Primus Me Circumdediste: El primero que me rodeó
Entre el 10 de agosto de 1519 y el 6 de septiembre de 1522 por los mares de la Tierra
Reinado de Carlos I: La vuelta al mundo por mar
Juan Sebastián Elcano, el primero de los hombres, como capitán de la nao Victoria, en dar la vuelta al mundo, nació en la guipuzcoana localidad de Guetaria en 1476. Los avatares de la navegación exploradora en un espíritu descubridor forjaron la historia de un marino con tan preciado laurel.
Juan Sebastián Elcano
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A Oriente por Occidente. Antecedentes
En 1517 presentóse en Castilla Fernando (o Hernando) de Magallanes, junto al hidalgo Rui Fidalgo, también portugués, con el ofrecimiento de dirigir una expedición marítima que llegara sin peligros a las islas de las Especias, la Especiería, por una ruta occidental que posibilitaban las cartas que el portugués Juan Serrano (João Serrão) había remitido desde las Molucas. El proyecto, de consumarse, además de abrir una nueva e intrépida vía de navegación, suponía agregar a la Corona de España el monopolio del más lucrativo negocio del mundo.
El cardenal Mendoza, en primera instancia, y Carlos I, en la definitiva, aceptaron la propuesta de Magallanes “sin ir ni tocar en cosa que al rey de Portugal pertenezca” y la financiaron.
Nao Victoria (reconstrucción).
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La primera parte del viaje de la Armada de la especiería: La ruta occidental hacia la tierra de las Especias
Cinco eran las naos alistadas para la gran empresa, dispuestas para zarpar a finales de julio de 1519: Trinidad, de ciento veinte toneladas, capitaneada por Fernando de Magallanes con el piloto Esteban Gómez y el contramaestre Francisco de Alvo, portugueses; San Antonio, de ciento veinte toneladas, mandada por Juan de Cartagena, veedor español, con el piloto Andrés de San Martín y Juan Rodríguez de Mafra, españoles; Concepción, de 90 toneladas, al mando del capitán Gaspar de Quesada, con Juan Sebastián Elcano de contramaestre y el portugués Juan López de Caraballo como piloto; Victoria, de 90 toneladas, mandada por el capitán Luis de Mendoza y piloto real a Vasco Gallego, españoles; Santiago, la más pequeña, de sesenta toneladas, capitaneada y dirigida por Juan Rodríguez Serrano, piloto mayor de la Armada española. Embarcaron un total aproximado de doscientos cincuenta hombres.
La partida inaugural de la flota expedicionaria ocurrió el 10 de agosto de 1519 en el puerto de Sevilla, río abajo hasta el mar; y tras diversas pruebas, zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre. Seis días navegados después arribaba la flota al puerto de Santa Cruz de Tenerife.
Juan Sebastián Elcano fue uno de los aproximadamente 250 hombres embarcados en la aventura exploradora del nuevo camino a las islas de las Especias. Tenía experiencia como marino, pues ya había participado en expediciones de relevancia como la del cardenal Cisneros, en 1509, contra la plaza de Orán. Sobre este episodio cabe reseñar que el cardenal Cisneros, con el deseo de cumplir los términos del testamento de la reina Isabel la Católica, que deseaba la presencia constante y activa de España en el Magreb además de lo mismo en América, organizó un ejército y fletó una escuadra de transporte y apoyo, que en mayo de 1509 entró en Orán, con su principal jefe militar, Pedro Navarro, el conquistador del enclave norteafricano de Vélez de la Gomera; posteriormente, Diego Fernández de Córdoba, pariente de don Gonzalo, el Gran Capitán, fue nombrado gobernador militar del territorio.
Elcano, como ya se ha indicado, participaba de la aventura, no del todo confesada por su precursor, en calidad de contramaestre de la nao Concepción, mandada por Gaspar de Quesada. Finalizada la travesía del océano Atlántico, iniciada el 2 de octubre, la expedición invernó en la bahía de San Julián, en la Patagonia, cinco largos y gélidos meses que soliviantaron a los oficiales españoles, entre los que figuraba Elcano, rebelándose en abril de 1520 contra Magallanes; la sublevación encabezada por Juan de Cartagena fracasó y sometidos los rebeldes, hecho prisionero Elcano, continuó el viaje. Por primera vez se consiguió atravesar de Este a Oeste el Estrecho de las Once Mil Vírgenes (también denominado Estrecho de Todos los Santos o de la Madre de Dios), en fecha 21 de octubre, llamado por este motivo Estrecho de Magallanes, y salir al Mar del Sur que años antes había sido bautizado por Vasco Núñez de Balboa, su descubridor, como Pacífico.
