El villancico es una manifestación poético-musical cultivada a mediados del siglo XV en España; su estructura presenta varias coplas unidas por un estribillo. Surgido como una diversidad a la forma culta de la canción, el villancico, de factura menos intrincada que ella, fue desde sus inicios y hasta el siglo XVIII fue tema de inspiración para muchos e insignes compositores de la Península ibérica e Iberoamérica; a partir del siglo XIX quedó integrado en el repertorio de música popular destinado a celebrar la Navidad.
Parece ser que el origen del villancico se remonta al siglo X y se sitúa en la Península ibérica, proveniente del zéjel, de raíz arábigo-andaluza; así lo acreditan algunas de las piezas incluidas en el siglo XIII por el rey Alfonso X el Sabio en sus Cantigas. Aunque la primera pieza designada con el vocablo villancico apareció a finales del siglo XV, titulada Andad, pasiones, andad, escrita por Lagarto y contenida en el Cancionero de la Colombina fechado en 1490.
El villancico de los siglos XV al XVII se escribía en estrofas de un máximo de cuatro versos y de carácter popular. Al cabo de un siglo, no obstante, se hizo patente un cambio estructural en las formas de versificación y puesta en música del villancico.
En el siglo XVIII el villancico se componía de un texto poético estructurado en dos partes, un estribillo y una coplilla, que a su vez podían repetirse una vez enunciados, en los que la música y el tema mostraban paralelismo o también divergencia, pues el compositor introducía un nuevo tema melódico o lo introducido eran versos diferentes. El estribillo constaba de dos, tres o a lo sumo cuatro, versos expresando el argumento central del poema, ampliada esta idea a través de la copla siguiente. La copla se dividía en dos fragmentos, la mudanza, de dos o cuatro versos, y la vuelta, con los mismos números de versos; la copla exponía una novedad musical y poética, efectuando en la mudanza una variación melódica de una parte del estribillo, y repitiendo en la vuelta el texto del estribillo y, por ende, su tema melódico.
Los numerosos villancicos incluidos en los cancioneros y escritos de afamados compositores de los siglos XV y XVI tales como Juan de Anchieta, Pedro de Escobar, Francisco de Peñalosa, Juan del Encina y Juan Ponce, observan la estructura de cuatro partes melódicas, siendo la más aguda, llamada cantus o superius, la única acompañada de texto. A partir de la segunda mitad del siglo XVI todas las voces se acompañaban de texto al modo de las restantes obras polifónicas sacras o profanas.
De este periodo sobresale los villancicos escritos por el compositor extremeño Juan Vázquez, reunidos en su obra Villancicos y canciones, de 1551, y Recopilación de sonetos y villancicos, de 1560; en ellos introdujo la innovación de unir el estribillo a la copla sin dejar espacio musical, vinculándolo a su vez con una nueva repetición del estribillo. Otra compilación destacable es la denominada Cancionero de Medinaceli, fechada hacia 1560.
La notoria incidencia del género villancico en la música española del siglo XVI se trasladó a las adaptaciones e instrumentación para la vihuela o el arpa acompañando a una voz solista. Muestras destacadas de esta adaptación de lo secular a lo religioso son las Canciones y villanescas espirituales, de Francisco Guerrero, fechado en 1859, y el Parnaso español de madrigales y villancicos, de Pedro Ruimonte, fechado en 1614. Por ello, el villancico pasó a formar parte de la liturgia en días señalados en el calendario litúrgico, atrayendo de esta manera a un mayor número de fieles. La estructura del villancico sufrió el gran cambio de escribirse en varias partes, para dúos, tríos o coros, incluyendo arias y recitativos con acompañamiento instrumental.
El siglo XVII incorporó al villancico una evolución formal; se le proveyó de los recursos de estilo característicos del Barroco: efectos de eco con las voces y los dobles coros con sus correspondientes diálogos, y fue apoyado por un sólido acompañamiento instrumental: arpa, clavicémbalo, órgano, viola para el bajo continuo e instrumentos de viento como el fagot, oboe y flauta. DE esta época son los autores Juan Pablo Pujol, Joan Cererols y Juan Bautista Comes. La tradición del villancico religioso llegó en este siglo a las iglesias y cabildos de Iberoamérica.
En el siglo XVIII la forma cantada (cantata) afectó a la estructura del villancico en cuanto a la sustitución de las coplas por recitativos y arias, aunque fue compensada por la creación de nuevos textos escritos por encargo de la Iglesia. La bella factura de los villancicos del siglo XVIII lleva las firmas de los compositores Sebastián Durón, Francisco Vallas, José de Nebra, Francesco Courcello y José Lidón, entre los principales.
Ya en el siglo XX, el villancico representa en el ámbito de la música popular una pieza destinada a la celebración exclusiva de la Navidad. Como forma musical difiere notablemente de aquella originaria y evolutiva hasta el siglo XVIII, pese a que algunos de sus textos vienen recogidos de los antaño dispuestos, con resaltada categoría en sus loas espirituales y profanas, por los maestros de la Península ibérica e Iberoamérica.