El Imperio en el Mediterráneo: El capitán Toni
Quien recibió el admirado sobrenombre de Capitán Toni por sus dotaciones y también, por algunos de los jefes y oficiales de la Real Armada Española, era el mallorquín de Palma (o de Galilea, población mallorquina) Antonio Barceló y Pont de la Terra, nacido el último día de 1716 o el primero de 1717, que no anduvo precisa la hora de tal constancia en sus biografías. Sin embargo, si lo estuvo su vocación y méritos, su fama y servicio abnegado: de comandante de un jabeque a Teniente general de la Armada ganado empleos y reconocimiento a fuerza de empeño, combates y demostraciones de eficacia en el cumplimiento de las misiones.
En síntesis cronológica, Antonio Barceló ascendió de comandante del jabeque correo a alférez de fragata en 1738 tras rechazar la incursión y el ataque de dos galeotas argelinas a las que puso en fuga; ganando prestigio en sus campañas contra el corso berberisco, ascendió a teniente de navío de la Armada en 1756 (fue su ingreso en la Real Armada Española por orden del rey), habiendo tomado al abordaje un jabeque argelino, recibiendo en la acción dos heridas; capitán de fragata en 1761, hasta el ascenso a capitán de navío en 1769, mandando los jabeques del rey hundió 19 corsarios enemigos de 10 a 30 cañones, además de capturar 1.600 enemigos y liberar a más de 1.000 cristianos cautivos en Berbería; el empleo de brigadier de la Armada lo obtuvo por su brillante participación en el ataque de Argel en 1775; Jefe de Escuadra en 1779, fue nombrado comandante de las fuerzas navales que bloqueaban Gibraltar; promovido a teniente general, al mando de una escuadra bombardeó por dos veces la plaza de Argel, en 1783 y 1784, siendo recompensado con la Gran Cruz de Carlos III; en 1779 le correspondió el mando de una división que debía socorrer Ceuta y bombardear Tánger, operación cancelada al morir el sultán de Marruecos.
Hombre tosco, apenas cultivado, destacó por su nobleza y bondad, su valentía y amor a la Patria y a la Armada.
Antonio Barceló
Imagen de bebee.com
La escuela de Antonio Barceló fue la mar y las acciones navales a él encomendadas para servir a España.
Aprendió a navegar con su padre a bordo del jabeque que trasportaba el correo entre las islas y el puerto de Barcelona, y aprendió a enfrentarse con los piratas berberiscos alternando sus misiones de paz, como el transporte de correo y alimentos, con las de guerra, que le reportaron fama popular, prestigio en la Armada, varias heridas de consideración y un balance de capturas y liberaciones digno de encomio. Piloto y patrón, enseguida dominó el arte de navegar.
A principios de 1764 mandaba el jabeque Atrevido, uno de sus favoritos, al que para mejorar su navegación reformó el aparejo. Propuso en aquella época a la superioridad la continuación del corso durante el invierno, en vez de esperar a la primavera con los barcos en puerto sin alistar; aceptada la sugerencia, la llevó a la práctica con el Atrevido y el correo de Mallorca, San Antonio, gobernado por su hermano José Barceló; hasta que la siguiente primavera asumió el mando de los jabeques apostados en Cartagena.
Dos intentos por tomar la ciudad de Argel llevan la firma de Toni Barceló, y pese a no conseguir el objetivo principal, su empeño y calidad en el combate le valieron el ascenso a brigadier (equivalente a general de brigada en el Ejército). Con tal empleo participó en el asedio a Gibraltar iniciado en 1779. Su ardua tarea, como así se demostró, consistió en mantener el bloqueo por mar del peñón; pero insuficiente en resultado esa táctica de esperar la rendición del enemigo, la consigna pasó a ser de ataque. Ocasión propicia para que Barceló abogara por la utilización de la lancha cañonera producto de su ingenio, que ya había sido probada satisfactoriamente al medirse desde el mar al fuego devastador de las baterías de costa emplazadas en la roca.
La cañonera de Antonio Barceló era una lancha de remos, pequeña, ligera y maniobrable, blindada con planchas de hierro, con estabilidad suficiente para soportar el retroceso de un cañón de 24 libras (de grueso calibre). El empleo táctico de estas embarcaciones y su combinación con otros medios fue expuesto por Barceló en septiembre de 1783, lo que supuso la primera doctrina sobre la materia. A las cuarenta cañoneras iniciales que llegaron a construirse se unieron veinte bombarderas (portadoras de obuses, también idea de Barceló) para batir con tiro curvo las defensas enemigas. Pero estas naves menores de guerra no entraron en combate porque el mando prefirió actuar con las baterías flotantes ideadas por un francés, asumiendo al cabo el fracaso que supuso tal elección. Reconocidos los méritos de Barceló, se le concedió el ascenso a teniente general de la Armada. El navío Terrible enarbolaba su insignia.
Sus cañoneras, no obstante, tuvieron un escenario adecuado entre 1783 y 1784 a la vista de Argel, la fortaleza de los piratas berberiscos, donde lograron imponerse a las defensas costeras y a las naves en oposición, causando tales daños que además de batir al enemigo en su plaza forzaron un acuerdo de paz a los vecinos de Túnez y Libia. Victoria completa.
Cañonera de Antonio Barceló
Imagen de elretohistorico.com
El último de los servicios prestados por Antonio Barceló fue el alistamiento de la escuadra aprestada en Algeciras para el bombardeo de Tánger en 1792, que fue suspendido por la muerte del sultán de Marruecos y las nuevas perspectivas de paz. Finalizadas las operaciones en junio de ese año, se ordenó su retiro a Mallorca, donde falleció.
Marino ilustre de España, en vida sintió el afecto popular y la admiración, con el mayor de los aprecios, de las dotaciones bajo su mando y habilidad. Valiente, sacrificado y audaz, cual ídolo que ha ganado a pulso la consideración para ensalzar su persona a quienes se le equiparaban recibían el calificativo de “ser más valiente que Barceló por la mar”.
Tanta fue su dedicación que el estampido de los cañones le provocó sordera, que añadía heroicidad y carácter a sus heridas en combate.
Justo es destacar que de su iniciativa y peculio sufragó la construcción de jabeques.
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