La vida de Concepción Arenal de Ponte, nacida en la coruñesa localidad de El Ferrol el año 1820, ofrece diversos paisajes en cuanto a la geografía y diversos campos de conocimiento y aplicación práctica. Novelista, poeta, periodista y ensayista, fue su vocación de reforma social desde la perspectiva católica la que mayor fama y memoria le ha reportado.
A los quince años abandonó con su madre y hermana los pagos familiares cántabros para afincarse en Madrid. En la capital, y a instancia materna, recibió enseñanza en un colegio femenino, y por su cuenta aprendió ciencia y filosofía en los libros a su alcance, habiendo manifestado desde el principio un deseo ferviente por descubrir, participar y dejar su huella, si ello era posible, y llegar al máximo en su aspiración académica. Pero la enseñanza superior, impartida en la universidad, estaba vetada por aquel entonces a las mujeres; asunto insalvable en lo que respecta a los exámenes, pero soslayado en el aspecto presencial, pues con atavío masculino se introdujo en las aulas universitarias de Sociología, Historia, Filosofía, Idiomas y Derecho las suficientes jornadas lectivas para revelar su interés por tales disciplinas aplicándolas en el futuro a la cotidianidad. En esas ocasionales estancias bien aprovechadas conoció al abogado y periodista Fernando García Carrasco, con quien contrajo matrimonio en 1848, una influencia decisiva para ella.
El inicio cierto de la actividad literaria de Concepción Arenal se registró a partir de su matrimonio. Escribió algunas composiciones poéticas, tres obras de teatro: Un poeta, La medalla de oro y Dolor y misterio, una zarzuela, Los hijos de Pelayo, la novela Historia de un corazón y unas Fábulas en verso (1851). En 1855 y junto a su marido comenzó a publicar en La Iberia, periódico liberal fundado por Pedro Calvo Asensio en 1854 y que gozará de gran prestigio hasta su desaparición en 1898. Fernando García Carrasco tuvo encomendados los editoriales y los artículos de fondo hasta su fallecimiento en 1857, momento en que pasaron a la responsabilidad de Concepción Arenal que no los firmaba; cuando fue exigida la firma de los mismos se anunció el cese de Arenal. Y ella marchó a Oviedo con sus hijos un breve tiempo, para recalar al cabo en su familiar región cántabra, instalándose en la localidad de Potes.
La casa que alquiló pertenecía a la familia del violinista y compositor Jesús de Monasterio, en lo sucesivo amigo de Concepción. La influencia del músico, que había fundado en Potes las Conferencias de San Vicente de Paúl, le atrajo a crear la rama femenina de la citada institución y con ello dar carta de naturaleza a su vocación humanitaria y social. De esta época es su ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad (1860) que será premiado por la Academia de Ciencias Morales y Políticas, la primera ocasión en que se concede a una mujer. Concepción Arenal expone que por beneficencia alude al sistema de ayuda a los necesitados que adopta el Estado; por filantropía, la preocupación filosófica dirigida a la dignidad del hombre; y por caridad, la compasión cristiana surgida del amor a Dios y al prójimo. Su siguiente obra, El visitador del pobre (1863), denuncia la escasa preparación que las mujeres tenían en el socorro de pobres y enfermos.
Por iniciativa de la reina Isabel II, el ministro de Gobernación Florencio Rodríguez Vaamonde nombró en 1864 a Concepción Arenal Visitadora de Prisiones de Mujeres. A raíz del cargo entabló fuerte amistad y lazos de colaboración con Juana Vega, condesa de Espoz y Mina.
De su experiencia en el ámbito carcelario surgió Cartas a los delincuentes (1865), obra en la que aborda, entre otros temas, la reforma penitenciaria.
El Gobierno presidido por el general Francisco Serrano y Domínguez nombró a Concepción Arenal Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, cargo que desempeñó hasta 1873. De esta época es su Examen de las bases aprobadas por las Cortes para la reforma de las prisiones (1869), y la fundación en 1870 de La Voz de la Caridad, periódico que durante sus catorce años de existencia fue plataforma para denunciar la mala praxis en hospicios como cárceles de la época. Propuso una función educativa del sistema penitenciario en aras a reformar al delincuente, siguiendo la tesis del jurista Pedro García Dorado Montero. Desde La Voz de la Caridad impulsó proyectos como el denominado Patronato de los diez y la Constructora Benéfica; labores que amplía colaborando en la recién creada institución de la Cruz Roja. En 1869 la duquesa de Medinaceli, Ángela Pérez de Barradas y Bernuy, había impulsado la rama femenina de la Cruz Roja.
Durante la tercera Guerra Carlista, dirigió el hospital de sangre de Miranda de Ebro; experiencia que plasmó por escrito en sus Cuadros de guerra (1880).
En 1869 publicó La mujer del porvenir, obra precursora de su planteamiento feminista, nacida a partir de las Conferencias dominicales para la Mujer, celebradas en el paraninfo de la Universidad Central de Madrid durante el curso de 1869-70, actividad propiciada por el rector Fernando de Castro, quien también apoyó la Asociación para la Enseñanza de la Mujer y la Escuela de Institutrices en 1871. Siguieron A la mujer del porvenir las publicaciones La mujer en su casa (1881), Estado actual de la mujer en España (1884) y La educación de la mujer (1892); Obras que pretenden eliminar la opinión generalizada sobre la mujer a la par que reivindicando su capacidad intelectual y su derecho a una educación que le posibilitara el desempeño de cualquier profesión en las mismas condiciones que el varón.
Concepción Arenal
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Precaria su salud, el año 1875 la sitúa en Gijón. Aislada del mundo escribió Las colonias penales en Australia y la pena de deportación (1877), La cárcel llamada Modelo, Estudios penitenciarios (1877), Ensayo histórico sobre el derecho de gentes (1879), además de remitir informes a los Congresos Penitenciarios que tuvieron lugar sucesivamente en Estocolmo, Roma, San Petersburgo y Amberes.
En 1878 publicó su célebre La instrucción del pueblo.
Trasladada su residencia a Vigo en 1890, le llegó la noticia de su candidatura para ocupar una vacante en la Real Academia Española, que defendía Emilia Pardo Bazán.
En 1891 escribió el Manual del visitador del preso y el ensayo La educación de la mujer (1892). Pese a su avanzada edad y quebranto en la salud, prosiguió colaborando en publicaciones tales como el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, La España Moderna, La Nueva Ciencia Jurídica, Las Dominicales del Libre Pensamiento, La Ilustración Española y Americana, hasta su fallecimiento en 1893.