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La Trinidad de Flandes: Julián Romero, Sancho Dávila y Cristóbal de Mondragón

El Imperio en Europa: Hazañas de los maestres de campo

Recuerda el historiador Tomás Bermúdez de Castro que “Sancho Dávila, Julián Romero y Cristóbal de Mondragón formaban lo que los soldados conocían con el nombre de la Trinidad de Flandes, apodo del que los tres amigos se sentían orgullosos, pues se llamaban entre sí trinitarios. Tanto prestigio alcanzó el remoquete, que cuando ya los tres habían muerto, la viuda de Julián Romero, María Gaytán, fundó para huérfanas de militares el convento de las Trinitarias en Madrid, recuerdo de la célebre Trinidad de Flandes”.


Semblanza de Julián Romero

El conquense de Huélamo Julián Romero de Ibarrola, nacido en 1518, ascendió fulgurante en la milicia desde el humilde puesto de mozo de tambor al elevado y prestigioso de maestre de campo de los Tercios, Sargento Mayor General y miembro del Consejo de Flandes. Un caso extraordinario el suyo, apodándole con total sentido el de las hazañas.

    A la temprana edad de 16 años se alistó en el Ejército Real como mozo de tambor y mochilero. A la península itálica fue sirviendo a las órdenes del virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, marqués de Villafranca. Un año después, en 1535, participó en la campaña que Carlos I emprendió contra el corsario Barbarroja; aquel verano los ejércitos del emperador conquistaron La Goleta y Túnez y, según cuenta Lope de Vega, Julián Romero se distinguió en la batalla y recuperó valerosamente una bandera arrebatada por el turco a un alférez muerto, saliendo después en persecución del propio Barbarroja.

    Finalizado el periplo militar en el Mediterráneo, Julián Romero marchó a Flandes. Probablemente su llegada fue el año 1543, pero dos después, en 1545, embarcado rumbo a España, el barco naufragó en zona británica. Deseoso el monarca Enrique VIII de contar en sus filas valerosos soldados españoles, negoció con el rey y emperador español Carlos I un tiempo de permanencia a su servicio para luchar contra los escoceses; Pedro Gamboa era el maestre de campo del contingente español. Ascendido a capitán, destacado en las acciones y en los duelos, famoso por su lealtad y destreza, Julián Romero concitó la admiración de españoles, ingleses y franceses, premiándole Enrique VIII con un mayorazgo y títulos honoríficos.

    Carlos I le mantuvo en Inglaterra pese al fallecimiento de Enrique VIII. Su siguiente mérito resultó en la batalla de Pinkie Cleugh el 10 de septiembre de 1547, la última que enfrentó a ingleses y escoceses. Los ingleses vencieron a las fuerzas escocesas de James Hamilton II gracias a una carga de arcabuceros españoles a caballo dirigida por Pedro Gamboa y a otra sucesiva a cargo del duque de Somerset y Julián Romero; en el campo de batalla el duque inglés armó caballero al capitán español, que nunca se encontró cómodo rodeado de lo que él consideraba herejes, a los que únicamente servía por la voluntad del emperador.

    El 10 de abril de 1549, el monarca inglés, Eduardo VI, hijo de Enrique, nombró a Julián Romero maestre de campo de todos los mercenarios al servicio de Inglaterra; lo que no fue óbice para que Julián Romero, ansioso de retorno, abandonara la isla en los albores de 1551.

    Logrado ello, hacia 1552 aparece el capitán Romero en Gante sirviendo por fin a Carlos I en Flandes. La paradoja de la historia es que tuvo que ponerse a las órdenes del entonces joven y aliado español Guillermo de Orange, bajo cuyo mando estaba un regimiento de caballería en la defensa del obispado de Lieja contra los ataques de los ejércitos franceses de Enrique II. En agosto de 1557 combatió en San Quintín mandando una compañía de arcabuceros que formaba en el centro de la vanguardia; su destacada actuación fue refrendada por una herida que le dejó cojo. Un año después el rey Felipe II le concedería el Hábito de la Orden de Santiago.

    También se distinguió en la batalla de Gravelinas en verano de 1558, complementaria de San Quintín, que supuso la consolidación de la hegemonía española en Europa. Tras esta victoria se le puso al frente de distintas plazas en la frontera con Francia.

