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Batalla de Gravelinas

Confirmación de la hegemonía española en Europa

Tras la victoria en la batalla de San Quintín contra el ejército francés el año 1557, ante Felipe II se abría la posibilidad de entrar triunfante en París. Los asesores del monarca español animaban a un avance rápido y demoledor, asunto que parecía factible para el ejército español. Sin embargo, el denominado rey prudente, Felipe II, decidió mantenerse en la frontera y consolidar las ganancias territoriales obtenidas en Picardía y Champaña. Atendiendo las órdenes de Felipe II, la tropa del duque de Saboya, Manuel Filiberto de Saboya, se distribuyó por la frontera mientras tomaba las plazas de Le Catelet y Noyon. A continuación, el 8 de octubre de 1557, cayó el importante núcleo de comunicaciones de Ham. Felipe II estimó que las debilitadas fuerzas galas no supondrían amenaza ni en suelo francés ni el territorio de Flandes durante el invierno, por lo que acantonó su ejército.

    En el ámbito estrictamente político, Felipe II convocó a los Estados Generales de los Países Bajos para negociar la ayuda financiera futura.

El rey galo Enrique II llamó al duque de Guisa, Francisco I de Lorena, para que trasladase su ejército de la península Itálica a Francia para iniciar una ofensiva que pusiera en jaque a los españoles. A la par, estableció una alianza con el imperio turco para con sus naves y piratas hostigar las costas españolas. Además, el monarca encomendó al de Guisa que atacara las posesiones inglesas en Francia, la principal la plaza y puerto de Calais, y expulsara a sus ocupantes.

    El duque de Guisa consiguió echar a los ingleses de Calais y así inquietar a los españoles por la cercanía con Flandes. De inmediato Felipe II ordenó reforzar las villas flamencas fronterizas y las defensas de la villa de Gravelinas, clave para el acceso occidental a Flandes. Se encargó de la inspección previa Hernando de Acuña en enero de 1558. A la guarnición de la plaza compuesta por cuatrocientos soldados valones, cuatrocientos arcabuceros alemanes, una pequeña fuerza de caballería y doscientos milicianos, se sumó un contingente formado por trescientos setenta arcabuceros y ciento cincuenta piqueros españoles a la orden de Luis de Carvajal; y para completar la línea defensiva, el regimiento alemán de Lázaro de Schwendi con cuatro mil quinientos hombres se posicionó en las cercanas villas de Saint Omer y Bouborghe. Los exploradores franceses asomaban por la zona en busca de fisuras para la penetración de un ejército.

    Las siguientes semanas, que preludiaban un enfrentamiento bélico de grandes proporciones, contemplaron al duque Filiberto de Saboya y su fuerza, dieciocho mil hombres de infantería y caballería de España, Alemania y la zona valona de Flandes, reforzando el sector de Saint Omer-Gravelinas que implicaba una invasión costera.

    A todo eso, el duque de Guisa desplaza constantemente a su ejército situándolo de frontera en frontera hasta que bien entrado el invierno lo acantonó en diferentes localidades fronterizas. Naciente la primavera de 1558, este ejército de veinte mil infantes y cuatro mil jinetes se concentró en Metz. El primer objetivo era la conquista de Thionville, puerta de Luxemburgo, villa defendida por dos mil valones y quinientos españoles que resistieron un asedio de tres semanas.

    Felipe II consiguió que ochocientos ingleses se unieran a sus filas, destinándolos a Gravelinas y San Quintín.

Otro frente operaba contra los españoles. De Guisa y el mariscal de Thermes establecieron una acción doble: el primero actuaría contra Cambray y Luxemburgo, mientras el segundo lo haría sobre las comarcas litorales de Flandes. Esta división de fuerzas pretendía debilitar la reacción española. Felipe II ordenó enviar refuerzos a la frontera al tiempo que su embajador en Londres, el conde de Feria, Gómez III Suárez de Figueroa y Córdoba, informaba a las autoridades inglesas de los movimientos franceses en el continente.

    Confirma el avance del ejército francés por la costa belga el general de la Armada de Guipúzcoa Luis de Carvajal, que transportaba refuerzos y provisiones a las tropas de Flandes. Entendiendo la gravedad del movimiento asumió que debía intervenir bajo su propia responsabilidad, y así lo hizo desembarcando una fuerza de aproximadamente seiscientos infantes de su flota, el embrión de la futura e innovadora Infantería de Marina, al mando de su hermano Federico con la misión de reforzar las tropas flamencas acantonadas en Neuport, Gravelinas y Saint Omer; para luego navegar hasta Ostende y dar cuenta a la corte en Bruselas del avance enemigo hacia el interior de Flandes. Posteriormente Luis de Carvajal se unirá con sus tropas a la defensa de Gravelinas.

