En 1879 el médico austriaco Oskar Lenz fue comisionado por la Sociedad Africana de Alemania para recorrer Marruecos desde la ciudad española de Ceuta y después adentrarse en la región del Atlas para su estudio.
La idea de Lenz era otra: cruzar el desierto del Sahara y dirigirse a la ciudad mítica de Tombuctú en Malí por una ruta innovadora para los exploradores europeos, y desde allí llegar a Senegal; y la puso en práctica con la ayuda del español Cristóbal Benítez, nacido en la localidad malagueña de Alhaurín de la Torre el año 1857.
Cristóbal Benítez era un reputado explorador del África septentrional que aceptó la aventura. Conocía bien Benítez las costumbres marroquíes y la lengua árabe además de varios dialectos locales. Con ellos dos viajó también el argelino Hach Alí Butaleb, aunque su participación resultó conflictiva.
El viaje estaba envuelto en grandes peligros por la hostilidad de los nativos y sus autoridades a los extranjeros, más que por los riesgos inherentes a tamaña aventura en los ámbitos geográficos y climáticos. Recorridas las ciudades de Fez, Mequinez y Rabat visitaron Marrakech permaneciendo en la ciudad hasta marzo de 1880. Partieron entonces los expedicionarios hacia la imponente cordillera del Atlas, queriendo atravesarla por desfiladeros para alcanzar Tinduf, inicio de la travesía por el inmenso desierto.
Previendo que a ellos podía sucederles lo que a viajeros anteriores, que fueron asesinados en su ruta, cambiaron sus identidades: el argelino pasó a ser el jefe de la expedición y los europeos sus sirvientes, con el nombre de Sidi Abdalah, el español Benítez, y Haquim Omar, el austriaco Lenz. Se tomó su papel el argelino tan al pie de la letra que provocó una tirantez insuperable con sus compañeros de aventura.
A lo largo de la ruta se incorporaron a caravanas de mercaderes, que facilitaban el desplazamiento, padecieron dolencias varias, en principio pasajeras, sufrieron tormentas de arena y ataques de las tribus tuareg; todo ello sumado a la actitud tiránica y falsa del argelino.
El 1 de julio de 1880 alcanzaron Tombuctú.
Al cabo de unos meses abandonaron Tombuctú camino a la ciudad de San Luis, en Senegal, donde habiendo conseguido el objetivo marcado embarcaron con rumbo a Santa Cruz de Tenerife, en la isla canaria homónima.
Cristóbal Benítez escribió una crónica de aventurero titulada Mi viaje por el interior de África, publicada en 1899, obra que resultó esencial en la literatura de viajes decimonónica.
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