Escritor, periodista. diplomático, político y ensayista, Juan Donoso Cortés nació en la localidad pacense de Valle de la Serena el año 1809.
Realizó estudios en las universidades de Salamanca y Sevilla, acabando Derecho en esta última. Durante un periodo breve ejerció la docencia en el Colegio de Humanidades de Cáceres, donde pronunció el discurso de apertura, defendiendo las diversas tendencias del romanticismo, para a continuación dedicarse plenamente al periodismo y la política. Manifestando su ideología liberal-conservadora, escribió en los medios impresos El Porvenir, La revista de Madrid, El correo nacional, y El Heraldo.
En 1832 publicó su Memoria sobre la situación actual de la Monarquía; en 1836 fue elegido diputado e inició una labor parlamentaria, siendo un orador brillante, en la época de la primera guerra carlista. Firme valedor de la monarquía y persona de confianza, acompañó a la regente María Cristina en su destierro.
Con su obra Lecciones de Derecho político, fechada en 1836, refleja su filosofía ecléctica y sienta las bases del liberalismo doctrinario. Años después, Donoso Cortés será el principal inspirador de la Constitución de 1845, que consagraba los principios políticos y las líneas rectoras del liberalismo conservador español del siglo XIX.
Entregado a sus escritos y a la actividad diplomática, primero en Berlín como ministro plenipotenciario el año 1849, la capital alemana, y luego en París como embajador, la capital francesa, de 1850 a 1853, su pasión por un sistema de valores absolutos y trascendentes, al modo del tradicionalismo, le opone al ateísmo revolucionario. Así, en su Discurso de la dictadura, del año 1849, señala que la disyuntiva a la que se enfrenta la sociedad europea no es entre libertad o dictadura sino entre despotismo socialista o absolutismo católico, posicionándose a favor de éste “porque viene de regiones más limpias y serenas”. En su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, fechado en 1851, circunscribe el dilema de la civilización a una lucha incesante entre catolicismo y socialismo.
El desarrollo de su concepción filosófica de la historia recibió influencias de san Agustín, Giambattista Vico y Jacques Bénigne Bossuet; en ella evalúa el contenido de la historia en términos de lucha eterna del bien contra el mal y de la verdad contra el error, a partir de una visión de la naturaleza humana que, en el ejercicio de la voluntad y sin el auxilio de Dios, se inclina hacia el pecado, motivando una pugna interna expresada en una “lucha externa en sociedades y pueblos, una marea incesante de conflictos y guerras”.
Para Donoso Cortés, la “acción invasora del socialismo” tiene su contrapartida, según el principio de acción-reacción en la historia humana, en la resistencia interior que cuenta con la gracia sobrenatural, emanada de Dios, para la resolución de todas las contradicciones.
Juan Donoso Cortés
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Síntesis del pensamiento filosófico, político y teológico de
Juan Donoso Cortés
“Hubo un tiempo en que la razón humana, complaciéndose en locas especulaciones, se mostraba satisfecha de sí cuando había logrado oponer una negación a una afirmación en las esferas intelectuales, un error a una verdad en las ideas metafísicas, una herejía a un dogma en las esferas religiosas. Hoy día esa misma razón no queda satisfecha si no desciende a las esferas políticas y sociales para conturbarlo todo haciendo salir, como por encanto, de cada error un conflicto, de cada herejía una revolución, y una catástrofe gigantesca de cada una de sus soberbias negaciones”.
“Los errores contemporáneos son infinitos, pero todos ellos, si bien se mira, tienen su origen y van a morir en dos negaciones supremas: una, relativa a Dios, y otra, relativa al hombre. La sociedad niega de Dios que tenga cuidado de sus criaturas, y del hombre, que sea concebido en pecado. Su orgullo ha dicho al hombre de estos tiempos dos cosas y ambas se las ha creído: que no tiene lunar y que no necesita de Dios, que es fuerte y que es hermoso; por eso le vemos engreído con su poder y enamorado de su hermosura.”
“Descartado todo lo que es sobrenatural y convertida la religión en un vago deísmo, el hombre que no necesita de la Iglesia ni de Dios vuelve sus ojos hacia la tierra y se consagra exclusivamente al culto de los intereses materiales. Ésta es la época de los sistemas utilitarios.”
“Es imposible impedir la invasión de las revoluciones y el advenimiento de las tiranías, que son una misma cosa, como que ambas se resuelven en la dominación de la fuerza cuando se ha relegado a la Iglesia en el santuario y a Dios en el cielo.”
“De todos los errores de los hombres y de las clases en quienes ha cabido en estos tiempos el triste privilegio de la gobernación de las naciones, unos van a parar a una confusión absoluta y a una absoluta anarquía, mientras que otros hacen necesario para su realización un despotismo de proporciones inauditas y gigantescas. En el dialecto de la escuela se llaman socialistas en general los sectarios que difunden lo que va a la confusión y la anarquía, y comunistas los que difunden el despotismo inaudito y gigantesco. La esencia del comunismo consiste en la confiscación de todas las libertades y de todas las cosas en provecho del Estado.”
“Los socialistas no se contentan con relegar a Dios en el cielo, sino que, pasando más allá, hacen profesión pública de ateísmo. Supuesta la negación de Dios, la lógica exige la negación de la autoridad misma con una negación absoluta. Por lo que hace al comunismo, me parece evidente su procedencia de las herejías panteístas y de todas las otras con ellas emparentadas. Cuando todo es Dios y Dios es todo, Dios es, sobre todo, democracia y muchedumbre; los individuos, átomos divinos y nada más, salen del todo, que perpetuamente los engendra, para volver al todo, que perpetuamente los absorbe. De aquí ese soberbio desprecio de los comunistas por el hombre y esa negación insolente de la libertad humana. De aquí esas aspiraciones inmensas a una dominación universal por medio de la futura demagogia, que ha de extenderse a todos los continentes y ha de tocar a los últimos confines de la tierra. De ese oscurísimo y sangrientísimo caos debe salir algún día el Dios único, el Dios universal, vencedor de todo lo que es particular. Ese Dios es la demagogia…, el verdadero todo…, armado con un solo atributo, la omnipotencia, y vencedor de las tres grandes debilidades del Dios católico: la bondad, el amor y la misericordia. ¿Quién no reconocerá en ese Dios a Luzbel, dios del orgullo?”