El maestre de campo general y gobernador de Artois, Ponthus de Lalaing, era el jefe civil y militar de la plaza de Gravelinas. Disponía para la defensa una fuerza de unos dos mil hombres, incluidos cuatrocientos españoles, y buen previsor había acopiado abundantes víveres y municiones.

    Lalaing se reunió en Bruselas con Felipe II, acompañado el monarca de sus consejeros y principales generales, para decidir en consejo de guerra la estrategia. La opción tomada fue la de agrupar fuerzas en retaguardia a la espera de los movimientos franceses y en consecuencia decidir la realización de un contraataque en Flandes o en Picardía.

    El ejército del mariscal Thermes había levantado su campamento cerca de Gravelinas con idea de asediar la plaza.

    Aquellos días de julio de 1558 se dio por sentado la invasión de Flandes ya que los franceses ocupaban y saqueaban importantes localidades de la costa flamenca, la principal Dunquerque, a mitad de camino entre Gravelinas y Neuport.

    La principal fuerza de maniobra española, a las órdenes de Filiberto de Saboya, se concentraba en la ciudad de Maubeuge, en Hainaut, observando con espías las maniobras del duque de Guisa. Quedó comprobado que los franceses habían dividido sus fuerzas: unas se dirigían a Luxemburgo mientras las otras iban hacia Arlon y Lieja. Y por la costa, lo que más preocupaba a los españoles, las tropas de Thermes avanzaban sin oposición hacia Neuport camino de Gante y Bruselas. Felipe II dispuso la vigilancia de ambos ejércitos, el reforzamiento de las defensas e, intuyendo el meollo del combate, elige al experimentado, valiente y leal general Lamoral de Egmont, conocedor del territorio y sus pobladores, para organizar una defensa móvil en torno a las villas de Saint Omer y Gravelinas, hostilizando de paso las líneas de comunicación francesas. Pero es una tropa escasa la de Egmont.

    Felipe II ordenó hostigar a todas las fuerzas francesas evitando que pudieran avanzar hacia Bruselas.

El ejército del mariscal Thermes llegó a Neuport, intentó su conquista, y al cabo volvió grupas hacia Dunquerque y Gravelinas. Pero a lo largo de ese camino sufrieron un acoso y persecución permanentes por la caballería española y flamenca de Egmont, y las piezas artilleras de acompañamiento en tanto la distancia de tiro es asequible; mientras la infantería se traslada a marchas forzadas hasta Gravelinas y Saint Omer a defender la línea, en primera instancia, y después atacar al enemigo.

La batalla

Tuvo lugar el 13 de julio de 1558 en Gravelinas, ciudad costera de tamaño medio en la provincia de Flandes, la más occidental de los Países Bajos, situada aproximadamente a un kilómetro del Mar del Norte y en la orilla derecha del río Aa. Desde 1556 su defensa perimetral era de proporciones notables, con un importante parque de artillería con la que proteger Flandes de los ataques franceses.

    El 10 de julio de 1558 los exploradores franceses alcanzaron Gravelinas.  Al día siguiente ordenó el señor de Beugnicourt, gobernador de la plaza, la salida de una tropa para combatirlos, pero lejos de presentar batalla dieron en replegarse hasta su incorporación con el ejército de francos, gascones, escoceses y mercenarios alemanes del mariscal Thermes que llegaba entonces. Quedó establecido el campamento francés a distancia preventiva de las salidas españolas. Mientras, el ejército hispano flamenco de Egmont en marcha se acercaba a Gravelinas por detrás, en táctica de cortar el paso hacia la protección de la costa francesa y la plaza de Calais, con la caballería en vanguardia. Precisamente la caballería española alertó a los exploradores franceses el día 12, que comunicaron el avance de la poderosa fuerza que iba copándolos. El contingente flamenco estaba compuesto por valones y alemanes.

    Thermes optó por refugiarse en Calais antes de que fuera imposible llegar a sus murallas. Para ello desmantelaron el campamento yendo a instalarse sobre una elevación del terreno que proporcionaba un mayor campo de visión anticipando el esperado ataque de los hispano flamencos de Egmont que, sin embargo, no se producía. El emplazamiento del ejército francés aliado tenía el grave inconveniente de atraparlo en sus límites.