    Entre 1561 y 1563 se le vio reforzando las defensas de la plaza de La Goleta, como gobernador de Ibiza e instalado en Madrid, donde contrajo matrimonio con la anteriormente citada María Gaytán.

    Capitán del Tercio Viejo de Sicilia a las órdenes del maestre de campo Melchor de Robles y del virrey de Sicilia García de Toledo, fue enviado a Malta; en la isla demostró nuevamente sus dotes militares siéndole concedidas las encomiendas de Mures y Benazuza. Fallecido Melchor de Robles, el virrey García de Toledo nombró a Julián Romero maestre de campo del Tercio de Sicilia.

    Corría el verano de 1567 cuando Felipe II encarga al duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, la pacificación de Flandes, territorio revuelto por los calvinistas. Partieron los Tercios Viejos, incluido el de Sicilia de Julián Romero, de la península Itálica a Flandes por el Camino español.

    Esta segunda etapa flamenca acrecentó la fama del maestre de campo Romero en las batallas de Reyden, Groninga y Terminghen, la de Jemmingen, junto al Tercio de Lombardía mandado por Sancho de Londoño, en julio de 1568, con la derrota de Luis de Nassau.

    La tercera etapa en Flandes supuso acompañar al duque de Medinaceli, Juan de la Cerda y Silva, al que se encomendó el gobierno de los Países Bajos. Julián Romero quedó incorporado al Consejo de Flandes, y desde su puesto director y a las órdenes de Fadrique de Toledo, hijo del duque de Alba, procedió a la recuperación de la villa de Mons, bastión católico en la provincia del Henao que había sido tomado por los franceses, poniendo en fuga al príncipe Guillermo de Orange y perdiendo un brazo. El duque de Medinaceli dio cuenta al rey por escrito de la valía de Julián Romero: “Vuesa Majestad tiene en él un maravilloso soldado y ejecutor de la guerra”. Daban fe de estas palabras además de los hechos precedentes los futuros en los asedios de Alkmaar y Leiden y la batalla de Monk, donde Sancho Dávila resultó victorioso.

    En calidad de Sargento Mayor General participó en el asedio de Haarlem, importante plaza tomada por los protestantes, recuperándola en vínculo de armas con Fadrique de Toledo el 14 de julio de 1573, aunque le costó la pérdida de un ojo. A continuación acudió a socorrer la ciudad católica de Middelburg, defendida por el coronel Cristóbal de Mondragón; tomó parte en el asedio de Zierickzee de 1575, llevado a cabo por Cristóbal de Mondragón; y al año siguiente sus tropas fueron al asalto en auxilio de Sancho Dávila y sus hombres a la ciudad de Amberes, donde resistían el asedio protestante. Este periodo bélico concluyó con la firma de la Paz de Gante y después el Edicto Perpetuo en enero de 1577.

    Pero tuvo que volver a combatir en Flandes, revuelto otra vez, con don Juan de Austria en el gobierno, aunque no llegó a su destino. El Maestre de Campo General Julián Romero, tuerto, manco y cojo, de 59 años de edad, falleció en el trayecto; siempre vigilante y dispuesto, la muerte le sorprendió a caballo por el Camino español.

Julián Romero

Imagen de abc.es

Semblanza de Sancho Dávila

Abulense nacido el año 1523, Sancho Dávila y Daza extendió su fama militar en los campos de batalla de Europa occidental y norte de África a lo largo de cuatro décadas.

    Huérfano a los quince años, inició estudios eclesiásticos a imitación de su tío, Pedro Daza, archidiácono de la catedral de Ávila, recibiendo a su vez formación en filosofía, latín, gramática y teología; hasta que en viaje por Italia descubrió su vocación militar. En Roma su unió al Tercio de Hungría mandado por Álvaro de Sande, que se dirigía hacia Alemania para luchar contra la Liga de Smalkalda (Esmalcalda) que se oponía al emperador Carlos I de España. En esta contienda que finalizó con la victoria imperial en la batalla de Mühlberg el 24 de abril de 1547, Sancho Dávila y Cristóbal de Mondragón sumaron méritos y ganaron la confianza del duque de Alba al cruzar a nado, con otros nueve hombres, el río Elba arrebatando los pontones a los protestantes para que fuera posible el paso de las tropas.