Escribe el cronista Antonio Pigafetta:
“La gloria que reportó a la nación española el descubrimiento famoso del estrecho que dio paso a la primera flota del antiguo mundo que navegó por el Grande Océano Occidental, hubo de despertar la emulación de los portugueses, contrarios a Magallanes, no menos por su hecho insigne que por el empeño con que se distinguió decidido a servir en toda puridad los intereses del rey de España tan luego como se ajustó en su servicio.”
La friolera de 98 días calamitosos, con hambre, escorbuto y sed, supuso atravesar el océano Pacífico, que de tal nada tenía, llegando a comer cuerdas y ratas. La escasez de provisiones de la flota, entonces reducida a tres barcos, puesto que una se había perdido y otra desertó, obligó a fondear en la isla de Los Ladrones (o de Las Velas Latinas, posteriormente islas Marianas o archipiélago de las Marianas), previo descubrimiento de las islas de San Pablo y de Los Tiburones (denominadas Desventuradas por estar desérticas y no ofrecer garantía de subsistencia); luego prosiguió la expedición viaje por Samar para detenerse en Cebú, isla del archipiélago filipino, donde pudio abastecerse con suficiencias y los tripulantes reponer fuerzas.
Una mala idea de Magallanes, la de implicarse en las contiendas de los jefes tribales de aquel territorio y exigir vasallaje, causó su muerte en Mactán a manos del rey Lapu, junto con otros capitanes y numerosos marineros, y en consecuencia tuvo lugar el cambio de jefatura en la expedición que recayó en Juan Carvallo, hasta que otra rebelión situó al frente a Duarte de Barbosa, y poco después a Gonzalo Gómez de Espinosa.
La segunda parte del viaje de la Armada de la especiería: La llegada a la Especiería
La nao Concepción, en la que embarcaba Elcano, hubo de ser quemada debido a una plaga de moluscos que carcomió el casco. Mermadas las tripulaciones, apenas quedaban un centenar de hombres, se repartieron entre la Trinidad y la Victoria, ésta ya capitaneada por Elcano; el mando supremo de la expedición fue para Juan Carbajo, uno de los pocos oficiales sobrevivientes a la fecha.
Velas desplegadas nuevamente. La menguada flota se dirigió de Cebú a Mindanao, tras hacer escala en Bohol y Panilongon, tomando a continuación rumbo a Borneo, con fondeo en Cagayán y Palauán. De aquí, y a la carrera, las dos naves alcanzaron Cimbondon, donde terminó el mando de Carbajo, considerado inepto, que le fue encomendado a Juan Sebastián Elcano para que definitivamente condujera la flota a la Especiería. Cosa que logró con la proa puesta a Suroeste, camino de las islas Molucas pero no sin antes atravesar los archipiélagos de Basilán y Joló y proceder al desembarco en las islas Batuán, Calagán y Monolipa, lugar en el que dieron con canela de gran calidad.
Cumplido el objetivo de arribar a la Especiería, llenaron las dos bodegas y la Trinidad y la Victoria pusieron rumbo de vuelta a España.
Nao Victoria (reconstrucción).
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La tercera parte del viaje de la Armada de la especiería: La culminación de la vuelta al mundo
La nao Trinidad navegaba torpe, pues era malo su estado; así retornaron ambas a Tadore (o Tidore), en las Molucas. Y aquí se dividió la pareja, y nació el proyecto de circunnavegar el globo. La Trinidad, mandada por Gómez de Espinosa, eligió la ruta del Este, conocida, anterior, mientras que la Victoria de Elcano enfiló el Oeste, con cuarenta y siete hombres, trece de los cuales autóctonos de la región especiera, el 21 de diciembre de 1521; una travesía por descubrir en su posibilidad y de ella conocer las ventajas y los inconvenientes.
Tras un intento infructuoso de encontrar vientos que los empujaran hacia América, la Trinidad cayó apresada por los portugueses, celosos de sus dominios.
