Quien tiene arte va por todas partes
La tuna es la institución universitaria genuinamente española más antigua del mundo; las primeras tunas aparecieron en las universidades de Palencia, el año 1208, y Salamanca, el año 1220.
Los tunos originarios eran estudiantes universitarios de condición humilde, escasos de recursos materiales y sobrados de ingenio, conocidos popularmente como sopistas ya que ofrecían sus rondallas y serenatas a cambio de condumio: un plato de sopa.
Los tunos presumían de su aire tunar, de esa vida tunante pícara de andares vagarosos en libertad.
La Tuna
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Los estudiantes universitarios fueron agrupándose en fraternidades que destacaban el lugar de procedencia, queriendo prestar ayuda en las elecciones personales, así como en los ámbitos de estudio y desplazamientos.
El vivir, incluyendo alojamiento y comida, siempre ha sido costoso, igual que el viajar y también el gozar, que va en la naturaleza humana, incluso con moderación y honradez. De ahí que agudizando el ingenio con gracias, mediaciones de amor y compañía, cantares pegadizos y sentimentales de repertorio propio o de ilustres firmas y estridencias bien recibidas por sus destinatarios, el pasar cotidiano se hiciera más soportable, amén de divertido y reclamado.
Surgieron las estudiantinas, o tunas, con sus instrumentos a cuestas para amenizar todas las celebraciones y sus experiencias contadas en público, para deleite de la concurrencia y sustento vital de sus protagonistas. En la plaza pública, en las praderas festivas y en los actos rituales, los tunos brindaban entretenimiento ingenioso a la manera de sus autores; y al caer la noche, el excitable velo de misterio escuchaba las rondas y las serenatas en su devenir callejero.
La regulación de los tránsitos jocosos estudiantiles tuvo su manifestación en normas severas promulgadas por las diferentes universidades, iniciada en el Concilio de Valladolid de 1228 y continuada por la de Lérida el año 1300; la estudiantina debía comportarse dentro de un orden.
Con todo, prohibiciones y reprimendas aparte, la Tuna favoreció el ascenso personal y social de muchos estudiantes y con el paso del tiempo ha logrado mantener y transmitir un arte peculiar y entrañable, y unos instrumentos que a ella caracterizan.
La excelsa literatura del Siglo de Oro español ha elevado a categoría el paso universal de la Tuna. Y el barroco nos ha legado la indumentaria pintoresca de los tunos; fue en el siglo XVII cuando la Estudiante adoptó su vestuario definitivo: pantalones gregüescos (al estilo madrileño) y pantalones cervantinos (finalizados en la espinilla); chaqueta de tuna denominada jubón, caracterizada por tener a la altura de los hombros y hasta el codo los faroles, con los colores de la facultad, que dan volumen al traje; las becas, que es la seña identificativa en su color de la facultad que representa el tuno; las medias o los leotardos de color negro generalmente; calzado de color negro; capa luciendo en el anverso los escudos procedentes de todos los lugares que han visitado de tuna y en el reverso las cintas bordadas.
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Los instrumentos de la Tuna son muy variados, siendo los principales históricos y frecuentes los de cuerda: guitarra española, bandurria y laúd; entre los de percusión: la pandereta. Luego se incorporaron en la cuerda: contrabajo, charango, mandolina, violín, vihuela y guitarrón; en la percusión: castañuelas, tambor, bongos y güiro; y en el viento: la flauta.
Hacia finales del siglo XIX la Tuna se internacionalizó, exportando su arte primero a la vecina Francia y después a todo el mundo de habla hispana y, valga la ironía, parte del extranjero.
Entre 1939 y 1975 se establecieron los certámenes de Tunas en las sedes universitarias españolas: un magnífico escenario para dar a conocer lo que cada cual lograba en sus parcelas.
Ya en el siglo XXI, la Tuna mantiene su vigencia con ingenio, que nunca falta, y tesón, que conviene a la ingente labor de permanencia y legado. La Estudiantina anda donde se la llama y busca.