Nacido en la guipuzcoana localidad de Azpeitia en 1491. Varón menor de trece hermanos en una familia de la nobleza local. Hacia 1506, huérfano de madre, el Contador Mayor de Castilla, Juan Velázquez de Cuéllar, recibe a Ignacio para formarlo en la Corte.
Juan Velázquez de Cuéllar era una personalidad que sumaba a su responsabilidad en el ámbito de la Hacienda pública la de consejero de Isabel la Católica y gobernador de Arévalo. Bajo su protección, Ignacio de Loyola se convirtió en un caballero y experto en el uso de armas, un notable estudiante y ducho en el trato cortesano. Se dio en esa época prolongada once años a los asuntos mundanos y a conseguir un lugar propio en el mundo. Desde 1958 se puso al servicio del duque de Nájera y virrey de Navarra, Antonio Manrique de Lara.
Las misiones que le encomienda a Ignacio son importantes a la par que delicadas: Pacificar la sublevación de Nájera durante la guerra de las Comunidades de Castilla y mediar en los conflictos entre villas guipuzcoanas de su jurisdicción. Ignacio resuelve a satisfacción cuanto le ha sido encomendado. Y entonces, corriendo 1521, le llegó la prueba más dura: la guerra de Navarra. El asedio a que fue sometida la plaza de Pamplona por los agramonteses y el ejército de los francos, obligó a una respuesta contundente al ejército castellano, con la vanguardia formada por soldados guipuzcoanos, participando Ignacio de Loyola que resultó herido.
Precisamente esa grave herida, que le supuso mucho dolor y una larga convalecencia, condujo a Ignacio a la revelación de su destino. Cuenta en su autobiografía el proceso que le llevó a encontrarse con Dios y desde ese momento dedicarle su vida.
La meta que se propuso Ignacio de Loyola fue la de convertir a los infieles de Tierra Santa. Empezó su periplo viajando al monasterio de Montserrat, en la provincia de Barcelona, del que sale descalzo y vistiendo andrajos por devoción; de allí se trasladó a Manresa, a pocos kilómetros, para vivir como un ermitaño en la renuncia de una cueva; de esta época son sus Ejercicios espirituales donde expone su manera de amar a Dios y la traza de su afán predicador.
Acto seguido peregrinó a Roma para luego desplazarse a Jerusalén. Tal es su ardor apostólico que los franciscanos, custodios cristianos de los Santos Lugares, le pidieron que marchara para no seguir enfrentándose a los musulmanes.
Cumplió el deseo de los franciscanos regresando a Barcelona. Con treinta y tres años decidió estudiar, siendo el mayor de los alumnos en las prestigiosas universidades de Alcalá de Henares y Salamanca; y compaginando actividades, también desarrolló una gran tarea humanitaria en los hospitales en calidad de enfermero y cocinero.
Dado a la predicación sin disponer de la pertinente licencia, pasó una breve temporada en la cárcel aunque finalmente se le absolvió de culpa. Para cambiar de aires, seguir estudiando y evitar reincidencias desagradables, se trasladó a París en 1528.
Los cinco años que pasó recibiendo clases en la universidad parisina significaron el origen de la Compañía de Jesús. Figura señera de un grupo de seis: los españoles Diego Laínez (que sucedería a Ignacio de Loyola en la dirección de los jesuitas), Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Francisco de Javier (posteriormente san Francisco Javier, el saboyano Pedro Fabro, ya ordenado sacerdote, y el portugués Simón Rodríguez (o Rodrigues). El 15 de agosto de 1534, reunidos en la capilla de Montmartre, consagraron su vida a Dios. Era el origen de la Compañía de Jesús.
El papa Pablo III aprobó la iniciativa y les concedió permiso para ordenarse sacerdotes. Ignacio de Loyola celebró su primera misa la Nochebuena de 1538, a los cuarenta y siete años de edad.
San Ignacio de Loyola
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La Compañía de Jesús fue aprobada oficialmente por la Iglesia católica en 1540. El primer nombramiento de superior recayó en Ignacio de Loyola.
En adelante sería labor de los jesuitas enseñar a los niños y a los hombres los mandamientos de Dios desde la obediencia, la pobreza y la castidad, votos tradicionales en los clérigos, y a la orden del Papa en perfecta cohesión jerárquica.
Ignacio pasó el resto de su vida en Roma dedicado en cuerpo y alma a dirigir la orden que había fundado.
Durante el Concilio de Trento el papel de la Compañía de Jesús fue muy destacado. Pablo III había nombrado como teólogos suyos a los jesuitas Laínez y Salmerón como ariete contra la Reforma protestante. La Contrarreforma se debió en buena medida a la Compañía de Jesús.
Enfermo los últimos años de su vida, y recluido en su celda, Ignacio de Loyola falleció en 1556 habiendo dirigido sin desmayo hasta el final la Compañía de Jesús.
Fue canonizado en 1622.