El descubrimiento de América provocó un cambio en las relaciones internacionales. Hasta entonces, los portugueses contaban para el desarrollo y la validación de sus conquistas en el continente africano con las bulas al respecto de los papas Nicolás V, en 1455, de Calixto III, en 1456, y de Sixto IV en 1481; desde el descubrimiento del Nuevo Mundo los Reyes Católicos desplegaron una enérgica actividad diplomática encaminada al aseguramiento de los territorios descubiertos.
Figuraba en el sitial de San Pedro el español Alejandro VI (también era español el papa Calixto III), de la familia Borja (los históricos Borgia), nacido en la localidad valenciana de San Felipe de Játiva el año 1431 con el nombre de Rodrigo de Borja; hombre versado en misiones diplomáticas. Alejandro VI firmó sus famosas bulas alejandrinas, cuatro documentos pontificios equivalentes a los recibidos por los portugueses.
Rodrigo de Borja. Alejandro VI
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Las cuatro bulas del papa Alejandro VI en 1493
El primer documento firmado por el papa Alejandro VI fue el Breve o bula Inter Caetera el 3 de mayo de 1493. La bula explicitaba la causa de la donación de las nuevas tierras a los Reyes Católicos, siendo indispensable que en ellas se predicara la fe católica, ampliándola por todas partes, procurando la salvación de las almas y que las naciones bárbaras fueran conducidas a dicha fe; realizadas las acciones pertinentes con máximo empeño, reflexión y diligencia, sin perdonar ningún trabajo, ningún gasto y ningún peligro, derramando incluso la propia sangre. Por ardua que resultara, el documento insistía en la imperiosa necesidad de la tarea evangelizadora. El papa donaba las tierras del Nuevo Mundo a los Reyes Católicos y sus descendientes a perpetuidad.
Para evitar conflictos presentes y futuros con los príncipes cristianos que hubieran ocupado previamente territorios en litigio, Alejandro VI firmó una nueva bula Inter Caetera (segunda bula Inter Caetera) el cuatro de mayo. En ella el papa repetía sus anteriores postulados, trazando a la vez, y fue el aspecto de mayor relevancia, una línea divisoria entre los territorios españoles y portugueses: “Todas las islas y tierras firmes, descubiertas y por descubrir, halladas y por hallar hacia el occidente y mediodía, haciendo y constituyendo una línea desde el polo ártico, es decir el septentrión, hasta el polo antártico, o sea el mediodía o meridión, que estén tanto en tierra firme como en islas descubiertas y por descubrir hacia la India o hacia otra cualquier parte, la cual línea diste de cualquiera de las islas que se llaman vulgarmente de las Azores y Cabo Verde cien leguas hacia occidente y el mediodía, que por otro rey o príncipe cristiano no estuviesen actualmente poseídas con anterioridad al día de Navidad de Nuestro Señor Jesucristo próximo pasado, en el cual comienza el presente año de mil cuatrocientos noventa y tres, cuando fueron por vuestros enviados y capitanes descubiertas algunas de las citadas islas”.
De modo similar fue la redacción de la tercera bula, Eximiae devotionis, en junio. En ella se reafirmaba el paralelismo entre las concesiones previamente hechas a la Corona portuguesa y las actuales a la Corona española.
En la cuarta y última bula, Dudum siquidem, fechada el 26 de septiembre, Alejandro VI amplió las concesiones a España hacia Occidente y el Sur (mediodía), siempre que no penetraran en territorio ocupado previamente por un príncipe cristiano.
Tratado de Tordesillas
La segunda bula Inter Caetera firmada por el papa Alejandro VI repartía el mundo desconocido (ni Europa ni Asia ni el norte de África eran “el mundo desconocido”) con el trazo de una línea de polo a polo: a Occidente para los españoles, a Occidente para los portugueses.
Entre España y Portugal se llegó a un nuevo acuerdo en el Tratado de Tordesillas, firmado el 7 de junio de 1494. La delegación española estaba presidida por el Mayordomo Real, Enríquez de Guzmán; la portuguesa por Ruy de Sousa, delegado del rey Juan II. Los Reyes Católicos ratificaron el acuerdo en la ciudad de Arévalo al cabo de un mes; Juan II hizo lo propio en la ciudad de Setúbal poco después.
En virtud del Tratado de Tordesillas, el mundo quedaba dividido en dos, delimitando las zonas de conquista y colonización de españoles y portugueses.
Aunque transcurridas tres décadas el Tratado fue revisado convenientemente al cruzarse, de nuevo, las rutas de españoles y portugueses esta vez en las antípodas. El Contrameridiano del Pacífico, que dejaba para España la inmensidad oceánica y las islas Filipinas, ya en su posesión desde 1521, se fijó en Zaragoza el año 1529, cuando América era un continente suficientemente explorado de norte a sur (con la salvedad de los territorios centrales y septentrionales de los actuales Estados Unidos y los territorios del actual Canadá) por la dominación española, y la India (el auténtico territorio de la India asiática) se hallaba bajo jurisdicción portuguesa.
Artículos complementarios
Las capitulaciones de Santa Fe