de Estados Unidos, ejerciendo aquí un papel semejante al del Camino de Santiago en España. El Camino Real de Tierra Adentro Cuando la corona española decide no abandonar la provincia de Nuevo México, ruinosa en todos los sentidos, sino mantenerla por razones de no desamparar a los indios ya cristianizados, el virreinato de Nueva España organiza un sistema