La genio
Coruñesa nacida en 1851, la escritora y periodista Emilia Pardo Bazán inscribe su nombre junto a los más ilustres del siglo XIX, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas, Clarín, y los del periodismo y la literatura de toda época. Y, siendo la primera gran periodista española y la primera corresponsal en París y Roma, hubiera podido llegar a más en cuanto a distinciones, tales como la presidencia del Ateneo en Madrid y el ingreso en la Real Academia Española, de no ser por “las resistencias machistas y las envidias femeniles”, en palabras del filólogo, comunicador e historiador Federico Jiménez Losantos, quien alumbra el seudónimo de la genio para Emilia Pardo Bazán, una feminista original, inteligente y compatible con la época que vivió y los hombres a los que dispensó la misma admiración y respeto que ellos a ella, empezando por su marido, José Quiroga.
Autora fecunda de narrativa, pero también de una valiosa obra crítica, estudios históricos, libros de viajes y crónicas, y artículos de calado para su tiempo.
Emilia Pardo Bazán
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Emilia Pardo Bazán fue una lectora precoz y voraz de libros bien diversos, pronta y presta escritora también -su biógrafa Carmen Bravo Villasante, apunta Jiménez Losantos, cuenta que, de muy niña, arrojaba desde el balcón papelitos con versos patrióticos-, y con los años y circunstancias de la vida una viajera con espíritu de conocimiento e información a sus semejantes. Alternó estancias en Madrid y Galicia con desplazamientos por el continente europeo, iniciados en 1871.
Es en 1876 cuando da a conocer su faceta escritora con un estudio crítico sobre Benito Jerónimo Feijoo, continuada por el libro de poemas Jaime, en 1881. Al año siguiente comienza su colaboración en la prensa de Madrid, concretamente en La Ciencia Cristiana, en lo que a partir de entonces conformará un cuerpo literario característico integrado especialmente por artículos y cuentos.
En 1879 aparece publicada en la Revista de España su primera novela, titulada Pascual López. Novela de un estudiante de medicina, con poca trascendencia. Será decisiva para su narrativa la influencia de Galdós, en persona y obra, y las lecturas de Zola, reflejada en su segunda novela, Un viaje de novios, de 1881; en la que descuella el prólogo, donde manifiesta abiertamente su el carácter naturalista, que unido a sui fervor católico, presidirán su obra completa.
Es a partir de entonces que data su intensa actividad literaria y social de presente y futuro, con exponentes tales como la difusión y discusión del naturalismo en los ambientes que la reciben y en el medio impreso La Época entre 1882 y 1883; las conferencias en el Ateneo de 1887 sobre la revolución y la novela rusa; su participación impulsora en la revista La España moderna, de José Lázaro Galdiano, donde escribió sus artículos feministas que posteriormente reunió en el libro La Mujer Española, la más importante muestra del feminismo español; el enfrentamiento con la Real Academia Española por impedir el ingreso de mujeres; y la defensa de los derechos de la mujer, por los que funda en 1892 la Biblioteca de la mujer; la publicación de una revista personal titulada Nuevo teatro crítico, de periodicidad mensual, entre enero de 1891 y diciembre de 1983; la serie de artículos bajo el título de La nueva cuestión palpitante, publicados en El Imparcial el año 1894; su personal campaña regeneracionista, de ascendiente liberal, manifestada en artículos y conferencias que tratan de “la España de ayer y la de hoy”; su actividad en el Ateneo madrileño, cuya sección literaria presidió a partir de 1906; más el nombramiento como Consejera de Instrucción Pública, en 1910, y de profesora de literaturas y lenguas neolatinas de la Universidad de Madrid en 1916.
Fueron públicas sus relaciones privadas con los citados Galdós y Lázaro Galdiano, y no por ello, con tanta actividad en todos los frentes, remitió su afición a los viajes; de principio a fin fue una mujer de arrolladora vitalidad y elegante desparpajo, que presumía de trabajar para vivir.
Su fama literaria descansa en su extensa obra narrativa. Su novela sigue el proceso evolutivo dominante en la literatura de la Restauración establecido por el insigne y prolífico Benito Pérez Galdós. Destacan en el catálogo de sus libros La tribuna, novela social, y San Francisco de Asís, hagiografía del santo, ambas fechadas en 1882, El cisne de Vilamorta, de 1885, Los pazos de Ulloa, de 1886, su gran obra narrativa, La madre naturaleza, continuación de la anterior, de 1887, Insolación y Morriña, ambas de 1889.
Sus novelas posteriores, de variada clasificación, consignan la búsqueda de nuevos temas y soluciones narrativas que abordan la concentración sociológica, el espiritualismo, la proyección simbolista y la atracción hacia el complejo mundo del artista. Entre ellas, Memorias de un solterón, de 1896, El saludo de las brujas, de 1897, Una cristiana, de 1890, La piedra angular, de 1891, La quimera, de 1905 o La sirena negra, de 1908.
Su producción de relato corto merece un apartado por su calidad. Aparecidos en publicaciones periódicas, buen número de ellos fueron recogidos en libros: Cuentos de Marineda, en 1892, Arco Iris, en 1895, Cuentos sacroprofanos, en 1899, o El fondo del alma, en 1907.
Emilia Pardo Bazán forma parte de la generación del 69, también llamada de la Restauración, con extraordinarios literatos como Juan de Valera, Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas, Clarín, José María de Pereda, Pedro Antonio de Alarcón, Vicente Blasco Ibáñez y Armando Palacio Valdés.
En mayo de 1921, poco antes de fallecer, y con El criterio de Jaime Balmes como lectura de cabecera, publicó su último artículo para ABC, una semblanza del escritor indio Rabindranath Tagore.
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Sinopsis de Los pazos de Ulloa
Novela.
El marqués de Ulloa, don Pedro Moscoso, vive dedicado a la caza y al ocio, en tanto que su administrador, Primitivo, se beneficia de ese descuido en la vida y la hacienda del marqués. El nuevo capellán delo pazo, Julián Álvarez, convence a Pedro Moscoso de la necesidad de un cambio en su actitud frente a la vida; el marqués seguirá sus consejos. Lo primero, ir a la ciudad y volver casado con la angélica Nucha; pero esta vida diferente acaba cuando Nucha da a luz una hembra. Entonces Pedro Moscoso vuelve a su antigua manera de pasar el tiempo y reanuda sus relaciones con la hija de Primitivo, Isabel, con la que ya tiene un hijo varón llamado Perucho. El administrador Primitivo ahora intriga contra Nucha y, sobre todo, contra el capellán, pues son los únicos que pueden entorpecer su dominio en el pazo Primitivo fomentará la creencia de que Julián y Nucha comparten amoríos, ante lo que el capellán marcha hacia la capital; pero en el camino de huida encuentra el cadáver de Primitivo, asesinado por un bandolero de la comarca por motivos políticos. Desterrado a una aldea olvidada por la jerarquía eclesiástica, Julián recibirá allí la noticia de la muerte de Nucha, aquella mujer infeliz e ignorada por su esposo.