    Egmont hizo que descansara en las inmediaciones de Gravelinas el grueso de su agotado ejército; una compañía de caballería y dos de infantería cruzaron el río Aa el 13 con la misión de cortar las líneas de aprovisionamiento enemigas, y acto seguido derrotaron a una columna francesa de mil cuatrocientos hombres a pie y montados que había partido de Calais para reforzar la posición de Thermes ante Gravelinas. El mariscal francés quisiera retroceder hasta Calais, pero advierte el peligro que le envuelve; por su parte, Egmont vislumbra la posibilidad de un ataque demoledor que acabe con el ejército enemigo, pese a que carece de artillería y éste la forma en una línea compacta. Thermes ordena que se vadee el río hacia la orilla francesa, aunque es informado que obran de igual manera los hispano flamencos más al sur de aquel punto. Otra amenaza que considerar.

    Un estimable contingente surgido de la guarnición de Gravelinas se unió al ejército de Egmont.

    El ejército de Thermes desplegaba en un frente de kilómetro o kilómetro y medio, con los cañones en vanguardia; el de Egmont desplegaba en un frente equivalente, algo superior para intentar el desborde por el flanco izquierdo enemigo ya que al derecho lo protegían las altas dunas de la playa. Egmont y Enrique Enríquez, jefe de los caballeros españoles, dispusieron la caballería en formación de cuña, evocando la victoriosa batalla de San Quintín del año anterior, mientras la infantería se desplegaba por detrás en tres enormes cuadros más una reserva de jinetes, infantería flamenca y milicias concejiles. La idea era utilizar la caballería como elemento decisivo del combate, apoyada en el acto por la artillería y complementada por la infantería.

Imagen de terciosviejos.blogspot.com

La primera carga de las respectivas caballerías pesadas se vio acompañada por los ataques en los flancos de la caballería ligera. La caballería pesada flamenca sufrió un grave deterioro más por los cañonazos que por el enfrentamiento contra sus homólogos franceses, muy experimentados, la flor y nata del ejército, los llamados gendarmes. Egmont ordenó un repliegue general que el enemigo supuso una victoria al alcance de la siguiente acometida. Pero no fue así. Cebados los jinetes franceses con el repliegue de los hispano flamencos, desorganizaron sus líneas en la acelerada persecución, lo que, igual que sucediera en San Quintín, favoreció el reagrupamiento del ejército hispano flamenco tras la seguridad, aún más experimentada y eficiente, de los piqueros y arcabuceros españoles.

    Los jinetes franceses recibieron las descargas de los infantes y el acoso lateral de la caballería ligera. Egmont ordenó una nueva carga de sus caballeros que logró envolver al enemigo ya muy castigado por el fuego y las picas de la infantería. En eso que alcanzaron el campo de batalla los infantes escoceses, gascones y alemanes de Thermes, entablándose un combate cerrado entre la infantería, por una parte, y la caballería, por la otra, en una misma parcela.

    La grandiosa refriega cobraba su mayor intensidad en los flancos. La infantería de Luis de Carvajal actuando en el flanco derecho, en continuo avance sobre el costado enemigo, maniobró en una doble vertiente: sosteniendo la lucha en ese lugar y dirigiéndose, en paralelo a la batalla, campiña adentro, cruzando canales y prados con la intención de tomar la línea de carruajes que servían de muralla protectora al campamento francés. Esta acción rompió el aparente equilibrio decantándolo hacia el bando hispano flamenco. Los españoles destacados cogieron desprevenidos a los más numerosos guardias franceses y mercenarios alemanes. Ya dentro de la posición enemiga, los arcabuceros españoles dispararon contra las filas enemigas abriendo enormes claros que aprovecharon los jinetes y el resto de infantes.

    Para inclinar definitivamente la balanza, entró en liza la flota naval de Luis de Carvajal cañoneando el castigado campo enemigo. Animados por este apoyo y el también reciente de las baterías de largo alcance de Gravelinas, los arcabuceros y piqueros españoles redoblaron su ímpetu provocando el definitivo hundimiento de los mercenarios alemanes y la tropa francesa. Rotas las formaciones, la desbandada es absoluta. Y total la victoria de las armas de Felipe II.

    Las bajas de los aliados franceses, escoceses y alemanes ascendieron a seis mil quinientas por muerte, sumando tres mil doscientos los prisioneros. Los hispano flamencos contabilizaron setecientos muertos y mil heridos. A consecuencia de esta derrota, los franceses perdieron Dunquerque.

En unas horas, las que duró la batalla de Gravelinas, España se convertía en la potencia hegemónica en Europa tanto en el aspecto militar como en el político, teniendo desde entonces controlados o en calidad de aliados al Sacro Imperio Germánico, a Francia, a Inglaterra y al Papado. La Paz de Cateau-Cambrésis, firmada el 3 de abril de 1559, ratificó la situación de hecho.

Artículos complementarios

    Batalla de San Quintín

    Las campañas en Francia e Inglaterra de Pero Niño

    Los Tercios embarcados

    La Trinidad de Flandes 

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