    Enviado Sancho Dávila a Sicilia con su Tercio en 1550 para combatir en el norte de África contra los turcos. La principal victoria llegó con la toma de Mahdía, plaza fuerte de los otomanos de Turgut Reis; éxito que no tuvo eco al cabo de diez años con la fallido expedición a los Gelves, que supuso un penoso cautiverio para Dávila. Al ser liberado en 1561, el rey Felipe II le nombró Castellano de Pavía; pero una vida tranquila no era la demanda de su espíritu, que pedía glorias. De modo que Sancho Dávila en 1567 formó en el ejército del duque de Alba en calidad de jefe de su guardia personal, con la misión de pacificar las revueltas provincias de Flandes, recorriendo el Camino español que estratégicamente había trazado el duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel.

    Ya en Flandes, el duque de Alba encomendó al capitán Sancho Dávila el arresto de los condes de Egmont y de Horn, ambos aliados de España, pero cuyas últimas decisiones molestaron a Felipe II. Después de este acto de servicio tuvo gran protagonismo en las victorias de Dahlen y, especialmente, Jemmingen contra los protestantes holandeses. Otra recompensa por sus destacadas actuaciones supuso el nombramiento de Castellano de Amberes en 1569, con la tarea de supervisar las fortificaciones de la ciudadela; pero este año vino marcado por el fallecimiento de su mujer, Catalina Gallo, en el parto de su hijo Hernando.

    Las revueltas protestantes de 1572 dieron lugar a una pugna constante en la que Sancho Dávila tuvo que levantar el asedio a la ciudad de Middelburg; socorrer junto a Cristóbal de Mondragón la ciudad de Goes, precedida esta acción por una determinación extraordinaria al tener que vadear el río Escalda, luego emprender una fatigosa marcha en malas condiciones y lanzarse al fin sobre un enemigo ignorante de aquella proeza al que pusieron en fuga con muchas bajas; y tomar al asalto la ciudad de Arnemuiden en la provincia de Zelanda.

    Los soldados de Sancho Dávila lo apodaron el rayo de la guerra, igual calificativo con el que se reconocía admirativamente la valía de Alejandro Farnesio.

    Sustituido el duque de Alba por Luis de Requesens en el puesto de gobernador de los Países Bajos, éste revalidó su confianza en Sancho Dávila situándolo al frente del ejército de Flandes «por ser muy conveniente para aquella empresa y para cualquiera otra de tanta importancia como aquella, pues es soldado de mucha experiencia y ejecutivo en las ocasiones».

    No obstante la vuelta a España del duque de Alba, en cuanto supo de la victoria en Mook, ocurrida en abril de 1574, transmitió su felicitación al maestre de campo Sancho Dávila y sus hombres: «Todos los que os hallasteis en la batalla puedo decir que os he criado a mis pechos, especialmente vuesa merced, que tantos años andamos juntos en este oficio».

    Malos tiempos para las armas españolas siguieron a los buenos. Había muerto Luis de Requesens y los protestantes aprovecharon el vacío de poder ocupando casi todas las provincias de los Países Bajos. Únicamente, y de nuevo, la determinación de Sancho Dávila resistiendo en la ciudadela de Amberes pudo evitar la caída en conjunto. Llegó el auxilio español a los sitiados pudiendo mantener Amberes; y al cabo, en 1577, era don Juan de Austria el encargado de gobernar las provincias de Flandes, dando por su orden licencia a Sancho Dávila para regresar a España.

    Felipe II le nombró Capitán general del Reino de Granada. Demasiado sosiego para él, necesitado del ambiente guerrero; y más si iba a combatir al lado del gran duque de Alba como sucedió en la contienda por la sucesión del trono de Portugal. El rey español solicitó en la primavera del año 1580 al añoso duque de Alba que le ganara la corona portuguesa que se había adjudicado el prior de Crato, bajo el título de rey Antonio. El duque de Alba recibió a su hombre de confianza y amigo Sancho Dávila con el ascenso a Maestre de Campo General. A finales de junio ambos cruzaban la frontera por Elvas con una fuerza considerable. El 25 de agosto vencieron a los partidarios de Crato en Alcántara. Felipe II premió al duque de Alba con el virreinato de Portugal y a Sancho Dávila con el cargo de Maestre de Campo General de Portugal, aun conservando el cargo de capitán general de Granada.

    Falleció el bravo Sancho Dávila en Lisboa en junio de 1583 debido a una herida reincidente.