La Victoria corrió mejor suerte. Elcano había optado por dar la vuelta al mundo para llegar a España con su preciada carga; y para evitar el peligro real de una captura, navegó memorablemente por el océano Índico la ruta más meridional que pudo, alejada de los enclaves portugueses. En mayo de 1522 avistaban el cabo de Buena Esperanza, “el cabo más peligroso del mundo”, la punta del continente africano. Cuenta el historiador Hugh Thomas que allí, en la zona del cabo, “algunos de los portugueses [embarcados en la Victoria] que lo desearon navegaron en canoas hacia el norte hasta Mozambique”. Y escribe el cronista Pigafetta, “la mayoría de nosotros, valorando más el honor que la vida misma, decidimos intentar a toda costa regresar a España”. Inmediatamente doblado el cabo puso rumbo al archipiélago de Cabo Verde, navegando con idéntica diligencia, “los cristianos permanecían con sus caras giradas hacia el cielo y los indios con la cara girada hacia el océano”. No quedaba otra que abastecerse en ese territorio bajo control portugués; y la maniobra salió medianamente bien, pues para cuando las autoridades conocieron la carga de la nao, reteniendo a los doce últimos transportistas, los suministros conseguidos bastaban para seguir hacia el Norte. Una trayectoria desviada hacia las islas Azores por la intervención colosal de una tormenta.
Llegaron los supervivientes por fin a buen puerto el 6 de septiembre de 1522, el de Sanlúcar de Barrameda, el mismo que los viera partir hacía más de tres años y catorce mil leguas náuticas. La rica carga de la nao, que llegó en buen estado, constaba de “quinientos treinta y tres quintales de clavo, alguna cantidad de canela, sándalo y nuez moscada”. Refiere el historiador Emilio J. Orellana que “los diez y ocho españoles que lograron arribar a Sanlúcar, desfigurados por el hambre, las enfermedades y los trabajos de todo género, más que hombres parecían espectros. A los dos días de su arribo llegaron a Sevilla, anunciando su aproximación con salvas y siendo recibidos con entusiasmo por el gentío que acudió presuroso al puerto a recibir a los valerosos tripulantes de la nave que con razón se llamaba Victoria, pues más feliz que sus cuatro compañeras, era la única que había podido desempeñar por completo la gloriosa misión que a las cinco habían sido encomendada. Enseguida que desembarcaron, los dichosos navegantes, descalzos y en procesión, seguidos de inmenso pueblo, fueron en derechura a la catedral a dar gracias al Omnipotente por haberles restituido al seno de la madre patria.”
La lista con los nombres de los supervivientes figura en una placa sita en la pared del viejo ayuntamiento en la plaza del Cabildo, en Sanlúcar de Barrameda.
El recibimiento fue apoteósico, colmado de atenciones y honores para los héroes. El emperador Carlos I de España y V de Alemania otorgó a Juan Sebastián Elcano el título de caballero y un escudo de armas en el que sobre un globo terráqueo resalta la inscripción Primus Me Circumdediste: El primero que me rodeó.
Una proeza extraordinaria, un gran triunfo de España y su emperador, que demostraba que la Tierra es un planeta y una esfera y, que se podía llegar al lejano Oriente navegando hacia Occidente.
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Placa conmemorativa de la primera circunnavegación de la Tierra con el detalle de los supervivientes en Sanlúcar de Barrameda.
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La última navegación de Elcano
Pasados otros tres años, el 24 de agosto de 1525, Juan Sebastián Elcano fue designado piloto mayor de la Armada al mando de frey García Jofre de Loaysa que retornaba a las islas Molucas para consolidar los descubrimientos precedentes en la expedición de Magallanes-Elcano. Partió de La Coruña con cuatro naves propias, embarcado en la nao Sancti Spiritus.
Pero la empresa fue desgraciada. Los vientos huracanados y la falta de agua diezmaron las tripulaciones y hundieron barcos. Elcano naufragó en el estrecho de Magallanes y tuvo que ser trasladado en malas condiciones a la capitana, la San Lesmes, de Jofre de Loaysa, quien murió en medio del océano Pacífico el 30 de julio de 1526; y aunque Elcano recibió el mando de la flota, no pudo ejercerlo afectado como estaba por el escorbuto y en el límite de su vitalidad por tantas penalidades, falleciendo cuatro o cinco días después.
Monumento en Guetaria
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El cronista de la circunnavegación
Antonio Pigafetta, natural de Vicenza, escribió el relato completo de la primera vuelta al mundo, titulado Relación de viaje. Embarcó como criado de Magallanes, de quien era amigo y admirador.
La relación de Pigafetta es fidedigna en su naturalismo renacentista, detallada en los aspectos etnográficos, zoológicos y geográficos, y así mismo pormenorizada en cuanto los padecimientos de los hombres. Es, en suma, el testimonio del momento inaugural en el que la humanidad supo cómo era el mundo gracias a la exploración española.