Sancho Dávila

Imagen de pinterest.es

Semblanza de Cristóbal de Mondragón

Pese a su primer apellido, Cristóbal de Mondragón y Otálora nació en la vallisoletana villa de Medina del Campo el año 1514.

    Pronto ingresado en la milicia, participó en las campañas italianas del emperador Carlos I, enfrentándose a los franceses, y en el Mediterráneo occidental, tomando La Goleta y Túnez. Pero es en la batalla de Mühlberg, contra la liga de Esmalcalda (Smalkalda) donde adquirió notoriedad: en compañía de Sancho Dávila y nueve soldados el 24 de abril de 1547 cruzaba el río Elba espada en boca y el agua al cuello burlando la vigilancia sita en los pontones, que atrajeron a la orilla española, y los disparos de arcabuz. La gesta supuso a Cristóbal de Mondragón el ascenso a alférez y la protección del duque de Alba.

    Ascendido a capitán combatió en San Quintín y Gravelinas. Firmada la paz de Cateau-Cambrésis entre España, Francia e Inglaterra, fue nombrado gobernador de Damvillers, en el Ducado de Luxemburgo, y coronel de las tropas valonas; de ahí el apodo de el Coronel.

    Con el inicio de las revueltas protestantes, en alianza con los ingleses, en los Países Bajos, la llamada guerra de los ochenta años, Cristóbal de Mondragón se incorporó con su regimiento a las órdenes del maestre de campo Sancho Dávila. Enseguida se le asignó la defensa de las villas de Lieja y Deventer amenazadas por los piratas holandeses. A continuación el duque de Alba le encomendó la defensa de Amberes y Middelburg, y no sería la única vez, puertos estratégicos para el abastecimiento y refuerzo de las tropas. Estas exitosas acciones concedieron fama a Cristóbal de Mondragón, incrementado con la liberación de la villa de Goes, junto a Sancho Dávila, tras una determinación memorable: caminar por el río Escalda quince kilómetros para coger por sorpresa al enemigo.

    En 1573 repitió la estrategia para tomar con pocos hombres la bien defendida isla de Tholen. Al año siguiente mantuvo una resistencia heroica en la ciudad de Middelburg, asediada por completo, al extremo de lograr un acuerdo honroso que salvó muchas vidas. De nuevo en 1575, sofocada una revuelta en Amberes, se lanzó al agua con sus hombres para tomar la isla de Schouwen, en la provincia de Zelanda; aprovechando la inercia vencedora rindió Zierikzee unos meses después. Para 1578 había tomado Limburgo y Dhalem, y propuesto el asalto a Maastrich, a las órdenes de Alejandro Farnesio, se conseguiría en junio de 1579.

    Pasando un tiempo en España en condiciones de reposo, Felipe II le otorgó la Castellanía de Gante a la par que Alejandro Farnesio lo incorporó a su consejo de guerra.

    Alcanzado el empleo de maestre de campo del Tercio de Sicilia en 1582, el Tercio que había mandado el célebre Julián Romero, se dirigió a socorrer la ciudad de Gante acosada por las tropas del duque de Alençon, a las que derrotó. Llevado de su proverbial inercia conquistó los castillos de Linquerque y Ninove. Entonces, año 1584, era momento de poner fin a las revueltas con la toma de Amberes, a lo cual se empeñó Alejandro Farnesio, duque de Parma, teniendo en Cristóbal de Mondragón un gran ejemplo.

    Otra pausa guerrera en España y a Flandes a culminar su brillante carrera. Corría 1592, acercado a la edad provecta Cristóbal de Mondragón, cuando a su palmarés se unieron las tomas de las villas de Verló y Turnahaut. El nuevo gobernador de los Países Bajos a la muerte de Alejandro Farnesio, Ernesto de Mansfeld, puso su ejército en manos e inteligencia de Cristóbal de Mondragón que en el otoño de 1595 derrotó contundentemente a Mauricio de Nassau, hijo del príncipe Guillermo de Orange, en la batalla de Lippe. Fue su última acción, la de un hombre entregado a su causa, querido por sus soldados y admirado tanto como respetado por sus enemigos; en 1596 fallecía en su residencia de Amberes quien fuese titular de los señoríos de Émerchicourt, Luz y Guzanville, Capitán general de Zelanda, Maestre de Campo General del Ejército de Flandes y Capitán general del Ejército del Brabante. 

Cristóbal de Mondragón

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